viernes, 25 de septiembre de 2020

¿Whodunit?

Un lugar de descanso y recuperación se convertirá en la escena de unos terribles crímenes que implican a los seres más poderosos del Universo DC

JOSÉ LUIS VIDAL

21 Septiembre, 2020

La cadencia mensual del comic-book en lo Estados Unidos viene padeciendo desde hace ya mucho tiempo una dolencia. La falta de ideas hace que la gran mayoría de títulos que llegan a las estanterías de las librerías, pese a estar creados con la mayor de las profesionalidades, no hace sino repetir una y otra vez la misma fórmula, con las aventuras de personajes que, o bien están totalmente desgastados después de tanto uso, o no se le has sabido tratar adecuadamente… Siempre repito aquello de “no hay personaje malo”.



Héroes en Crisis


Guion: Tom King

Dibujo: Clay Mann, Travis Moore, Lee Weeks, Mitch Gerads, Jorge Fornés.

Tapa dura

240 págs.

25 euros

ECC Ediciones

Pues bien, cada cierto tiempo, como una bocanada de aire fresco, aparece en el panorama de la historieta de superhéroes un nuevo creador con ideas que a nadie se le habían ocurrido hasta ese momento y saben darle la vuelta, indagar en el interior de los personajes y, al fin y al cabo, son capaces de escribir buenas y originales argumentos.

El ejemplo perfecto para esta situación fue, es, el guionista Tom King, que ha sabido llevar hasta el límite al Caballero Oscuro, o narrado el día a día de un Nuevo Dios, Mister Milagro.

En la estimada competencia ganó merecidamente un Premio Eisner con esa visión (y nunca mejor dicho) del artificial núcleo familiar formado por el sintezoide más famoso de La Casa de las Ideas.

Así que en este Héroes en Crisis, donde se le permite jugar con todos los juguetes de la casa, crea Santuario, un lugar al que los luchadores por la verdad y la justicia pueden acudir cada vez que sientan que algo no va bien en su interior para sincerarse ante un programa que los escucha y procura dar solución a sus pesares.

Situado en la zona occidental de Nebraska, nadie excepto los héroes conoce de su existencia, ya que si ésta se hiciera pública, la confianza del ciudadano de a pie caería al suelo, ya que no vería a esos inalcanzables seres que surcan el cielo como dioses modernos, sino como a personas poderosas con problemas de personalidad, traumas, etc…

Y entonces sucede lo impensable, un terrible crimen que hace que la Trinidad de héroes de este universo tenga que esforzarse al máximo para resolver el mayor de los misterios. ¿Quién tenía conocimiento de este lugar y ha cometido una auténtica masacre?

Curiosamente, no será un héroe quien tenga una importante pista y papel en la trama. Se trata de la desquiciada Harley Quinn, que cree saber la identidad del asesino, que resultar ser uno de los pacientes de este sanatorio tan especial… Booster Gold.

Convertido en un prófugo perseguido por los que hasta entonces han sido sus compañeros, tan solo la inquebrantable amistad de uno de ellos lo pondrá a salvo mientras el team up más impensable se crea, uniendo a la villana Harley con Barbara Gordon, Batgirl.

A lo largo de la historia, los nueves episodios que la componen, iremos conociendo los secretos de todos los héroes que han pasado por Santuario. Y no seremos los únicos, ya que alguien los filtra, enviándoselos a la mejor reportera de Metropolis, que se encuentra ante uno de los grandes dilemas de su carrera periodística, algo que puede llegar a costarle el matrimonio.

Como podéis ver, una trama del todo original, con un desenlace totalmente inesperado, que ni siquiera la Reina del Misterio, Agatha Christie, podría llegar a resolver.

Y junto a Tom King, un grupo de dibujantes que resume lo mejor del panorama artístico del momento: Clay Mann (junto al que prepara la esperadísima miniserie protagonizada por Bruce Wayne y Selina Kyle), Travis Moore, Lee Weeks (con el que ya ha trabajado en anteriores ocasiones, en historias protagonizadas por el heraldo de Gotham), Mitch Gerads (junto al él nos narró la mejor historia de Mister Milagro y en la actualidad comparte, junto a Doc Shaner, las aventuras de Adam Strange) y el español  Jorge Fornés (Solo os diré un nombre, “Rorschach”…)

Con estos creadores de semejante talla, estamos ante una obra de lo más interesante, que nos muestra un perfil hasta ahora inexplorado en el mundo de los superhéroes, con un argumento que os mantendrá pegados a sus páginas.


Malaga Hoy


Buzz y Bell por Sergio Aragones

 












Por Sergio Aragones

El Pais, Pequeño Pais año 1990


SALTA CONMIGO

 

EL AUTOR.
Philippe Halsman y Marilyn Monroe, a la que retrató para la portada de "Life" en 1959. La actriz saltó unas 200 veces.

Philippe Halsman, uno de los retratistas más prestigiosos del siglo XX, convenció a aristócratas, actores o vicepresidentes para que brincaran ante su objetivo en los cincuenta. Recuperamos algunas de estas sorprendentes y optimistas imágenes en el año del centenario de su nacimiento. Por Iker Seisdedos. Fotografía de Philippe Halsman


ARISTOCRÁTICOS.
Los duques de Windsor, Wallis Simpson y Eduardo, en una sesión de fotos en 1956, con los zapatos en el suelo.



 
Saltar repetidamente es divertido. Liberador. Uno de esos sentimientos universales. Además de la única forma, decía el escritor de ciencia-ficción Ray Bradbury, de descubrir, al batir los brazos, si uno es capaz de volar o no.

Para Philippe Halsman, una simple secuencia de saltos podía ser también un valioso elemento de juicio. Si no, pregunte a la novelista y cineasta de éxito Nora Ephron. A finales de los sesenta, una pequeña redactora con la misión de entrevistar al gran hombre. Al término de la conversación, Halsman le pidió que saltase para su objetivo. La chica, que conocía a la perfección el honor que aquello suponía, accedió halagada. Saltó tres veces y exactamente del mismo modo cada vez. Supuso que era justo eso lo que Halsman buscaba; el movimiento preciso. "Bueno", dijo él, "por lo que acabo de ver, es usted una persona muy determinada, ambiciosa y dirigida, pero nunca escribirá una novela. Sólo tiene un salto en su interior".

Afortunadamente para la revista Life, Halsman fue mucho mejor retratista que adivino. Con una marca de 101 portadas, firmó más veces en la primera plana del semanario que revolucionó el fotoperiodismo que ningún otro fotógrafo. Y entre todas, una que se publicó el 9 de noviembre de 1959. Sobre un fondo azul, Marilyn Monroe, sonriente, descalza, de espaldas, con los brazos pegados al cuerpo y los puños cerrados, miraba divertida a los ojos del lector. Se hallaba, por supuesto, a la mitad de un enérgico salto.
En aquella sesión, Marilyn "Llevó la contraria a la gravedad", según recordó Halsman después, unas 200 veces. Cuando hubieron terminado, la actriz dijo a Halsman: "Philippe, si no has quedado contento, llámame para repetirlo. Aunque sea a las cuatro de la madrugada".

No extraña que el titular que acompañó la histórica foto de portada fuese: Marilyn, parte de una galería fotográfica saltarina. Con aquella imagen, la saltología de Halsman alcanzó su cima. 

Todo había comenzado en realidad siete años antes, al final de una sesión de fotos con la familia Ford, magnates del automóvil, cuyo emporio cumplía medio siglo. Halsman descansaba con un trago en la mano preparado por Eleanor Ford (nuera de Henry). ¿Saltaría la gran dama de Detroit para su objetivo? "Nunca en mi vida había visto una expresión de mayor asombro", recordaría Halsman después. "¿En serio me está pidiendo que salte con estos tacones?", repuso ella.

Además de la primera de una serie de 198 retratos de contagioso optimismo que tomaría Halsman en los siguientes años y reuniría en 1959 en el libro Jump book (El libro de los saltos), aquélla fue otra muestra del gusto por el juego y el poder de persuasión del fotógrafo. El mismo que le sirvió para convencer, al final de sus sesiones de fotos, al vicepresidente Richard Nixon, poco sospechoso de tomarse las cosas a la ligera, a dar en una dependencia de la Casa Blanca un tímido saltito de seminarista. O al escritor Aldous Huxley, un octogenario juez Learned Hand o el físico J. Robert Oppenheimer, director del Proyecto Manhattan, que desarrolló la bomba atómica. O los duques de Windsor, a los que retrató con los zapatos cuidadosamente colocados a un lado del punto de propulsión.

Aparte estaban los actores, por naturaleza más inclinados al juego. Anthony Perkins, Grace Kelly Jacques Tati, Audrey Hepburn, Brigitte Bardot, Gina Lollobrigida... Y Dean Martin y Jerry Lee Lewis, a los que no hubo que pedirles nada: saltaron por propia iniciativa durante una serie de retratos de cómicos de la NBC que la cadena de televisión encargó a Halsman en 1950. A aquella espontaneidad atribuiría después el fotógrafo la primera inspiración para su proyecto.

Con los años, Halsman se dio cuenta de que "muy en el fondo, la gente quería saltar y lo consideraba divertido", escribió. Un punto de vista que refuerza el hecho de que pocas personalidades declinaran la invitación (el pianista Van Cliburn; la leyenda del periodismo televisivo Edward R. Murrow; el 31° presidente de Estados Unidos, Herbert Hoover, o la primera dama Eleanor Roosevelt) y que sólo un puñado de los que accedieron prohibieran que se publicasen al verlas.

Además del encanto y el sentido del humor que se adivina en el tipo pequeño de gafas de pasta y pinta simpática que se ve en los retratos de Halsman, su capacidad de persuasión se cimentaba en la rara habilidad de crear retratos icónicos, de los que acuden a la memoria colectiva al mencionar el nombre de una personalidad. Suyas son, por ejemplo, la fotografía del joven cómico judío llamado Woody Allen, el retrato despeinado de Einstein, el perfil con puro y pájaro de Alfred Hitchcock o el plano corto de los bigotes hirsutos de Dalí.

Con el pintor español le unió una relación de más de treinta años de retratos. De él tomaría el regusto surrealista que se deja sentir en estas fotografías saltarinas; sobre todo, en una de sus obras más famosas, una imagen titulada Dalí atomicus (1948). En ella se ve al genio con un pincel en la mano, suspendido en el aire, con tres gatos, una silla, un lienzo y un montón de agua volando por los aires. Hicieron falta cinco horas y que los ayudantes de Halsman arrojasen los gatos y el agua 26 veces para conseguir una obra que acabaría seleccionada para la exposición Cincuenta grandes fotografías de la primera mitad del siglo XX. Halsman, entre cuyas virtudes hay que añadir la modestia, dijo entonces: "Que una foto mía acceda a este honor dice muy poco de estos 50 años".

CÓMICO.
El director de cine y actor Jaques Tati se prestó al juego de Halsman con pasión surrealista

EN PAREJA.
Dean Martin(izquierda) y Jerry Lewis, en uno de los primeros saltos retratados por Halsman, en 1951.

De izquierda a derecha y de arriba a abajo: 
GINA LOLLOBRIGIDA. Actriz italiana.
SALVADOR DALÍ. Pintor surrealista español (1953).
ALDOUS HUXLEY. Escritor estadounidense.
GRACE KELLY. Actriz estadounidense (1955).

De izquierda a derecha y de arriba a abajo:
BRIGITTE BARDOT. Actriz francesa (1955).
HAROLD LLOYD. Cómico del cine mudo (1953).
ANTHONY PERKINS. Actor (1956).
AUDREY HEPBURN. Actriz (1955).


EN LA CASA BLANCA. Hasta Richard Nixon, entonces (1959) vice presidente de Estados Unidos, accedió a saltar para Halsman.

Mucho antes de reconocimientos como éste y de su trabajo en Life (para la que siempre trabajó como colaborador, nunca aceptó un contrato fijo), Halsman también se ganó cierta reputación en la Europa de entreguerras. Nació en Riga (Letonia) en 1906, y creció como el hijo de un dentista y un ama de casa judíos de la alta burguesía. A los 22 años, cuando era estudiante de ingeniería en Dresde (Alemania), se reunió con su familia para pasar las vacaciones de verano en un pueblo cerca de Innsbruck (Austria). Un día, padre e hijo fueron de excursión por las montañas tirolesas. El primero se despeñó y murió. Sin ninguna prueba, las autoridades locales, contagiadas por el creciente antisemitismo que sobrevolaba Centroeuropa, acusaron y encarcelaron a Phllippe por el asesinato de su padre. Pasó dos años en prisión y fue amnistiado gracias a la presión de intelectuales como Thomas Mann, Freud o Einstein.

Halsman tuvo tiempo de sobra en la cárcel para tomar la decisión de su vida: convertir la fotografía, su hobby de siempre, en una profesión. Mudado a París, se estableció como retratista profesional en un estudio cercano al barrio bohemio de Montparnasse. Hacia 1938, y gracias a su trabajo como retratista de actores de teatro y su determinación por superar las dificultades técnicas con ingenio, Halsman ya gozaba de reputación y de un portafolios que incluía personalidades como André Gide, Malraux o Marc Chagall (a quien, por cierto, haría saltar en 1955).

Pero el comienzo de la II Guerra Mundial le im¬pidió, con todo, gozar de la reputación ganada. En 1940, y con los nazis a las puertas de la ciudad, Hals¬man pudo, con la ayuda de Einstein, emigrar a Esta¬dos Unidos al encuentro de su mujer, la fotógrafa Yvonne Moser. Al llegar, Einstein escribió, sobre su mesa en Princeton, una carta en la que le auguró "un gran éxito" en su nuevo país.
Por suerte, el físico sí se reveló
como mejor adivino que Halsman, y el pequeño judío letón de la cámara Rolleiflex que no tenía ni amigos, ni idea de inglés, fue encadenando trabajos en la agencia Black Star y el Saturday Evening Post y en publicidades para Elizabeth Arden, hasta que recibió, en 1942, su primer encargo para Life. Del encuentro de Halsman con el editor de entonces, Wilson Hicks -pionero del foto-periodismo tal como lo entendemos y autor de la frase "nunca antes tanto del mundo, ni tan juiciosamente seleccionado, había sido visto en un solo lugar y en una sola semana como en Life"-, surgió una colaboración que dio como resultado más de cincuenta portadas de la revista en nueve años.

Entonces, con Halsman asentado como uno de los fotógrafos más prestigiosos del país, la saltología conquistó su visión del mundo. No sería, en todo caso, correcto decir que él inventase el salto como objeto fotográfico. Por ejemplo, Martin Munkacsi, húngaro emigrado a EE UU, autor de la célebre imagen Tres niños en el lago Tanganika, prodigio de composición y movimiento y la obra que decidió a Cartier-Bresson a consagrar su vida a la fotografía, ya había hecho saltar a una modelo en una playa de Long Island en 1933.

De lo que no cabe duda es de que nadie demostró una pasión por los saltos que llegase al punto de dedicarlos un libro con una extensa introducción escrita por él mismo. En el prefacio de Jump book, Halsman disertó, con una mezcla de academicismo y sorna, sobre la ciencia que bautizó como saltologia.
 
Escribió: "En este punto, los lectores bien documentados (los que no lo son, se saltan las introducciones) se preguntarán: todos estos saltos están bien, pero... ¿para qué sirven? [...] Toda nuestra civilización, comenzando por nuestra temprana educación, nos enseña cómo disimular nuestros pensamientos. [...] Todo el mundo lleva una armadura. Nos escondemos tras una máscara. [...] Durante el salto, el sujeto, en un repentino arrebato de energía, se ve sobrepasado por la gravedad. No puede controlar sus expresiones, sus músculos faciales. La máscara cae. La verdadera personalidad se vuelve visible. Uno sólo tiene que atraparla con su cámara". Los críticos, que captaron la broma de la falsa teoría, comenzaron a llamar estas fotografías de saltos "el test Roschasch de Halsman", en referencia a la prueba basada en la interpretación de manchas amorfas ampliamente utilizada en psicología. Del análisis de las fotos, Halsman sacaba curiosas conclusiones acerca de la naturaleza humana. Por ejemplo, los saltos americanos son distintos de los británicos. Los presidentes de las compañías tienden a brincar con los brazos doblados y los periodistas los pegan al cuerpo. Y entre todos los hombres, el duque de Windsor fue el único que se descalzó antes de aplicarse a la tarea. Después de aquel libro, Halsman aminoró el fervor por los saltos, aunque continuó trabajando, como fotógrafo y profesor, hasta su muerte, en Nueva York, en 1979. Siempre en el campo del retrato y trascendiendo al constreñido mundo de las celebridades. Para él, todas las caras escondían "el misterio de un ser humano". "Capturarlo se ha convertido en la meta y la pasión de mi vida", escribió.

¿Cómo lo conseguía? En su libro Halsman at work, la respuesta tomaba la forma de un chiste. "El del francés que conocía 32 formas distintas de h¬cer el amor, pero había olvidado la natural. Uno no debe evitar esto. La primera regla es: recuerda el modo natural y directo. Es el más poderoso. Por raro que parezca, se olvida a menudo". •

El Pais Semanal. Número 1.574. Domingo 26 de noviembre de 2006


jueves, 24 de septiembre de 2020

La belleza rota de Julia Margaret Cameron POR ELSA FERNANDEZ-SANTOS

 


La muerte del reyArturo (1874).


Retrato de Julia Jackson (1867).

Rechazada por el resto de los fotógrafos victorianos de la época, quienes tacharon sus planos desenfocados como incorrectos. Julia Margaret Cameron diseccionó a los protagonistas de sus imágenes con atmósferas románticas y desafiantes. Dos siglos después, esta obra mantiene vigente su modernidad.

 Charles Darwin (1868, impresa en 1875), en la fotografía inferior. Arriba, Sappho (1865).

 
 
Julia Margaret Cameron no solo se enfrentó al rechazo de los fotógrafos de la época victoriana, sino al paternalismo de los puristas de generaciones posteriores, que minimizaron su genio tachando sus imágenes, desenfocadas y manchadas, sus borrosos y quebrados medios y primeros planos, de feliz accidente, dei éxito de un error. Pero muy al contrario, la obra de esta fotógrafa no es fruto de la casualidad, sino de un estilo que tuvo el coraje de dar la espalda a las reglas de la reproducción mecánica y a los cánones de la época. Asumiendo la imperfección como expresión artística, logró recoger algo que iba más allá de la nitidez de la imagen: el alma de los retratados, sobre todo sus mujeres y niñas, a las que capturó como nadie lo había hecho antes. Melancólicas y vulnerables, de una belleza romántica y enfermiza, pero también impenetrables y desafiantes, con una profundidad trágica que hoy se mantiene imperturbable.

La retrospectiva que el Victoria and Albert Museum dedica a la artista por el bicentenario de su nacimiento (Calcuta, India, 1815) y por los 150 años de su primera y única exposición en vida (en el mismo Victoria and Albert, antes South Kensington Museum, en 1865) muestra la fuerza creativa de una mujer que, según la estadounidense Marta Weiss, comisaria de la exposición, ha sufrido la tibieza de la lectura machista de la historia. Pese a que desde muy pronto se reconoció su enorme influencia -era imposible no hacerlo-, se insistió en la idea de los fallos técnicos y de la suerte del aficionado frente a la que hoy cobra más peso: la obra de Julia Margaret      -


 Mayday (1866)



Paz (1864)
Paula y Virginia (1864)
Circe (1865)
William Michael Rossetti (1865)



Cameron es fruto del empeño de una mujer ambiciosa y testaruda que se sabía artista.

"¿Errores o experimentos?", se pregunta Weiss insistiendo en el matiz. "Ella cometía errores, pero desde el momento en que no los corrige y los repite una y otra vez dejan de ser errores para convertirse en un estilo. Dejar huellas del proceso, de las manchas, rasguños o efectos borrosos dotaron de enorme modernidad, y humanidad, a su trabajo. Hemos investigado muchos de sus negativos, esas repeticiones, y por eso creo que lo correcto es hablar de experimentos".

A través de la correspondencia que la fotógrafa mantuvo con Henry Colé, director del South Kensington Museum, sabemos de la enorme aspiración de su trabajo, de sus ansias por exponer, hacerse valer ¡y ganar dinero! con sus fotografías en un mundo que desde el primer momento la ninguneó por su mala ortografía con la cámara y el revelado. En un duro artículo que la Sociedad Fotográfica de Londres publicó en su Photographic Journal quedaba clara la postura académica: "Nos disculpamos por condenar el trabajo de una mujer, pero estaríamos cometiendo una injusticia si dejásemos pasar sus fotografías como ejemplo de buen arte o de perfección". Colé, por el contrario, no solo creyó en ella, sino que la convirtió en la primera artista residente del museo. "Mi aspiración" escribió ella, "es ennoblecer la fotografía y garantizar que se la tenga por un arte con mayúsculas capaz de combinar lo ideal y lo real sin sacrificar la verdad y desde la más completa devoción hacia la poesía y la belleza". Sobre las criticas vertidas por la Sociedad Fotográfica de Londres, mantuvo una envidiable distancia: "De no haber sido capaz de valorar la crítica en su justa medida me habría desanimado mucho. Era demasiado implacable y manifiestamente injusta como para tenerla en cuenta. El enorme espacio que me fue concedido en sus paredes por los jueces, indulgentes a la vez que exigentes, parecía invitar a la ironía y el esplín de la noticia impresa". Para Marta Weiss su resistencia solo se explica desde su enorme confianza en sí misma y en su proyecto. "Efectivamente, fue una figura controvertida en su época, incluso después de su muerte, pero supo seguir adelante aferrándose a lo positivo y alas personas que creyeron en ella".

Cameron tuvo su primera cámara con 48 años, una de sus hijas se la regaló para ocupar sus solitarias horas en su casa de Freshwater Bay, en la isla de Wight, donde pasaba el tiempo lejos de su marido, el abogado Charles Hay Cameron, y de sus seis hijos. Fue en esa casa, reconvertida en ajetreado estudio y sucio laboratorio, donde empezó a retratar a sus criadas, hermanas, familiares, amigas y vecinas. Entre ellas estaba la joven Alice Pleasance Liddell, la Alicia de Lewis Carroll, y su sobrina Julia Jackson, madre de Virginia Woolf. Carroll despreciaba los retratos de Cameron por imperfectos y la autora de Alfaro tampoco demostró demasiada simpatía por su tía abuela. Un desdén inútil: Cameron cambió la forma de mirar a las mujeres y a las niñas al retratarlas despeinadas, medio vestidas, con aire somnoliento, de andar por casa. Se alejó de la rigidez victoriana para acercarse a su propia naturaleza femenina. "Su luz y su forma de encuadrar eran de una enorme modernidad, dotaba a su trabajo de una energía muy dramática", afirma la comisaria, que recuerda la exposición de 1999 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA), dedicada solo a los retratos femeninos y mucho menos exhaustiva que la de ahora (57 frente a 120 imágenes). La muestra del Victoria and Albert, itinerante, viajará del 17 marzo al 15 de mayo de 2016 a la Fundación Mapfre de Madrid, acompañada de una serie de fotografías de la época que servirán de contexto.

Para el director de cultura de la fundación, Pablo Jiménez Burillo, el rechazo a Cameron hay que situarlo dentro de las peculiaridades de la sociedad británica de entonces, "esa mirada conservadora no se hubiera dado ni en el continente ni en Estados Unidos, donde eran más abiertos a la modernidad, mientras que la sociedad inglesa, entonces mucho más replegada hacia atrás, era negativa a todo lo moderno. Cualquier experimentación estaba fuera de lugar". Para Jiménez Burillo, las imágenes de Cameron son difíciles de olvidar cuando se descubren. "Recuerdo una exposición suya a finales de los años ochenta en la Juan March de Madrid. No existe un fotógrafo con su intensidad. Me atrae su personalidad y su calidad, su técnica estaba ajustada a la perfección a lo que ella quería contar, que era algo muy intenso, de sentimientos ocultos, no hablados. Miraba al pasado, a la pintura, pero al mismo tiempo a algo nuevo y diferente. Con las fotografías de Julia Margaret Cameron no sabes qué ocurre pero sabes que algo está ocurriendo. Y eso es el arte".

Un artículo de Sarán Burlón, actual diseñadora de Alexander McQueen, publicado en el diario Financial Times ahonda en ese lado inescrutable de Cameron. Burton recuerda cómo sus mujeres y niñas han colgado de las paredes del taller de McQueen desde siempre. "Creo que Cameron resuena en McQueen porque ella demuestra con qué naturalidad pueden coexistir belleza y tragedia. Vivió en un tiempo donde la gente estaba obsesionada por la vida y la muerte, donde la muerte no era tan tabú. Convivía con la muerte, y eso es algo que tiene mucho que ver con el estado anímico de McQueen. Esa misma melancolía victoriana nos ha hablado a nosotros y por eso ella siempre ha estado ahí. Miramos sus fotografías. Yo miro sus fotografías. Buscando la misma autenticidad en mis mujeres, la misma suavidad de espíritu". Esa esencia que ha obsesionado a generaciones de amantes de la belleza rota, atrapadas por el grito insondable de estas silenciosas fotos •
 

El Pais Semanal nº 2.045 Domingo 6 de diciembre de 2015

martes, 22 de septiembre de 2020

AGENCIA DE LO DESCONOCIDO Cristina Hombrados Laguarta





Los espeluznantes casos de Margo Maloo. Tomo 1

Drew Weing

Maeva Young Estados Unidos Cartoné

128 págs.

Color


 Mis padres dicen que los monstruos son fruto de la maravillosa imaginación infantil.

Charles Thompson, recién llegado a Eco City

Ni matemática, ni deportista de élite, ni veterinaria, ni cocinero. La profesión con la que muchos niños soñarían ejercer antes de entrar en el aburrido mundo de los mayores es, sin duda, la de mediador. Y es que terciar con seres fantásticos se antoja una labor excitante (¿o en qué estabais pensando?). Quizás alguno se decantaría por presentarse ante unicornios, hadas o duendecillos. Pero donde haya trolls, espectros, vampiros, ogros o trasgos, que se quite cualquier otro ser. Y es que ¿hay algo que resulte más emocionante que entablar contacto con esos entes?

La figura del monstruo ha resultado tradicionalmente atractiva para creadores y lectores. Todo ser fantástico que causa espanto no es solo trasunto de miedos, representación de peligros, metáfora de lo trascendental o advertencia del mal camino. Encarna, además, la distorsión de la realidad, se presenta como elemento perturbador de la reconfortante paz, desencadenante de desgracias y antesala de la aparición y consecuente acción de un héroe.

Drew Weing ha imaginado todo un entramado social y una sólida infraestructura monstruosa paralela a la realidad de Eco City, muy alejada en concepción a esa alternativa tenebrosa del «otro lado» o upside down habitada por seres malignos que plantean otras creaciones. Así, esa dualidad humanidad-monstruos es el escenario

sobre el que se desarrolla este tebeo de aventuras y misterio que conforman Los espeluznantes casos de Margo Maloo. La narración secuencial está dotada de un excelente ritmo basado en el «continuará». The Creepy Case Files of Margo Maloo (2014) nació y ha crecido como web-cómic con una actualización periódica de lo que impreso vendría a ser una página, hecho que ha condicionado su formato de publicación. Ironía sutil, trazo suelto y vibrante, acertado desarrollo de personajes conjugando estereotipos y trasfondos individuales o excelente dosificación de los misterios por descubrir, completan el retrato de conjunto.

A modo de curiosidad, cabe comentar que si bien es de autoría y factura del autor estadounidense, la aclamada historietista e ilustradora Eleanor Davies (Tú, una bici y la carretera, Astiberri, 2019 o ¿Arte? ¿Por qué?, Barrett, 2019) es co-creadora de Margo.

Weing juega con elementos reconocibles de la tradición narrativa que, por su larga trayectoria, ya forman parte de nuestro imaginario colectivo como consumidores de cultura popular y medios audiovisuales, a los que asocia, por otra parte, una serie de características perfectamente explotadas, actualizadas y combinadas entre sí. Sin ir más lejos, el uso de esos monstruos hacia los que los niños suelen experimentar sensaciones encontradas (desde el horror más absoluto hasta sentirse irresistiblemente cautivados). Los lleva de ese supuesto plano imaginario en el que habitan al mundo real, convirtiéndolos en seres tangibles, tan de verdad como las inquietudes que puede sentir un niño o el ansia por conocer el funcionamiento de su entorno. No son presentados como el enemigo a batir, sino más bien como un elemento inserto en el todo, con una explicación plausible y totalmente comprensible para su existencia y sus acciones. Suponen una invitación a desembarazarnos de todo tipo de prejuicios. También nos encontramos ante el clásico desencadenante de una trama, que no es otro que la mudanza familiar sobrevenida; Eco City es la ciudad de destino en la que Charles y sus padres comenzarán una nueva vida.

Otro de esos elementos es la existencia de emplazamientos arquitectónicos con presencias sobrenaturales. El Pionero, el viejo hotel donde se instalan y que está siendo remodelado por el padre de Charles, es la vívida imagen de un edificio habitado por seres que no son de este mundo, al igual que otras edificaciones que se van descubriendo a lo largo de las viñetas. Y qué decir del binomio protagonista de personajes contrapuestos. Por un lado Charles, vivo retrato de los reporteros que han poblado el medio investigando y se han hallado envueltos en auténticas aventuras. Amigo del orden en todos los sentidos, preguntón, torpe y algo miedoso, mantiene un blog y toma nota de todo lo que acontece a su alrededor. Y por otra, la gran protagonista: la misteriosa Margo Maloo. A medio camino entre heroína y trabajadora social, no en vano es mediadora de monstruos. Personalidad, talante dialogante y resolutivo, con un gran sentido de la justicia y don de gentes, capaz de presentarse allá donde la necesiten. Personifica ese saberse especial, transitar por parcelas vedadas a los adultos, tomar el control de su existencia y la tan ansiada libertad para explorar el mundo.

Margo Maloo suma una nueva incorporación a ese destacado plantel de personajes femeninos marca de la casa de los tebeos infantiles y juveniles del catálogo de Maeva Young. A este volumen le seguirá un segundo ya editado en Estados Unidos con más casos de la eficaz mediadora. Estamos ante una historia abierta que cuenta ya con siete capítulos y sobre la que Weing anunció en mayo de 2019 un pequeño paréntesis que, esperemos, no se alargue demasiado.


Obra relacionada

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Jaume Copons y Liliana Fortuny (Combel Editorial)

Monster Allergy

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(Nuevo Nueve)

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Joann Sfar

(Fulgencio Pimentel)

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(La Galera)

Todo Minimonsters

David Ramírez (Astronave Editorial)

 

CÓMICS ESENCIALES 2019

UN ANUARIO DE ACDCÓMIC, JOT DOWN & GP EDICIONES

Primera edición: junio, 2020

DRAGONES Y MAZMORRAS Jota Lynnot



La Mazmorra Integral Vol. 1

Joann Sfar, Lewis Trondheim, Walter, Brigitte Findakly, Boulet y Lucie Albon 
Norma Editorial
Francia
Cartoné con sobrecubierta 316 págs.
Color

 La irrupción de L'Association en el panorama del cómic francobelga fue un auténtico revulsivo. En 1990 un grupo de autores comandado por Jean-Christophe Menu creaban un sello editorial para publicar obras que no encajaban en la industria de la época. Los grandes editores se habían acomodado en el rígido álbum de género, y los autores que se unieron a Menu, Lewis Trondheim, David B., Patrice Killoffer, Stanislas Bathélemy, Matt Konture y Mokeït, apostaban por cómics en blanco y negro anclados en la realidad y con puntos en común con el trabajo de compañeros norteamericanos como Seth y Chester Brown. Aunque originalmente publicaron sus propias obras, no tardaron en abrirse tanto a otros autores noveles como Marjane Satrapi, que con Persépolis les consiguió su mayor éxito, como a consagrados como Joann Sfar, que ya triunfaba en el cómic más comercial.

Fue precisamente el encuentro entre Sfar y uno de los fundadores de L'Association, Lewis Trondheim, lo que propició la creación de La Mazmorra en 1998. Resulta en cierta forma paradójico que dos representantes de la nouvelle bd se embarcaran en un ambicioso proyecto planteado para alcanzar los quinientos álbumes, hecho que podría ser también el sueño húmedo de cualquier fan de los juegos de rol. Sfar, un reconocido jugador, no solo plasma su propia experiencia con Rune Quest o Dragones y Mazmorras, sino que parece trazar el ciclo vital del rolero medio. Estructurado en tres ciclos —Amanecer, Zenit y Crepúsculo— que muestran pasado, presente y futuro de La Mazmorra, y dos spin offsFestival y Monstruos— que cuentan nuevas aventuras de personajes principales y secundarios. La mazmorra es el escenario básico donde suelen transcurrir los juegos de rol de fantasía, es ese lugar donde los aventureros se enfrentan a monstruos en busca de tesoros y objetos mágicos.

La visión de Sfar y Trondheim, co-creadores de la saga, es fiel al concepto, pero introduce elementos costumbristas que asemejan a la Mazmorra tanto a un edificio institucional como a una especie de parque temático. Los protagonistas son precisamente los gestores y trabajadores de tan pintoresco lugar, un castillo con sus criaturas, magos y riquezas. El guardián, director del complejo, es una persona preocupada por el cada vez menor tirón de La Mazmorra entre los aventureros, y el chico de los recados en realidad encierra el potencial de los grandes guerreros. Es precisamente este héroe inesperado, un pato antropomorfo que atiende al nombre de Herbert, el que junto al estoico soldado dragón Marvin protagoniza las descacharrantes aventuras de Zenit, que se recopilan en el primer integral de la serie. Si bien este ciclo de Zenit apuesta por un tono humorístico e irónico, la serie es respetuosa con los códigos de las historias de espada y brujería y de los juegos de rol, y no se queda en una sucesión de guiños. Buena muestra de esta fidelidad es que no tardaría en publicarse un juego de rol, supervisado por Sfar y Trondheim, basado en el mundo de La Mazmorra.

Lewis Trondheim marca el estilo gráfico de la serie, huyendo del dibujo realista para fijarse en Herriman y las tiras de prensa de principios del siglo xx o en los patos de los tebeos de Disney de Carl Barks, anticipándose a la elasticidad de Hora de Aventuras y a los dibujos animados de Cartoon Network.

Con el cambio de ciclo, el tono se va volviendo más oscuro y amargo, y el propio Sfar, Christophe Blain o Manu Lacernet toman el relevo a los lápices. La Mazmorra es probablemente la última gran saga de aventuras del cómic franco-belga, que es por fin reeditada en seis integrales aprovechando la próxima publicación de nuevas historias de Zenit. Una buena oportunidad de aventurarse en sus muros, llenos de tesoros, dragones vegetarianos y patos descorazonados.


Obra relacionada

Lapinot y las zanahorias de Patagonia

Lewis Trondheim

(Astiberri Ediciones)

El gato del rabino

Joann Sfar

(Norma Editorial)

Rat Queens

Kurtis J. Wiebe y Roc Upchurch (Norma Editorial)



CÓMICS ESENCIALES 2019

UN ANUARIO DE ACDCÓMIC, JOT DOWN & GP EDICIONES

Primera edición: junio, 2020

Batman: el caballero oscuro sigue deslumbrando

La reedición de la saga completa de ‘El regreso del caballero oscuro’, el anuncio de un nuevo videojuego o el rodaje de su próximo filme muestran la vigencia del héroe, que hoy celebra su día anual

TOMMASO KOCH

Madrid - 19 SEP 2020


Dibujo realizado por Jason Fabok.TM & © 2020 DC COMICS.

En el fondo, no es más que un ser humano. Ni le mordió una araña radiactiva, ni los dioses le insuflaron habilidades sobrenaturales. Al revés, desde que era un niño, el destino le cargó un peso sobre los hombros. Dos balas le privaron de sus padres y, quizás, de un futuro distinto. Él mismo sabe que otro disparo podría acabar con su vida en cualquier momento. Ningún acero cubre sus músculos, solo la piel. Tal vez el único superpoder de Batman —con perdón de su cuenta bancaria— sea su fuerza de voluntad. Para combatir el crimen. Y para seguir adelante, década tras década, sin hincar nunca la rodilla. Ha sufrido heridas graves, dudas, complejos y hasta amnesia. Sin embargo, siempre se ha levantado, al igual que sus historias: 81 años de publicaciones ininterrumpidas. “Se ha alzado como un símbolo de determinación, valentía y justicia para generaciones de fans”, afirma DC, la editorial que lo lanzó en 1939 y lo edita desde entonces. Y que, hoy sábado, vuelve a celebrar su gran fiesta: el Batman Day.

Hay decenas de eventos previstos, en todo el planeta y para cualquier edad. Con tijeras y una impresora, los pequeños pueden crear su bat-señal para invocar al hombre murciélago. DC ha organizado concursos online y una subasta benéfica de dibujos para ayudar a los creadores en dificultad que enorgullecería al propio Bruce Wayne. ECC Ediciones, que publica las aventuras del héroe en España, también propone un juego con premios en la Red, ha esparcido regalos por unas 200 librerías del país y, sobre todo, acaba de lanzar en un único tomo la saga completa quizás más celebrada de Batman: El regreso del caballero oscuro, de Frank Miller. Tan hábil como su protagonista, el libro ha aparecido en las librerías, ha arrasado y se ha volatilizado. Todo agotado, tanto que ya se prepara una segunda edición.

Una prueba más, por si hacía falta, de la vigencia de Batman. “Cualquiera de sus cómics tiene siempre asegurado, como mínimo, un éxito moderado”, asegura Gustavo Martínez, responsable del personaje y, en general, de la línea DC en ECC Ediciones. El discurso, en realidad, trasciende el tebeo: la próxima película del hombre murciélago acaba de retomar su rodaje, después de que el nuevo Batman, Robert Pattinson, se recuperara del coronavirus. Su enésima aventura en el videojuego, Gotham Knights, fue desvelada hace apenas un mes. El héroe esquivo y tenebroso ya no lo es tanto: presta hoy su imagen a muñecos, parques de atracciones, mochilas o juegos de mesa. El servicio de correos de EE UU le dedicó unos sellos especiales y la aplicación de GPS Waze permite conducir con la voz del hombre murciélago como copiloto: “¡Coge la segunda salida y mantén la concentración!”. Con algo de fantasía, uno puede sentirse al volante de la bat-móvil.

“Es curioso cómo un héroe solitario y vengativo haya acabado siendo una franquicia”, defiende Martínez. Y eso que, por más que hoy sea un icono, Batman nació como un encargo. El éxito de Superman, creado en 1938, pedía a gritos nuevos héroes. Y el sello que entonces se llamaba National Comics y hoy es DC acudió al dibujante Bob Kane. “Preguntó cuánto cobraban los autores de Superman. Cuando lo supo, dijo que por ese dinero les daría un personaje nuevo al día siguiente”, recuerda David Hernando, autor del libro Batman. Serenata nocturna, editor del personaje en España entre 2005 y 2011 y ahora director editorial del departamento de cómics de Planeta.


Batman y Robin, vistos por Kevin Nowlan y Dan Jurgens.TM & © 2020 DC COMICS.

Kane pidió ayuda al guionista Bill Finger, aunque con el tiempo intentó marginalizar el rol del otro co-creador. Se inspiraron en filmes como La marca del Zorro, Drácula y El murciélago susurra, y en un programa de radio llamado The Shadow (La sombra), entre otras cosas. Poco a poco, le quitaron las alas, renunciaron a cualquier prenda roja y apostaron por un tono sombrío y un talento detectivesco digno de Sherlock Holmes. “Algo así como lo opuesto de Superman”, concuerdan Martínez y Hernando. Los Estados Unidos que salían de la Gran Depresión también marcaron el personaje. “Era una época de empoderamiento para la gente ordinaria. Batman era el lado oscuro del sueño americano, una sombra sobre el optimismo de la época”, escribió The Guardian. El 30 de marzo de 1939, el número 27 de Detective Comics acogió el debut del hombre murciélago: El caso del sindicato químico.

“El éxito fue impresionante, pronto superó a Superman”, recuerda Martínez. Mucho ha cambiado desde entonces, aunque otras cosas siguen idénticas. Su primera obra ya revelaba que Batman era Bruce Wayne, y el comisario Gordon estuvo ahí desde el principio. En el número 33 de Detective Comics, se dibujó por primera vez la muerte de Thomas y Martha Wayne. Apenas un año después, el héroe ya tenía su propia serie, y enseguida se cruzaron por su camino Catwoman, Robin o Joker. No faltó mucho para que saltara también a la pequeña pantalla. “Representa el típico americano del self made man. Tiene esa obsesión con el crimen por el trauma que sufrió. Y vuelca toda su existencia en eso”, explica Hernando. “Todo lo que ha alcanzado es por esfuerzo y dedicación. Respecto a otros héroes, es más fácil sentirse Batman”, agrega Martínez. Aunque Kane resultó tener una visión completamente distinta: según él, Batman triunfaba sobre todo “por su elemento camp”.


Primera portada donde apareció Batman, en 1939.TM & © 2020 DC COMICS.

En su debut, en todo caso, el murciélago apenas se inmutaba ante la muerte de su primer enemigo. “Al principio mataba sin miramientos. Pasó de justiciero asesino a no tomarse la justicia por su mano. También porque el producto iba enfocado a los críos”, señala Hernando. Casi enseguida, Batman perdió las pistolas, y apostó por sus célebres artilugios tecnológicos. Pero seguía siendo humano, con sus miedos y sus debilidades. “Puede ser más realista que otros héroes, a cualquiera le puede entrar un ataque de ira. En su obra se tolera más el umbral de violencia, él mismo lo traspasa de vez en cuando”, insiste Hernando. Aunque hace tiempo que el héroe juró no matar. Precisamente por eso, el sueño del Joker es ser asesinado por el murciélago: así destruiría todo su universo de valores.

Siempre a la vanguardia tecnológica, Batman también se fue adaptando a los tiempos. En los cincuenta, viajó al espacio y derrotó alienígenas. Y tuvo que lidiar con La seducción de los inocentes, el ensayo de 1954 donde el psiquiatra Fredric Wertham acusaba a los tebeos de corromper almas y ser, prácticamente, el demonio. Si Wonder Woman era “un manifiesto para reclutar lesbianas”, en su visión Batman y Robin representaban el inaceptable “sueño de dos homosexuales de vivir juntos”, recuerda The New York Times. Hay quien sostiene que la introducción en los tebeos de Batgirl y Batwoman pocos años más tarde en absoluto fue fruto de la casualidad: en DC debieron de pensar que la homofobia contaba mucho menos que el riesgo de perder lectores.

Tras las polémicas, en los sesenta Batman se hizo más despreocupado e irónico. Para resumir esa década, sirve cualquier secuencia de la serie con Adam West: su colorido éxito influyó también en el cómic, tanto que Hernando habla de una época algo “estrambótica” para el personaje. La aparición de artistas como Dennis O’Neil, Neal Adams y Frank Miller devolvió en los setenta y ochenta al héroe a su esencia: un detective envuelto en la oscuridad y en una ciudad podrida. Y le empujó hasta los límites de su propia mente y sus miedos.

Hicieron falta las películas de Tim Burton, sin embargo, para que Batman alcanzara un éxito global y arrollador, que el disfraz con pezones de George Clooney estuvo a punto de cargarse. La saga fílmica de Christopher Nolan llegó para consagrar al personaje. Hoy, a sus 81 años, tiene a sus espaldas de todo. Fue sustituido durante una época, fingió su muerte varias veces, tuvo hijos y estuvo a punto de casarse con Catwoman. Finalmente, ella no se presentó a la boda. El héroe se quedó solo otra vez. Por lo menos, siempre le quedará su misión. Ahí estará, donde se le necesite. Solo hace falta encender la bat-señal.


¿UN HÉROE DE DERECHAS?

El empeño de Batman en restaurar el orden, junto con el estilo de vida del multimillonario Bruce Wayne, han llevado más de un analista a interpretar al murciélago como un personaje de derechas. David Hernando sostiene que, simplemente, la visión procede de quién mira, y que el personaje no ostenta ninguna tendencia política. "Cuando la gente dice que puede ser de derechas es porque ven su estatus social, un multimillonario que se cree con el poder de imponer la ley. Este concepto en bruto es fácil ligarlo a la derecha. El trauma que lo creó y la motivación que le lleva a ser héroe es una tragedia con la que podemos conectar todos. Batman no intenta cambiar lo establecido, solo intenta traer un poco de justicia a una ciudad muy corrupta. Y, a la vez, se esfuerza para que la gente de a pie tenga una oportunidad. A través de Wayne Industries, intenta mejorar la ciudad también con programas de vivienda social o albergues para jóvenes. Wayne construye para salvar Gotham", agrega Gustavo Martínez.


El Pais