jueves, 16 de julio de 2020

VIDA MOSTRENCA: Humor danés

Texto: Jordi Costa Ilustración: Darío Adanti

Lars von Trier es un gran humorista. Ha conseguido convertir el cine en un montón más o menos informe de Vídeos de primera, en los que un puñado de actores sobreactuados representan una exageración de vida con un toque de psicoterapia argentina (se cuenta que la mujer de Lars es bonaerense). Los cómicos, a veces, miden su impacto coyuntural en el grado de infección que sus chascarrillos provocan en el habla popular. Si el cine es un lenguaje, el dogma le ha provocado un chancro de lenta curación. La última vez que Lars von Trier me ha hecho reír: cuando le ha otorgado el certificado oficial a Érase otra vez, de Juan Pinzas, primera obra del dogma español y película bastante chistosa a su pesar. Otorgar el certificado a ese largometraje es la demostración de que lo del dogma era, a fin de cuentas, una chanza. Los idiotas, el único producto dogma hasta la médula, era, de hecho, una película chanza sobre una panda de gamberros que siembran el caos y acaban sufriendo mucho. Von Trier reconocería en la figura de Jorge Riera a un compañero de viaje: en la muestra de cine fantástico de Bilbao, Fant 2001, Riera acaba de presentar Amanao, el niño salvaje, corto presuntamente dogma, que ofrece un lúcido diagnóstico generacional de rockeros crepusculares -encarnados por el totémico Manuel Valencia, faneditor de 2000 maniacos-, bakaladeros en confuso presente -el propio Riera- y una concisa metáfora de lo que viene y dar miedo -el niño Carlos Riera, joven promesa-. El dogma resuelve su incógnita gracias a lo menos dogmático del mundo: la risa.




miércoles, 15 de julio de 2020

El cómic entroniza a las disidentes

Las vidas de mujeres que rompieron las convenciones sociales a través de la literatura, al arte o del compromiso político se convierten en biografías gráficas

Viñeta de 'Miss Davis', el cómic sobre la vida de Angela Davis de Sybille Titeux de la Croix y Amazing Améziane

TEREIXA CONSTENLA
Madrid - 14 JUL 2020

Entre Angela Davis y Annemarie Schwarzenbach hay más que un continente de distancia. Las separa también una clase social y una piel que condicionó sus trayectorias. Comparten, sin embargo, una manera de vivir a la contra: una desde la lucha por los derechos civiles de los negros en EE UU y otra desde la batalla diaria por hacerse a sí misma contra todas las convenciones y todos los clichés. Dos disidentes, al igual que la escritora Rose Wilder Lane, una anarquista feminista (a saber cuál es el orden correcto) que ayudó a que su madre, Laura Ingalls Wilder, se convirtiese en la exitosa autora de La casa de la pradera y acabase opacando su propia obra literaria o que la pintora polaca Tamara de Lempicka, que ensanchó los límites del art déco tanto como la permisividad moral de los años veinte, a la que han biografiado Virginie Greiner y Daphné Collignon en un álbum publicado en España por Planeta Cómic.


Personalidades divergentes aunque unidas por la búsqueda de algo que estaba en los márgenes, que han atrapado el interés de autores de cómic tan dispares como ellas mismas y que han llevado sus vidas a obras gráficas publicadas en los últimos meses. “De Annemarie, al segundo de conocerla, me atrajo su magnetismo y su actitud en sus retratos fotográficos, fue una disidente de género, sexual, y política. Se cuestionó sus privilegios de clase y su blanquitud: era muy consciente de la opresión racial y la explotación de la clase obrera”, explica la dibujante Susanna Martín, coautora de Annemarie (Norma) junto a la guionista María Castrejón.

La suiza fue muchas cosas, una perseguidora infatigable del placer, del talento, del exotismo, de la transformación social. Fotógrafa, escritora, viajera y periodista, Schwarzenbach nació en 1908 en una familia suiza adinerada y conservadora. Ella fue diferente desde la infancia y acabaría encarnando ese prototipo de mujer rompedora de los años treinta que a menudo acababa mal porque sus pulsiones interiores no encontraban acomodo en el mundo real.

Annemarie Schwarzenbach desató demasiadas revoluciones para deglutir en una sola vida: la sexual (el lesbianismo), la política (estaba en las antípodas del nazismo de su familia), la social (el feminismo). Aunque fue diagnosticada de esquizofrenia, Castrejón cree que hoy en día le habrían atribuido un trastorno límite de la personalidad. “Cumple muchos de sus ítems: la adicción a la morfina y al alcohol, los intentos de suicidio y sus pensamientos continuos de muerte, la sucesión de parejas, la sensación de vacío, vivir situaciones de peligro, poner su cuerpo al límite, ataques de ira, la relación tóxica con su madre y ese clamoroso sentimiento de justicia”, señala la guionista, que considera que aún hoy se la ve empañada tras un velo romántico. “Los demás la adoran como a un ídolo, pero no llegan a ver del todo la persona que es”, añade.


Página del cómic 'Annemarie', de Susanna Martín y María Castrejón /

Más de siete años le dedicó al proyecto la dibujante Susanna Martín, que emplea acuarelas, lápices y tinta en el cómic, donde los colores tienen su propio código anímico, como los rojos, magentas y violáceos de las crisis de la escritora.

La publicación de Miss Davis (Flow Press) tiene el don de la oportunidad, aunque sus autores, los franceses Sybille Titeux de la Croix y Amazing Ameziane, se embarcaron en la biografía mucho antes de que EE UU se adentrase en una nueva oleada de protestas contra el racismo. No deja de ser paradójico que sean dos autores europeos, a instancias de una editorial europea, quienes se lanzan a contar los años más crudos de una de las activistas americanas más demonizadas. Angela Davis, que nació en 1944 en una opresora Alabama, encarnó como nadie la polarización de la sociedad estadounidense en cuestiones raciales, que lo mismo la consideró una peligrosa terrorista que la reverenció como un icono de la lucha de los Panteras Negras en los setenta.

La activista Angela Davis, dibujada por Amazing Ameziane.

La primera pérdida cercana que sufrió Angela Davis fue la de sus antiguas compañeras de colegio. Cynthia Morris Wesley y otras cuatro jóvenes murieron en 1963 mientras asistían a un oficio religioso en la iglesia baptista de la calle 16 de Birmingham, donde todas habían nacido y donde las tensiones raciales se dirimían con balas y bombas. Davis estaba entonces en Biarritz, en una de las escalas que realizó en Europa mientras estudiaba Literatura francesa en la Sorbona y Filosofía con Adorno en Alemania. Cuando regresó se matriculó como alumna de Marcuse en San Diego y se implicó en los movimientos antirracistas que defendían una posición más radical frente al sistema que marginaba a la gente según su color.

Eran los días de Ronald Reagan como gobernador de California, del encarcelamiento de líderes negros como Rap Brown, del Ku Klux Klan quemando el sur y de Cointelpro, la operación secreta del FBI de Hoover para luchar contra el enemigo interior, un saco en el que entraban comunistas, defensores de la igualdad racial o supremacistas blancos que abrazasen la violencia. “Explicar a los lectores europeos qué fue Cointelpro es más fácil de hacer en el estilo de Snoopy. De ese modo puedes sonreír un poco, obtener la información y los lectores pueden respirar justo antes de la parte oscura y dura de Angela en la cárcel”, expone por correo electrónico el dibujante Ameziane, que también llevó al cómic la vida de Muhammad Ali con guion de Sybille Titeux de la Croix.

Tras su propia experiencia en prisión (celdas de aislamiento y encierros con enfermas mentales incluidos), la revolucionaria Davies se volcó en denunciar las condiciones de los presos, después de ser absuelta por un jurado de los delitos de asesinato, secuestro y conspiración, que le habían llevado a la cárcel.

Bagge al rescate de las libertarias
Después de sus libros sobre Margaret Sanger, la impulsora de la planificación familiar, y Zora Neale Hurston, antropóloga y escritora, Peter Bagge vuelve en Credo (La Cúpula) a indagar en la biografía de una mujer libertaria, tan singular como desconocida: Rose Wilder Lane (1886-1968) fue escritora, corresponsal de guerra y una de las fundadoras del movimiento anarquista en EE UU junto a las escritoras Isabel Paterson y Ayn Rand. También fue la hija de Laura Ingalls Wilder y artífice de la edición final de La casa de la pradera, la celebérrima novela sobre una familia de pioneros en el Oeste americano que más hizo llorar en las sobremesas españolas tras su adaptación televisiva. “Ella dedicó mucho tiempo y esfuerzo a los libros que su madre hacía”, explica el dibujante por correo electrónico.

La escritora Rose Wilder Lane, dibujada en 'Credo' por Peter Bagge.

Wilder Lane fue popular en las décadas de los veinte y los treinta del siglo pasado. “Desde entonces mucha gente ha estado preocupada o confundida por sus ideas políticas, y los fans de su madre la veían con malos ojos porque sabían que ambas se habían peleado mucho y ellos tomaban partido por la madre. Así que ella fue empujada hacia la oscuridad”, reflexiona Bagge.

Fue una de las autoras mejor pagadas (“casi medio millón de dólares al año”, recuerda su biógrafo) por sus trabajos literarios y periodísticos y una viajera intrépida (poseyó uno de los dos automóviles que existían en Albania), pero también sufrió adicciones al opio y la cocaína y depresiones. Como si ir por la vida abriendo caminos colectivos exigiese un crudo peaje individual.

El Pais


Mujeres dentro del volcán

Elizabeth Casillas e Higinia Garay trasladan al cómic las terribles condiciones en las que viven las mujeres salvadoreñas que, por diversas circunstancias, han de abortar


JOSÉ LUIS VIDAL
15 Julio, 2020




Pese a que aún nos queda mucho por recorrer y conseguir, es innegable que en nuestro país vivimos en un estado del confort que otros lugares desconocen. La ley del divorcio, el matrimonio gay, la recientísima implantación de la renta mínima, y la ley del aborto son solo algunos de los invisibles peldaños que, a lo largo de los años hemos ido subiendo gracias a la presión social y a una clase política que ha sabido escuchar al Pueblo.

Pero, por desgracia, esta situación no se da en todos los países del mundo. Y si nos fijamos en El Salvador, las mujeres viven un auténtica persecución en lo que al aborto se refiere, ya sea por causa naturales o provocado, cosa impensable en un lugar en el que la prisión es el fin de las desgraciadas féminas a las que se ha arrebatado ese derecho, ya que éste fue ilegalizado como tal en el año 1998.

Todas nosotras, el cómic que llega como novedad de Astiberri en el mes de julio a las librerías, es el retrato de cuatro mujeres, cuatro historias protagonizadas por Mariana, Cinthia, María Teresa y Elsi. Víctimas de un Estado que las convierte en criminales por el simple hecho de abortar, la mayoría de la veces por motivos puramente fisiológicos.

Todas vivirán entre rejas años, y la peor cárcel llegará cuando tengan la soñada libertad, que las va a confinar en una invisible celda, cuyos barrotes son la ingratitud, el desconocimiento de todos aquellos que las rodean, convirtiéndolas en mujeres marcadas por el resto de sus días, pese a que todas puedan reconstruir esas vidas y futuro que les fueron arrebatados de manera tan cruel.

Pero este cuarteto de retratos tan solo es la punta del iceberg, ya que son cientos las mujeres que han terminado con sus huesos en la cárcel. Pretende ser una llamada de atención hacia ese país que trata con tan nivel de injusticia a sus ciudadanas.

Estas historias narradas en primera persona por sus propias protagonistas, están plasmadas de manera colorida por Higinia Garay, llenando sus páginas de color, esas tonalidades que nos trasladan al lejano país, para tornarse en puro blanco y negro cuando, en la segunda parte del libro, las autoras nos explican la historia de El Salvador, sus vaivenes políticos y como se ha llegado a la situación que han reflejado anteriormente, así como definir a la perfección qué es un aborto, sus diferentes tipos y situaciones, etc.

Higinia Garay como ilustradora, junto a la guionista Elizabeth Casillas, han creado una obra que, junto a un documental dirigido por Itxaso Díaz (La historia de todas nosotras) y una pieza de danza deberían estar presentes en las bibliotecas de todo instituto en nuestro país y ser lectura y visionado recomendado, para que tanto sus alumnos como alumnas conozcan las dificultades por las que pasan estas mujeres. Todas ellas.


Malaga Hoy



El Principe de Egipto: A traves de los ojos del Cielo

THE PRINCE OF EGYPT. A New Vision in Animation. Charles Solomon












 Publicado en 1998 por Harry N. Abrams, Incorporated, New York
Dreamworks Pictures


The Art of Laputa (V)










Animage
Editorial Staff Editions

lunes, 13 de julio de 2020

The Art of Gundam F91 MOBILE SUIT

Haruki Kadokawa presents
Newtype 100% collection-18
Mobile Suit Gundam F91
















 Kadokawashoten 1991

El cine animado lo inventó todo

Jordi Sánchez-Navarro revisa en ‘La imaginación tangible’ la historia del género y lo reivindica como el terreno más fértil para la experimentación y la innovación cinematográficas

Una escena de “The Thief and the Cobbler: A Moment in Time AMPAS
IVÁN VILA


10 JUL 2020

Richard Williams acudió en 2015 al festival de Sitges a presentar una copia de trabajo de The Thief and the Cobbler, la legendaria película a la que dedicó media vida y que nunca vio la luz. Al menos en la forma en que el reverenciado maestro de la animación había querido. Y explicó que, tras proyectar esa misma copia un par de años antes en la sede de Pixar, los animadores del estudio, atónitos, le preguntaron cómo lo había hecho, cómo había conseguido esos movimientos. “Pues dibujándolos. Lo piensas y luego lo dibujas”, les explicó el viejo artesano a los reyes de la animación digital.


The Thief and the Cobbler es un proyecto que Williams pergeñó en los sesenta, mientras cimentaba su prestigio diseñando animadísimos títulos de crédito hoy icónicos como los de ¿Qué tal, Pussycat? o La última carga. Una ambiciosa fantasía oriental repleta de diseños deslumbrantes y arabescos progresivamente sofisticados que se fue agigantando y complicando hasta descarrilar. En el ínterin, a Williams le propusieron la que acabaría siendo considerada su obra magna, esta sí acabada y triunfal: ¿Quién engañó a Roger Rabbit? Luego, el animador retomaría su viejo sueño, pero acabó perdiendo el control del material ya filmado y la película fue completada a sus espaldas para ser distribuida como un exploit de Aladdín. Que, de hecho, copiaba ideas del trabajo de Williams.

El caso ilustra a la perfección la a menudo espinosa encrucijada en la que respira el cine de animación, donde confluyen su enorme potencial comercial de cara a un público familiar y sus infinitas posibilidades en el campo de la experimentación visual. En esa tensión abunda Jordi Sánchez-Navarro, el anfitrión de Williams en Sitges, donde desde hace 15 años es el responsable de Anima’t, la sección de animación del festival, en La imaginación tangible (Editorial UOC), una panorámica ágil y didáctica de un género (si se le puede llamar así) tan versátil que por sí mismo permite trazar, defiende Sánchez-Navarro, una “historia paralela del cine” transcurrida a menudo en los márgenes y que, precisamente por ello, ha alcanzado niveles de osadía y libertad creativa con frecuencia mucho mayores que los del cine de carne y hueso. De ahí que el libro tome su título de las dos citas con las que se abre: si el cine, en palabras del pionero de la stop-motion Ladislas Starewitch, “hace visibles los sueños de la imaginación”, la animación, Spielberg dixit, es el ámbito fílmico más aventajado a la hora de “hacer de la imaginación algo tangible”.

La animación, dice el autor, ha sido “un medio privilegiado para el puro entretenimiento, para la expresión plástica de vanguardia, para el desarrollo de una genuina cultura pop y para la creación de auténticos fenómenos de culto”. En consecuencia, la propuesta, constreñida por el formato de la colección Filmografías esenciales, dirigida por el propio Sánchez-Navarro y cuyos títulos siempre se estructuran a modo de listas de 50 películas consideradas “esenciales” de una determinada temática, prioriza a creadores y films referenciales pero a menudo pasto de connaisseurs antes que a hits hiperpublicitados de los que todos tenemos sobrada noticia. La selección, lejos de proponer un canon, es un vehículo para recorrer épocas, países, autores y técnicas, de los dibujos animados de toda la vida a la animación de recortes, muñecos o plastilina; de la rotoscopia inventada por los hermanos Fleischer o el collage a la animación por ordenador, el 3D y la captura de movimientos.





Así, el libro despacha la ingente producción del gigante Disney en cuatro entradas –además de las reservadas a Pesadilla antes de Navidad, catedral timburtoniana levantada a contrapié y en los arrabales del imperio de Mickey Mouse, y a Roger Rabbit, esta dedicada, tan o más que al film en cuestión, a la trayectoria de Williams y a The Thief and the Cobbler– y obvia a su principal competidor en las últimas dos décadas, la Dreamworks de Shrek. A cambio, evoca a grandes maestros –los checos Karel Zeman o Jiří Trnka; el italiano Bruno Bozzetto; los estadunidenses Ralph Bakshi o Don Bluth; los japoneses Hayao Miyazaki, Isao Takahata o Mamoru Oshii; los franceses Michel Ocelot o Sylvain Chomet; el brasileño Ale Abreu...- e incluso apunta nuevos nombres que seguir, como el esloveno Mirolad Krstic (Ruben Brandt coleccionista) o el español Raul García, artífice de Extraordinary Tales, deliciosa colección de miniaturas basadas en relatos de Poe.

Además, un poco a la manera de algunos de los cineastas que convoca, Sánchez-Navarro hace del libro una especie de gabinete de curiosidades, donde descubrir, por ejemplo, otra historia parecida a la de The Thief and the Cobbler, pero con final feliz: la de Le Roi et l’oiseau, que Paul Grimault empezó en los cuarenta y no consiguió estrenar hasta 1980. O que la alemana Lotte Reiniger y su equipo, además de adelantarse a Disney en completar, 11 años antes de Blancanieves y los siete enanitos, el primer largometraje animado, Las aventuras del príncipe Achmed, también fueron quienes inventaron la cámara multiplano que después perfeccionaría la compañía norteamericana para registrar el movimiento en capas independientes y conseguir sensación de profundidad. O que el primer largo británico de dibujos animados, la adaptación que John Halas y Joy Batchelor hicieron en 1954 de Rebelión en la granja, fue auspiciado por la CIA. Este último, uno de los numerosos ejemplos con los que se apuntalan dos de las tesis, indisociables, en las que pone el acento Sánchez-Navarro: que el cine de animación nunca fue cosa de niños y que, en tanto que exigentísima disciplina artística, siempre ha sido rico en vínculos además de con el cómic, con la literatura, la música o, sobre todo, la pintura. Ya lo aventuró también Richard Williams en Sitges: “Si Goya viviera hoy, querría hacer animación”.

La imaginación tangible. Una historia esencial del cine de animación. Jordi Sánchez-Navarro. Editorial UOC. 2020. 230 páginas. 23 euros.

El Pais