sábado, 20 de marzo de 2021

NADA PERSONAL, CIUDADANO: SOBRE SENDEROS LUMINOSOS Y ENTES ILUMINADOS por Jesús Cuadrado

Coincidieron ambos seres: un neocrítico (ser confuso) y un Jefe de Prensa (ser confundido). Ambos coincidieron en el que para qué y el por qué.

O sea, me preguntó el confuso (que no Confucio, o casi, sí) que qué nueva cosa preparaba y le hablé de un sección recensora (que no censora, o a veces) de publicaciones, Librum, relacionada con la cultura de masas y que resultaría conexa a la Historieta, y para aparecer en un medio escrito sobre, y precisamente, de historietas. "¿Por qué?" "¿A quién le importa?" "¿Que sentido tiene?", y otros tales.

O sea, indagó el confundido (que no confundiente, o también) que para qué le pedía un par de libros sobre cine y otro sobre periodismo, y contele que para que el lector de historietas columbrara que el mundo es más amplio. "¿Para qué?" "¿Qué le importa?" "¿Cuál es su sentido", y otros tules.

- "El común" -respondí-; "el sentido común".

Porque por ahí va la cosa. Desde hace años, me pasa. Sí estoy dictando (es un decir) una lección sobre la teoría de lo zarzuelesco en Valle Inclán, aprovecho para entregar fichas de cómo buscar y encontrar estampitas de la Virgen del Péndulo (o de San Venancio; viene a ser lo/el mismo). Si explico una cogna sobre la esforzada luz de Gordon (que no Bruce) Willis para un filme (otro decir) de Woody Allen, recomiendo, ipso facto, la lectura de EL ARTE BELENISTICO EN LA REGIÓN DE MURCIA, o cualquier otro pasteleo conexo. Si hay que hablar, en aula o bar (lo mismo me da, que me da lo mismo), del camuflaje ideológico de Saura (el Carletes, que no Don Antonio), insisto en la utilidad de considerar una aproximación a YO, LEPROSO (y mejor la edición de 1932; no, por nada: portada genial a lo Fernando Fernández), o una lectura ligera de YO VIVÍ LA BOMBA ATÓMICA (edición del 52, con nihil obstat e imprimi potest, mas otra portada genial a lo Fernando Fernández), o lanzar un vistazo detenido a ME CORTE LA LENGUA (en su traducción del italiano, y gran portada genial con el rostro de Fernando Fernández, y con un curioso parecido a la santa faz del javeriano Alfeo Emaldi, "feliz prisionero de Jesús y María").

Porque todo es lo mismo, ya dije. Todo se interfiere, se conecta, se intercala, se imbrica (¡oh, Zeus, que culterano estoy!) en el proceloso piélago (¡y dale!) de la cultura popular. No es que uno llegue a extremos de recomendar leerse EL YETI (Odette Tchernine) para analizar LOS COMICS EN HOLLYWOOD, pero, ¿por qué no?

Lo que vengo a decir es que me asusta más la posición (que no postura) del confuso que la del confundido. Al final, si un Jefe de Prensa (y Comunicación, compás, que así se les llama ahora) no me hace el envío, no pasa gran cosa (salvo mi ruina económica con tanto libro que compar, pero es esa otra historia): tarde o temprano, recensionaré la novedad, porque defiendo, defendí y defenderé que el lector tiene derecho a una información tamizada o al aviso altruista.

Pero lo del neocrítico ( y no soy peyorativo y sí, permitidme, pedagógico) me parece grave. En esto, no claudico, Claudio: o nos informamos para informar, o nos uniforman.

Allá cada uno y cada huno.


Urich Nº19. Julio 1991

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