viernes, 27 de junio de 2014

Los rincones venecianos de Corto Maltes



Tras los pasos de Hugo Pratt y su marino errante por la ciudad italiana



Misterios del viejo 'ghetto' judío, la casa de Tiziano, símbolos secretos y más de cien restaurantes, bares y cafés. Un libro traza siete rutas precisas por una Venecia distinta, mapa y viñetas en mano.

FERNANDO SAMANIEGO


El dibujante y guionista italiano Hugo Pratt (1927-1995) era un "Veneciano de corazón" que trasladó a las aventuras de su personaje más conocido, el marino apatrida Corto Maltes, su pasión por ese doble laberinto de agua y de tierra que es Venecia. "Busco los lugares que conocí de niño, pero muchas veces no los encuentro", recordaba Pratt, considerado por Umberto Eco como el Salgari del siglo XX. Tanto él como su personaje regresaban siempre a Venecia. "Me paseo por sus callejuelas", decía el dibujante, "cruzo los canales, me detengo en los puentes y me doy cuenta de que en las orillas ya no se ven esos cangrejos que por la tarde holgazaneaban al sol".

Los crustáceos aparecen en una receta de cangrejos a la muranesa (los mejores son los de la isla de Murano) en una singular guía de Venecia, escrita por dos amigos de Pratt, Guido Fuga y Lele Vianello, que han recuperado el 'Vagabundeo anárquico y mágico" que durante 30 años practicaron con el maestro. El libro, La Venecia secreta de Corto Maltes, publicado en España por Norma Editorial, establece siete itinerarios "fantásticos y ocultos" por la Venecia que crearon Pratt y Corto Maltes en sus aventuras, a través de personajes o rincones de la ciudad ilustrados en numerosas viñetas y dibujos, y también en aventuras completas, como ocurre en Fábula de Venecia. 


 Arriba, dos viñetas de fábula de Venecia (1977) en las que aparece Corto Maltes frente al Arsenal (izquierda) y cruzando el puente que conduce a la iglesia de San Pietro di Castello, cuya torre del campanario está ligeramente inclinada. Abajo, los dos escenarios venecianos en la actualidad.  BRUNO SAMANIEGO





El fantasma de una ciudad
Autor y personaje van de la mano por Etiopía, Brasil o China, pero siempre llevan en la narración los misterios de una historia y una ciudad. 'Venecia sería mi fin", dice Corto Maltes con la basílica de San Marcos al fondo. Hijo de un marino británico y de La Niña de Gibraltar, una gitana nacida en Sevilla, el personaje desapareció, por voluntad de su creador, en la guerra civil española cuando combatía junto a las Brigadas Internacionales en 1936. Aun así siempre se le podrá encontrar en Venecia.

Fuga y Vianello recuerdan que el único objetivo de sus paseos junto a Pratt era el de "comer y beber en compañía", alejados de las masas de turistas que hormiguean entre Piazzale Roma y la plaza de San Marcos. Aunque advierten que entraban más en los bares que en las iglesias, debido al agnosticismo de Pratt, ambos recuperan los lugares mágicos y misteriosos que indicaba el excepcional guía: los personajes e historias de palacios, monumentos, tiendas y plazas, los gestos de la gente o detalles arquitectónicos.

Pratt defendía el mundo de la fantasía, escribía y dibujaba una mezcla de realidad y ficción, identificado en la aventura romántica y con una postura libertaria. "Corto es un individuo que me ayuda a encontrar otras biografías, me sirve de unión con otras personas. Yo veo a través de Corto. El mundo de fantasía existe siempre", decía a finales de los setenta en Madrid en una de sus visitas a la librería Tótem, de Mariano Ayuso.

Con la guía en la mano y las numerosas ilustraciones de Pratt y otros artistas (sólo hay una foto), la ficción se refleja en las calles y plazas, como en esas páteras veneciano-bizantinas de las paredes. Acompañado por  los autores del libro y los dibujos de Pratt, el visitante accede por siete puertas distintas a lugares mágicos y escondidos. Esos siete itinerarios se marcan en un mapa previo y se pueden recorrer con la mirada atenta a todas las sorpresas ("esta ciudad es una sorpresa", decía el marino elegante de las patillas y el pendiente), con paradas en bares y restaurantes, que son citados con frecuencia en el relato y aparecen en el margen de las páginas. En total se citan 115 bares, restaurantes, hosterías y cafés, además de cuatro enotecas, que al final del libro se sitúan con todos sus datos. Pratt y sus amigos se detenían con más frecuencia en lugares como el bar del hotel Danieli, el café Florián, los restaurantes Al Graspo de Ua, Al Mascaron y Ai do Forni, la hostería Alia Vedova y numerosas tascas que se habrán convertido en pizzerías.

Recuerdos de infancia
Los textos y las numerosas viñetas de Fábula de Venecia establecen un recorrido por los misterios del viejo ghetto (origen de la palabra gueto de los barrios para judíos), donde se puede apreciar el interés de Pratt por reflejarlos escenarios de una forma casi fotográfica. Son los lugares que recorría con su abuela y en los que jugaba con niños hebreos "diestros en el arte de contar las cosas antiguas y en escalar los muros de los cercados prohibidos" como escribió Pratt en el prólogo de Fábula de Venecia.

Las puertas de la aventura, del mar, de Oriente, del oro, del amor, del color y del viaje son las que se abren a los turistas de hoy, con las descripciones personales de una ciudad admirada por Lord Byron, Casanova, Thomas Mann, Wagner y Henry James; que tiene edificios de Palladio y Sansovino; colores de Bellini, Tiziano, Veronese, Canaletto y Guardi; historias de navegantes y viajeros, ratones y gatos, leones y góndolas; el aperitivo spritz (agua mineral, vino y un golpe de Campari) y las zapatillas Friuliana. Pratt mira la ciudad a través de su historia, de las tradiciones judías y griegas, de sus personajes (Marco Polo, Goldoni, Franchetti, Casanova, Tommaseo, Baffo), de los símbolos y juegos, las reliquias o las órdenes religiosas, los restos de monasterios o los lugares donde habitaron escritores y artistas, como la casa de Tiziano, en la que también se supone que vivió Corto Maltes. Se detiene con más gusto en el ambiente de la Via Garibaldi (barcazas llenas de frutas y verduras), el Arsenal y el Museo Naval, el Campo de los Moros, otras plazas como Santa María Formosa y Santo Stefano, los itinerarios secretos del palacio Ducal, el palacio de Mariano Fortuny, las iglesias de San Pietro y de la Salute o los jardines de la Giudecca
Cuando Pratt pensaba en Corto Maltes, deambulaba por las muchas calles que bordean los canales (los fundamenta) en busca de los cangrejos de su infancia y se refugiaba en su casa de Malamocco, en el Lido, donde conservaba una llave sefardí de Toledo que su abuela le había dejado en herencia junto a todo su irónico fatalismo.


El Viajero, El Pais, Sabado 9 de septiembre de 2006


No hay comentarios: