martes, 9 de junio de 2020

VIDA MOSTRENCA: 'Armaggedon' rumiante

El Pais de las Tentaciones
Viernes 22 de diciembre de 2000

Texto: Jordi Costa Ilustración: Darío Adanti

1 En mayo de 1980, el humorista norteamericano Gary Larson dibujó su primer chiste sobre vacas. A partir de ese momento, las variaciones surreales sobre el mundo rumiante se convertirían en una de las señas de identidad de su catedralicia obra The far side, construida a golpe de chiste diario: vacas erguidas sobre dos patas, vacas vampiro, vacas con tocado frutal a lo Carmen Miranda, vacas hinchables, vacas bidimensionales, vacas cotillas, vacas caníbales, vacas ligonas... Larson nunca se ha mostrado muy amigo de la reflexión y, por eso, en su antología The prehistory of the far side. A lOth anniversary exhibit se limita a constatar que, a partir de esa fecha clave, la vaca se impuso en su discurso cómico. Un jalón significativo en el uso jocoso de la vaca le había precedido: el rumiante catapultado en esa escena antológica de Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores, la comedia medieval de los Monty Python. Después de Larson, la explotación bufa del ganado se multiplica: la falsa vaca con botas de lluvia de Top secret o el bóvido agónico de Yo, yo mismo e Irene son dos remarcables hitos de la especialidad. De todo ello podemos extraer una conclusión: que las vacas dan risa. 0, desarrollando esa línea de pensamiento, que colocar a una vaca en una posición, actitud o estado de ánimo que en un ser humano podría antojarse cotidiano, patético, dramático o, directamente, trágico, tiene sobre el receptor del chiste un efecto hilarante automático y garantizado.

2 Veamos qué nos dice Jean Braudillard en su visionario Pantalla total (Anagrama) sobre el preocupante fenómeno de las vacas locas: "La epidemia de las vacas locas es, ante todo, la plaga del reblandecimiento cerebral de las poblaciones humanas que giran enloquecidas en torno a sí mismas en un prodigioso ataque de mimetismo bovino. Es un test de tamaño natural
sobre la calidad del rebaño humano". Para el pensador, la epidemia de las vacas locas es un síntoma más en un proceso global de debilitación desembocante en un apocalipsis vírico. Tal vez la vaca es el espejo del hombre, una metáfora de su reblandecimiento espiritual.

Pensemos ahora en la magnitud de la tragedia rumiante y en el problema más inmediato que el sistema deberá resolver al respecto: la desaparición de esos cadáveres no comestibles. No es descabellado imaginar la Europa inmediata como una suerte de siniestra barbacoa necrófila de tamaño continental. Basta colocarse en un estado mental levemente agorero para imaginar inmensos hornos crematorios para vacas, gigantescas montañas de esqueletos bovinos que podrían haber sobreestimulado la imaginación del Goya más oscuro. El exterminio del animal enfermo como la versión vaca del holocausto. 0 la parodia del holocausto. Si es cierto que Gary Larson descubrió una conexión entre la figura de la vaca y el músculo de la risa, la epidemia de las vacas locas desembocará en una representación del holocausto que, en teoría, debería darnos risa.

3 Pongámonos, por un momento, conspíranosos, como Miguel Ibáñez o Robert Anton Wilson. Es un hecho que los virus de última generación son selectivos, perversos y de ultraderecha: ahí están el sida y el síndrome de las vacas locas. He aquí una teoría de la conspiración a la medida de los hechos: la última vanguardia artística está integrada por una conjura de científicos nazis cuya disciplina es la creación sintética de virus caprichosos e implacables. Su última instalación conceptual ocupará todo el territorio europeo: una obscena representación paródica del holocausto en clave vacuna, concebida con la perversa intención de borrar, por la vía de la hilaridad, la memoria de la tragedia histórica. Nadie debería reírles la gracia.




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