miércoles, 16 de octubre de 2013

Hisashi Sakaguchi


El panorama de edición de manga en nuestro país está dominado por un prejuicio muy determinado: el público lector de manga es un público completamente nuevo. Es decir, se trata de un público joven -muy joven incluso- con unos gustos muy determinados. Siguiendo inicialmente el camino marcado por Dragón Ball y diversificándose posteriormente en otros temas y géneros, los mangas que aquí han visto la luz han esquivado, casi sistemáticamente, los temas y enfoques adultos, ayudando así a que se extendieran los prejuicios ya existentes sobre la historieta nipona y consiguiendo que un lector más adulto, un lector con ganas de leer buenas historias, sin más etiquetas, se alejara de cualquier historieta cuyos personajes estén caracterizados con ojos grandes. Bien, ahora hagamos la suma. Supongamos que a una editorial se le ocurre publicar un manga claramente dirigido a un público adulto y, preferiblemente, con determinada inquietud intelectual. ¡Cuál será el resultado? Posiblemente que el público que normalmente compra manga ni se fije en él.


No es lo suyo, eso está claro (¡o no?). En cuanto al público hastiado de mangas que no llenan su vacío personal, acostumbrado como está a no encontrar dentro de la producción japonesa aquí representada lo que busca, lo más seguro es que se produzca una reacción centrada en la total indiferencia con respecto al producto.


No se trata aquí de hacer cabalas e intentar ser más listo que nadie adivinándole el futuro a la serie. Se trata más bien de centrarnos en quiénes somos y dónde estamos. Hisashi  Sakaguchi   nació en Tokio en  1946. Se introdujo  inicialmente  en el   mundo  de   la animación, a una edad muy temprana. Tan sólo contaba con diecisiete años cuando abandonó la escueta para comenzar a trabajar en los estudios de animación de Mushi Productions. Fue allí donde conoció al maestro Osamu Tezuka, con el que trabajó durante bastante tiempo. Entre las series en las que trabajó se incluyen Astro Boy, El rey León y La princesa caballero.


 No fue hasta 1969 que abandonaría el mundo de animación para centrarse exclusivamente en la ilustración y en la producción de mangas, si bien es cierto que posteriormente hizo ocasionales incursiones en el anime, con películas como Hi no Tori 2772, Adachi ga Hara, Bander-book y Fuu Moon.  


En todo caso, la primer historieta que publicó apareció en la revista Com bajo el título de Osaraba Shiro! Posteriormente se especializó en historias de ciencia-ficción y fantasía, hasta que, en  1984 iniciara una de sus obras magnas, Ishi no Hana (de la cual existen tres tomos ya en francés   publicados por Vents d'Ouest bajo; el título de Fleur de Pierre) en la revista Monthly Comic Tom. En esta obra, Sakaguchi muestra ya un estilo bastante definido, aún bastante deudor de Tezuka (especialmente en el tratamiento de los personajes), marcado por un acercamiento visual de corte realista, En las más de 1400 páginas de las que consta la historia, el autor se centra en la segunda guerra mundial y, más concretamente, en la historia de la invasión de Yugoslavia por parte de las tropas alemanas nazis. Pronto empiezan a definirse los personajes, con un jovencito llamado Krilo ocupando el rol de protagonista. Además del estilo gráfico, en Ishi no Hana empiezan a definirse otras características recurrentes de Sakaguchi: el acercamiento poético a las cosas bellas de la vida, contrastado fuertemente con el tratamiento realista y descarnado de las cosas desagradables de la vida. La misma sensibilidad de la qué es capaz el autor cuando se trata de acercarse a| ser humano como ser "angelical",da pie a las escenas más crudas cuando el ser humano se convierte en "demonio".

El alcance de la obra en japón fue tal que pronto se convirtió en un artículo vendido en librerías "serias" y publicado por una prestigiosa editorial nipona, Shinchosha, además de figurar en más de
una biblioteca universitaria, lo que testimonia no sólo la calidad de la obra como historia, sino el trabajoso proceso de documentación realizado por el autor durante su realización.
De   todos   modos,  su  proyección internacional  no llegó  hasta 1992 con la publicación de Versión, aparecida no sólo en Japón sino también en varios países occidentales   (entre  los cuales, EE.UU., Francia y  España),  aunque en ediciones tan solo  parciales, ya que ninguna de ellas ha terminado aún de recoger a serie al completo. Con Versión, Sakaguchi   recupera dos aspectos de su obra: el género fantacientíficó, por un lado y su tema del destino de la humanidad, ya presente con gran fuerza en Ishi no Hana y determinante de su última obra, Ikkyu. En el momento de la edición en España de Versión se vivía quizás un rnomento aún peor para el manga, y para la edición en general, y los ocho números que aquí aparecieron se vendieron a duras penas (seguramente, sin generar ningún tipo de beneficio), dejando a muchos lectores bien con la miel en la boca, bien con la sensación de que esa historia no podía terminar de esa manera,Y es que no lo hacía. Tan sólo se trataba de la primera parte de una obra por lo demás mucho más compleja. Antes de pasar a Ikkyu, cabe comentar que existen también tres tankoubons publicados  por  Futabasha Publishing, y








 que recopilan sus historias cortas. Se trata de Sakaguchi Hisashi Sakuhin-shuu, a cuya; edición se une la de Jyuni-shoku Monogatari, de Ushio Publishing, Kigen Girushia, también en Futabasha y Gekko Shawa, de Sanseisha.

Y llegamos a 1995, año en que se producen dos acontecimientos de peso en la trayectoria vital de Sakaguchi. El primero, la finalización de su obra maestra, Akkanbe Ikkyu (de próxima aparición en castellano); y el segundo, su triste y temprano fallecimiento a causa de problemas de corazón a la corta edad de 49 años un triste 22 de diciembre de 1995. La fortuna quiso que una obra tan compleja como Ikkyu acabara de ver la luz, convirtiéndose en el mejor legado de un autor fenomenal.


También se trata, sin duda, de su obra más compleja y comprometida. Se pretende en ella, nada más y: nada menos, que dar una imagen verosímil y bastante exhaustiva de las postrimerías del siglo 14 y los inicios del siglo 15 en el japón feudal, todo ello con la vida de una única persona, Ikkyu, como vehículo para la historia.

A medida que se nos narra el destino de una persona muy especial, se nos va completando una
imagen de una época de Japón tremendamente determinante para la historia del archipiélago. Es en esa época en la que se producen cambios impresionantes en todos los ámbitos, desde la religión hasta la política, pasando por el arte y por el comercio.





El ámbito representado por Ikkyu,el de la religión, o más bien el de la espiritualidad, es el que recibe mayor atención, por cuestiones evidentes. La imagen de Ikkyu representa la espiritualidad pura del monje que se aleja de la pompa de los monasterios frente a los monjes más ocupados en recaudar méritos terrenales que en su purificación.

También es época de cambio para el teatro tradicional japonés, el No, centrada en un actor, Zeami, y en su vástago. Asimismo asistimos al crecimiento del poder de los shogunes frente al emperador y en la degeneración de la casta de los samurais. El comercio, por su parte, queda marcado por la desaparición del trueque como forma de intercambio   para   favorecer   el   intercambio monetario.

La saga de Ikkyu, publicada en Francia en cuatro   voluminosos   tomos, (edición a partir de la cual  se  hará  la  española) marca un punto culminante, no sólo en la carrera de su autor, si no en la producción mundial de historietas.









Es en, Ikkyu donde el malogrado Sakaguchi consigue, definitivamente aunar todas sus cualidades produciendo una obra magistralmente  narrada, de un inmenso interés, y con un estilo gráfico ya totalmente dominado.

Parece como si la muerte hubiera querido evitarle a Sakaguchi el no poder producir una obra de mayor calidad.

 Por Jaime Rodriguez

Publicado en la revista Nekonº39, marzo 1998

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