lunes, 5 de diciembre de 2022

David Rubín lo incendia todo

 El combativo historietista lanza "El fuego", un relato distópico que explora los límites narrativos.





Tommaso Koch. Madrid

Algo ardía en la cabeza de David Rubín. Le inflamaba cuando aguardaba en un aeropuerto. Sufría un incendio creativo en cada tren. Y sus noches en el enésimo hotel se encendían, hasta terminar en vela. La primera chispa habría sido "un desamor posapocalíptico". Aunque, poco a poco, fue cuidando y aumentando las brasas del proyecto: la fama, el cambio climático, el hundimiento personal o el legado de la humanidad. Las llamas nunca se apaciguaban. Hasta que, tras una década, por fin ha estallado El fuego (Astiberri).

"Creo que es mi libro mejor y más dificil hasta la fecha", afirma el creador (Ourense, 45 años). Lo dice uno de los historietistas más conocidos y respetados, tanto en España como al otro lado del océano; un tipo que logra vender novelas gráficas en un sector dominado por mangas y superhéroes; un artista que vive solo de su talento -con la preciada colaboración de sus dibujos para EEUU-, privilegio de solo un puñado de nombres en el cómic español.

Sentado en una librería madrileña, el artista agradece que El fuego se hiciera de rogar. Empezó a concebirla después de El héroe, su anterior novela gráfica en solitario, pero considera que todos estos años le han capacitado para realizarla como quería. "Entre medias hay 3.000 o 4.000 páginas de los trabajos que he ido haciendo. Ayudan, igual que colaborar con grandes guionistas que te empujan a ser más ambicioso y superar tu pereza mental. Me he movido sin mapa", defiende. En el tiempo transcurrido también ha sido padre. Y la humanidad ha sufrido una pandemia. Ambos aspectos importan, mucho, en El fuego.

El cómic se centra en un futuro más o menos remoto y en Alexander Yorba, un arquitecto estrella. Rico, adorado y feliz junto a su mujer y su hija, hasta que se conoce que un asteroide ha puesto rumbo a la Tierra para destruirla. Mientras el planeta entero vislumbra el fin de su existencia, la de Yorba se va reduciendo a cenizas. Rubín dibuja miedos y traiciones, amargura y sueños truncados, la soledad más aterradora y el deseo desesperado de amor. El apocalipsis es global, pero también íntimo. Como resume otro peso pesado del tebeo español, Fernando de Felipe, en un apéndice de El fuego: "Imagino que alguien la definirá como una ecodistopía de tintes dantescos. Y razón no le faltará. Aunque se quedará corto. Muy corto".

Porque El fuego también quiere irradiar todo el poderío del cómic, a partir de su enorme formato o de viñetas gigantescas sin una sola palabra. Los colores, el despliegue gráfico, lo bello y lo salvaje de un mundo que colapsa. El Coliseo de Roma convertido en centro comercial y además, cerrado. Cada una de las 250 páginas de Rubín pretende quemar mentes y corazones. "Sé que el tono o la violencia pueden echar atrás a ciertos editores, o a gente que se sienta agredida, pero esa es la idea. La cultura que me gusta es la que te remueve y te deja preguntas".

Cuando escribió El héroe (Astiberri, 2011) andaba entusiamado con el movimiento 15-M y la esperanza de que otro mundo es posible. Hoy su mirada está más curtida, pero también más teñida de pesimismo: "Vivir en Madrid es como un cómic de Frank Miller sin la parte fascinante. Afrontamos una diatopía a la que le han quitado los aspectos guays". Contra ella, Rubín estalla cada día con sus palabras, sus acciones y su cuenta en la red social Twitter. Desde ahí critica a la presidenta de la Comunidad, Isabel Diaz Ayuso, a Vox, a cualquiera que merezca su ira, del machismo a la privatización de la sanidad.

Sus opiniones no temen desatar incendios, a veces quizás demasiado: llamó "subnormal" al expresidente del Gobierno Mariano Rajoy. Tampoco huye de su ira una industria cultural que explota a sus creadores. "No podemos tener una industria sin creaciones locales. No es viable que puedan conseguir vivir del cómic el que lo edita, lo maqueta o lo distribuye pero prácticamente nunca el que lo hace. Los autores deben tener toda la información sobre sus obras y derechos, para saber dónde fallan y negociar mejores condiciones. Y eso genera mejores tebeos, que venden más", reflexiona.

En su caso lo cierto es que funciona. Empezó cuando las revistas cerraban y las editoriales eran pocas, y recién nacidas. Pero logró salir adelante hasta vivir del cómic. Ni él acaba de explicarse todavía por qué. Quizás, apunta, la clave sea la constancia: "He seguido sacando un libro al año, pese a mis altibajos. No me he rendido". Eso también es fuego.


El Pais. Sábado 3 de diciembre de 2022

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