sábado, 21 de enero de 2023

La posguerra en Pulgarcito por Salvador Vazquez de Parga

 



Día 13!¡Ja!¡Ja!Hoy es mi día predilecto!¡Día de desgracia y sinsabores!¡Viva el 13!". Con estas palabras hacía su debut en las páginas del número 77 del Pulgarcito de posguerra la simpar Doña Urraca. Doña Urraca, como Carpanta, Las Hermanas Gilda, el Loco Carioco, Don Pío, Gordito Relleno, Zipi y Zape y otros muchos, ha formado parte durante años del acervo de mitos populares de la sociedad española. Incluso alguno de estos personajes ha servido para simbolizar en el lenguaje corriente un determinado prototipo, lo que supone por su parte un profundo arraigo en la conciencia social. Pues bien, todos esos nombres, todos esos mitos, salieron, como Doña Urraca, de las páginas de Pulgarcito en el período postbélico a partir de 1947.

Pulgarcito, como revista infantil, nació en 1921 con parecidas características a las de las restantes revistas infantiles de las época que, a imagen de TBO, llenaban sus páginas con aquellas pseudohistoiretas compuestas por pequeñas viñetas que cabalgaban sobre voluminosos textos. Pulgarcito, entonces, obtuvo gran éxito quizá por la variedad de las aventuras que contenía, y fue evolucionando paralelamente a los demás semanarios rivales hasta su interrupción como consecuencia de la guerra civil.

Fue después de la guerra cuando Pulgarcito adquirió personalidad propia, una personalidad que desde entonces, a pesar de sus inevitables altibajos, la ha distinguido de cualquier otra publicación; una personalidad que dio origen a un tipo distinto de comic, a un comic verdaderamente español, tomado de la realidad y no de un modelo preexistente; una personalidad que la condujo a cumplir una función dentro de la sociedad española del momento; una personalidad, en fin, que supo mantenerse apenas diez años, porque no supo evolucionar al compás de la sociedad en que se desarrollaba. Pulgarcito fue la revista clave del comic de humor de posguerra, la personificación de un tipo de comicidad que se adoptaba a un momento preciso y a una concreta situación; después, quiso mantener la misma línea y quedó desfasada con respecto a la realidad. Pero de ese momento preciso y de esa situación concreta salieron el hambriento Carpanta, el absurdo Carioco, el sumiso Don Pío, las frustradas Hermanas Gilda, el orondo Gordito, la explosiva Doña Urraca, la rebelde Petra, etc. que a su vez simbolizaron toda una época y propiciaron el nacimiento de nuevos personajes a través de otras revistas que prolongaron las páginas de Pulgarcito. Porque tras el éxito posbélico de éste, primero EL DDT y más tarde Tiovivo, Superpulgarcito, la segunda época de El Campeón, Ven y Ven y el Suplemento de Historietas de EL DDT, se sucedieron como inevitables secuelas de aquél, alternando y confundiendo una serie de personajes que improvisadamente pasaban de una a otra de estas revistas. Y como todas ellas pertenecían al mismo editor, Bruguera, y tenían idénticos colaboradores, comenzó a hablarse de una "escuela Bruguera".






Fue sin embargo entre 1947, año del relanzamiento definitivo de Pulgarcito, y 1956, cuando la revista alcanzó su máximo esplendor, cuando fructificó su auténtica personalidad, cuando fructificó su auténtica personalidad, cuando cumplió su misión en la sociedad española y en el mundo del comic. Porque a pesar de todo Pulgarcito era un semanario infantil y cuando en 1956 se radicalizó la censura de esta clase de prensa, cayó bajo una serie de prohibiciones que afectaban muy directamente al contenido de sus historietas. Desde entonces, en el comic los matrimonios tenían que ser felices, la perversidad había de ser ineludiblemente castigada, la infancia rebelde debía ser moralizada, cada persona, cada personaje había de ocupar su lugar preciso en un perfecto orden que no admitía desmanes. Y así los personajes de Pulgarcito cayeron en la asepsia y la insustancialidad sin buscar, como hasta entonces habían hecho, nuevos resquicios por donde manifestar su verdadera idiosincrasia. Algunos incluso desaparecieron.
Pero en esos nueve años fraguó en Pulgarcito una nueva manera de hacer historietas de humor, seguida después por otras publicaciones. Una manera original que caracterizó a un comic de humor típicamente español sin equivalente en ningún otro lugar. Ciertamente en otros países también el comic de humor se había propagado. Especialmente en Estados Unidos, entre una serie de historias asépticas basadas en un breve gag, las family strips, las girl strips e incluso las kid strips, descubrieron una parte de la realidad norteamericana, precisamente aquella parte que interesaba al Sistema (siempre catalizador del comic americano) descubrir, divulgando consciente y directamente una serie de costumbres cotidianas propias de aquella sociedad. Las historietas de Pulgarcito, y después también las de EL DDT, funcionaron de manera distinta, porque tras el gag superficial y directo que fundamentaba la temática argumental, se escondía un trasfondo que insconciente e indirectamente revelaba una parte que no interesaba al Sistema revelar, y de ahí la radicalización de la censura a partir del momento en que se dio cuenta de que esa toma de conciencia de la realidad contrariaba los intereses del Sistema.

El realismo testimonial es pues la primera característica de esta inicial "escuela Bruguera"; testimonio, con raices conservadoras, de una sociedad perpleja ante los acontecimientos de la posguerra, que los asimila como única solución para su superviviencia, pero que los denuncia como algo extraño a ella, y testimonio también de unas costumbres, de unas modas, de unos mitos, de unas anécdotas, de unos usos populares que han pasado a ser historia. Y así, el estraperlo, el gasógeno, las restricciones, el racionamiento, los seriales radiofónicos, los sucesos del momento, las películas de éxito y los artistas de moda, pueden detectarse puntualmente en las páginas de Pulgarcito.

Y sobre este fondo de realismo testimonial, otras dos notas características concluyen en la esencia de estas historietas: la violencia y la frustración.

Violencia en cuanto que todos los gags culminaban con el típico garrotazo que ponía fin a la historia. Pero eso sí, los autores habían de aguzar su ingenio para que cada semana ese garrotazo fuera distinto o se sustituyera por una inacabada persecución en la que el perseguidor iba armado hasta los dientes, o por un doloroso suplicio cada vez más complicado.

Los personajes de Pulgarcito por esto, se veían frecuentemente cubiertos de abultados chichones producidos por los más variados instrumentos contundentes entre los que sobresalía el clásico garrote, parecido al as de bastos, con un puntiagudo clavo atravesado en el extremo superior. Lo mínimo que se permitía es que el propio personaje, ante el trauma psíquico que sufría, se desplomara de cabeza sobre el duro suelo, con grave perjuicio del pavimento, que la sorpresa le embargara hasta el punto de impulsarlo en un portentoso salto a perforar el techo con la cabeza o que atara a su cuello una gruesa soga ocupada en el otro extremo por un enorme pedrusco, para arrojarse de esta guisa a las aguas del proceloso océano. Aparte de ello, los golpes, porrazos, patadas, puñetazos, etc estaban a la orden del día.
Soluciones todas las apuntadas, de carácter violento, pero también desesperadas como síntoma de una perpétua  frustración. Don Pío soño con ser un honrado cabeza de familia, el rey de su hogar, sin jamás conseguirlo: Cucufato Pi no logró nunca obtener el amor de una de las estilizadas jovencitas que se hallaban a su alrededor, ni Hermenegilda, la gorda de las Gilda, encontrar a su príncipe azul; Carpanta se esforzó durante años en capturar algún alimento, aunque fuera una simple aceituna o una avellana; Gordito Relleno solía ver recompensada su bondad con un artístico vapuleo, del mismo modo que Zipi y Zape eran habitualmente castigados por su mal interpretada buena voluntad. Sólo Doña Urraca vio en alguna ocasión coronados por el éxito sus malvados designios. Era la frustración personal que flotaba sobre la desdichada clase media española, esa mayoría silenciosa que soportaba el peso de los caprichos de la Administración para que otros pudieran enriquecerse a costa de ella.

Las historietas de Pulgarcito incidieron además en la sociedad española de posguerra de una curiosa manera que persiste en gran parte en la actualidad aunque se haya olvidado su origen. Y es que Pulgarcito creó un lenguaje, no un nuevo lenguaje historietístico, sino un idioma peculiar y rimbombante que mezclaba las expresiones cultas y librescas con los más disparatados adjetivos y exclamaciones que llegaron a tener un significado especial al ser sustraídos de su contexto habitual.

Los personajes de Pulgarcito se lanzaban tremendos insultos como "percebe viudo", "batracio", "mequetrefe", "vampira", "nerón", "insecta venenosa", "paria oxidado", "pedazo de merluzo", y otras que hoy día, en el ámbito del humor, son todavía relativamente frecuentes pero que no existían antes de este Pulgarcito. Utilizaban expresiones como "divertirse como un calamar", "ponerse los borceguíes", "defuncionarse"y adjetivos como "apolíneo", "ebúrneo", "vetusto y apergaminado", "hipocondríaco y agropecuario", "opíparo". Proferían exclamaciones como "¡Chirigota, regocijo y regodeo!", "¡Resulfato!", "¡Repenicilina!", "¡Escarnio, ludibrio y sindeticón!", "¡Tormento y desenfreno!", y otras muchas que hicieron carrera en el lenguaje festivo popular.





Uno de los más destacables méritos del primer Pulgarcito corresponde desde luego a la unidad de una línea editorial que consiguió el favor del público, de un público que evidentemente no estaba sólo compuesto por niños adolescentes. El humor de Pulgarcito bajo el gag correspondiente, repetido cientos de veces y construido sobre una estructura casi uniforme, comportaba un claro segundo nivel patentizado por una serie de detalles, gráficos o literarios, cuyo descubrimiento e intencionalidad no precisaban reflexión por parte del lector; un humor de fácil compresión que quizá por ser el único retrato cómico de la realidad entonces existentes, atraía públicos de todas las edades, reprimidos todavía por la consideración ambiental del tebeo (y Pulgarcito lo era) como un producto exclusivamente infantil.

Para la práctica de este tipo de humor Pulgarcito convocó al principio a los especialistas del momento: Urda, Sabatés, Tínez, Gabi Ardel, Boix, Ayné, García, pero pronto todos estos quedaron desplazados por los nuevos realizadores (sólo dos o tres de ellos habían comenzado su carrera antes de la guerra) que inventaron, perfilaron y consolidaron  esa línea bien definida propia de la llamada "primera escuela Bruguera". Cifré, iranzo y Escobar militaron en ella desde el principio, Peñarroya y Jorge se añadieron muy poco después, Vázquez y Nadal les siguieron inmediatamente y más tarde se agregaron sucesivamente Conti y Martz-Schmidt. Nueve humoristas que dedicaron todo su esfuerzo (salvo Iranzo) a la promoción de Pulgarcito, que consagraron a Bruguera su arte y su vida, sin apenas haber colaborado en otras publicaciones ajenas, y que crearon esa serie de personajes significativos, muchos de los cuales subsisten todavía aunque con distinto sentido y personalidad.

Guillermo Cifré fue el padre de Don Furcio Buscabollos, el único personaje de Pulgarcito ubicado en el pasado histórico y precisamente en una Edad Media donde las sagradas reglas de las caballeros andantes no podían quebrantarse; Don Furcio era un caballero bajito y calvo que hablaba en italiano macarrónico y llevaba como escudero a Isabelita, una yegua con guantes, dotada del don de la palabra; por donde pasaba; por donde pasaba Don Furcio, su timidez y su ingenuidad organizaban grandes desaguisados que finalizaban con la inevitable paliza, quedando siempre malparadas aquellas sagradas reglas del orden de la caballería. Mucho más tímido que Don Furcio pero igual de bajito y de calvo era Cucufato Pi, eterno enamorado de todo lo que llevaba faldas; su figura, rodeada habitualmente de pequeños corazones que simbolizaban sus sentimientos íntimos, quedaba cada semana sumida en la más decepcionante frustración amorosa para resurgir incólume a la semana siguiente, dispuesta a comenzar una renovaba batalla contra las flechas de Cupido. El Repórter Tribulete fue la personificación de la esclavitud laboral en el ramo del periodismo; Tribulete era redactor de "El Chafardero Indomable", el más próximo rival de "El Berrido Urbano", y bajo la férula de un hercúleo "jefe" cosechaba fracaso tras fracaso en la caza de noticias. Amapolo Nevera, Cepillo Chivátez, Golondrino Pérez, Don Tele, fueron posteriores creaciones de Guillermo Cifré, consagrado cantor de las pequeñas tragedias de la vida vulgar.
También la cotidianidad fue el tema preferido de José Peñarroya, a quién se deben, en una primera etapa, las figuras de Don Pío, Calixto, Gordito Relleno y Don Berrinche, y más tarde las de Pedrusco Brutote, Quinielo Futbolínez, Pepe el Hincha, Pitagorín, etc. Don Pío y su esposa Doña Benita simbolizaron la imagen del matrimonio tradicional fundamentado en el matriarcado, en las apariencias y en un soterrado cariño que sólo afloraba en situaciones apuradas; el ansia, propia de posguerra, de aparentar prosperidad, provocaba las dominantes reacciones de Doña Benita que había de soportar humildemente el sufrido Don Pío, tan sufrido como Gordito Relleno, víctima permanente de su buena fe, en tanto que Don Berrinche, armado perennemente de un robusto garrote, sucumbía por el motivo contrario.
Seguramente el más prolífico de todos los autores de Pulgarcito ha sido José Escobar, de cuyo lápiz salió el archipopular Carpanta, encarnación inicialmente del hambre insatisfecha de todo un pueblo que en Carpanta no llegó a saciarse cuando ese pueblo alcanzó una relativa normalidad gastronómica, porque Carpanta ha seguido persiguiendo hasta hoy su frugal alimento, ha seguido viviendo debajo de un puente, y la voluntaria prolongación de su situación lo ha separado de su primitivo simbolismo y de su identificación con un amplio sector social. Zipi y Zape fueron una nueva manifestación de que la buena voluntad puede llevar a nefasta consecuencias, pues los dos mellizos de amplias cabelleras no pretendían sino convertirse en "hombres de pro" para satisfacer a su venerado progenitor, el catedrático de numismática Don Pantuflo Zapatilla, hombre recto y patilludo apegado a las normas tradicionales de la 



educación, agudamente satirizadas en sus historietas. La sátira social de Escobar, el más agresivo de aquellos primeros dibujantes de Pulgarcito, fue mucho más lejos con Doña Tula, Suegra, Blasa portera de su casa, Doña Tomasa con fruición va y alquila su mansión, y en Petra, criada para todo donde enfrenta, en igualado combate, a la criada campesina, inmigrante en la gran ciudad, con la señorita de clase media baja.
Uno de los personajes de Pulgarcito más corrosivos, a la vez que populares, fue sin duda Doña Urraca, debida al genio de Miguel Bernet Toledano que utilizó el seudónimo de Jorge. Doña Urraca era una especia de bruja enlutada de ganchuda y prominente nariz y aspecto fúnebre, horriblemente fea, cuya diversión favorita consistía en reírse de la desgracia ajena y causar mal a los demás, que la temían y odiaban; en no pocas ocasiones Doña Urraca conseguía salirse con la suya, por eso con el tiempo hubo de convertirse forzadamente en una repugnante vieja bromista que encontraba al final el justo castigo a su perversidad. El atractivo o repulsión que las encarnaciones del mal provocan en el público es consecuencia del aspecto con que sus autores la presentan; Doña Urraca era exageradamente malvada pero su gamberril perversidad tenía indudable gracia y su malévolo hechizo se extendió sobre los lectores. Leovigildo Viruta, Don Pancho, el tímido Ofelio, Pánfilo Tontainez y Sisebuto detective astuto fueron otras de las creaciones de Jorge.
Manuel Vázquez consolidó su estilo y su personalidad en Pulgarcito como un dibujante suelto y original caracterizado sobre todo por un marcado dinamismo que transfirió íntegramente a Heliodoro Hipotenuso. Las Hermanas Gilda -cuyo nombre colectivo es consecuencia de la popularidad de la célebre película de Rita Hayword, superada después en España por las propias hermanas- denunciaron la frustración femenina en la carrera matrimonial que la gorda Hermenegilda no puede llegar a coronar; con los años Leovigilda, seca y adusta cabeza de familia, y Hermenegilda, redonda, idealista e ilusionada, hubieron de cambiar de rumbo y la segunda buscaría la libertad por nuevos derroteros. Con Angel Síseñor, La Familia Cebolleta -cuyo abuelo fue el inventor de las célebres "batallitas"-, Currito Farola, La Familia Churumbel, Angelito, Don Polillo, ect, Manuel Vázquez afirmó esa original personalidad que lo hizo aparecer siempre como un deudor moroso, habiéndose incluso autodedicado en este sentido una serie titulada Los Cuentos del Tío Vázquez donde descubre las tretas de esta su segunda faceta.
Casildo Calasporra es, como Don Pío, una historieta matrimonial, debido en este caso al lápiz de Nadal, que abundaba en los problemas de apariencia y de relación familiar quizá menos exageramente que el matrimonio de Peñarroya. Pero seguramente el personaje más popular de Nadal fue Pascual criado leal, un gigantesco pero ingenuo ayuda de cámara sometido a los extravagantes caprichos de un pequeño aristócrata, bajito y delgado, que usa monóculo y larga boquilla, tan arruinado como era tópico habían de estarlo los miembros de la nobleza de aquella época. Con Rosita la vampiresa, Matildita y Anacleto un matrimonio completo y Marilín chica moderna, inicia Nadal un estilo más realista en el grafismo, que evoluciona hacia Tip y Top y su pandilla, una breve pero deliciosa serie de niños.
Las excéntricas locuras de El loco Carioco y los tormentos burocráticos que Apolino Tarúguez hombre de negocios inflingía a su fiel subordinado Celedonio en una monumental sátira de los abusos empresariales, constituyen las más sobresalientes realizaciones de Conti, autor también de Mi Tío Magdaleno, La vida adormilada de Morfeo Pérez y Don Alirón y la Ciencia-Ficción, entre otros.
Iranzo, conocido dibujante de aventuras realistas, se contó entre los primeros colaboradores de Pulgarcito con una única historieta, La Familia Pepe, que no participaba totalmente del espíritu de la revista pero aportaba nuevos recursos gráficos al comic humorístico de la época.
Finalmente Gustavo Martz-Schmidt introdujo en la primera escuela Bruguera una de las más disparatadas y descabelladas formas de humor, exagerando más que nadie las situaciones y ese idioma peculiar de sus personajes, que atacaban sobre todo las costumbres y ceremonias de las clases elevadas. Si sus mejores realizaciones (Los inventos de Toribio y El Doctor Cascarrabias) no pertenecen a las revistas Bruguera, en Pulgarcito presentó a Don Usurio, el aprovechado prestamista, a Don Danubio personaje influyente, a Troglodito el cavernícola, a El Doctor Cataplasma, en perpetua disputa con su criada negra Panchita y con la señora Millonetis y con la señora Millonetis, y a El Profesor Tragacanto y su clase que es de espanto, árbitro de la eterna rivalidad entre el empellón y riquísimo Vicentito y el travieso y alocado Jaimito.
Con el tiempo, con los años, el equipo de Pulgarcito hubo de renovarse. Nené Estivill, Francisco Ibañez, Raf, Roberto Segura y Sanchís fueron algunas de sus nuevas adquisiciones que fraguaron lo que podría deniminarse la "segunda escuela Bruguera". Pero esta ya es otra historia.

Reviata Cairo nº12 Extra de Navidad.


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