miércoles, 12 de agosto de 2020

domingo, 9 de agosto de 2020

El cómic del yo para preadolescentes

Raina Telgemeier se ha convertido en un fenómeno editorial con obras gráficas que ahondan en traumas infantiles a partir de su propia vida. Dos premios Eisner acaban de encumbrarla

TEREIXA CONSTENLA

Pontevedra - 28 JUL 2020


'Coraje', de Raina Telgemeier.

Raina Telgemeier (San Francisco, EE UU, 43 años) se convirtió hace diez años en un fenómeno editorial con un libro sobre ortodoncia, esa plaga bíblica que recorre bocas infantiles de medio mundo. Se titulaba Sonríe y contaba su propia desesperación con la pérdida de dos incisivos que le hicieron perder pie en el mundo. Nada que banalizar si uno tiene 11 o 12 años y empieza a interesarse en chicos. El éxito animó a escarbar más en su propia autobiografía a la dibujante, que dedicó un libro al nacimiento de su hermana Amara (y a todas las malas sensaciones que también puede desatar algo así en la vida de un niño) y otro a las fobias y miedos que sintió a partir de los 9 años, titulado Coraje.

Por esta obra, que acaba de publicar en España Maeva, al igual que las anteriores, Raina Telgemeier recibió este fin de semana dos premios Eisner, uno de ellos como mejor escritor/artista, categoría suprema para distinguir a aquellos que tienen el don de narrar igual de bien con dibujos que con palabras y que también alcanzó con Hermanas en 2015. Los dos galardones se suman a los tres que tenía por libros anteriores (Sonríe y Fantasmas, además de Hermanas) y la colocan en un pedestal de elegidos donde apenas hay autores de cómic infantil y juvenil. Uno de esos casos donde las ventas masivas acaban apuntaladas por el reconocimiento de la crítica y la industria.

Coraje (Guts, en inglés) fue saludado en The New York Times como uno de los mejores libros publicados sobre la ansiedad y sus mecanismos. Viñetas para pensar. Hace tiempo que el cómic pisa fuerte por territorios complejos y Telgemeier ha tenido la habilidad de aunar dos corrientes de moda: la literatura del yo y la novela gráfica. “Yo fui una hipocondriaca temerosa de la enfermedad. El miedo derivó en una ansiedad severa y en ataques de pánico, que han permanecido toda mi vida, aunque he aprendido a manejarlos y a vivir con ellos”, expone en una entrevista por correo electrónico realizada en junio.

Si ella es el mejor material de sus libros, sus cómic se han convertido en una terapia redonda para su autora. “Lo son. Así como escribir un diario desde los 11 años me ayudó a procesar mis pensamientos entonces, escribir sobre cosas que me sucedieron hace tiempo es todavía catártico. Ahora tengo el beneficio de la edad para entender mejor quién fui y por qué”, confía.

En Coraje, Raina es una niña a dos minutos de la pubertad, considerada la rarita de la clase, aunque sin problemas de acoso. Tiene una buena amiga y una buena familia. Hace cómics y vive en un piso minúsculo. Se describe a sí misma como “nerviosa, tímida, callada y vergonzosa”. Un buen día comienza a vomitar (o a creer que lo hará) y esta señal de que algo no va bien acaba colonizando su mente. Entre otros miedos desarrolla el de la emetofobia (fobia al vómito).

El cómic nace de las vivencias de la autora, que acabaría en manos de una psicóloga infantil. “Comencé un diario a los 11, así que el acto de anotar mis pensamientos y sentimientos significa que tengo una grabación de todo lo que experimenté de joven. Ha sido un valioso regalo leerlos de nuevo, además creo que el hecho de escribirlos en el momento ayuda a que permanezcan más accesibles en la memoria”, indica.

La viveza con la que traslada sus convulsiones emocionales podría explicar la conexión con sus lectores, que hacen que sus libros figuren siempre en las listas de superventas de EE UU. A pesar de estar publicado en 2019, Coraje aún figuraba como el tercer cómic más vendido en junio en la lista de The New York Times. “Yo trato de escribir con honestidad y humor. Creo que el trabajo artístico ayuda a los lectores a visualizar mis historias y a colocarse en la piel de mi personaje”, reflexiona.

A partir de la adolescencia, Telgemeier dibujó numerosas historietas, que abordaban tanto infancias como vidas adultas. “La gente”, recuerda, “parecía disfrutar mucho de las historietas infantiles, así que empecé a concentrar mi energía en ellas”.

La autora estadounidense Raina Telgemeier.

Al margen de su línea de autoficción, Raina Telgemeier también decidió adaptar al cómic una popular colección de novelas juveniles, El club de las canguro, escrita por Ann M. Martin entre 1986 y 2000. Netflix acaba de estrenar este mes la serie inspirada en esta saga, que ha vendido más de 176 millones de ejemplares. “Hice la adaptación a la novela gráfica bastante pronto en mi carrera, y funcionó porque ¡eran mis libros favoritos cuando yo era niña! Trasladar algunas de mis historias y personajes predilectos fue un placer, y también fue una forma de cumplir con ellos al introducirlos para toda una nueva generación de lectores”, responde Telgemeier. Los cuatro libros adaptados por la dibujante han sido también editados por Maeva,que publicó recientemente El club de las canguro. El talento de Claudia.

Telgemeier no ha inventado la autoficción ni el cómic, pero ha sido una de las pioneras en juntarlos a ambos para abordar con empatía las vidas de los preadolescentes. Ese territorio que no es infancia ni juventud y que hasta entonces había descuidado la industria editorial. Y que gracias a ella se ha convertido en un boom.


El Pais

ANDRE FRANQUIN LA MANO MAESTRA

 

Hablar de André Franquin es un poco hablar de la historia del tebeo francés. La: industria de los años 50 era diferente a la actual, se funcionaba en torno a las revistas infantiles del momento, los dibujantes colaboraban entre ellos como una peña de amigos, estaban unidos, se comentaban sus trabajos, se echaban una mano cuando alguien se quedaba clavado sin ideas. El resultado final aunque siempre era del autor, contaba con ideas de los demás.

Franquin a través de sus muchos años de navegación por el océano tebeístico, nunca se ha quedado encallado. Su obsesión por la frescura de una historia hace que lo que es en principio un guión claro a seguir, tome rápidamente un giro inesperado. Franquin nunca se queda dormido, en cuanto él no disfruta cambia sin pensarlo dos veces el rumbo del guión. Es un perfeccionista absoluto. Su fanatismo por la veracidad de todo lo que compone el ambiente, hace que para dibujar cualquiera de sus miles de máquinas e inventos que deambulan por sus tebeos estén bastantemente documentados. Es purista hasta la médula. Realiza hasta ocho o nueve croquis de gestos de los personajes para encontrar el que le satisfaga.

Todo esto, más un sentido de la aventura trepidante, y un humor inteligente e incluso ácido y protesten, le ha catapultado como uno de los mejores artesanos del medio.

Hablar de la obra de André Franquin. una obra de 50 años aproximadamente, no es ninguna chiquillada precisamente.

Franquin nace en Bruselas en el año 1924. Después de pasar por un estudio de animación, donde conoce a Morris y a Peyó, comienza su andadura en el terreno del tebeo en la revista Spirou. A Jijé le gustó el estilo de Franquin y es entonces cuando decide hacerle responsable de la serie Spirou. que llevaba 8 años funcionando, desde que Rob-Vel la creara. En 1946 Franquin toma a Spirou en medio de una historia que Jijé había comenzado (Les maisons Prefabriquees). A partir de este momento Franquin será el artífice del impulso del personaje.

André al tomar a Spirou le inyecta de su propia sangre, hace de él un personaje vital, enérgico, con carácter, quitándole el carácter excesivamente romántico que poseía el personaje. Con Fantasio también sucederá lo mismo, el periodista se convertirá cada vez más en un cascarrabias.

Después de realizar varias historias cortas, por fin se lanza hacia las grandes aventuras con el Álbum "Hay un brujo en Champiñac". El camino empezaba a perfilarse para Franquin. En la segunda historia larga (Spirou y los Herederos), André crea a un personaje clave de la serie, el Marsupilami. Este animalito con cuerpo de marsupial, cabeza y piel de leopardo, y con una versátil cola de varios metros, enriqueció extraordinariamente la comicidad de la serie, el simpático personaje aportó un gancho continuo de cara al lector.

Una anécdota curiosa al respecto del Marsupilami, es que la comisión de censura que funcionaba por aquellos años, consideró al animalito muy nocivo para la juventud, porque era absurdo e imaginario.
Increíble pero cierto. Finalmente y afortunadamente el agua no llegó al río y el Marsupilami pudo pasearse tranquilo por las páginas de Spirou. Casos como este no eran un hecho aislado, era el pan de todos los días, y más tarde fue uno de los motivos por los que Franquin abandonó la serie. En aquellos tiempos había que luchar contra este tipo de censura y además contra la del editor, lo que ya es una tarea Hercúlea. 



En 1961, Franquin junto al guionista Greg, crea a uno de los personajes más carismáticos de la serie, se trata de Zorglub. Franquin posee un apasionamiento desmedido por el diseño de máquinas modernas y gadgets, y el personaje le viene como anillo al dedo. "Z como Zorglub" y "La sombra de Z", son el comienzo de lo que iba a ser una serie al gusto de Franquin. Pero a Dupuis, el editor, no le gustó el nuevo enfoque que estaban tomando las aventuras de Spirou y cuando Franquin le muestra las 9 primeras páginas del siguiente álbum con Zorglub, se niega a que continúen con el personaje. Greg y Franquin tienen entonces que, a su pesar, cambiar todo el guión previsto y elaborar otro en torno a esas 9 páginas. El resultado de todo esto fue el álbum "QRN en Bretzelburg".

Las aventuras de Spirou se suceden, surgen personajes secundarios como el conde de Champiñac, el alcalde de Champiñac. Zantafio, etc., que van cobrando importancia y vida propia con más fuerza cada vez.

El mundo imaginario de Spirou respira coherencia, todo está cuidado hasta el mínimo detalle, cada nuevo álbum va recargan do más y más la serie de matices, de detalles de personajes nuevos, de situaciones cómicas al máximo. Es un mundo vivo y fascinante de seguir.

Después de 22 años con Spirou a las espaldas, Franquin comienza a estar cansado, se siente atrapado por Spirou, siente que le ahoga, y decide dejar la serie, cediendo los derechos de todos los personajes creados por él, excepto el Marsupilami, con el cual realizó más tarde múltiples gags e historietas. La serie es recogida entonces por Fournier y después de pasar por varias manos, acaba en las de Tom y Janry, actuales responsables del personaje.

Al margen de Spirou, Franquin realizó otros trabajos y continua en la brecha, pero volvamos por un momento al pasado.

En 1955 Franquin discute con Dupuis. a raíz de esta discusión André decide trabajar para la revista Tintín, creando así la serie "Modeste et Pompón". Esta serie duraría hasta 1959 y contó con la colaboración de Greg como guionista.

Pero fue dos años después, cuando Franquin vuelve a dar en el clavo con la creación del personaje Gastón Lagalfe. Gastón nace como anti-héroe, un verdadero bueno-para-nada, un gafe en potencia, y supone, aunque resulte ahora sorprendente, un caso extraño para el mercado de entonces. Franquin se encariña rápidamente del Personaje, se siente más libre con el gag de una página, y el personaje evoluciona con toda soltura, prueba de ello es que ha realizado más de una veintena de álbumes de Gastón.

En 1977. F. junto a Delponte, deciden crear un suplemento especial para la revista Spirou, un suplemento donde tuvieran plena libertad de acción. Se trata de "Le Trombone Ilustre". Es aquí donde nacen las primeras planchas de "Ideas Negras", en las que Franquin demuestra poseer un humor más ácido, crítico y negro que de costumbre. El suplemento duró 30 semanas. El editor presionó a los autores, según él, algunas historietas eran muy fuertes para los lectores de la época y además económicamente, el suplemento no hacía que la revista vendiese más números. Como resultado de esto, deciden dejarlo. Más tarde Franquin continuó la serie "Ideas Negras" en la revista Fluide Glacial.

Franquin además de dibujante ha trabajado como guionista en colaboración con Delporte para Will en "Isabelle" y para Jannin en "Ames Ringad et la taupe augraphie".

Respecto a la obra de Franquin publicada en España, y centrándonos especialmente en los álbumes de Spirou, hay que decir que la coherencia ha brillado por su ausencia. Editora Mundi, al principio, y Ediciones Júnior, actualmente, han publicado los álbumes en el orden que le ha dado la real gana, sin tener para nada en cuenta el orden original de la serie que es el siguiente: "4 aventuras de Spirou y Fantasio" (1950), "Hay un brujo en Champignac" (1951), "Los sombreros negros" (1952), Spirou y los Herederos" (1952). "Los ladrones del Marsupilami" (1954), "El cuerno del rinoceronte" (1955), "El dictador y el Champiñón" (1956), "La mala cabeza" (1957), "La guarida de la morena" (1957), "Los piratas del silencio" (1958), "La mina y el gorila" (1959), "El nido de los Marsupilamis" (1960), "El viajero del Mesozoico: (1960), "El prisionero de los 7 Budas" (1960) "Z como Zorglub" (1961), "La sombra de Z" (1962), "Spirou y los hombres burbuja' (1964), "QRN en Bretzelburg" (1968), "Un bebé en Champignac" (1969), "Tempo Tabú" (1974).

Con la edición de Gastón Lagaffe se ha seguido prácticamente el mismo criterio, aunque no incluiré el orden por ser menos importante que en el caso anterior.

Por último reseñar que Norma ha publicado 3 álbumes de las aventuras del Marsupilami, y 2 de la serie "Ideas Negras", que pasaron primero por la revista Cairo.

Después de este apretado apartado biográfico, quizás tocaría resaltar la enorme capacidad de Franquin para crear aventuras absorbentes, situaciones cómicas, personajes carismáticos, pero me da la impresión de que Franquin a sus 67 años no tiene ya que demostrar nada a nadie.

Es sin duda, junto a Hergé, uno de los dibujantes más populares y leídos del género, su saber hacer ha creado escuela dentro y fuera de su país. Sin embargo su dominio de la pantomima es una sabiduría química que muy pocos dibujantes han sabido recoger.

La herencia Tebeística de Franquin es una riqueza sin fronteras, posee quizás el secreto de la frescura y calidez del papel en movimiento, y Franquin sigue ampliándola, sigue teniendo un espíritu inquieto, sigue siendo una caja de sorpresas en activo.

J. C. MORA


El Maquinista nº3 Mayo/Junio 1991


The Art of Gundam F91 MAIN CHARACTER


Haruki Kadokawa presents
Newtype 100% collection-18
Mobile Suit Gundam F91













 Kadokawashoten 1991

sábado, 8 de agosto de 2020

Desde la cima

'Mayor' es un libro del autor conocido como Moebius que juega un papel similar al de un diario gráfico y en el que destaca la improvisación

JAVIER FERNÁNDEZ

05 Agosto, 2020 

'Mayor'. Moebius. Norma Editorial. 312 páginas. 20 euros.


A Moebius lo conocí personalmente la primavera que vino a las Jornadas del Cómic de Córdoba (¿cuándo fue aquello, en 1991?). Formaba yo entonces parte de la Asociación Andaluza de Amigos del Cómic, también llamados Tebeonautas, y nos dieron el chivatazo de que el artista andaba de paseo por la ciudad, así que unos cuantos no nos lo pensamos dos veces y nos echamos a la calle en su busca. Nos lo encontramos por la tarde de casualidad en la plaza de las Tendillas, esto es, en pleno centro de Córdoba, tomándose un helado con la familia (igual era un café o algo más fuerte, estoy novelando un poco).

El genio francés hablaba español con acento mexicano, y nos dijo, cuando al fin nos decidimos a abordarlo, que llevaba allí sentado toda la tarde y nadie lo había reconocido. Lo dijo sonriéndose, con un poco de asombro y felicidad, como un divo. Y es que, por aquel entonces, Moebius era lo más parecido a una celebridad dentro del mundo del cómic. Salvando las distancias, venía a ser el Stan Lee europeo (y cuando digo distancias me refiero a que uno era un artista como la copa del pino y el otro un mercachifle, ya saben ustedes quién es quién). Le hicimos mil preguntas, nos firmó unos tebeos, nos dibujó un muñequito que sería luego mascota de la asociación y lo pasamos en grande con nuestro ídolo. De esa misma estancia, guardo el vídeo de una entrevista que le hice, supuestamente para un medio local (en realidad era para la novia del cámara, que no había podido venir a Córdoba a ver la exposición de originales).

Pensando en Moebius, me acuerdo de que otro día, cenando con mi buen amigo Raúl (el de Berlín 1931, Ventanas a Occidente y La tierra sin mal), creo que cuando le organicé la exposición en Cosmopoética, o sea, en 2016, estuvimos hablando de nuestros historietistas favoritos y yo le dije que Crepax (por no decir Raúl) y el me dijo que Moebius, y yo le dije que Moebius no estaba mal, pero que llevaba muchos años sin interesarme y me miró como si le hubiese hablado en chino o le hubiera mentado a la madre. Y bueno, llegué a casa y le di una vuelta al montón de álbumes y libros de ilustraciones que tengo del dibujante y me vino un sudor frío. ¿Por qué había dejado de leerlo? Ese tío era un puto genio. Y desde entonces, he completado mi colección de Blueberry, he releído lo esencial, he llenado los huecos, he saboreado su grandioso Inside Moebius y me he agenciado dos catálogos monumentales, uno francés y otro alemán, que me han hecho disfrutar como ninguna otra cosa en estos últimos años.

Y ahora le ha tocado el turno a Mayor, esta especie de diario gráfico del último Moebius, una oda a la libertad y la imaginación, una maravilla improvisada que nos devuelve al artista juguetón, rabioso e incontenible de El garaje hermético o la citada Inside Moebius. Libros como éste, que se citan en segundo lugar al hablar del dibujante, demuestran que Moebius no sólo fue el mejor, sino que lo fue siempre, en cualquiera de sus encarnaciones. Su obra mira al resto desde la cima.


Malaga Hoy


Más allá del límite

JAVIER FERNÁNDEZ

05 Agosto, 2020

'The Book of Schuiten'. François Schuiten, Benoît Peeters. Norma Editorial. 152 páginas. 35 euros.


Para completar una página que abre Moebius no vale cualquiera, hace falta un artista de los de verdad. Y como quiera que me había dispuesto hacerles unas recomendaciones del fondo de Norma, que es quien nos viene sirviendo a Moebius desde finales de los 80, se me ha ocurrido rescatar The Book of Schuiten para que el nivel no decaiga (y por aquello de que Moebius también tiene una pila de libros de ilustraciones en su haber). Si usted no sabe quién es François Schuiten, hágase un favor y vaya a la librería de cómics más cercana en busca de lo que sea que tengan de él, especialmente de la serie Las ciudades oscuras, escrita por Benoît Peeters (si es otra cosa también sirve). Si ya lo conoce, y no las tiene, le recomiendo que eche un vistazo a las reediciones suyas que han venido saliendo últimamente, pues son deliciosas. No tiene pérdida, está todo editado por Norma.

A mí me gusta de principio a fin, pero, de Las ciudades oscuras, le tengo un especial cariño a La fiebre de Urbicande, ganadora del premio al mejor álbum en el festival de cómic de Angoulême en 1985, y La torre, una historia atmosférica y misteriosa que parece sacada de un libro de Borges o de Calvino; y del resto, no deja de asombrarme la serie Las tierras huecas, realizada con su hermano Luc, especialmente la fantasía especular de Nogegon.

Schuiten ha tenido el buen ojo de asociarse con excelentes escritores (en solitario tampoco lo hace del todo mal), aunque si hay un protagonista en sus tebeos, por sólidos que sean los guiones, es el dibujo. Y puestos a deleitarse la vista con las imágenes de uno de los mejores dibujantes de la historia del cómic, tenemos esa miniatura (metafóricamente hablando) que es El archivista y este The Book of Schuiten, un impresionante recorrido por su obra (ilustraciones, bocetos, obras inéditas, diseños para decorados, etcétera), según selección de quien mejor lo conoce, el propio Peeters. Virtuoso y visionario, Schuiten viaja más allá de los límites conocidos y nos trae noticias de otro mundo. Impresionante.


Malaga Hoy



Una lectura sólida

JAVIER FERNÁNDEZ

05 Agosto, 2020

'Marshal Blueberry'. J. Giraud, W. Vance, M. Rouge. Norma. 144 págs. 28 euros.


Ahora que ha terminado la reedición integral de Blueberry por parte de Norma Editorial, es un buen momento para recordar que sigue en librerías otro volumen integral relacionado con la serie, el que compila los tres álbumes del spin-off Marshal Blueberry: Por orden de Washington (1991), Misión Sherman (1993) y Frontera sangrienta (2000). Escritos todos por el propio Jean Giraud, los dos primeros fueron dibujados nada menos que por William Vance, el célebre artista de XIII, aunque diferencias creativas y editoriales mandaron el proyecto al limbo hasta que lo retomó Michel Rouge. El proyecto fue recibido con tibieza por unos aficionados poco dispuestos a aceptar un grafismo tan personal como el de Vance, pero, superados hoy los prejuicios, Marshal Blueberry se revela como una lectura sólida y entretenida; más aún, en esta fenomenal edición.


Malaga Hoy