miércoles, 29 de septiembre de 2021
Solo (o en compañía de otros)
Tras el final de la famosa serie de cómic, llega la esperada respuesta a una incógnita que ha mantenido a todos los fans en vilo
JOSÉ LUIS VIDAL
07 Abril, 2021
¿Qué nos atrae de los villanos? Qué tienen estos personajes malvados para que sigamos sus peripecias, nos deleitemos con sus oscuros planes y hasta miremos de reojo cuando, de manera inesperada, hacen algo totalmente inesperado, que nos deja con la sangre helada.
The Walking Dead (Los Muertos Vivientes): ¡Negan vive!
Guion: Robert Kirkman
Dibujo: Charlie Adlard
Grapa
Blanco y negro
32 págs.
2,95 euros
ECC Ediciones
Tal vez, sabiendo que nos acercamos a un producto de ficción, tenemos una buena excusa para adorar a estos malosos que suelen tener mucha más fama que los heroicos protagonistas de sus historias, a los que con suma facilidad arrebatan la fama.
Y como ejemplo perfecto, el protagonista de este one shot, número único que nos desvela el paradero y estado de uno (por no decir el que más) de los mejores villanos que nos ha deparado la serie Los Muertos Vivientes.
Por supuesto, no voy a reventaros el final de ésta, tan solo deciros que después del cierre de longeva serie, quedó el fleco del destino que había tenido Negan que, como muchos de vosotros ya sabréis pasó de ser el enemigo más temido a redimirse con el tiempo, logrando ser aceptado, pese a la reticencia de algunos de los protagonistas.
Pues bien, el título de este cómic ya nos da la primera pista: ¡Negan vive! Este tipo, de pelo engominado, mirada intensa y chupa de cuero ha conseguido seguir sobreviviendo en este duro mundo en el que al menor descuido puedes ser atacado por uno de esos muertos que se arrastran sin un destino, tan solo guiados por el ruido y el olor a carne fresca.
Negan sigue vivito y coleando, pero solo, muy solo. El tiempo y todo lo que ha ocurrido han hecho que se haya alejado de todo rastro de civilización, o lo poco que quede de ella en este mundo prácticamente diezmado por la epidemia.
Pasa los días hablando consigo mismo, sin poder evitar lanzar varios tacos en cada frase, personal marca de la casa. Arrodillado ante la tumba de ese objeto por el que ha sido muy, muy conocido, Lucille, abre su oscuro corazón.
Y todo habría seguido así por mucho tiempo si no fuera por la súbita aparición de lo que Negan piensa que es un espejismo, pero que resulta ser muy real. Tanto como una joven rubia, atractiva y perfectamente vestida y peinada como si hubiera saltado desde ese ya tan lejano pasado en el que las cosas eran 'normales'.
Tras la sorpresa inicial, un en principio desconfiado Negan se relaja y compartirá lo poco que tiene con la hambrienta joven, que se convierte con rapidez en un rayo de esperanza, una luz en esa oscura e imaginaria mazmorra en la que el hombre se ha autorecluido.
Pero claro, si hay un detalle que haya caracterizado a esta fabulosa serie desde un primer momento es que en cualquier momento, de manera inesperada, el peligro puede surgir y romper la magia del momento…
Robert Kirkman y Charlie Adlard, después de la larga y fructífera experiencia que supuso para ellos construir esta exitosa saga, regresan, vuelven a trabajar codo con codo en este número tan especial por muchas razones: la primera, la argumental, ya os la he contestado anteriormente pero, sobre todo, la razón de su existencia parte de esta pandemia y sus desastrosas consecuencias para un sector como el de las tiendas de cómics.
Acciones como ésta demuestran la gran calidad humana de sus autores, y si además nos narran una historia apasionante, ¡qué más se puede pedir!
Malaga Hoy
Javi Aznarez, un dibujante en la ‘troupe’ de Wes Anderson
El ilustrador, que trabaja desde una cueva-galería en Cadaqués, ha llevado un tono más oscuro al universo preciosista del director de cine.
La primera ilustración de Javier Aznárez para Wes Anderson.ANNA HUIX
Begoña Gómez Urzaiz
18 SEPT 2021
No es fácil para un artista vivir en “el pueblo más pintado del mundo”, como llama el ilustrador Javi Aznarez a Cadaqués. Para acabar de complicar las cosas, la galería que regenta junto a su pareja —la también artista Elodie des Longchamps— y su socio, Ilich Roimeser, está ubicada en el que es probablemente el rincón más pintoresco de este pueblo de postal. Un lugar en el que, como dice el periodista Cristian Segura en su libro Gent d’ordre (Galaxia Gutenberg), “antiguos militantes de Bandera Roja y empresarios con helicóptero privado pueden coincidir un mediodía en la misma barca”.
El ilustrador Javi Aznarez en su casa-estudio en Cadaqués (Girona).ANNA HUIX
Quienes entran en el Taller de Tabakov quizá esperan encontrar una marina, una bonita acuarela para poner en su segunda residencia. En lugar de eso, se topan con los dibujos de Aznarez, de hombrecillos que juegan a la petanca con sus cabezas y amantes envenenados. “Tengo mi lado oscurito”, admite este autor de cómics de 42 años admirador de Quino y Sempé.
Al Taller de Tabakov, que se llama así en honor a un pintor ruso que dicen que murió allí, en esa misma cueva a tres pasos del mar, suele ir también Octavia Peissel, la productora y mano derecha de Wes Anderson, que veranea en Cadaqués desde niña. Fue ella quien propuso el nombre de Aznarez cuando el director buscaba a un dibujante para su película La crónica francesa, que recrea una revista ficticia basada en The New Yorker.
Cartel de la película 'La Crónica Francesa', realizado por Javi Aznarez.
Tras muchos retrasos debidos a la pandemia, la película se verá a partir del 23 de septiembre en la sección Perlas del Festival de San Sebastián y se estrenará en España el 29 de octubre. Salen todos los habituales de la troupe de Anderson: Tilda Swinton, Bill Murray, Saoirse Ronan, Owen Wilson, Adrien Brody, Timothée Chalamet y también muchos dibujos de Aznarez. “Me pidieron una prueba, me mandaron un encuadre del storyboard en el que se veía al dibujante de la revista [que en el filme interpreta Jason Schwartzman] con ocho pósteres detrás y tenía que reinterpretarlos. Me casqué cuatro dibujos en dos días y ya vieron que era rápido”, cuenta.
Uno de los dibujos del ilustrador. ANNA HUIX
Así entró Aznarez en el universo de Anderson. Y lo que tenía que ser una intervención puntual, terminó convirtiéndose en un trabajo de mucha más envergadura. Es suyo el póster de la película, en el que aparece todo el reparto en las oficinas de la revista, con la ciudad imaginaria de Ennui-sur-Blasé al fondo, así como las más de 30 portadas de la revista que aparecen en el filme. También hizo los dibujos de los créditos finales y los garabatos que adornan las oficinas de la revista en el plató. Su propia mano aparece en un plano. “Wes quería una mano estilizada de pianista, pero yo más bien tengo dedos de carnicero”, ríe.
Taller de Tabakov, la galería que regenta Aznarez en Cadaqués.ANNA HUIX
Su mejor y peor recuerdo del rodaje tuvo lugar en Angulema en 2019, cuando Anderson le pidió, delante de Bill Murray, el director de arte y todo el equipo técnico, que improvisase una caricatura de Jason Schwartzman para llenar un hueco en el decorado. El ilustrador llevaba casi 36 horas despierto porque le había tocado quedarse toda la noche dibujando en los muros del plató. “Por suerte, después de tantas horas trabajando, la mano me iba sola. Estaba como muy tranquilo. Al salir me vinieron los nervios y me empezó a temblar todo el cuerpo”.
Como les ocurre a tantos autores de cómic, el dibujo fue para Aznarez, antes que nada, un mal vicio que tarde o temprano habría que erradicar. Vivía en Barcelona y estudiaba en un elitista colegio del Opus Dei solo para chicos. “Me aburría terriblemente, era incapaz de escuchar a los profesores. Al final, uno, el profesor Viñeta, con ese nombre profético, decidió que me pasaría los textos que íbamos a dar en Literatura para que los ilustrase. También me pedían que hiciese caricaturas en las reuniones del claustro”. Quiso estudiar Bellas Artes, pero sus padres le dijeron que ni hablar. “Logré acabar Empresariales y Marketing en Icade. No fue muy difícil. Aquello era como una sucursal que habían abierto para niños tontos”. Un día, vagando por el Saló del Còmic, dio con el stand de la Joso, la escuela de cómic y artes visuales, y se matriculó por probar. “La primera mañana ya estaba encantado. Por fin podía dibujar tranquilo”.
Otro dibujo del artista. ANNA HUIX
Su primer libro, una historia de humor futurista que publicó en Casterman —la histórica editorial de Tintín—, se gestó a lo largo de dos inviernos en Cadaqués, donde ha hecho también de taxista y de camarero. De octubre a mayo es cuando más se percibe el lado siniestro del pueblo, dice. “Vas por la calle, oyes el ruido del viento y piensas: ‘Aquí podría asesinarme cualquiera y nadie se enteraría’. El sol cae enseguida porque la montaña se lo lleva y te sientes un poco indefenso”. Desaparecen los veraneantes y se quedan los parroquianos habituales, que desayunan todos —también él— en el casino del pueblo, un escenario altamente andersoniano. “Desde luego, Wes podría hacer una peli en Cadaqués, porque hay unos personajes importantes. Aquí es donde vienen a morir los elefantes”. Gente como Juanillo de la Isla, el barquero que cruza a los turistas a Port Lligat, o como los gemelos ingleses que fueron modelos de Dalí. Uno de ellos falleció hace unos meses. Por supuesto, todo el mundo en Cadaqués tiene su propia historia con el pintor.
Y todos, incluido Aznarez, se mueven por las calles encaladas de la localidad un tanto poseídos por el viento, el que toque ese día. “Es lo primero de lo que se habla en el casino. El garbí, por ejemplo, es un viento estrangulador, muy húmedo y asqueroso que nos deja todo el suelo mojado y nos arruga los papeles de la galería”. Junto a su colaborador habitual, Xavi Homs, Aznarez lleva años desarrollando toda una mitología en torno a los vientos, que ya plasmaron en un libro autoeditado, Ventvolgut estrangulador, y pronto concretarán en otro. Por encima de todos está siempre la tramontana, que en sus dibujos tiene la forma de una mujer desnuda, enorme y felliniana, debido a un recuerdo infantil muy concreto. “Cuando soplaba, mi madre nos llevaba a la playa de Sa Conca, que está más resguardada. Tiene una parte nudista y un día, cuando debía tener unos seis años, vi a una mujer enorme, desnuda, que me impactó mucho. Para mí está relacionado con la ignorancia del Opus Dei y su problema con las mujeres, a las que ven como fuente de todos los problemas”.
Durante años, Aznarez ha compaginado las ventas en la galería y sus propios proyectos con la clase de trabajos alimenticios que sostienen a los creativos freelance. Hizo vídeos para una marca de licores y dibujos para unos sujetadores ortopédicos. Sabe que tras la repercusión de su trabajo con Anderson todo esto podría cambiar. Ya le han pedido una ilustración para The New Yorker, el de verdad. Pero el dibujante no parece especialmente ansioso por capitalizar la oportunidad, buscar agentes en París y Nueva York y hacer todo lo que se supone que toca. En nada se vaciarán las terrazas del pueblo y empezará lo bueno.
El ilustrador en su mesa de trabajo.ANNA HUIX
El Pais
martes, 28 de septiembre de 2021
El oscuro rastro de la pantera negra
La publicación de un libro sobre el excepcional leopardo melánico africano invita a recorrer el mundo azabache de ‘Bagheera’ y de la fiera de Sivanipalli
JACINTO ANTÓN
01 MAY 2021
Un leopardo negro en Kenia.WILL BURRARD-LUCAS
Parecía que este era el año del leopardo de las nieves y resulta que lo va a ser de la pantera negra. En la estela, en el rastro, por ser más exactos, de los estupendos libros de Vincent Munier y Sylvain Tesson sobre el pálido felino de las cumbres llega The black leopard (Chronicke Books, 2021), de Will Burrard Lucas, la maravillosa historia de la aventura de encontrar y fotografiar al rarísimo y misterioso leopardo negro en África.
Leopardo (Panthera pardus) y pantera son sinónimos y se emplean indistintamente, aunque se suele usar el segundo término para los leopardos asiáticos y especialmente para los leopardos negros de esas regiones que son denominados casi siempre panteras negras (como la buena de Bagheera de El libro de la selva o la feroz pantera negra de Sivanipalli, la otra gran fiera azabache icónica, cazada por Kenneth Anderson). El leopardo negro (pantera negra) es muchísimo más abundante en Asia que en el otro continente en el que vive la especie, África. Eso es así, según los científicos, porque el melanismo, el exceso de pigmento que vuelve negra la piel del animal, proporciona camuflaje adicional en las sombrías selvas del sudoeste asiático (Indonesia, Malasia, Tailandia, India, Sri Lanka), mientras que en la sabana africana te hace demasiado conspicuo, lo que no es un rasgo muy adaptativo: siempre es mejor pasar desapercibido.
Por lo visto el negro en los felinos está también asociado a mutaciones beneficiosas del sistema inmune: algunos felinos negros son más resistentes o inmunes a retrovirus como el virus de inmunodeficiencia felina (VIF) y el virus de la leucemia felina (VLFe). Son varias las especies de felinos que presentan melanismo, es decir que tienen individuos negros: un total de 13 de las 37 actuales, incluyendo leopardos, jaguares y servales, y, como todo el mundo sabe (y algunos temen), los gatos domésticos.
Curiosamente no hay leones ni pumas negros, aunque en las dos especies hay casos de leucismo y albinismo, es decir de fieras blancas. También hay tigres blancos ―yo mismo los he visto―, pero solo conozco una referencia a un tigre negro: el que menciona como caso excepcional el general R. G. Burton en su libro sobre devoradores de hombres (A book of Man Eaters, Mittal, 1856) y que le regaló el rey de Java a Napoleón en 1811. El singular obsequio fue interceptado por los ingleses en el mar a bordo de un barco camino de Francia y se exhibió en una jaula en Picadilly. En la menagerie de la Torre de Londres, por cierto, se mostraba un leopardo negro traído de los Sunderbans bengalíes.
Pantera negra retratada en la India.GETTY
Se calcula que el 11% de los leopardos del mundo son negros; parecen muchos, pero al ser negros y especialmente activos en las horas nocturnas resultan muy difíciles de ver. Pocos animales tan invisibles como un leopardo negro en la oscuridad, la verdad. Sin embargo, en The Leopard in India (Natraj, 2009), J. C. Daniel dedica hasta veinte páginas a los leopardos negros, sombras azabaches de la noche, de los que registra numerosos casos y dice que a menudo tienen los ojos de un azul pálido y que antiguamente se les consideraba una especie aparte, Felis fusca. Destaca que son fieras de mal carácter, incluso para ser leopardos. “Las panteras son notoriamente inciertas, pero las panteras negras son como las extremidades del diablo”, asevera. Pantera negra es, claro, en lo que se convierte la misteriosa serbia Irena Dubrovna (Simone Simon) en Cat People, La mujer pantera, de Jacques Tourneur.
Es cierto que impresionan. Kipling describió la suya, Bagheera, como “una sombra negra, de un negro de tinta toda ella, pero con marcas en la piel, propias de su especie, que según como les daba la luz parecían las aguas que llevan en la trama ciertas sedas”. Astuta, atrevida y sin freno, posee un secreto que solo conoce Mowgli: bajo la barbilla, en el cuello, la marca que deja un collar, pues nació en cautividad, en las jaulas del palacio real de Oodeypore, de donde escapó para infundir en la selva “más terror que Shere Khan”.
La otra gran pantera negra de la literatura es una pantera real. Todavía tantos años después, abro el viejo volumen (1961) de editorial Juventud de La pantera negra de Sivanipalli con un escalofrío. La historia del felino que da nombre al libro es una de las nueve que contiene la colección y pese a que se incluyen aventuras tan terribles como las de La pantera asesina de los montes Yellagiris, El asesino de Hyderabad o El devorador de hombres de Pegepalyam, ninguna ha dejado tanta huella en el recuerdo como esa fiera negra como el carbón que apareció en 1934 en la densa espesura selvática en las cercanías de la aldea de Sivanipalli. Kenneth Anderson, que se había enfrentado a leopardos y tigres antropófagos tan eminentes como el diablo manchado de Gummalapur y la tigresa de Jowlagiri, consideraba a la pantera negra “excepcionalmente peligrosa y agresiva”. En un pasaje el cazador avanza en pos del animal en medio de la noche, la oye deslizarse hacia él y enciende la linterna que lleva sujeta al cañón del rifle: aparecen dos perversos ojos de un color blanco rojizo, pero no puede distinguir al animal, invisible en la oscuridad.
Un fotograma de 'Cat People', de Jacques Tourneur.
En África, como hemos dicho, hay muchos menos leopardos negros. En realidad, nadie sabe cuántos menos, pero han de ser muchos menos, dada la escasa frecuencia de observaciones. De hecho, antes del que fotografió Burrard-Lucas y cuyos maravillosos retratos aparecen en el libro del que hablaba, la anterior referencia de observación científica de un leopardo negro se remonta prácticamente a 1909, cuando se tomó una fotografía de un ejemplar en Etiopía. Hay gente que dice que los ha visto, pero sin pruebas claras (?), de manera que el leopardo negro africano es una criatura casi mítica, stuff of legend que dirían un white hunter, Jorge de Pallejá o Hemingway. Se cuenta que los hay en los Aberdares y en el monte Kenia. En la primera zona yo mismo he rastreado huellas de leopardo, pero ni aun con toda mi imaginación puedo decir que fueran de leopardo negro.
Entonces, a inicios de 2019 comenzaron a llegar rumores de no uno sino hasta tres leopardos negros en la zona de Laikipia, en Kenia. El fotógrafo británico de naturaleza Will Burrard-Lucas había soñado con ver uno desde niño y salió para allí como un tiro. “No podía creerlo, ¿la oportunidad de ver un leopardo negro en África? Me quedé sin habla”, escribe con pasión contagiosa. Nacido en Kent, pero criado en Tanzania y con una enorme experiencia en capturar imágenes de vida salvaje africana, Burrard-Lucas había desarrollado sofisticados equipos de fototrampeo que le permitieron obtener increíbles estampas (están en el libro) de lobos etíopes, licaones, leones, leopardos y los grandes tuskers, elefantes de inmensos colmillos, del Tsavo.
La pantera negra de Sivanipalli.
Especializado en fotografía nocturna, parecía destinado a encontrarse en la noche africana con el leopardo negro. En Laikipia y ayudado por las fuerzas locales (incluidos los miembros de un programa de estudio de los leopardos sobre el terreno del zoo de San Diego), el fotógrafo desplegó sus cámaras por todos los sitios en los que se habían comunicado avistamientos. Al recoger las primeras trampas fotográficas ya apareció un leopardo: era tan negro en medio de la noche que a primera vista “solo se distinguían los dos ojos ardiendo brillantes en una parcela de oscuridad de tinta”. Pero lo tenía. “Nunca había capturado una imagen de algo tan raro, de una criatura más asombrosa”. No hay reto, subraya Burrard-Lucas, “como fotografiar a un animal negro en el negro de la noche; tuve que aprender cómo iluminar un sujeto que casi no refleja la luz en absoluto”.
Vinieron más fotos de Blackie, como bautizaron al animal, asombrosas. Unas con la Luna llena detrás del leopardo negro, el felino siempre con una calidad aterciopelada que se funde con la textura de la noche. Ebrio de pantera, obsesionado con la criatura, Burrard-Lucas quiso lograr una última foto: el leopardo con un fondo de estrellas. Y lo consiguió. Pero no se quedó ahí, luego pudo retratarlo en un árbol. Nadie ha fotografiado nunca un leopardo salvaje en el continente africano con semejantes belleza y profundidad. El trabajo no estuvo exento de riesgos. Explorando la maleza para colocar las máquinas y luego recogiéndolas, el fotógrafo tuvo varios peligrosos encuentros, con una cobra y con un gran leopardo normal (probablemente el padre de Blackie).
Finalmente, una noche colocando las cámaras entre las rocas, se dio de bruces con el mismísimo leopardo negro. “Lo vi con mis propios ojos, saboreando el momento de conexión envuelto en un sentimiento de paz”. Lo retrató entonces, mirándonos fijamente. Negro sobre negro. Toda la belleza salvaje del mundo en su magnífica, deslumbrante oscuridad.
El Pais
El gato detective Blacksad se reencuentra con sus lectores
Los españoles Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido publican en octubre la novela gráfica ‘Todo cae’, sexta entrega de su exitosa serie de novelas gráficas, mezcla de “fábula y novela negra”
TOMMASO KOCH
Madrid - 18 SEPT 2021
Viñeta de 'Todo cae', de Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido, publicada por Norma.
El caso es digno de investigación. Aunque, por una vez, a John Blacksad no le corresponde resolverlo. El enigma es precisamente él mismo. Y su éxito arrollador. Hace dos décadas que el gato detective creado por el guionista Juan Díaz Canales y dibujado por Juanjo Guarnido fue presentado al público con la novela gráfica Un lugar entre las sombras. El hechizo fue inmediato. Y se ha mantenido a lo largo de cinco aventuras. Dos millones de copias vendidas en Francia, donde debutaron. Y donde se han ganado una prestigiosa etiqueta, que suele acompañar sus volúmenes: “Serie de culto”. En España suman más de 100.000 lectores. Y un Premio Nacional de Cómic, obtenido con su última entrega, Amarillo, en 2014.
Desde entonces, el investigador descansaba. Y se relamía los bigotes a la espera de volver a la acción. Porque sus autores nunca consiguen pasar demasiado tiempo lejos de él. “Le tenemos un afecto desmedido”, relata Díaz Canales. En una videollamada, ambos cuentan que, cada vez que se ven, comparten ideas para algún nuevo relato. Y una de ellas se ha convertido en Todo cae, el esperado sexto capítulo de la trama, que Norma Editorial publica el 29 de octubre.
Años cincuenta, crímenes, gabardina y cigarrillos. El cóctel de Blacksad resulta irresistible para muchos. Como los clásicos de la novela negra, a lo Raymond Chandler, pero en cómic. Un “Disney para adultos”. O una “mezcla de fábula y género noir”, por ceñirse a sus propias definiciones. Aunque, en realidad, el tebeo luce muchos más colores: todos los de una metrópoli que vive y respira en cada dibujo. A veces, un diálogo cabe en una viñeta de formato tradicional. Otras, las imágenes piden una página entera sin palabras. Libertad creativa, en definitiva, avalada por galardones como el Eisner o el Harvey, aparte de las cifras de ventas, y hasta una adaptación al videojuego.
“La característica de la serie te impone unas ciertas normas, y una de ellas es permanecer fiel a esa época, los cincuenta. No tiene sentido contar la historia de una manera tergiversada, como no lo tendría juzgar a los personajes de Mad Men por machistas. Intentamos no caer en el anacronismo. Más que aplicar el revisionismo, presentamos las cosas como eran y que cada uno juzgue”, tercia el guionista sobre el mundo que retratan. Pero, además, el lector descubre en cada álbum un fresco social que habla de temas como el racismo, el extremismo o la generación beat. Cada caso, aparte de un misterio, aporta material para la reflexión. Esta vez, de fondo, también se deslizan grandes debates: la transformación de las ciudades, el urbanismo o la corrupción inmobiliaria. Argumentos familiares en España, aunque universales, al fin y al cabo. No por nada, la serie ha sido traducida a decenas de idiomas.
El dibujante Juanjo Guardino (derecha) y el guionista Juan Díaz Canales, en una fotografía tomada en 2008 en Gijón.EFE
A ello contribuye, también, su peculiar universo, poblado de animales antropomórficos. En busca de pistas, el gato se cruza con zorros, hipopótamos o serpientes. Una elección que varios cómics han abrazado en las últimas décadas, del celebérrimo Maus (Reservoir Books) a Las 5 tierras (Yermo Ediciones), pasando por Las crónicas del León Melquíades (ECC). Y que los dos autores reivindican. “Se puede buscar rastro de la figura de muchos animales en las distintas sociedades a lo largo de los siglos, desde referencias a la Biblia hasta la literatura de todas las épocas, pasando por la cultura popular o el refranero”, defiende Guarnido. “Te da una riqueza de matices muy explotable”, asegura Díaz Canales. Por ejemplo, con referencias simbólicas o juegos de palabras.
Detrás, los autores juran que no hay ninguna fórmula. Tan solo una regla: “Cada historia debe gustarnos a los dos”. La de Todo cae les intrigó tanto que se fue alargando. Y terminó dividida en dos partes. Para la segunda, habrá que esperar principios de 2023. Aunque sostienen que los ritmos solo los marcan ellos dos. “Nunca nos hemos visto obligados a alimentar el monstruo, a explotar la franquicia. Por eso en 20 años hemos hecho seis álbumes”, explica Díaz Canales. “El objetivo es hacer el cómic que nos gusta a nosotros, aunque siempre hay gente que lo critica por demasiado comercial”, agrega Guarnido.
Otra viñeta de 'Todo cae', sexta entrega de la serie 'Blacksad'.
“Blacksad tiene clara vocación de entretenimiento. Es muy agradable a la vista, con una narrativa accesible al gran público, pero eso no está reñido con darle un trasfondo. Hemos intentado guardar ese equilibrio, una historia que no renuncia a la acción pero a la vez trata un tema que nos parezca interesante. No busco casi nunca hablar del presente, pero afortunada o desgraciadamente los argumentos que usamos siempre están de actualidad”, defiende el guionista. Uno de los personajes principales de Todo cae, por ejemplo, evoca a Robert Moses, polémico jefe de urbanismo de Nueva York en la primera mitad del siglo XX.
El comienzo de toda la saga, en cambio, se debe a una inspiración de Díaz Canales. Como en los mejores idilios, Guarnido recuerda hasta el día en que ambos se conocieron: “1 de septiembre de 1990”. Coincidieron en un curso de maquetación, fueron admitidos y descubrieron una pasión común por el cómic. Un día, el guionista enseñó al dibujante una historia corta sobre un gato detective que había preparado. Cuando, tiempo después, Díaz Canales le planteó a su amigo publicar una novela gráfica juntos, Guarnido se acordó de aquel personaje que le había fulgurado. Y aceptó, a condición de que escribieran de John Blacksad. Ambos, a la sazón, trabajaban en la animación a tiempo completo. Pero la fascinación por el tebeo pudo más que su contrato fijo.
Un lugar entre las sombras salió primero en Francia. Donde vivía el dibujante y donde tenía que ser, según Díaz Canales: “A finales de los noventa era absurdo plantearte publicar en España. Habían cerrado prácticamente todas las revistas, no existía un mercado de novelas gráficas”. Mucho ha mejorado, desde entonces, pero prestigio y éxito editorial nacionales siguen lejos de ser comparables con Francia. “Ahí el cómic tiene una tradición y un respeto casi a la altura del cine”, insiste el guionista. Aunque Blacksad tiene seguidores en medio planeta. “Los gatos caemos siempre de pie, pero eso no implica que nos guste merodear por las alturas”, afirma el detective en una viñeta de Todo cae. Su serie lleva, sin embargo, 20 años ahí arriba. Y no muestra ningún signo de vértigo.
El Pais
lunes, 27 de septiembre de 2021
¿Quién soy yo?
La esperanza o el caos se encierran dentro de un jovenzuelo con astas de ciervo, que tan sólo busca conocer su verdadera identidad en 'Sweet Tooth. El regreso', cómic que firma Jeff Lemire
JOSÉ LUIS VIDAL
22 Septiembre, 2021
Volver a un mundo ya conocido, muchos años después, para encontrarnos con la sorpresa de que ese joven es igual que Gus, aquel chaval que compartió mil y una peripecias en un mundo casi muerto, aquejado de una grave enfermedad, un virus que había diezmado a la población mundial y causado el nacimiento de los híbridos, seres humanos que compartían características animales, a los que se culpaba del desastre pandémico…
En el inocente rostro del protagonista de Sweet Tooth. El regreso se reflejan mil y una cuestiones, dudas nunca contestadas por la persona que le ha criado, Padre, un hombre recto, creyente, que ha tratado de llevarle por el buen camino con la ayuda de las Tatas, una orden religiosa femenina que sólo ha tenido una misión, cuidar de él, con rectitud no exenta de dureza.
Él ha podido correr libre, saltar, divertirse en ese bosque que parece no tener límite, un lugar que parece sacado de sus sueños, ya que roza la perfección. Pero existe una frontera, y sabe que nunca debe sobrepasarla, ya que lo desconocido y el peligro acechan más allá.
Siempre ha sido un niño obediente, dejándose inocular esa medicina que le mantiene sano, tal como Padre le ha repetido una y mil veces. Nunca ha desobedecido a sus mayores hasta ahora, momento en el que tiene extraños sueños en los que un hombre muy alto y fornido se dirige a él y le llama ¿Goloso? ¿Es ése su verdadero nombre? ¿Quién es ese hombre que parece conocerle bien? ¿Hay algo más allá de las lindes del bosque?
La juventud es la edad de la rebeldía, la valentía más ciega, así que sin pensarlo dos veces elabora un plan para huir, explorar ese nuevo mundo que quiere conocer. Y sí, existe, hay un lugar, desconocido hasta ahora, donde se topará con una niña, Penny, que se va a convertir en inesperada compañera en este viaje iniciático que hará que el protagonista sepa de dónde procede y, casi sin quererlo, adopte el papel de la llama que encienda el fuego de una revolución.
Y es que hay gente, un pueblo de humanos, de los pocos que han sobrevivido, que llevan años siendo oprimidos por el duro puño de Padre y sus Máscaras de Madera, un cuerpo que se encarga que nadie alce la voz en contra de los preceptos de aquel que todo lo sabe, aunque existe rebeldes como Pikton, un tipo que comparte un pasado con Padre (una reveladora serie de flashbacks nos lo muestran) y alienta a sus congéneres contra la tiranía de éste. Pero, ¿la huida del chico es real o se trata de un oscuro plan trazado por Padre?
La respuesta a esta pregunta la encontraréis en Sweet Tooth. El regreso, miniserie en la que Jeff Lemire, padre de la criatura regresa para revisar el futuro de ese mundo posapocalíptico que nació de su fértil imaginación y plantear un nuevo e intrigante misterio que hará que sigamos a ¿Gus? (si es que se trata realmente de él) para encontrar respuestas a sus preguntas, una solución a esos sueños, visiones que le relacionan estrechamente con un chico que vestía una camisa de cuadros roja.
Lemire, ocupándose en esta ocasión también de la parte gráfica, demuestra una vez más lo gran narrador que es, sumergiéndonos en un trama nueva que, pese a desarrollarse en un ambiente ya conocido para todos los que disfrutamos con la serie original (también publicada por la editorial ECC), nos deparará no pocas sorpresas, con esa mezcla de géneros tan características del autor, y que le han convertido en uno de los nombres más seguidos y valorados en el mundo del cómic en estos momentos, tanto por la variedad y originalidad de sus propuestas, gracias a su frenética actividad creadora, que hace que trabaje a la vez para varias editoriales (Image, Dark Horse…) y hace poco tiempo, este éxito ha hecho posible que la serie original, Sweet Tooth, dé el salto a la pequeña pantalla, con una adaptación que ha contado con el aprecio de los espectadores, convirtiéndose en un primer peldaño, ya que ya están en preproducción otras creaciones del guionistas canadiense, como la futurista Descender o la terrorífica Gideon Falls.
Pero no me gustaría olvidar a otro gran artista, cuya paleta da color a este mundo opresivo y subterráneo en el que se mueven los protagonistas, José Villarrubia, con el que Lemire se reencuentra tras haber trabajado juntos en la serie original y que aquí vuelve a dejar patente lo gran artista que es, y lo importante que es el color en una obra, ya que también es parte de la narración, hecho que muchas veces tendemos a olvidar.
Os propongo un plan para todos aquellos que aún no habéis disfrutado de este cómic. Sentaos cómodamente y lanzaos de cabeza, junto a sus protagonistas, a un mundo lleno de secretos, híbridos, peligros, psicópatas y, tal vez, algo de esperanza. Estoy seguro que cuando paséis la última página me lo vais a agradecer.
Malaga Hoy
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