domingo, 7 de febrero de 2016

De nostalgias e inmersiones por Manuel Rodriguez Rivero

ISABEL ROMERO, Una amiga muy querida que murió a destiempo (como si tal cosa no fuera siempre la maldita norma), tuvo durante años, sujeto con chinchetas en el vestíbulo de su casa, uno de esos pósteres euforizantes típicos de los ochenta en el que destacaba la leyenda "Hoy es el primer día del resto de tu vida". Hace poco le leí a mi admirada Rosa Montero otro truismo arrebatado que también invitaba al carpe diem más o menos epicúreo: "Nunca seremos tan jóvenes como hoy". Ambas certidumbres funcionan como admonición, como si su mensaje implícito fuera "ahora tu verás lo que haces" o "la pelota está en tu tejado". Existen, sin embargo, otras maneras más resignadas de llegar a parecida conclusión: en No volveré a ser joven (hacia 1968), su favorito entre todos los poemas que compuso, Gil de Biedma proclamaba con estoicismo quevedesco su conclusión de que "envejecer, morir, / es el único argumento de la obra". Como la vida se vive hacia delante, pero se comprende hacia atrás (por eso los viejos tienden a ser más sabios, pero menos listos), todas esas certezas no vienen a ser otra cosa que distintas variaciones del clásico memento mori. Lo anterior viene más o menos a cuento a propósito de Valentina (DeBolsillo), el estupendo (y barato: 17,99 euros) volumen de Guido Crepax que reúne la "tetralogía de Baba Yaga", una de las aventuras protagonizadas por la más célebre heroína del cómic europeo de los sesenta y setenta, que estos días he vuelo a leer con renovada admiración impregnada de nostalgia. Lá conocí —cuando era tan joven que aún no existía "el resto de mi vida" y la muerte era una abstracción al otro lado del espejo— gracias a los fanzines Corto Maltese o Linus que mi amigo Carlos Sambricio (descendiente, por cierto, de don José de Echegaray) se traía clandestinamente de Italia, en un equipaje que incluía literatura marxista publicada por Feltrinelli y otros bocados entonces prohibidos y doblemente deseados. Crepax (1933-2003), lector de Bataille, Sade y Sacher-Masoch, había dado con la fórmula perfecta de éxito para una época en la que el cómic aún no había completado su revolución sexual: erotismo desenfrenado y vanguardia compositiva. Valentina, que se nos antojaba tan joven como el mundo nada franquista en que añorábamos vivir, era el trasunto en papel de la nueva feminidad manifestada en la psicodelia de Carnaby Street; icónicamente inspirada en Louise Brooks, una de las más rutilantes estrellas del cine de los veinte, el



Valentina, heroína de las viñetas de Guido Crepax.

personaje exhibía, como su modelo, una sexualidad gozosa que no hacía ascos a nada (repito: a nada). Pero, medio siglo después del nacimiento de su heroína, lo más permanente de Crepax sigue siendo la puesta en página de sus historias en glorioso blanco y negro, con recursos como la descomposición o deconstrucción de las imágenes en microviñetas significativas, las elipsis gráficas y el flash-back, elementos todos ellos aprendidos en el cine. Un volumen de fondo de armario para todos los aficionados al cómic.

El Pais Babelia 06.02.16

No hay comentarios: