Tintín en España, Kuifje en Holanda. Tintti para los finlandeses, Tainetaine para los iraníes. Tan Tan entre los japoneses y Tan Tan para los árabes, sólo Tim para los alemanes, Tantana para los rusos, Tenten en Turquía y Tintinus en el Vaticano, si es que alguien habla aún allí el latín, y Tincjo para aquellos que crean en la existencia del esperanto, Las aventuras del periodista belga de nombre absurdo creadas el 10 de enero de 1929 por Georges Remi, más conocido como Hergé, han sido traducidas a 51 idiomas y recogidas en 24 álbumes, si incluimos el facsímil de sus andanzas por el país de los sóviets y el esbozo Tintín y el arte Alfa, Durante años, Tintín viaja sin cesan del Congo a Estados Unidos, de la India al Polo Norte, de la China a Escocia, y cada vez, antes de marchar o cuando regresa, pasa por su modesto apartamento en la calle del Labrador, en una ciudad sin nombre pero que todos identificamos como Bruselas, ¿Por qué? Porque Hergé es belga y sobre todo, porque a Tintín, a su regreso de la URSS en Tintín en el país de los sóviets, le recibe una multitud enfervorizada que se concentra ante la estación del Norte, un edificio bruselense inconfundible, aunque hoy ya no exista.
A partir de su undécima aventura, El tesoro de Rackham el Rojo, Tintín pasa cada vez más días en casa de sus nuevos amigos, el capitán Haddock y el profesor Tornasol, que viven en el castillo de Moulinsart, una mansión rodeada de un gran jardín, que había pertenecido al caballero de Hadoque, antepasado del capitán borrachín, Moulinsart es adquirida por el capitán gracias a que descubre en sus sótanos el tesoro que François de Hadoque había logrado preservar de la rapacidad de los piratas, pero también gracias a la ayuda financiera que le aporta Tornasol, que le ha vendido al Gobierno su pequeño submarino en forma de tiburón. Moulinsart, el nombre, es una invención de Hergé, inspirada sin duda por los nombres de una región francófona de Bélgica, ese Brabante en el que se encuentran los lugares de Rixensart, Maransart, Hannonsart y Sart-Moulin, Su aspecto, su fachada de castillo a la francesa, es típico de las construcciones levantadas durante los reinados de Luis XIII y los primeros años de Luis XIV Hergé lo dibujó a partir de un modelo célebre, el castillo de Cheverny. considerado como el mejor decorado y amueblado de todos los que puntúan el recorrido del Loira, Hergé, que era hombre al que le agradaba tanto documentarse como dotar de coherencia y credibilidad sus historias, comprendió que el auténtico Cheverny. el que se habían hecho edificar en 1620 el conde Henri y la princesa Marguerite, era demasiado grande para un lugarteniente de la Ma rina real y excesivo a todas luces para Tornasol. Haddock, Néstor y Tintín, De ahí que privase a Cheverny de sus dos alas, y que se conformase con el cuerpo central del edificio, con el que en realidad ocupan la escalera, salones y los dormitorios más modestos, renunciando, en cambio, a la biblioteca, la cocina, los saloncillos y al llamado dormitorio real, Hergé trabajó a partir de un desplegable turístico en blanco y negro editado a principios de los años cuarenta y del que se limitó a hacer desaparecer esas dos alas de techo de pizarra, que coronan tres plantas con tres fachadas y tres ventanas en cada uno de los pisos.
Hoy se ocupa de Cheverny-Moulinsart el marqués de Vibraye, descendiente de una familia de financieros y militares de Blois –los Hurault– que en el siglo XIII compraron los terrenos donde se levanta Cheverny para erigir un castillo fortificado, origen del actual pero radicalmente distinto, puesto que, si en los siglos XIII y XIV lo importante era aún que los gruesos muros sirvieran de refugio y de torre de control de un territorio, en el XVIII de lo que se trataba era de hacer cómoda y agradable la vida de unos grandes propietarios que, de vez en cuando, recibían a altas personalidades del reino, El marqués de Vibraye vivió de pequeño en Cheverny en el castillo que hoy se visita como un museo; su boda la celebró aún en la mansión de sus antepasados, poco después transformada en empresa, un lugar que recibe 350,000 visitantes anuales y da trabajo a 40 personas, Al margen de su carácter de atracción turístico-museística ligado a su historia y a lo que ésta le ha legado –muebles, pinturas, artesonado y una atmósfera inconfundible–, Cheverny ofrece un golf de 18 agujeros, una suntuosa orangerie preparada para recepciones, seminarios, banquetes o exposiciones, un enorme jardín y una gigantesca perrera en la que vive una jauría de 70 fox-hound y poitevin.
La relación entre Cheverny y Moulinsart tenía que desembocar en una colaboración estable, en una tentativa de fusión entre dos pasados, el de los señores renacentistas que le piden a Jean Monier que les pinte unos paneles que recuerdan los principales pasajes de El Quijote, y el del caballero François d'Hadoque y el de su descendiente, el capitán Haddock, Esa síntesis se da en las caballerizas, un espacio que acoge la cripta en la que Tintín se ve encerrado en El secreto del Unicornio, el salón con un ventanal roto de El asunto Tornasol, el laboratorio en el que el sordo científico despistado se dedica a sus misteriosos experimentos, el cuarto de baño del capitán justo en el momento en que el espejo de su lavabo se resquebraja –todo ocurre en El asunto Tornasol–, la habitación de Tintín o el salón en que se nos propone asistir, en Las joyas de la Castafiore. a una primera prueba de televisión en color.
Esos espacios tintinescos están concebidos con mucha sencillez, precedido cada uno de ellos de una pantalla por la que desfila en bucle el dibujo animado que nos sitúa respecto a lo que vamos a ver, Sin duda el más extraordinario es la habitación de Tintín en Moulinsart, entre otras cosas porque Hergé nunca la dibujó. En El asunto Tornasol vemos al héroe de sus aventuras asomando por la puerta de su dormitorio, con Milú a sus pies –página 11–, pero nunca entramos en él, al contrario que en su apartamento de la calle del Labrador o en el que tiene en Tintín en el país del oro negro, de carácter más moderno, quizá en el barrio de Berchem-SainteAgathe, con ventanas horizontales, a la manera de Le Corbusier,
En Cheverny podemos ver esa habitación de Tintín, tan inexistente en los álbumes como la sexualidad del personaje, y en ella, además de una cama de adolescente, hay un pequeño escritorio, una radio y una gran percha de la que penden las ropas que Tintín se ha puesto en América, en la India , en China o en Escocia, Al mismo tiempo es un lugar razonable, que confirma el carácter provisional del dormitorio, y tan extraño como el propio Tintín, con su cara ovalada, eternos pantalones de golf e imposible tupé, Si Haddock tiene un pasado y una evidente querencia por el alcohol, si Tornasol es un sordo tímido capaz de enamorarse de la Cas tafiore, si Milú es un perro glotón que comparte con el capitán su amor por el whisky, de Tintín no sabemos nada –sólo en Tintin en el Tíbet demuestra ser capaz de un tipo de amistad que va más allá de lo previsible, incluso del heroísmo previsible–, y no deja de ser coherente que en su habitación no haya otra cosa que los "disfraces" con que su "recortable" se ha vestido para luchar contra Al Capone o la mafia del opio. Tintín es un héroe irreal, casi una abstracción, como su nombre indica o su confusa edad sugiere, tal y como ha subrayado el tintinólogo Benoit Peeters.
Mientras Cheverny se reivindica como el auténtico Moulinsart, mientras el Museo de la Marina de París ofrece una estupenda exposición sobre todas las referencias marineras asociadas a Haddock, mientras los cineastas buscan cómo llevar a la pantalla lo que les fascinó como lectores infantiles, es imposible no recordar una historia que comenzó, en blanco y negro, en Bruselas, en el año 1929; que no cobró popularidad hasta 1941, cuando el periódico Le Soir acogió las aventuras de Tintín en sus 300,000 ejemplares diarios, y que, ya en color, fue el semanario Tintín el gran estimulante comercial que, a partir de 1946, puso al alcance de todos dichas hazañas, En 1948 el semanario empezó a distribuirse en Francia y en los cincuenta se quintuplica la venta de los libros. El millón de ejemplares por álbum se alcanza en 1960, y desde entonces el número de lectores ha ido multiplicándose, cada vez más atentos y detallistas, como lo prueba el que supieran detectar en una viñeta de Stock de coque que la escalinata de acceso de Moulinsart tenía ocho escalones cuando en todas las demás el número era de nueve, Habrá que ir de nuevo a Cheverny para ver a quién da razón la realidad. •
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La exposición de Tintín puede verse en el castillo de Cheverny todos los días del año, previa petición de hora en el teléfono 33 (0) 254 79 96 29, Más información, en www.chateau-cheverny.fr
El Pais Semanal número 1313 Domingo 25 de Noviembre de 2001
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