por Joan-Josep TP. BIGART
Indiscutiblemente no queda otra opción que aceptar que estamos en la era (¿época?) de la imagen. Además, ya hace tiempo. No es nuevo. Sólo basta experimentar la extraña sensación de que ya somos exclusivamente imágenes, o que eso es realmente lo que importa. La medida auténtica de las cosas parece que exclusivamente reside en su aspecto superficial, de que no va más allá de lo que aparentan. No importa si alguien cree tener soluciones para el desarme o si hay quien es capaz de presentar una sólida crítica a la Sociobiología. Lo más interesante (que no lo único) en estos momentos es si el crítico a la Sociobiología lleva los pantalones pinzados o si el poseedor de una solución para el desarme lleva el adecuado corte de pelo. Y es que en el fondo todo esto está bien porque probablemente el crítico a los postulados sociobiológicos no sería más que otro paridor de constructos hipotéticos que no nos llevarían a ninguna parte. Como siempre. Y el "desarmador" un pre-político ávido de publicidad. Una pena.
Lo importante de una hamburguesa es su aspecto, no cómo sabe. Muchos pastelitos (de edulcorantes varios) son un alarde de abigarramiento psicodélico, hasta el punto de que sabe mal abrirlos para comerlos. Sé de quien compra libros por la presentación. Los hay que son extrovertidos porque son altos. Así, lo mejor que puede hacerse es comportarse de modo acorde con la propia imagen que nos hayamos construido.
Es diferente ser rocker que ir de rocker. Ser marinero de Cadaqués que hacérselo de "havaneres". Aquí, aquí es donde se puede ver hasta qué extremo uno es capaz de llegar en la propia creación de su imagen. Pero no voy a hablar ni de semiótica ni de iconos ni de grafos, que para eso están los expertos si es que están. No. Simplemente voy a fijarme en el tipo ese del fondo, el del vistoso jersey negro con marca amarilla que consume un quinto. Parece un tipo consecuente con lo que hace porque ha tenido las suficientes agallas como para no dejar propina. No como yo.
Lo cierto, es que el chico, porque es un chico, llama más la atención que esas odiosas máquinas tragaperras, no porque se dedique a tragar perras sino porque no suelta un duro, y además es uno de esos llamativos devoradores de cómics. De cómics. A eso voy precisamente.
A partir de ahora voy a llamarle David por la sencilla razón de que en su cuaderno de Fisicaquímica de estudiante he visto que se llama Ignacio y no me gusta.
— Es fantástico. (No hace más que repetir David ante la lectura de su nueva adquisición).
— El color parece pobre —sigue el camarero que se las da de entendido en cómics, entre otras cosas porque lo es. Tanto, que es capaz de distinguir a Snoopy de Valentina en no más de veinte segundos—.
— Es fantástico.
— No sé chico, a mí el que más me gusta es ese dibujante... ¿Cómo se llama?... sí hombre, el que hace esas tías y esos monstruos en las portadas.
— Por lo que me dice, hay miles de esos.
Desde luego, el camarero empieza a estar preocupado porque su reputación empieza a venirse abajo con tanto razonamiento dubitativo. Por otra parte, David, sin quererlo seguramente, ha dicho algo con lo que estoy plenamente de acuerdo: ¿Cuántas portadas habré visto con el héroe autosuficiente salvando sagazmente a la idiota-imbécil chica que no tiene nada mejor (nada más) que hacer que mostrar su feliz cuerpo?
— Pues es uno —insiste el camarero— que pinta genial.
— ¿Sí? Debe ser alucinante. Pero lo dudo. Usted tiene gustos muy raros. No entiende mucho de estas cosas, me parece...
— ¡ ¡ ¡Ya salió el enterao!!!
Efectivamente, el camarero se ha ofendido, y no es para menos. Qué más da que uno no sepa de cómics o de otras Artes, no por ello debe impedírsele su opinión. De verdad que me gustaría meterme en la discusión, pero a un guionista no se le tomaría mucho en consideración. O al menos no tanto como a un dibujante (¿Cuántos libros de guionistas,ilustrados por diversos dibujantes ocupan el mercado? Pregunto).
— No se ofenda hombre. Tiene razón en lo de que estamos en un gran momento del cómic.
— Y lo que vendrá, chaval.
— Eso digo yo. Puede ser demasiado pal cuerpo. Por una vez parece que estamos de cuerdo en algo.
— Por cierto, ¿no te entra sed de tanto hablar?
A eso le llamo yo Psicología del Bar. Pero me callo, el tema iniciado parece que promete...
— Creo que las nuevas técnicas —insiste David, haciendo caso omiso
de la oferta refrescante del camarero— ofrecen un amplio panorama a los autores, tanto a los consagrados como a los nuevos valores...
Parece que hoy es el día. Lo digo porque en estos instantes entra "El Rima". No se trata de un "camello" o un delincuente. Es poeta. Para muchos es lo mismo, pero ya haré la distinción, hagámosla, que todos sabemos que hay entre un poeta y un delincuente.
El Rima es místico, pero habla bastante cuando empiezan los efectos etílicos. Se dirije hacia el camarero para pedir su absenta de las nueve menos diez, seguramente, sin saber que empieza a meterse en una discusión sobre lo que en una conferencia oficial sería "Aspectos varios sobre el cómic y su incidencia en la renovación de este medio a través de una perspectiva icónico-crítica con metodología de análisis libre".
— Me permito recordarte —alza la voz el camarero pensando que está en posesión de una idea Universal, de esas que no sólo hacen época sino que erigen monumentos— que antes surgían genios de la pintura, de la música, del Arte con mayúscula. Ahora no salen genios, qué va.
Una absenta, por favor. (Lo dicho, El Rima se ha metido de lleno).
— Eso no es cierto —dice David con aspecto más hipertenso—. La renovación del cómic, fíjese lo que le digo, la re-no-va-ción del cómic no ha hecho más que empezar. De genios haberlos haylos. Ocurre que ahora es todo como más popular. Hay más gente. Leonardo da Vinci tenía la competencia de Miguel Ángel y poco más. Un dibujante de ahora tiene muchos seguidores. Escuelas enteras lo analizan.
— Todo posee un principio, un centro y un final.
Realmente la incursión de El Rima ha sido de lo más desafortunada que hay por estos alrededores. Ninguno sabe lo que ha querido decir con ese aforismo.
— ¿Perdón? —laconizan David y el camarero al unísono.
— Estamos, somos Naturaleza, amigos —prosigue El Rima que ya no hay quien le detenga a pesar de no haber ni olido la absenta—. No sé si sabréis que para que exista una evolución debe haber una regresión inicial. La Naturaleza funciona así. Metaforizando: si estamos en el número 4 y queremos pasar al 5 debemos retroceder al 3 para llegar al 5 con éxito. Es lo que los franceses denominan "reculer pour mieux sauter", oséase "retroceder para saltar mejor". Toda evolución se rige por este principio. Y el Arte no es menos. Si a ello añadimos una homogeneidad de conceptos y de ideas, llegamos a la conclusión de que el cómic actualmente está en una fase de estabilización.
— Pero muchas historias no dicen nada. ¿Qué dice el cómic? Muchas veces no entiendo más que el dibujo —apunta el camarero—.
El camarero, el hombre, ha estado realmente acertado. Eso mismo pienso yo. Es más estoy considerando la posibilidad de hacerme camarero. No sabía que pudiera llegarse a estas conclusiones estando ocupado con el servicio de mesa.
— ¡Precisamente por ello! Estamos atravesando, no un vacío o una crisis de ideas y de guiones. Estamos en fase de evolución. Lo que parece mediocre, los cómics aburridos que nos invaden, no son más que una carrerilla que nos conducirá a "saltar mejor"...
— Todo lo que usted quiera. Pero ocurre que hay muy pocos buenos guiones. Yo es que últimamente me aburro mucho. Y no sólo con los cómics. También con los vídeo-clips, el cine... ¡TODO!
— Debemos tener paciencia. De momento el cómic, el cine, el teatro... tienen la ventaja de la imagen. Una novela mala no tiene ninguna salida —insiste El Rima—.
— Eso es cierto —dice David que empieza a tener sed, pero se aguanta—. Hoy lo que vende es la imagen. El dibujo. Si una historia está bien dibujada entonces nos la leemos, que no a la inversa.
— Algo es algo —apunta el poeta pensando en la absenta que no viene—.
— Claro. Imagínense que todos los cómics fueran excelentes. Sería como tomar mal el champán. El champán tomado a diario se convierte poco más que en gaseosa.
¡ ¡Dios mío!! ¡ ¡Lo que hay que oír!! Empiezan los mecanismos de defensa del frustrado. Ya esto empieza a ser delirante. No me extraña. Últimamente vengo observando que muchos se autoconvencen, e incluso se establecen en grupos para resignarse a lo que hay. Pienso que este es el mayor error del cómic actual que se proyecta hacia el futuro. Y, particularmente, si hay un predominio de mediocridad de ideas lo atribuyo no a un "mieux sauter" sino a un "mieux nous résigner". Efectivamente, si existe una descompensación alarmante entre guión y dibujo en la mayoría de las historias mejor será pensar en que la mayoría se resigna a no solventar el problema porque el aspecto (dibujo) del cómic es lo que hace vender. Sencillamente porque así lo han querido los editores.
La renovación en la que tantas esperanzas se han puesto debe empezar más en un post-mentalismo que exclusivamente en un post-modernismo. (Puestos a catalogar conceptos para entendernos). De todas formas no sé si aquí en este Bar de moscas educadas (todavía no me han molestado, todo hay que decirlo) estamos ya todos delirando; excepto el borracho de la barra que entona el Asturias patria querida con total convicción, aunque mal.
— Fíjense amigos —ataca el poeta—, la poesía y el cómic subsisten a pesar de no estar apoyados por la publicidad. Esto es verdaderamente significativo. ¿No les parece?
— Sí.
— Cierto, cierto...
— Pues démosle un voto de confianza al cómic, si bien todo lo que hay no es únicamente mediocre.
— Sí.
— Cierto, cierto...
— Pues mientras le damos un voto de confianza, me podría servir la absenta, digo yo...
— No obstante —salta el camarero, cosa que me extraña debido a que no hace más de diez minutos intentaba sacarle otro quinto a David, y el poeta no hace más que reivindicar su absenta de las nueve menos diez, a pesar de que ya son las nueve y algo— insisto en que lo más importante actualmente es la imagen. No importa mucho lo que se diga.
— Pero es que yo alucino —es David— con esta historia, por ejemplo. No dice nada pero es un orgasmo visual. Mira, mira...
— Eso es lo que mantiene el cómic actualmente —es el poeta—.
— Algo es algo —llega a la conclusión el camarero—.
— Menos da una absenta —insiste El Rimas—.
Parece que no tienen ganas de proseguir. David que ya tiene más que suficiente alucinando con los dibujos y le importa poco si le dicen algo las historias o no. El camarero que ya no da para más porque no ve ni a Snoopy ni a Valentina por ninguna parte de los cómics de David y no puede alardear de su rapidez discriminativa entre ambos personajes. Y el poeta que no resiste un minuto más sin su absenta. Es probable que más tarde, una vez absentado, reinicie el análisis crítico-esperanzador que tanta falta nos hace. De momento es suficiente, y ello coincide curiosamente con el inicio del partido de fútbol que dan por el televisor. No obstante, como simples lectores no pueden más que elucubrar o predecir. Otra cosa sería si fueran editores.
Y es que es eso. Si a uno le preguntan por la renovación, los nuevos enfoques y perspectivas del cómic sólo se le ocurre decir: esperemos a ver. Aunque esto no diga nada. Como mucho del cómic que se hace actualmente.
De momento, bastantes empiezan a estar hartos de que el cómic (y otros mass media) generalmente no diga nada, de que se apunte al "no sabe/no contesta". Que todo nos sugiera historias ya hechas, retomadas. Que sólo se aprecie el dibujo o la imagen. Y que encima uno(a) tenga que leerse un cómic tomándose una hamburguesa porque es la imagen que ahora se lleva.
Pero lo peor de todo esto es que además se me ha enfriado el café y ya nos han metido un gol.
Neuroptica 3. Estudios sobre el comic. Septiembre 1985
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