domingo, 18 de marzo de 2012

Clasicos del Comic: Tarzán- Edgar Rice Burroughs y Russ Manning

¿Quién es Tarzán?
 Corno ocurre con los más grandes héroes literarios, cinematográficos y de cómic, el nacimiento de Tarzán ya forma parte de la historia de nuestra cultura. Después de que sus padres sean abandonados en una isla desierta  y mueran cuando él tiene apenas un año de vida, el pequeño John Clayton es recogido por una mona, Kala, que lo adopta corno un hijo y lo lleva a su tribu de monos, en cuyo seno el niño crecerá y apren­derá las costumbres de la selva. Con ellos pasa toda su infancia y ado­lescencia, y con ellos aprende (como también le ocurriera al otro gran héroe selvático, el Mowgli de El libro de la selva de Rudyard Kipling) que la vida en la selva es dura y salvaje, pero también noble y pura. Cuando es un adolescente, el joven descubre la cabaña donde vivieron sus padres y allí entra por primera vez en contacto con algunos restos de civilización (un libro, un puñal) que le abren en parte los ojos al mundo exterior. Sin embargo, sólo será realmente consciente de que existen más seres como él en uno de los momentos más duros de su vida primeriza, cuando un salvaje acaba con la vida de Kala, la mona a la que él considera su madre. Reaccionando con la brutalidad de la selva, Tarzán persigue al salvaje y le da muerte, pero a la vez descubre, como una epifanía, que no está solo en el mundo y que hay más gente como él.
 A partir de ese momento, sólo le falta dar un paso para alcanzar todo el potencial de su persona como híbrido perfecto entre el noble salvaje y el hombre civiilzado y racional. Un paso que da cuando a la isla en la que vive llega un  nuevo grupo de náufragos, acto simbólico que cierra el círculo de la primera etapa "salvaje" de Tarzán, y que inevitablemente nos hace recordar aquella otra pareja de náufragos de cuyo seno nacería Tarzán.
 





Entre esos náufragos se encuentra Jane Porter, la primera mujer a la que ve Tarzán en toda su vida, y de la cual queda per­dida y eternamente enamorado. La presencia de Jane en la isla le lleva a tomar las primeras acciones dignas de un hombre racional: la espía, se trata de comunicar por carta con ella para declararle su amor... Al final, y como no podía ser de otra forma, Tarzán salva la vida a Jane, y ésta cae perdidamente enamorada de ese hombre broncíneo y musculoso, incapaz de hablar su idioma pero cuya mirada lo dice todo.
Empieza así el proceso de civilización de Tarzán, durante el que llegar a convertirse en uno de los mejo­res exponentes de su raza: tras casarse con Jane y recuperar su legítimo título de Lord Greystoke, el sal­vaje Tarzán se convierte en el culto John Clayton. Sin embargo, el espíritu de la selva sigue en su interior, y no tardará en regresar al lugar donde nació y donde se crió.
Es entonces cuando, ya con el personaje de Tarzán plenamente configurado, asistimos a sus mayores aventuras, que no por tener un argumento más o menos predecible dejan de ser gran­diosas. No importa a quién tenga que rescatar (sea su esposa Jane o cualquier otro habitante del Continente Negro que lo necesite), a qué paraje recóndito y perdido deba viajar, a qué peligros mortales deba hacer frente, Tarzán siempre sale triunfal en última instancia. Resulta muy signifi­cativo en ese sentido que sea siempre su lado más "salvaje" el que acaba saliendo a la superficie para hacerle salir bien parado de tales empresas. Y no nos referimos sólo a las proezas físicas que lleva a cabo, sino al honor y la nobleza que conoció en la selva, valores no muy en boga entre los  protagonistas de las novelas de Burroughs, y que le hacen ganarse al Hombre-Mono grandes aliados allá donde va.




Tarzán es, en resumen, y a diferencia do otros héroes creados por Burroughs como John Carter, la sublimación simultánea del noble salvaje, del ,amigo leal, del amante fiel y devoto. De un
 héroe, en resumen, tan perfecto como imposible, pero que en las páginas de los pulps o de los cómics ha encontrado el espacio idóneo para cautivar a los lectores con sus hazañas. Y eso lleva haciendo desde que se publicara por primera vez en las páginas de la revista All-Story en 1912.

El estilo 
Muchos y muy buenos han sido los ilustradores que, ya desde 1929, han prestado sus lápices para dar vida en el cómic al personaje de Tarzán: Burne Hogarth, Harold Foster o, más recientemente, Joe Kubert, son algunos de los más conoci­dos. Sin embargo, es Russ Manning, quien comenzó a dibujar el personaje en 1967, el que es reconocido casi universalmente como el dibujante que con más fidelidad y efectividad ha pla­smado las aventuras de Farzán en la historieta.
Los principales rasgos que diferencian la obra de Manning de la de sus antecesores son dos. Por un lado, Manning centra absolutamente toda la acción en el personaje de Tarzán, renunciando
a dedicar más espacio que el imprescindible a los elementos ambientales (la selva, las ciudades perdidas) y a  los personajes secundarios.
Naturalmente, eso provoca un mayor dinamismo en todas sus historias, en las que los constantes combates del Hombre Mono suelen ocupar una buena parte de su extensión. Es en esos casos cuan‑
do el dinamismo de Tarzán se contagia al resto de per­sonajes, y el ojo del dibujante (y del lector) se desliza suavemente, casi sin darse cuenta, entre páginas y páginas de acción a raudales, plasmadas con una funcionalidad y una efectividad a prueba de bombas.
Pero no sólo de peleas se nutren las aventuras de Tarzán, por supuesto. Y ésa es la otra gran vir­tud de Manning: alejándose una vez más de lo que habían hecho sus predecesores, Manning deci­de dar rienda suelta a su imaginación y concentrarse en la faceta más fantástica de la vida de Tarzán. Si hasta entonces Tarzán se había enfrentado a criaturas selváticas, salvajes y poca cosa más, a través de los lápices de Manning emprende sus expediciones más osadas, descubriendo las ciudades perdi­das más fantásticas que se puedan imagi­nar. Naturalmente, ese factor es aprove­chado a la perfección por Manning, quien en ese momento sí que hace una conce­sión (cómo no) al entorno y nos ofrece unas magníficas panorámicas de tales escenarios que, sin llegar al virtuosismo de otros dibujantes, sí que nos transmiten todo el exotismo y misterio que poseían los pulps originales de Burroughs.






El mundo de Edgar Rice Burroughs

Edgar Rice Burroughs nació en Chicago en 1875, en el seno de una familia acomodada que le inculcó una educación clásica. Durante su infancia sufrió constantes enfermedades, algo que podría haber acabado con el autor convertido en una persona de físico débil, cuya imaginación lo habría llevado a intentar escapar a un mundo más rico en fantasía, con héroes físicamente imponentes... Pero no fue ése el caso. En 1895 una epidemia asoló Chicago y sus padres, temerosos por su salud, le enviaron al Oeste, al rancho de unos parientes en Idaho. El joven Burroughs se adaptó perfectamente a la vida en la frontera y se convirtió en un auténtico aventu­rero, un cowboy que rápidamente se rodeó de los peores elementos de la vida en el Viejo Oeste. Sus padres no tuvieron otra opción que inscribirle en una academia militar, donde sus proezas ecuestres y capacidad como tirador lo convirtieron en uno de los alumnos más populares.
Más tarde, Burroughs fue destinado al Séptimo de Caballería, una de las más famosas unidades del Oeste. Él mismo definía esa época de su vida como "un tiempo en el que perseguí a los apaches, pero nunca los llegué a alcanzar". Sus misiones no eran nada interesantes, y la vida en la frontera sucia e infestada de disentería. Volvió a Chicago, se casó y trabajó como policía, vendedor de grasa de serpiente y mil y un oficios más. En 1911, sin blanca, con dos hijos a su cargo y un empleo menor, Burroughs comenzó a leer pulps. Más tarde afirmaría: "¡Aunque nunca hubiese escrito antes, me di cuenta de que era capaz de escribir historias iguales o mejores que aquellas!" Así nació Dejah Thoris, Princesa de Marte. Por increíble que parezca, encontró un editor que le pagó una auténti­ca fortuna por la historia: ¡400 dólares! Poco después nacería su personaje más conocido en la historia Tarzán de los monos. Su carrera había empezado.
Burroughs creó docenas de personajes y universos que aún hoy son apreciados por millones de lectores: Pellucidar, el reino subterráneo, John Carter de Marte, los piratas de Venus y muchos más. En 1918 se filmó la primera de las películas de Tarzán, y en 1932 el primer largometraje sonoro (con Johnny Weissmuller en el papel principal). La popularidad del personaje (y la fortuna de su
autor) creció todavía más. Burroughs fue el corresponsal de guerra más viejo del Pacífico con sus 66 años, hecho que sirvió de inspiración para la última aventura de Tarzán(Tarzan and the Foreign Legion en 1944). Edgar Rice Burroughs murió en 195o, después de haber cautivado a tres generaciones de lectores. Medio siglo más tarde, incontables aficionados siguen descubriendo su obra gracias a libros, cómics y películas de animación, que hacen de Tarzán una de las figuras litearias más famosas de todos los tiempos.






Las historias
Siendo adolescente, Tarzán se encuentra con seres de su misma especie, hombres de raza negra, y mata a uno de ellos, el asesino de Kala, la adorada mona que lo acunó en sus peludos brazos; pero sólo siente despertar su condición humana cuando descubre el amor. No hay racismo en este acto vengativo, como tampoco hay timidez en sus impulsos amorosos.
Tarzán actúa de forma natural, con la simple ingenuidad de un ser primitivo, pero sus gestos y su porte tienen también la grandeza de un semidiós. Korak, el joven Jack Clayton, su hijo y futuro Lord Greystoke, hará el viaje en sentido contrario, pasando del conocimiento, el raciocinio lógico y la civilización, es decir, de la humanidad, para más tarde vivir en el mundo primitivo donde imperan los instintos selváticos y la ley de la fuerza. Pero la bestialidad que asoma en ocasiones en el corazón de Tarzán, asociada al instinto de con­servación y el furor de la lucha, es más superficial en Korak, que también persigue una vida amo­rosa, guiado por el destino, y acaba encontrando al mismo tiempo a los padres a los que consi­deraba perdidos para siempre. Al contrario que Tarzán, que nació allí y allí regresa ocasional­mente, el hábitat natural de Korak no es la selva; por eso, el hijo de Tarzán, en episodios poste­riores, es siempre un elemento exterior a la intriga, apareciendo por lo general en el papel provi­dencial de salvador, como ocurre en el epílogo de Tarzán el terrible.
Pero es en la segunda historia, El regreso de Tarzán, donde emerge la dimensión fantástica que convierte las aventuras del hombre-mono en algo singular y único. "En presencia de Tarzán, el gran hechicero de lo fantástico", escribe Francis Lacassin, uno de los mejores teóricos de la obra de
Burroughs, "los viejos mitos despiertan. Sin él, no existen". Es entonces cuando Tarzán encuentra a la bella y solitaria La o a la ciudad decrépita de Opar, en la que los fantasmas (o los mitos ancestrales) de la historia, de la ciencia, de la arqueología y de la paleontología pueblan los delirios fantásticos de
Burroughs, resucitando la Atlántida, el primero de los lugares míticos que están ocultos en el interior del Continente Negro.A continuación se encuentra Xuja, la ciudad de los hombres-leones, en Tarzán el Indomable, que introduce el bestiario fantástico y los mundos antropomóficos a los que se hace referencia en el libro de Jacques Marny Le monde étonnat des Bande Dessinées.
Según Marny, en el centro de esos mundos definidos por el sueño, como fábulas o utopías, Tarzán se encuentra con "el esquema del humano desafiado por el infrahumano o por el parahumano. Para Burroughs, efectivamente, coexiste al lado del homo sapiens, del hombre civilizado, toda una eferve­scencia de seres a medio camino entre hombre y animal". Ese bestiario fantástico forma una enor­me y bizarra galería de especies desaparecidas o ignoradas por los zoólogos: en Tarzán el terrible, por ejemplo, Tarzán va a parar a Pal-UI-Don, región ignota donde vagan tigres dientes de sable y monstruos prehistóricos, al lado de pitecantropos peludos y de cola corta que caminan erguidos y hablan una lengua articulada como la de los humanos. Para ellos, Tarzán-Jad-Guru, el hombre sin cola, de gran poder en combate, despiadado con sus enemigos y leal hasta la muerte con sus amigos, es la imagen de uno de sus propios dioses.
El de las civilizaciones perdidas, que se convertirá en tema recurrente de los volúmenes poste­riores de la saga, también abre para Tarzán las puertas del erotismo, poniéndolo en contacto con extrañas y fascinantes criaturas, de las que La, descendiente de los desaparecidos atlantes, es el primer y último ejemplo. Y ningún dibujante retrató mejor a La que Russ Manning, que envolvió en un halo de salvaje belleza y seducción animal a la gran sacerdotisa de una religión perdida, cuyos instintos primitivos vacilan entre el amor por Tarzán y los crueles rituales de su pueblo.
Pero Tarzán (evidente icono erótico desde la primera película y el primer cómic) es un héroe misógino, incapaz de cometer adulterio, que defiende los valores morales del matrimonio. Y las exóticas y ninfómanas reinas que le desean, todas ellas dispuestas a postrarse a sus pies y ofrecer libremente el sacrificio de su propia vida, solo reciben a cambio una marmórea y soberana indiferencia. "Es en la
lucha feroz contra los hombres y los animales donde Tarzán satisface su placer. Pero no tiene nada de sádico... combate con lealtad", comenta Marny.
Aunque siempre está lejos del hogar y del regazo de Jane, Tarzán es monógamo y fiel, y va en su auxilio cuando algún peligro la amenaza (como en la última aventura de este libro), para regresar inmediatamente, en compañía de Nkima, el monito, de Jad-Bal-Ja, el imponente león dorado, y de su única y verdadera amante: la libertad del reino animal.


Tarzán en España


La verdad es que el Tarzán de los cómics atravesó el Océano Atlántico y llegó con bastante rapidez hasta nuestro país, pues ya en el año 1935 se reprodu­cían, en las páginas de revistas como El aventurero o Leyendas infantiles, las tiras y páginas dominicales que originalmente reali­zaran los primeros dibujantes de Tarzán, Hal Foster y Burne Hogarth. Ya en los años cuarenta, la editorial Hispano Americana de Ediciones reeditaría buena parte del material de Foster y Hogarth, al que añadiría las páginas creadas por algún dibujante menor, como el portorriqueño Rubén Moreira.
Habrá que saltar hasta los años sesenta y setenta para recuperar a Tarzán en nuestro país; sería la editorial Novaro quien se ocuparía de ello, esta vez ya publicando los comic-books que se habían realizado del personaje, y que en su momento fueron editados en castellano en México. El dibujante de buena parte de estos comic-books sería el mexicano Jesse Mace Marsh. Novaro también llegó a editar en España el material de Russ Manning, un autor del que hay una buena muestra de su trabajo en este tomo. En esta época empiezan a producirse algunos cómics de Tarzán en España, gracias al trabajo de varios autores que trabajaban para agencias; algunos de ellos serán reeditadas en los años ochenta por Editorial Bruguera. En los años ochenta, y además de alguna que otra nueva reedición del material clásico de Hogarth, cabe destacar la publicación de la adaptación de Tarzán de los Monos publicada por Ediciones Foum, que cuenta con guión de Sharman DiVono y Mark Evanier y dibujos de Dan Spiegle. Es también en los ochenta cuando se publica en España la última contribución de Hogarth al personaje de Tarzán, en forma de la adaptación de la primera novela del personaje que en nuestro país publicaría Ediciones Montena.
En los noventa, el lector español podrá disfrutar de una de las mejores ediciones de los cómics del personaje, publicada por Ediciones B en formato de tomo a todo color, que recogía el trabajo que realizara Hal Foster durante los años treinta del siglo XX. Desgraciadamente, sólo aparecieron cuatro volu­menes dr tan prometedora colección, lo que marcaría ade­más el punto final en la publicación del personaje hasta el día de hoy, con la excepción de la miniserie Tarzán vs. Predator, publicada por Norma Editorial, de evidente inspi­ración libre, que vio la luz el año 1998.








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