La muerte de Viriato
FEDERICO DE MADRAZO
Aún dicen que el pescado es caro
JOAQUÍN SOROLLA
Juana
FRANCISCO PRADILLA
El Prado repara su deuda con el siglo XIX
ESTRELLA DE DIEGO 06/10/2009
Un tesoro oculto ve la luz. El museo cierra al fin su círculo de grandeza. Un total de 176 obras del XIX se integran en la colección permanente para llenar el vacío entre Goya y Picasso. Justicia poética para el Ochocientos español
Impresionaba en la galería Tretiakov de Moscú la emoción con la que el visitante se acercaba a los poderosos lienzos plagados de relatos decimonónicos que contaban las grandes hazañas, las hagiografías, las vidas de las gentes humildes incluso.
Aspecto de las nuevas salas del museo,con La muerte de Séneca, de Manuel Domínguez, de fondo.- ÁLVARO GARCÍA
Se sentía envidia, de pronto, al pasear por
Por eso la emoción es doble al pasear ahora por el Prado. No sólo se ha roto el maleficio dejando que la historia fluya, sino que se ha terminado con el falso y tedioso lugar común de que nuestro XIX no vale la pena. El visitante se siente atrapado por una sensación rara, de deuda saldada. Pero es mucho más que eso. Mucho más incluso que volver a ver a los viejos amigos tanto tiempo secuestrados. En el paseo van apareciendo esos cuadros que muestran la fuerza de la producción del XIX en España con una selección que, además, en ningún momento se deja seducir por el cliché. Muy al contrario. Pese a estar representados la mayor parte de los cuadros míticos de la colección, desde los retratos "neoclasicistas" de Vicente López hasta la espectacular Muerte de Viriato, de José de Madrazo, pasando por los especialísimos paisajes, el conjunto va a sorprender a más de uno. El recorrido se completa con los retratos modernos de Fortuny o el propio Sorolla, entre otras piezas.
La pintura de historia es la que va a causar más asombro entre los espectadores desde su nuevo emplazamiento, donde ha adquirido una fuerza inesperada. Ante El fusilamiento de Torrijos, de Gisbert, La muerte de Lucrecia, de Rosales, Las hijas del Cid, de Dióscoro de
La emoción no surge -o no sólo- de poder contemplar las pinturas de una forma que ni ellas se hubieran atrevido a soñar, al lado de los "grandes maestros". La emoción surge de un lugar sutil y profundo: rebosa de los cuadros mismos, que tras haber recuperado el lugar en el relato y entre las paredes del museo, han impuesto su auténtica fuerza, pictórica también. Y el visitante se conmueve en las nuevas salas del XIX del Prado, quizás por la sensación de un merecido regreso. O porque sus ojos se pasean ávidos por la superficie de los lienzos como se paseara la mirada del espectador de
Chicos en la playa
JOAQUÍN SOROLLA
Fusilamiento de Torrijos
ANTONIO GISBERT
Viejo desnudo al sol
MARIANO FORTUNY
Los poetas contemporáneos
ANTONIO MARÍA ESQUIVEL
Vista de Madrid
AURELIANO DE BERUETE
FEDERICO DE MADRAZO
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