lunes, 17 de agosto de 2015

¿QUIEN TEME AL LOBEZNO FEROZ?

POR TRAJANO BERMUDEZ

¿Qué tienen en común Batman, Lobezno y El Castigador? Ante todo, una respuesta obvia: el éxito. Tres personajes, siete series. Si esto no es lo más "bot" del mercado... ¿Y de dónde han salido estos jovencitos rompedores? Pues más bien habría que preguntarse dónde estaban escondidos El Castigador (1973) cumple 16 años, que ya está bien. En los dos últimos encontramos la gloria. En los anteriores la pena, penita. Lobezno (1975) no es ningún crío a estas alturas. La edad de Batman se merece un más que venerable respeto. ¿Cuál es el rasgo que comparten estos tres personajes o, al menos, sus más recientes versiones? ¿Cuál es el talante que puede definir su éxito? Son veteranos, son duros, son violentos, son infalibles, no tienen sentido del humor, no tienen mas poderes que la mala leche, no responden ante nadie. Son Sylvester Stallone vestido con mallas. Hace veinte años, los superhéroes eran jovencitos, dulces, pacifistas, inexpertos, hacían bromas mientras peleaban, gozaban siempre de algún poder original, se veían cargados con "la gran responsabilidad que supone todo gran poder", eran Dustin Hoffmann en El Graduado.

¿Convendremos, entonces, en que se ha producido una renovación del género? ¿El superhéroe ha madurado, se ha hecho mas adulto y realista con nuestra década? ¿Ha tomado el nuevo aliento que necesitaba? Los 60 fueron el entusiasmo juvenil, los 70 el agotamiento árido. ¿Los 80 el renacer de un tono más adulto...?

La opinión pública norteamericana, madre-patria de nuestros superhéroes, se halla revuelta y escandalizada en las últimas semanas por la más reciente polémica nacional: los adolescentes violentos.


Los casos son muchos y muy dignos de comparecer en un Museo de Cera. Chavales de 14 y 15 años perpetrando violaciones, palizas y asesinatos. El colmo llega el pasado mes de mayo, cuando una banda de muchachos entre 14 y 16 años asalta y viola a una mujer de 28 que hacía footing en Central Park. Los medios de información empiezan a revolver, y no tardan en ilustrarnos con cientos de historias pavorosamente parecidas, que hasta ahora habían sido más o menos silenciadas. La opinión pública ya tiene sus culpables: películas de sangraza, grupos de heavy y... comic-books. Se avecina la caza de brujas. El "Code" está dispuesto a salir del coma. Los padres van a vigilar lo que leen sus niños.

Que los héroes de hoy en día no son un "buen ejemplo", que son una panda de filibusteros y desclasados, nadie lo va a negar. Que el comic-book es un mercado y la oferta aumenta cuando aumenta la demanda, tampoco. Hay un clima de degradación moral en la juventud americana. Hay un desánimo por el mundo y por la vida. Los chavales de los ochenta parecen viejos desilusionados, y mas si los comparamos con los de hace veinte años. Mayo del 68 y los hippies. El idealismo al poder. La poesía salió a la calle. El LSD estimulaba la creatividad. Spiderman combate las drogas y Flecha Verde se enfrenta a los problemas de la injusticia social. Los valores se han trasladado: materialismo y republicanismo. El darwinismo al poder. Spiderman se ha casado" y Flecha Verde se enfrenta a violadores y torturadores de mujeres. Pero no tratan de denunciar nada. No son tebeos "relevantes". Son tebeos de exhibición y morbo. Los tebeos no han cambiado la mentalidad de sus lectores. Más bien ha ocurrido al revés. La violencia de los tebeos es efecto, y no causa, de la violencia social. Pero todos sabemos qué la violencia engendra violencia, y así la de los superhéroes acaba incitando a la de los adolescentes. (No como causa primera, pero sí realiza una contribución). Lobezno no era así. Al principio, ni siquiera era un personaje importante en La Patrulla-X, dominada por las personalidades de Cíclope o Tormenta, dotados antaño de caracteres acusadamente morales y espirituales, respectivamente. Lobezno se quejaba porque, tras años de terapia y tratamiento, seguía cediendo a su lado animal bajo una fuerte presión. Podía perder una pelea, y nadie dudaba de que era accesible a la muerte. En cualquier caso, no destacaba mucho, pues al fin y al cabo era, probablemente, el menos poderoso del grupo y no tenía demasiado que hacer cuando las cosas se ponían difíciles. Cuentan las malas lenguas que esta marginación estuvo instigada por Cockrum. El caso es que la llegada de Byrne a la serie fue cambiando el papel de Lobezno paulatinamente, hasta la eclosión definitiva: "Wolverine: Alone" (X-Men n.° 133). Ese episodio no sólo es legendario, sino que se ha convertido en en punto de referencia. Cambió muchas cosas. Para empezar, el concepto de que los buenos se distinguen de los malos no sólo por su calidad moral, sino también por sus métodos. Además, empezó a poner de moda la estética de lo sucio, de lo roto, de las alcantarillas. Pero aquello, en 1980, no era sino una nota de frescura, aquello no presagiaba nada. Hizo falta el cambio en los gustos (en el mal gusto) para que la gente pidiera más, y, en los comics, hizo falta el impacto de Frank Miller.



A este autor se le ha malinterpretado demasiado y, lo que es peor, con mala intención. Su primer Daredevil empieza a transformar el ambiente anticuado del superhéroe. Le mezcla con asuntos más amargos y ambiguos, le lleva a los subsuelos, y le salpica de violencia (recordemos a Lady Killer, los episodios de Elektra o Ruleta), pero en su Daredevil hay, además, buen gusto, clase, humanidad y buen humor. Y la violencia nunca parece la solución, siempre tiene consecuencias. El problema es que aquello le gustó mucho al publico, y autores menos dotados comenzaron a repetir los esquemas, a crear la moda, pero fijándose sólo en lo más efectista, en lo más fácil: la violencia. Esquemas justificados por su reiteración en la televisión, el cine, la música El tono se va endureciendo por momentos. Cada vez son más los tebeos que confunden realismo con brutalidad y sexo. Claro que el sexo es risible, y signo de la mayor hipocresía: es una pequeña corruptela, una perversión para chicos de 13 años. El erotismo es censurado. Miller se traiciona en el Dark Knight (¿cómo no acordarnos de la banda de los "Mutants", cuando leemos sobre las pandillas de jovencitos peligrosos que vagan por las ciudades americanas?), se entraba en el Año Uno (no hablamos aquí de sus enormes valores artísticos, que parecen haber sido obviados por sus seguidores*. En el caso de La Patrulla-X por sus páginas desfilan villanos salidos de Aliens o Terminator: cyborgs, homicidas, demonios... ninguno con demasiada justificación (se ha perdido la vieja tradición del "número-origen"). Cede a los trucos sexistas: las mujeres inundan la serie de Claremont, pero no hay ninguna de verdad, más bien espléndidas esculturas de supermujeres en "body" forzadas a las poses mas antinaturales. Lobezno, cada día más, se parece a un osito de peluche, achaparrado, peludo y falto de vida. Uno a uno, los mutantes descuartizan en los últimos treinta números más enemigos que en toda su historia. ¡Se lo merecen! Retoma la vieja doctrina maquiavélica: el fin justifica los medios. Si tienes poder tienes el derecho.

Hay una tercera influencia en el comic-book americano que hoy acapara las loas. Es, claro, la de Alan Moore. En sus historietas encontramos también sangre, también actos de violencia abominables (especialmente en Miracleman). Ninguno puede ser influencia perniciosa. El temor de Moore es fantástico, es irreal, es ficticio, es artístico. El terror de Moore está en una obra de arte, para gozarlo, si se quiere, no para traerlo a nuestro mundo por puro aburrimiento.

Pero, con un poco de suerte, la censura, despistada, podrá proyectar su sombra en otros lares, si se hace cierto el desplazamiento que se empieza a adivinar. Hay signos de que la marea de violencia está remitiendo, está empezando a cansar y a ser sustituida. ¿A cambio de qué nuevo producto? Puede que por el del humor. Ahí están las series que lo tratan o pretenden tratarlo: La Liga de la Justicia, Excalibur (Claremont se apunta a un bombardeo) y lo que viene. Los 60 fueron el entusiasmo juvenil, los 70 el agotamiento árido, los 80 la adaptación a los nuevos tiempos, ¿los 90 la ansiada madurez? ■ Trajano Bermúdez

(*) Batman, frente a El Castigador o Lobezno, mantiene un respeto sagrado por la vida humana, que en sus inicios no parecía tener en tanta estima. Sin embargo, sus lectores eligen exterminar a su compañero juvenil en cuanto les dan oportunidad de decidirlo.





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