sábado, 25 de octubre de 2014

BISHOP/ HUIDA DEL MAÑANA Guión: John Ostrander Dibujo: Carlos Pacheco Entintado: Cam Smith Colorista: Joe Rosas


 CARLOS PACHECO HORIZONTES DE GRANDEZA

Hubo una época, olvidada aunque no demasiado lejana, en que los tebeos no sólo contaban algo, sino que contaban muchas cosas. ¿Cuánto tiempo hace que no vemos a Charles Xavier ejerciendo de profesor: reflexivo, cejijunto... con bolígrafo? El cuidado por los personajes y su pasado, por su entorno, por lo que sienten y piensan y la manera en que reaccionan y actúan, son detalles que desde hace una década han desaparecido poco a poco de la industria, sacrificada a la espectacularidad gráfica y la violencia. Ha tenido que ser un español el que llegara y, en apenas cuatro números, volviera a poner algunas cosas en su sitio.

La mini serie de Bishop, el Hombre-X venido del futuro (o uno de los Hombres-X venido de quién sabe cuántos futuros) supone, tras su paso por Marvel UK y su fugaz presencia en DC, la entrada triunfal de Carlos Pacheco en la editorial y el mercado por los que siempre ha bebido los vientos. Y este trabajo, brillante y apasionado, lo sitúa desde ya en las filas de los maestros.

Carlos lleva consigo un bagaje que los actuales artistas han preferido ignorar o del que, sencillamente, carecen. Carlos entiende de comics, los quiere de manera visceral e intelectual, ha bebido en las fuentes (y en Bishop se nota), de gente tan dispar como Will Eisner o Norman Rockwell, y dedica a las páginas todo su talento aún por explorar. No se puede decir que en el árido panorama del comic-book contemporáneo Carlos Pacheco nade contra corriente, pues su estilo es sobre todo actual y moderno, pero sí que arrastra el aluvión de los grandes autores que existieron
antes que él, ésos a los que nadie hace ya caso (como Neal Adams) porque no venden. Adelantándose una vez más a la estrecha visión que tiene el guionista John Ostrander, Pacheco dota al personaje central de esta mini serie de un carisma que hasta entonces le había sido ajeno, entroncándolo con los grandes héroes clásicos de todos los tiempos. Pacheco interpreta que Bishop es John Wayne. Para él es el Custer que sobrevive a Little Big Horn, un personaje recio, viril, no un tecnotuerto facha, no un héroe psicótico como son moda y reflejo continuo en los comics de hoy. Su Bishop tiene la grandeza monolítica de un Charlton Heston, y esto se acentúa en el uniforme de La Patrulla-X, en él más que nunca un uniforme de caballería azul y amarillo. La nobleza que emana de la última viñeta de la saga diferencia de una vez por todas a este gigante de rostro marcado de su claro precedente, Punisher.

Todos los hallazgos creativos que salpican estos cuatro tebeos, y son abundantísimos, son obra y
gracia de Carlos Pacheco. La anécdota que cuenta esta mini serie ya la hemos visto en muchos
sitios, pero Carlos la sazona a su placer, imponiendo un ritmo narrativo endiablado al contenido,
enriqueciendo unas meras indicaciones de guión y dando un empaque mítico al héroe y diabólico al villano.

El look de Mountjoy y su capacidad de mezclarse con otros cuerpos, impensable en los comics
hace tan sólo una década, son producto de la capacidad de exploración de Carlos Pacheco.
Concebido originalmente como una especie de ocupador de cuerpos al estilo del Deadman de la
Distinguida Competencia, la habilidad plástica del dibujante lo convierte, y él incluso lo
reconoce con el guiño del tercer número, en una versión en carne del T-1000 de la saga de
 Terminator, terrorífico y a la vez atrayente.

Con Pacheco, Tormenta es atractiva a su pesar: no necesita poses ni contrapicados incómodos
para realzar su magnetismo sexual y su belleza. Los cabellos del lestatsiano Mountjoy podrían
rivalizar con la capa de cierto Hombre Murciélago. Atención a los detalles que estallan en todas
las páginas: Salva Larroca paseando ante Tormenta y Bishop; los títulos de los vídeos que preludian cuál va a ser el destino de la víctima de Mountjoy y asumiendo una función que en el cine desempeñaría la banda sonora; Júbilo viendo en la tele El silencio de los corderos; el patoso y gordinflón sargento de Cosas de Casa ascendido a capitán de comisaría; los skinheads nazis con su camiseta de apoyo al líder ultraderechista americano obligando al guionista a hacer mención a la huelga de la Liga de Béisbol por no quedarse atrás ante la lección continua de crónica de la realidad actual que le va dando en todas las páginas el dibujante; la humorada de situar una imposible Virgen del Rocío en el salpicadero del coche patrulla. O la espectacular escena en el metro, donde entre mensajes cruzados con el entintador Cam Smith veremos un cartel de cine que anuncia una ficticia película coprotagonizada por Jean-Claude Van Damme y Bob Diamond, el rubio actor y miembro de los Hijos del Tigre, mientras que los otros tres componentes del olvidado grupo de artes marciales se contentarán con garabatear sus nombres en las paredes, junto con unos inequívocos «Lex» y «Donner» (¿recuerdan dónde tenía su refugio Luthor en la primera película de Superman? exactamente), o el chiste privado entre el Ultramarine británico y mi apellido, recuerdo de nuestro pase por Marvel UK y una tarde de risas y nieve en Cambridge.

Pacheco intuye que el futuro del personaje es lo que resulta realmente interesante: ese posible Cíclope cegado, el mundo apocalíptico que tendríamos que conocer ya de una vez por todas, la canción de Neal Young dando nombre a un parque destrozado. Con él, New York vuelve a ser New York, el centro del universo Marvel. Los monumentos y parques serán reconocibles. Lejos de los subterráneos metálicos, saborearemos el feeling de la ciudad y de sus gentes, incluso la suciedad y la escoria encarnadas sabiamente en el vagabundo borracho.

Pacheco no se conforma con ilustrar una historia ajena. Le da la vuelta, la hace suya, hasta
robarla. En manos de otro dibujante, esta alargada persecución de cuatro números sería una
anécdota más, intrascendente en el complicado ir y venir de los mutantes. En las manos
y el cerebro de Carlos Pacheco, es historia.

Sólo nos resta por ver (y los que siempre hemos querido ser su Paul McCartney ya hemos
perdido la esperanza, por lo menos en la parte que nos toca) a Carlos Pacheco desplegando todo
su enorme caudal creativo en los argumentos de una historieta. Hasta el momento, Pacheco no
ha mostrado todavía que su bagaje no sólo se reduce a dibujar como nadie.

El es un creador nato.

Ya lo he dicho en otras partes. Quizá, por su forma de entender y plasmar la historieta, Pacheco
sea el final de un camino, el último Neanderthal. Ojalá que se convierta en el primer
Cromagnon, el Moisés hacia una nueva Edad de Oro prometida y deseada, tan necesaria. En
cualquier caso, con menos de dos años de carrera en los lápices, Carlos Pacheco es ya el mejor
dibujante de comic-books del momento.

Rafael Marín Febrero, 1995. Cádiz












BISHOP/ Huida del Mañana, Colección One Shot nº7, una publicación de Planeta DeAgostini, año 1995

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