lunes, 14 de febrero de 2011

EL MUNDO A TRAZOS

El Pais de las Tentaciones Viernes 11 de febrero de 2000

Un volumen de 2000 páginas dibujadas por 324 autores de todo el mundo. En este canon para historietistas creado en Francia por L´Associatión, participan españoles. Uno de ellos, Javier Olivares, cuenta, en clave de humor, cómo logró publicar en este Comix 2000.


Una antigua leyenda del archipiélago de Manganesia nos habla de un diablo juguetón de nombre Umatac-Lityco. Este espíritu es llamado mediante la sucesión de tres ruidos rituales: el tintineo de un palito en una vasija con agua, el roce rítmico de un trozo de caucho, y el sonido de un suspiro. Esta curiosa combinación hace que convocarle por error sea casi imposible, a no ser que uno sea dibujante, limpie sus pinceles y resople mientras borra un desafortunado boceto. Umatac-Lityco significa en idioma manganesio "creo que me va a dar tiempo", y esto define a la perfección su influjo: alterar la percepción temporal, algo que (he comprobado) afecta a gran parte de nuestro gremio. Ahora voy a contarles cómo burlé a tan impertinente demonio. Corría el año 1990 o 1991, y las primeras noticias sobre algo llamado L´Associatión, llegaron a mis oídos. "Pues en Francia, se han juntado unos cuantos dibujantes, han formado una pequeña editorial y están publicando cosas", me contaba alguien. Yo sonreía, con esa mezcla de sorpresa e incredulidad con la que se escuchan en las tabernas las historias fantásticas de los marinos. En el año 1992, el grupo L´Associatión fue uno de los invitados extranjeros del Certamen de Cómic INJUVE, y fue así como tuve constancia no sólo de su existencia, sino también de los interesantes autores que lo componían. Desde entonces he seguido, con desigual intensidad, la trayectoria de tan envidiable proyecto diciéndome, con la misma desigual intensidad, que algún día, cuando tuviese tiempo, les mandaría muestras de mi trabajo. Como ven, la influencia de Umatac empezaba a hacerse notar.




Marzo de 1999. Suena el teléfono; al otro lado, la voz de mi amigo Olaf Ladousse me pone al corriente del proyecto Comix 2000. L´Associatión proyecta un tebeo muy especial para entrar con buen pie en el nuevo milenio. Cerca de trescientos autores colaborarán con una historieta muda para construir una, paradójicamente, silenciosa torre de Babel. Olaf me comenta que conoce a algunos autores españoles, pero están interesados en contar con algunos más. Si me envían las bases ¿me importaría repartirlas? Algunos días después recibo un sobre desde Francia conteniendo un precioso catálogo de publicaciones de L´Associatión y un pequeño díptico de color crema, en el que explican (en tono relajado) en qué consiste tan mastodóntico proyecto. El resultado será un tomo de 2.000 páginas con los autores seleccionados. Una distribución sin fronteras gracias a la inteligente propuesta de historietas sin palabras. Exposiciones itinerantes por Europa. Y un pago por página nada excesivo, pero (sobre todo para los autores patrios) sorprendente por su simple existencia. Muy animado, decido que voy a participar. La historieta debe tener entre tres y quince páginas. La razonable mesura me hace inclinarme por cuatro. El tema (aunque oficialmente es el siglo XX) ofrece todo tipo de alternativas. Así, resuelvo que tendrá esos simpáticos aromas "fantásticos" por los que últimamente me siento tan atraído. La fecha de entrega tiene un límite: 1 de mayo de 1999. Un ligero humo verdoso surge entonces desde el bote de los pinceles y comienza a reptar imperceptiblemente por mi brazo. Miro el calendario: 15 de marzo, me queda casi mes y medio. Algo empieza a subir por mi cuello. Son sólo cuatro páginas, pienso. En ese preciso momento Umatac-Lityco se inclina sobre mi oído y me susurra mi propia conclusión. Creo que me va a dar tiempo, concluyo. Y mientras me levanto rebosante de ilusión y confianza, escucho una carcajada burlona escabullirse entre los frascos de acuarela. Algunos días después, aprovechando un encuentro de ilustradores, comento el proyecto y reparto fotocopias del folleto. A modo de coda, y como para reafirmar el interés de la convocatoria, a todos ellos les acabo diciendo lo mismo: "Yo voy a participar". 15 de abril. Aún no tengo ni idea de qué voy a presentar, pero me siento en la mesa, tomo unas notas, hago unos cuantos bocetos de un personaje y me convenzo de haber roto el incómodo vacío del papel. Bueno, tengo 15 días para hacer la historieta, y ya he encontrado ese hilo del que sólo debo de tirar. ¿Es el ruido del sacapuntas o he oído una risa?



Sumergido en un trabajo que parece no acabar nunca, una mañana salgo a la superficie para realizar alguna labor burocrática y escribo la fecha: 24 de abril. El estómago se me encoge, el sudor frío y todos los demás síntomas tópicos desfilan ante mí cogidos de la mano, y el último escalofrío lleva un cartelito: "Ya no llego". Nerviosamente, busco entre una montaña de papel los bosquejos que hice. Los observo. Parece una historia complicada, si tuviese historia. Eso es lo peor: no tengo guión, tan solo unas pocas palabras y un personaje que me observa impaciente. Desesperado, barajo varias posibilidades. Puedo intentar escribir otra cosa, algo sencillo. Una secuencia con siluetas. Algo con dos personajes. Un mismo personaje que repite alguna acción. Ningún personaje. Ninguna historieta. Quedan sólo unos días para la fecha límite. No me siento con ganas de improvisar, y menos para un proyecto tan especial como éste. Resignado a no formar parte de él me zambullo de nuevo en el trabajo interminable. Mientras buceo hacia el fondo me cruzo con un buscador de perlas manganesio, que nada hacia la superficie. Debe ser cosa de la presión, pero me pareció que se iba descojonado de risa. Como todos los años, y siguiendo una especie de ritual (cada vez más parecido a una fiesta de ex alumnos) me acerco al Salón del Cómic de Barcelona, que se celebra a principios de mayo. Allí, casi todo el mundo ha oído hablar del Comix 2000 y mientras escucho de algunos amigos un envidiable "yo lo mandé hace algún tiempo", Max (como un druida que espanta el maleficio) pronuncia la frase mágica: "Han ampliado el plazo unos meses más". Aliviado, vuelvo a casa lleno de ideas, descarto la historia anterior y me propongo pensar algo con calma, ya que tengo mucho tiempo por delante. Por supuesto, Umatac no se ha dado por vencido y me aleja durante algunos meses de ese trabajo con uno de sus más infames hechizos, el temible "mañana empieza". Pero aunque es un espíritu poderoso, a veces es posible alejarse de él. Durante el mes de agosto, dejo de ir por el estudio y así, lejos de su venenoso cubil, logro escribir y dibujar una historia de cuatro páginas cuyo protagonista es un demonio llamado Hop. La termino y la envío cuatro días antes de la fecha. Debido a la gran cantidad de participantes la gente de L´Associatión te mandan un bonito cuadernillo que, además de informarte del estado del proyecto, te notifica que has sido seleccionado para participar. Una mañana, en mi buzón asoma una pequeña carta. En su interior, el esperado folleto. Y en la casilla "Sí", una marca roja hecha con un rotulador francés. Después de esto, viene el alivio, la alegría, la satisfacción. En fin, una mezcla demasiado empalagosa para un cínico como Umatac, así que durante un tiempo, decide desaparecer. ¡Hoy por fin he recibido el voluminoso libro! Lo hojeo emocionado. Me detengo en el prólogo y leo una frase reveladora. A modo de disculpa, confiesan haber engañado en las fechas de entrega, ya que siendo ellos mismos dibujantes, conocen de sobra la tensa relación que dicho colectivo mantiene con los plazos. ¡Claro, debí suponérmelo! También ellos conocen la existencia del Diablo de la Horas, y lo han burlado de una forma muy inteligente. Me han animado a que envíe algún material para su revista Lapín. En cuanto tenga tiempo, les mandaré algo.

Texto: Javier Olivares.









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