jueves, 14 de mayo de 2020

VIDA MOSTRENCA: La 'fatwa' y el "fake"

EL PAIS DE LAS TENTACIONES 
Viernes 15 de junio de 2001


Texto: Jordi Costa Ilustración: Darío Adanti


Tropiezo con Zebulón, el cibernauta chandalista, que sale airado de la primera sesión de El diario de Bridget Jones y vierte sobre mí su chachara incendiada: "Con la guerra que yo he dado en Internet y la de virus que he mandado a listas de correo de fundamentalistas islámicos. Para que luego me haga un cameo en una película de marujas prematuras". Resulta que la frivola aparición de Salman Rushdie en la película, donde cumple la trivial función narrativa de indicarle a la protagonista dónde está el lavabo en un cóctel literario, ha sido recibida por Zebulón como una traición. Hagamos memoria: la fatwa, la condena islámica por los Versículos satánicos, cayó sobre Rushdie -que hasta entonces había sido un creador libérrimo con un componente lúdico importante-como un baño de inesperada gravedad. Dejó de ser un artista para convertirse en un símbolo. En una víctima protegida y oficial. Una cosa seria. Hasta cierto punto es comprensible que, ahora mismo, Rushdie anhele un baño de banalidad como sólo el cine podría proporcionarle. Pero Zebulón no lo entiende. Se da cuenta de que llevo bajo el brazo la revista Dígame: en su portada, Terelu Campos desnuda; aunque, en realidad, es un fake (imitación) de Internet. Si El diario de Bridget Jones fuese una película española, Terelu Campos podría haber sido una razonable opción de casting: es, como el mito sociológico creado por Helen Fielding, una colosal representante del poder marujo que secretamente domina el mercado.

O sea, el mundo. Siento que se cierra un círculo y a Zebulón se le ilumina la cara. Se le acaba de
ocurrir una buena manera de consolarse: colgará en Internet un obsceno fake de Salman Rushdie desnudo. Un fake es una forma suave de fatwa: también se trata de cortar cabezas. Pero es más limpio. Y es una buena manera de cerrar una historia.

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