Agenda fnac Málaga Abril 2022
Nili Broshi es una arqueóloga en paro que vive con su hijo de cinco años. Cuando un rico coleccionista de antigüedades israelí dona sus tesoros a la universidad donde trabaja su hermano Broshi, Nili ve la oportunidad de reivindicar la figura del padre de ambos, un arqueólogo con demencia al que su compañero y “amigo” le robó todo el reconocimiento.
Así comienza “Túneles” (Salamandra Graphic, 2022), la tercera novela gráfica de la autora israelí Rutu Modan (Tel Hashomer, 1966) y la que es, según sus propias palabras, la historia más compleja que ha escrito en su vida. Pero no hay que temer asomarse a él, porque “Túneles” es un cómic divertido, de aventuras, lleno de enredos, muy “tintinesco” también en lo formal (perceptible en la línea limpia, los detalles, la gama cromática y hasta en algunos personajes que parecen directamente homenajes). Con aspecto de historieta clásica, tiene una narración clara, hilvanada con maestría, y no tiene pérdida a pesar de los múltiples y diversos caminos que transita.
La complejidad de esta historia viene más bien dada por la Historia en sí (la autora se ha documentado extensamente y ha contado con la ayuda de profesionales de la arqueología), y porque Modan es de Israel, una de las partes del tema que subyace en toda la novela: el conflicto entre Israel y Palestina.
Ser parte de lo que cuentas es bueno porque sabes de lo que hablas, pero te arriesgas a las críticas por posicionarte demasiado o por no hacerlo lo suficiente. Sin embargo, Modan es valiente y se decide por ser libre y situarse donde realmente quiere, que es a favor del diálogo, la convivencia y la resolución de los conflictos a través del entendimiento mutuo y la no violencia.
Esto, que se aprecia recurrentemente a lo largo de toda esta historia en la que se escuchan las voces de todos los personajes, se sintetiza en uno de los diálogos más importantes de la obra, una conversación entre Nili y un antiguo amigo palestino: - “Este es el túnel que excavó mi padre”. -“Que mi padre excavó.” – “Pero mi padre lo empezó.” – “Y entonces os fuisteis.” – “Y ahora hemos vuelto.” – “Y nosotros estamos aquí.” –“Pero nosotros estábamos antes.” – “Depende de cuándo empieces a contar.”. Un momento climático en el que los personajes tratan de dialogar e irrumpe uno ajeno a la conversación con un arma de fuego, mientras el otro trata de defenderse con una pala. Nili logra con palabras y concesiones que todos se pongan de acuerdo y sigan con la búsqueda de lo que han ido a encontrar.
Y aunque la narración está perfectamente hilada y tiene un discurrir preciso y conciso (no sin dejar de permitirse algunos globos lanzados a aire en hermosas páginas, como en la que se refleja la tristeza tras la ruptura entre Nili y su hermano Broshi), y el tema subyacente es el conflicto palestino-israelí. Modan va dejando piedras en el camino en las que aborda los más diversos temas, también de peso, sin distraernos de la historia en la que estamos inmersos.
La amistad, la traición, la maternidad, la educación, la envidia, la mezquindad, la frustración, el arte y la historia en manos de ricos caprichosos, los cuidados, la inmigración, la homosexualidad y no poder vivir abiertamente por distintas razones, la dependencia de la tecnología, la religión, la superstición… son temas que se van presentando como si fueran tan solo los fondos de las viñetas, pero que se conforman en su conjunto un magno relato de gran profundidad y ambición.
Ana Bolívar (Culturafnac.es)
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