jueves, 13 de diciembre de 2012

Un hombre, dos artistas

Mientras Andrés Rábago se dedica a la pintura, El Roto, a pocos metros, realiza diariamente una viñeta satírica. Ambos son la misma persona




                                    Andrés Rábago, El Roto, en su estudio madrileño. Foto: Bernardo Pérez


EN EL ESTUDIO madrileño de Andrés Rábago hay buena luz y dos espacios perfectamente diferenciados. Uno es territorio de El Roto, la voz que cada mañana toca a la puerta de nuestra conciencia ciudadana desde las páginas de EL PAÍS. En el lado opuesto, frente a la mesa de trabajo del cronista que fue la evolución natural de OPS después del franquismo y que define sus dibujos como "sátira social", está el caballete y el lugar de Rábago, su otro heterónimo, el más metafísico, que pinta al óleo y trabaja en áreas profundas de la existencia y del espíritu humano. Sobre el tablero de El Roto está el dibujo de mañana, un avión que se precipita en picado a tierra con un texto que dice: "En la cabina proseguían las negociaciones" (publicado el 29 de noviembre). En el caballete de Rábago, en cambio, hay una anunciación en la forma de un cartero que trae un mensaje.
Llama la atención que casi todos los libros de las estanterías son de arte. Hay pintura clásica y moderna, libros de fotografía, de dibujo —nada de cómic, no le interesa— y algunos tomos de revistas antiguas (un volumen encuadernado de Fotos, de 1948, otro dé Esfera, de 1915, también números de Orbi y de Sporting) que a veces consulta en busca de imágenes para sus dibujos. Muchos piensan que El Roto es solo mensaje. Gran fallo. Andrés Rábago concede gran importancia a la parte gráfica de su trabajo, y es igualmente un error creer que la agudeza de su crítica se debe a un seguimiento exhaustivo de la actualidad. "El exceso de información satura y vuelve la realidad confusa, es preferible la ascesis". Su información; dice, "procede del papel", básicamente de la prensa escrita y de sus lecturas, y asegura que "es suficiente". "Para darse cuenta de lo que pasa, basta estar en este mundo".

En el estudio tiene cajas con su último libro, Camarón que se duerme (se lo lleva la corriente de opinión), en el que alerta sobre "el brutal chorro de información y desinformación generada en los medios, que se lleva por delante todo intento de pensamiento autónomo". Tiene a mano una libreta para las ideas y al costado una carpeta llena de dibujos, y las dos son partes de su secreto. En las páginas izquierdas del cuaderno están las ideas en bruto, y solo pasan a las derechas cuando tienen "posibilidades de desarrollarse". Hay un sedimento de más de un centenar de dibujos terminados, pero que no tienen un texto definitivo. Allí hay un universo de guerras, parados, banqueros, túneles sin final y televisiones con cuernos que esperan su momento y se decantan por su propio peso.
El Roto da siempre en la diana porque esa carpeta está llena. Él solo aguarda la circunstancia "más fértil" para que haya "receptividad sobre un determinado asunto", y ese día preciso saca el dibujo y lo manda al periódico, y a la mañana siguiente uno se encuentra con un golpe al hígado. Otro día, como hoy, abre el cartapacio y saca uno de los dibujos que la vida ha superado y sin pensárselo dos veces lo rompe en trocitos, sin ninguna piedad. A veces, luego Rábago se pone a pintar y bucear en algún secreto del alma humana. Mauricio Vicent

El Pais Babelia 08.12.12

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