Giovanni Boldini (1842-1931) Ferrara, Italia.
Otro inmenso autor del siglo diecinueve. Empiezo a pensar que será imposible (teniendo en cuenta las limitaciones) conocer, aunque sea superficialmente, a los mejores pintores del siglo XIX. No soy ningún especialista en arte, me muevo en la ambigüedad del placer, casualmente mis preferencias están en el realismo con una chispa especial.
De Boldini he leído que al parecer su trabajo era superficial y mercantilista pero transmitía una inmensa alegría al espectador de su obra.
Ya con 29 años Trabaja para el marchante más importante de París, Goupil, para quién trabajaban ya pintores como Mariano Fortuny y Ernest Meissonier además de los italianos Giuseppe Palizzi y Giuseppe De Nittis.
Conoce a Edgar Degas, Alfred Sisley, Édouard Manet y John Singer Sargent (con quien solían asociarlo).
A juicio de un crítico:
Una vez alcanzada la celebridad y la riqueza, no dejó de empeñarse en el trabajo, que programaba minuciosamente: cada uno de sus cuadros es precedido por bocetos, apuntes y pruebas para obtener perfección formal. Hasta sus características pinceladas rápidas, las llamadas "sciabolate" que daban vida y movimiento a sus cuadros, eran meticulosamente estudiadas. Las mujeres de Boldoni, son de naturaleza flexible y desinhibida que mostraban sin reticencia un modelo de belleza erudito y, descubriéndose, afirmaban su propia autodeterminación, maduras y emancipadas, plenamente conscientes de su propia feminidad.
De naturaleza fantástica y turbante, llegan excitadas al estudio del artista, impacientes de huir del protocolo de sus palacios, de relajar las rígidas fajas con armadura de delgadas astas de hueso de ballena, para abandonarse, libres finalmente, de sentirse finalmente protagonistas, admiradas y sobre todo comprendidas, frente al “fauno”, a aquel pequeño hombre frente al cual no pueden callar sus más recónditos deseos.
Boldoni no las juzga, porque juzgarlas significaría renegar su naturaleza disoluta pero, al contrario, las estimula a expresarse, recoge sus confusiones, sus angustias y las induce a reflexionar sobre la fatuidad del tiempo y del amor que vive de un solo instante. El artista sabe agarrar al vuelo ese momento, irrepetible, en el cual la belleza aparece más fulgurante y en el cual sus musas se muestran más desenvueltas y naturales. Sin embargo estos retratos colmados de tanta belleza están, a menudo, perturbados de un sentido de provisionalidad, que flota veladamente, que se intuye en el aire y en las miradas, por instantes nostálgicas, otras veces soberbias o melancólicas, de hembras insatisfechas e inquietas, culpables de vanidad, cómplices complacidas y dominadas por esa imagen ciertamente inconveniente que el genio italiano dará de ellas.
El artista exalta el ego de su modelo retratándola, frecuentemente solo un instante antes de que, siendo alcanzadas por el otoño de la vida, su belleza se marchite para siempre, que sus hojas de rosas perfumadas comiencen a caer. En ocasiones, como un mago, recoge los frágiles pétalos y con un gesto de amor recompone la flor marchita devolviéndole un instante de eterna primavera. ...
Panconi, 2008
Más en:
http://www.linesandcolors.com/2009/11/22/giovanni-boldini/
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