domingo, 3 de abril de 2011

El siglo de las fotos

PHILIPPE HALSMAN. "Brigitte Bardot", Saint-Tropez, 1955, de Philippe Halsman (Riga, 1906- Nueva York, 1979)
INGE MORATH. "Retrato de grupo con máscaras de Saul Steinberg", 1961, de Inge Morath (Graz, Austria, 1923- Nueva York, 2002).

MAN RAY. "Mujer de cabello largo", 1929, de Man Ray (Filadelfia, 1890- París, 1976).


Ver todas las imágenes de la co­lección fotográfica de la Fnac reunidas es contemplar un puzzle que representa una tentativa de pintura global del mundo he­cha por pinceladas de personalidades muy distintas. Los grandes nombres de la foto aparecen junto a jóvenes, la foto docu­mental al lado del retrato más trabajado, la composición elaborada se codea con la que es hija de un azar afortunado. La co­lección es eso, pero también la memoria de otras muchas exposiciones, el testimo­nio de una actividad que la Fnac lleva de­sarrollando desde hace casi 50 años.

El epígrafe de la exposición, La foto­grafía, entre la historia y la poesía, es un tí­tulo abierto que admite muchas posibili­dades, pues sitúa la fotografía entre lo ob­jetivo y lo subjetivo. el documento y el azar, el sistema y la intuición, el pasado y el futuro, extremos entre los que se balan­cean las miradas de los artistas coleccio­nados por la Fnac desde 1978, año en que las iniciativas de los almacenes Fnac en Francia -desde 1956 ya exponían imáge­nes, organizaban debates y encuentros con fotógrafos o proponían talleres a los clien­tes- se materializan en una voluntad de conservación y clasificación.

Si Noé y su arca suponen la inven­ción del coleccionismo, para la Fnac su di­luvio es la aparición del mercado de la fo­tografía. A finales de los sesenta, una foto de Ansel Adams, por ejemplo, podía com­prarse por menos de 500 dólares; esa mis­ma foto, en 1981, se vendía por 71.500 dóla­res. Durante la década de los setenta, la casa de subastas Sotheby's compró los ar­chivos fotográficos de Cecil Beaton por 500.000 libras esterlinas, y es entonces cuando la Fnac asume que el trabajo ini­ciado por sus fundadores -Max Théret y André Essel- apenas dos años después de haber abierto su primera tienda (en 1954) tiene que transformarse. Ya no basta con exponer, hay que coleccionar, pues de lo contrario muy pronto no se podrá hacer ni lo uno ni lo otro debido a que los precios harán imposible mostrar el trabajo de un artista que buscará el amparo de otro tipo de galería y, por esa misma razón, se que­dará fuera del mercado.


GISÉLE FREUND. "Jean Cocteau y un guante", París, 1939, de G. Freund (Berlín, 1908- París, 2000).
LEONARD FREED. "Wall Street", Nueva York, 1956, de Leonard Freed (Nueva York, 1929).

CARTIER-BRESSON. "Orilla del Sena", 1995, de Henri Cartier-Bresson (Francia, 1908-2004).

WIN WENDERS. "La piscina", una fotografía del director de cine alemán y fotógrafo Wim Wenders (Düsseldorf, Alemania, 1945).


El interés por coleccionar fotografías nace con la fotografía misma, es decir, con Niepce y Daguerre, con los daguerrotipos (1838) que fijan, en una obra única, la ima­gen, primero de paisajes y más tarde de personas. En 1851, la Société Héliographi­que de París comienza a coleccionar fotos, y ese mismo año la Bibliothéque Nationa­le de France (BNF) accede a clasificar las fotos que le sean donadas. En 1854, los ejér­citos que participan en la guerra de Cri­mea llevan consigo a fotógrafos, lo mismo que los ingleses y franceses en la llamada guerra del opio en China. La fotografía era ya imparable.

Los dos antiguos trotskistas que crea­ron la Fnac. Théret y Essel, querían que sus clientes "descubrieran que la foto era un arte", de forma que se atrevieran así a utilizar los aparatos fotográficos que ellos les vendían para algo más que levantar acta notarial del bautizo del retoño o de las vacaciones en la playa.

Durante la década de los sesenta, las distintas tiendas de la Fnac, junto con la Bibliothéque Nationale de France (BNF), se convirtieron en una red de galerías atentas al trabajo de los mejores fotógra­fos. Varios de ellos recuerdan todavía hoy que la Fnac y la BNF eran los únicos que se interesaban por lo que ellos hacían.

Si la capitalidad artística del mundo se trasladó tras la II Guerra Mundial de París a Nueva York en lo que a pintura se refiere, en fotografía siguió refugiándose en las orillas del Sena, no tanto porque ahí viviese el infatigable Cartier-Bresson, sino porque su espíritu y el de Atget, Brassai, Man Ray. Kertész, Capa o Freund seguía influyendo sobre Willy Ronis. Robert Dois­neau, Jeanloup Sieff, William Klein, Jean Dieuzaide, Marc Riboud, Sebastián Salga-do y tantos otros.

La lista de nombres que figura en la colección de la Fnac es impresionante, y la selección de 300 imágenes que se presenta ahora en Valencia es de una gran calidad. La exposición se abre con Jacques-Henri Lartigue, un amateur con categoría de gran profesional y que sorprende por su obsesión por captar siempre los instantes de felicidad. de vida. Parafraseando a Cocteau. Lartigue hubiera podido decir "la fe­licidad no existe, sólo las pruebas de ella", para a continuación mostrar los miles de fotos que hizo a lo largo de su vida de mi­llonario voluntariamente ciego a las mise­rias del mundo.

Junto a Lartigue, Man Ray, que trata los rostros como máscaras y las máscaras como rostros, o Kertész y Tina Modotti.

STÉPHANE DUROY. "Bradford, Inglaterra", 1982, de Stéphane Duroy (Túnez, 1948), uno de los grandes del fotoperiodismo en Francia.

que transfiguran los objetos cotidianos, o Berenice Abbott, que hace con Nueva York los que Atget hizo con París, es decir, do­cumentar la ciudad, escrutar sus cambios físicos al tiempo que se está atento a lo que sucede con su alma.

La selección de fotografías muestra una serie de retratos impresionantes de mitos de la cultura contemporánea, ya sea el tándem cinematográfico Fellini-Mas­troianni o el rostro de pájaro de Samuel Beckett. Algunos. como Allen Ginsberg, fo­tografían Tanto con la cámara como con la pluma; otros, como Willy Maywald, se es­conden detrás de los personajes, detrás de Joseph Beuys y Viera da Silva. A Cartier­Bresson le bastan unas plantas rodeando a un jovencísimo Truman Capote para hacer existir el Sur, mientras que Inge Morath con un vaso de agua y unos medicamentos le da al dramaturgo norteamericano Art­hur Miller una nueva dimensión. La foto­grafía de moda, destinada a caducar tan rápido como las top-models, sobrevive en el tiempo cuando son David Bailey o William Klein quienes están detrás de la cámara.

Hay imágenes surrealistas, es decir, que explotan lo incongruente o la parado­ja, como esa en que Josef Koudelka pre­senta a un ángel en bicicleta; las hay que resumen el fiasco de un sistema -Stépha­ne Duroy capta a cuatro adolescentes em­pujando uno de esos desvencijados utilita­rios fabricados por el socialismo real-como las hay que pictorializan la natura­leza hasta el punto de transformar en es­pejismo un oasis.

La presencia española en la colección de la Fnac es escasa, reducida a Pedro Al­modóvar. Joan Fontcuberta y Cristina García Rodero, sin duda porque el descu­brimiento de los profesionales que traba­jaron durante el franquismo es una asig­natura pendiente en la mayoría de países.

La muestra de personajes que sólo son fotógrafos accidentalmente tampoco es muy extensa, aunque en la exposición figura el abbé Pierre componiendo un be­lén, o el filósofo Jean Baudrillard fasci­nado por los paisajes de horizontes infini­tos. o el cineasta Wim Wenders homena­jeando a Doisneau en su retrato de un beso de John Lurie, o Yul Brynner recordándo­nos el inolvidable perfil de Ingrid Berg­man, o Kart Lagerfeld demostrando su pa­sión por lo kistch...

Hay quien es sensible a la grandeza del paisaje, otros lo son a la luz; hay fotógra­fos nocturnos como los hay diurnos, los hay que miran como si fuese siempre la primera vez mientras que otros recuerdan todo lo que han visto antes. La fotografía neutra tiene sus máximos exponentes en­tre algunos de los más jóvenes -Francesco Jodice, Gabriele Basílico, Thibaut Cuisset, por ejemplo-, y el descubrimiento de otras civilizaciones ya no se hace con mirada co­lonial -basta ver fotos de Laurent Monlaii, Scarlet Coten o Seydou Keita-, pero tam­poco con la frialdad geométrica que Car­tier-Bresson sólo desmentía a través de la calidez con que presentaba los personajes.

La sexualidad, omnipresente en la ac­tual publicidad, ocupa, en cambio, un lu­gar modesto en la muestra, y sólo se aso­ma de manera explícita a través de Alain Fleig. del narcisismo de Philip Lorca di Corcia o de la estilización daliniana con que Horst E Horst cuartea el cuerpo feme­nino. Es una de las sorpresas de una expo­sición que proporciona casi tantas como imágenes. •

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La colección fotográfica de la FNAC puede
verse en el Muvim de Valencia a partir del
13 de enero y hasta el 3 de abril de 2005 .

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