PLAGIARIO, TRAIDOR, INCONFESO Y MARTIR
En algún otro papel, que no papelote, lo he dicho: lo único lúcido que Truffaut escribió (ora con pluma, ora con cámara) fue aquello de que "un crítico debiera ser el puente entre el artista y el público". La frase, me reafirmo, está bien: resulta utilitaria.
Pero, ¿qué es un crítico?
Según la Real Academia Española, critico es la "persona que ejerce la crítica", estimando que crítica es el "arte de juzgar de la bondad, verdad y belleza de las cosas"; y, específicamente, la persona que emite "cualquier juicio formado sobre una obra de literatura o arte".
Todo esto, en la última edición de su DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA; la vigésima edición. Pero, quince atrás, en la de 1817, rezaba, con perdón, que crítica era: "el arte o facultad de juzgar rectamente" (repárese en, fuera de que la O iba con acento ortográfico, la inyección de moralina confortante que conllevaba lo de "rectamente"; y, también, requeterrepárese en que corrían tiem¬pos revolucionarios, y que para esta edición, la quinta, revolución era sinónimo de "inquie¬tud, alboroto, sedición, altercación").
Pero, tanto para la antigua edición, como para la última, cuando familiarmente se articula el término critico se llega a la conclusión de que es la persona que "habla culto, con afectación"; retenga el lector en sus meninges, y para más adelante, esta curiosa redefinición (si meninges tuviera el lector, cualquiera de las tres; al menos, la piamadre).
Para María Moliner (divina mujer que nunca mereció peor patria), y en su DICCIONARIO DE USO DEL ESPAÑOL, la cosa queda más clara, pues crítico, en su cuarta acepción y actuando como adjetivo, se aplica a la "per¬ona que habla afectada o pedantemente".
Un lector meníngeo, que no meningítico, o sea, el de URICH, estará ya en condiciones de asociar qué acepción de la definición crítico le cuadra más a según qué crítico. El lector de URICH, o sea, el meníngeo, que no menengítico (seguidor de Menen), habrá descubierto que en esa última acepción, la familiar, es donde entra de lleno un conocido personaje del mundo del tebeo español.
En efecto, estamos hablando del único, posiblemente, hombre que menos cumple con su apellido (el apellido se creó en funciones de catalogación antropológica; así, un Herrero proviene de familia trabajadora en forjas, y un Schwarzkopf -en alemán, cabeza negra- deriva de un linaje de asesinos): Javier Coma es el plumario que peor uso hace de la coma. Tiene otros defectos, pero tampoco hay que ensañarse.
Este critico en cuarta acepción, es decir, este pedantón, para acabar antes (pedantón como aumentativo de pedante, pues grandote, anatómicamente hablando, sí que es; vamos, que si no me apoyo contra un muro, tengo media hostia), acaba de afirmar en la sección "Opinión" (otro decir) del diario EL OBSERVADOR (otro decir), del domingo 17 de Febrero del año en curso, y bajo el título "La verdadera paz", que el comportamiento invasor del dictadorzuelo iraquí "ha hecho patente la necesidad de una enérgica postura de prevención". Y firma, o deja que firmen, su aserto con la apostilla: "Javier Coma es escritor".
Hasta ahora, hasta hace unos meses, al Coma conocíamosle como autor (otro decir) de cosas impresas en papel y cosidas con tapas y tal y tal (libros, decían él y sus editores), y que versaban (ripiosamente) sobre la historieta usaca, la novela negra, el cine y tal y tal. Y escribo lo de hasta hace unos meses, porque, como todo lector meníngeo, que no meningítico, sabe, el Coma se retiró de la prensa periódica para escribir, afirmó, grandes estudios (para mí, seguirán siendo cosas y tal y tal, me temo) y por no poder atender a menudencias, insultando de paso a los editores (los hubo) y a los lectores (si es que hubo) que apoyaron sus secciones (otro decir). Y ahora nos sale con su neotrabajo de comentarista político y en prensa pujolista. No recuerdo cambio tan total tras tantos años de serpentear, yo, en/de/sobre los medios.
(Sí hago excepción con Haro Tecglen, satrapillo de TRIUNFO que sostenía que la Historieta no era medio para justificar una columna semanal, y sí parécele ahora útil una columna diaria sobre televisión; entonces, tenía que pagar a alguien por la columna, y ahora, como obrerete, páganle por la columna: evolución.)
Así, de un plumazo (plumetazo, más bien), el Coma abandona ideológica y posicionalmente a sus ex-compas de EL VIEJO TOPO (menuda tropa, por cierto), se clasifica freudianamente donde siempre estuvo y nunca confesó y/o admitió, y, finalmente, abraza la postura del intelectual (jope) que, en plan cilicio, sufre las iras de los pacifistas (gente siempre alocada e ingenua). Vamos, un zorrillo, que no Zorrilla.
El lector meníngeo (dícese de quien tiene meninges y hace uso de ellas), o sea, el de URICH, habrá ya descubierto que nuestro zorrocloco, viendo que el Ministerio de Cultura concedíale escasa credibilidad para conseguirle asesorías viñeteras (a pesar de su rota hílico maletón de catorce libros/cosas), está optando, en astuta alternativa, por algún puesto en el Ministerio de Defensa.
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