domingo, 23 de junio de 2019

Ritmo estelar

JAVIER FERNÁNDEZ
19 Junio, 2019



'Ser leyenda'. Del Hambre. Bandaàparte. 200 páginas. 28 euros.

La editorial cordobesa Bandaàparte se ha hecho un nombre a nivel nacional con una propuesta valiosa, de textos y autores fronterizos entre distintas disciplinas, casi siempre relacionados con el ámbito de la música. Es el reflejo de una filosofía singular, esa de la que sólo pueden hacer gala los editores de raza. En su creciente catálogo hay sitio también para la historieta, con títulos como la novela gráfica Leyendas desde el pantano. Guadalupe Plata, de El Ciento, o la enriquecida reedición del primer tebeo largo de Andrés G. Leiva, Historia de Iván. A esta pequeña selección se suma ahora Ser leyenda, un delirio gráfico firmado por el director creativo e ilustrador Del Hambre. Contemplando Ser leyenda, con su entusiasmado uso del sonido como base para la experimentación gráfica, me han venido recuerdos de otras fusiones, como las historietas del viejo álbum Pop español, editado por Casset en 1991, en el que participaron Ana Miralles, Das Pastoras, Federico del Barrio, Keko, Max, Miguelanxo Prado, Pere Joan o Gallardo, y hasta de las entrañables historietas de Serge Clerc en Metal Hurlant. Pero la estética experimental de Del Hambre, que llena de recursos gráficos la página, apoyándose en una composición juguetona, el diseño y un fabuloso coloreado, lo acerca más a tipos como Micharmut, esto es, a los territorios inexplorados, a lo raro (no por casualidad esta es la palabra que da inicio al presente álbum), que a lo meramente convencional.

En cuanto al argumento, la cosa va de un rockero, Rombo, que es abducido por una giganta extraterrestre, Calamidad, con bigote y pinta de conejito del Playboy, fan número uno de sus canciones. Rombo y Calamidad atraviesan el espacio hasta llegar al planeta Neón 77, un territorio lisérgico de gatos monstruosos y cocodrilos inofensivos donde se desatará la aventura. Aunque si hay un espacio por conquistar aquí es el de la página en blanco, y la aventura no es otra que dejar volar el talento y la imaginación. Siempre al ritmo irredento de la música.


Malaga Hoy


Otra historia de la Guerra Civil

JAVIER FERNÁNDEZ
19 Junio, 2019


'Las caras de la guerra'. Tomás Ortega. Asociación Cultural Tebeosfera. 160 páginas. 10 euros.

Ese impagable espacio de resistencia y de amor por la historieta que es la Asociación Cultural Tebeosfera continúa su labor de estudio y divulgación del noveno arte con la publicación de Las caras de la guerra, segundo número de la colección de libros Bocadillos de Tebeosfera, engalanado, por cierto, con una ilustración de cubierta de Alfonso Zapico. El presente tomito es un peculiar e interesantísimo ensayo del escritor y estudioso Tomás Ortega, quien se acerca a la Guerra Civil española a través de su representación en ejemplos escogidos del cómic patrio de los últimos años. En sus propias palabras, citadas del prólogo de este mismo volumen: "En las siguientes páginas, con el hilo conductor de lo histórico, reconstruiremos una historia social de la contienda a través de historietas de producción española más reciente vinculadas con el conflicto".


Malaga Hoy

El fin de la inocencia

JAVIER FERNÁNDEZ
19 Junio, 2019

'Midori, la niña de las camelias'. Suehiro Maruo. ECC. 168 páginas. 12,95 euros.

Con la llegada de Suehiro Maruo al catálogo de ECC, ha regresado a nuestro país uno de los mejores historietistas japoneses de las últimas décadas, dueño de una línea hermosísima y una poética extrema, no apta para todos los públicos. ECC va publicando inéditos suyos, alternándolos con el rescate de obras ya conocidas como esta Midori, la niña de la camelias, que considero uno de los mejores trabajos, si no el mejor, de la larga trayectoria de Maruo. La historia de esta niña de doce años que se queda sola en el mundo y tiene que sobrevivir en un ambiente de vejaciones físicas, mentales y sexuales es una fábula amarga sobre el fin de la inocencia y la crueldad humana, pero también una experiencia estética de primer nivel.



Malaga Hoy

El poder del miedo y la mentira

El autor galo Thomas Gilbert nos narra unos luctuosos hechos históricos desde la perspectiva de sus víctimas


JOSÉ LUIS VIDAL
18 Junio, 2019


'Mujeres de Salem'. Thomas Gilbert. Dibbuks. 228 páginas. 28 euros.

Esta historia, la del pueblo de Salem y sus 'brujas' no nos es ajena a casi ninguno de nosotros. La hemos visto en multitud de películas y series de televisión, pero casi siempre desde una óptica que rozaba el fantástico o se metía de lleno en él, culpando de todos los males que azotaban a esta pequeña localidad a un grupo de féminas que, aparentemente, habían formado un aquelarre brujeril, teniendo tratos con el mismísimo Satanás. Pero, obviamente, la verdad es otra.

Abigail Hobbs, Betty Barrie, Sarah Good, Bridget Bishop, Tituba… Estos nombres tal vez no os suenen en principio. Ellas fueron las mujeres, junto a muchas más (hasta ciento treinta) que sufrieron en sus carnes, de una manera u otra, el azote de la superstición, la desconfianza y el terror que las palabras del reverendo del lugar introdujo en las cabezas de los pueblerinos.

Y como la misma Abigail nos narrará en primera persona, todo empezó de la manera más inocente, con el despertar del amor de un jovenzuelo, Peter, que será, sin él proponérselo, la primera pieza de un dominó que irá cayendo lentamente, logrando que el ambiente del lugar se vaya enrareciendo, pudriendo desde los cimientos.

Las encorsetadas costumbres de la época obligaban a las jóvenes a obedecer los deseos de sus padres, bajar la cabeza cuando caminaban por la calle, desposeyéndolas de esa libertad que sus corazones anhelaban. Libertad que Abygail y Betty encontrarán en el bosque, con inocentes juegos y, más tarde, con el descubrimiento de una nueva e inusual amistad, la del esquivo miembro de la tribu wabanaki, Mikweh.

El autor de este cómic publicado por Dibbuks, Mujeres de Salem, Thomas Gilbert (Oklahoma; Bjorn Le Morphir, Vénéncoses, Nordics…), se coloca del lado de las verdaderas víctimas de la historia, y nos lleva de casa en casa, por los oscuros callejones, a la iglesia… Lugares todos en los que se instala el pavor, dando visos de realidad a las palabras del reverendo que, por supuesto, guarda muchos secretos oscuros.


Secretos estos que maquillará de tal manera para que le sirvan de prueba de las supuestas actividades del grupo de mujeres, a las que condenará sin piedad, pese a la imparcial mirada del juez Sewall que no puede sino dejarse llevar por el clima de histerismo y violencia que impregna a todos los habitantes de la localidad.

Una historia que comienza con la luz de los campos de cultivos y terminará en una oscura, maloliente y terrible cárcel, donde las pobres mujeres serán objeto del maltrato más absoluto.

Por desgracia, estos comportamientos no han sido borrados a lo largo de la historia, y seguimos conociendo historias de violencia, abusos y discriminación hacia la mujer, por lo que la lectura de este cómic puede ser muy esclarecedora para muchos lectores que desconozcan la auténtica historia, la verdad, de los luctuosos hechos acaecidos en el pueblo de Salem y sus mujeres.

El volumen se completa con una galería de diseños y bocetos del autor y un aclarador postfacio de la catedrática Celia Amorós.


Malaga Hoy

jueves, 20 de junio de 2019

El ‘comix’ que sobrevivió

'El Víbora' no miraba ejemplos externos, sino que recogía el testigo del 'underground' más militante, en las peores condiciones posibles del tardofranquismo


ÁLVARO PONS
19 JUN 2019


Exposicion 'El Víbora, comix contracultural en el Museu Nacional d' Art de Catalunya (MNAC). ALBERT GARCIA

A finales de los años setenta, el cómic vivió en España un impulso desconocido a través de las revistas. Nacía como respuesta y reivindicación de un arte minusvalorado y relegado únicamente al ámbito infantil, que reclamaba su puesto en la cultura con cabeceras tan míticas como TOTEM o 1984, que fueron el punto de partida de un auténtico boom del cómic adulto con decenas de títulos.


Un posicionamiento que seguía casi siempre el ejemplo de dos modelos fundamentales: por un lado, el de los famosos magazines americanos de Warren; por el otro, el de referentes de la bande dessinée como Metal Hurlant, Pilote o (A Suivre). Sin embargo, España se diferenció con una revista que se alejaba por completo de ambos caminos para seguir el suyo propio, abierto a machetazos contra el orden establecido. El Víbora no miraba ejemplos externos, sino que recogía el testigo del underground más militante, de ese grupo de autores que construyeron una contracultura en las peores condiciones posibles del tardofranquismo, primero desde las páginas de los fanzines y de colectivos como El Rrollo, para luego recabar en las páginas de la recordada STAR, dirigida por Juan José Fernández.


La nueva revista capitaneada por Josep Maria Berenguer reunía ya desde sus primeros números todo el movimiento contracultural del cómic hispano, de Nazario a Max pasando por Gallardo y Mediavilla, Martí o Alfredo Pons, pero compartiendo páginas con los referentes absolutos del underground americano y europeo, de Spiegelman a Robert Crumb. El “comix para supervivientes” pronto se reveló como un espacio único de libertad, provocación y fuerza creativa donde todas las tendencias autorales tenían acomodo.

Pero, sobre todo, El Víbora supo crecer con sus autores, acompañándolos en su evolución, pero sin renunciar a ser un lugar privilegiado de experimentación y acogida de nuevas autorías y experiencias: por sus páginas descubrimos el manga de Tatsumi, la exquisitez de Mattotti o la rebeldía de Pazienza, pero también fue la mejor escuela para decenas de autores y autoras que pudieron empezar sus carreras gracias a la revista de Berenguer, desde Laura Pérez Vernetti a Paco Roca, en un mestizaje imposible que mantuvo siempre su personalidad propia y definida.

Durante 300 números, El Víbora fue el ejemplo de un cómic que no se plegaba a prejuicios ni imposiciones en defensa de la creación más libre y reivindicativa. Afortunadamente, un ímpetu que no desapareció con la revista y sigue vivo en la editorial La Cúpula.


El Pais

La línea chunga de ‘El Víbora’ se cuela entre las joyas del románico

El Museo Nacional de Arte de Cataluña celebra en su 40º aniversario el legado de la revista que consagró el cómic contracultural de Nazario, Max, Mediavilla o Gallardo

JOSÉ ÁNGEL MONTAÑÉS

Barcelona 20 JUN 2019

Algunas de las cien portadas de 'El Víbora' que pueden verse en la exposición del MNAC. ALBERT GARCIA

La idea vino de fuera, pero el talento estaba dentro. Cuando el editor Josep Toutain vio el potencial de Barcelona, encargó a su amigo Josep Maria Berenguer que montara una revista para editar las creaciones de jóvenes underground que habían echado los dientes en publicaciones marginales como El Rrollo enmascarado o La piraña divina y se mantenían como podían en proyectos entonces agónicos como Star, Butifarra! y Ozono. A finales de 1979 salió a la calle el primer número de la revista El Víbora (editada por La Cúpula, editorial que aún se mantiene). Iba a llamarse Goma-3, en referencia al explosivo que empleaba ETA en aquellos años del plomo, pero el ministerio lo prohibió. La cosa quedó relegada al subtítulo: “Es goma-3 para el coco”.


Obra original de Nazario para la primera portada de diciembre de 1979 de 'El Víbora'.

En su primer editorial prometían atentar “contra el muermo y las pirañas, el apalanque de los supervivientes de esta aburrida, autoritaria y, lo que es peor, descangallada y estúpida sociedad”. Y no defraudaron. El Víbora no solo sacó de sus cloacas al cómic underground, también encarnó a la perfección el sincretismo cultural que se vivía en la Barcelona del cambio político. Aquella operación ácrata y modernizadora es desde ayer también materia digna del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC). La institución, que reivindica así su papel como promotor del cómic en sus salas, dedica una muestra (hasta el 29 de septiembre) para recordar esta publicación que nació en los primeros años de la democracia y que ahora cumple 40 años.


Original de Max para la portada del número 13 de 'El Víbora'.

Las críticas mordaces de sus dibujantes (Gallardo, Mediavilla, Max, Montesol, Martí, Nazario, Alfredo Pons, Roger o Sento, hoy consagrados) tenían siempre como dianas a la iglesia, la monarquía, el ejército, la política y la cultura oficial. Todo ello sazonado con fuertes dosis de droga, sexo y sátira en un producto rompedor de estética y contenido.

Las viñetas que se publicaron mensualmente entre 1979 y 2005 estaban siempre al límite. Como en el número aparecido a los 15 días del 23-F. El Víbora salió riéndose de los golpistas, en un golpe de efecto que les sirvió para aumentar su penetración en el público progre.

Cubierta del número 35 de 'El Víbora', de 1982 con dibujo de Martí.

Original de Mariscal 'Una noche particular' para el número 65 de 'El Víbora' publicado en 1985.

“Como nadie nos hacía caso, hacíamos lo que nos daba la gana”, explicó en su momento Berenguer. “Era una revista no domesticada”, afirma Max, uno de esos creadores que se autoinscribían dentro de una “línea chunga de la viñeta” en contraposición a la “línea clara” de revistas como Cairo surgida poco después. “Había un editor, pero, normalmente, todo se hacía de forma asamblearia, aprendíamos unos de otros. Mes a mes nos superábamos dentro del pique amistoso”, añade el padre de Gustavo, Peter Pank y Bardín.

Los comisarios de la muestra, Antoni Guiral y Àlex Mitrani, han reunido 100 portadas de las 300 publicadas. Entre ellas, la primera, con dibujo original de Nazario y que se quedó por el camino, víctima del control gubernamental. “Pese a eso fue una revista que no sufrió la censura ni los secuestros. Ahora sería bien diferente. Casi imposible”, explica Guiral. Antes demostrábamos que éramos más inteligentes y abiertos, ahora se ha impuesto la corrección política", ha explicado Guiral que ha calificado la muestra como "un acto de justicia, ya que esta revista, que rompió moldes, forma parte de nuestro patrimonio, de nuestra historia".

También pueden verse unos 40 dibujos originales, documentos y fotografías de los autores, entre ella, las de “un cómic en vivo” realizado en la Galería 13 de Barcelona. Se trata de la enorme Un amor en Vallvidriera, de 15X3 metros, que ha ingresado recientemente en el MNAC y está en proceso de restauración. Entre los participantes de aquella acción, estaba el artista valenciano El Hortelano, que dijo a raíz de su experiencia: "La movida madrileña nació en Barcelona".

El Víbora primaba la reivindicación de todas las sexualidades, como la que representaba el personaje Anarcoma de Nazario (nacido en 1978). Y por sus páginas desfilaban libertarios, travestis, drogadictos y ecologistas, representantes de los marginales sociales de la época, casi todos deambulando por los bajos fondos de una ciudad que tanto ha cambiado También había sitio para la degensa de la libertad sexual de la mujer (impagable el curso de cunnilingus de Isa Feu llamado Una exploración perfecta), así como del sexo libre y desinhibido.

La revista que llevaba el lema “Comix para supervivientes” fue al final la más longeva del cómic de adultos de España (solo superado por El Jueves). La primera tirada, según el editor, fue de 24.000 ejemplares, y llegó a crecer hasta los 80.000. En 2004, cuando sus ventas habían caído hasta los 6.000, se dio por inviable su continuidad. El último número salió en enero de 2005.

"NO HAY FUGAS AL ARCHIVO LAFUENTE"
J. Á. M.

“No estoy seguro de que haya fugas de fondos. No actuaremos a golpes de noticia y [el coleccionista José María] Lafuente ha dicho que lo que compre lo pondrá a disposición de todos”, explicó ayer el director del MNAC, Pepe Serra. Se refería a la adquisición, aireada en medios barceloneses, por parte del Archivo Lafuente de Santander de 5.000 documentos de dibujantes como Montesol, Nazario, la revista Ajoblanco o Mariscal, si al final prosperan los contactos con el creador de Cobi. “El problema es que la cultura no tiene la centralidad que merece. Hacer cultura es también adquirir patrimonio”, añade Serra.


El Pais


viernes, 14 de junio de 2019

El camino del conejo samurái

Continúan las aventuras del personaje creado por el genial Stan Sakai, y que publica Planeta Cómic



JOSÉ LUIS VIDAL
12 Junio, 2019

Mi intención desde que comencé con esta sección no ha sido otra que la difusión del tebeo. Habréis podido comprobar, a lo largo de la ya larga temporada que llevo escribiéndolas, que estas reseñas no se detienen en un género o en el cómic patrio, o el protagonizado por tipos vestidos con mallas y capa. Todo lo contrario, me gustaría que, a través de estas líneas, muchos de vosotros encontréis esa lectura que no conocíais y que os puede abrir un nuevo e increíble universo dentro del noveno arte.

Pues bien, si existe un cómic que no me canso de recomendar por sus múltiples virtudes y, sobre todo, porque se trata de una perfecta puerta de entrada al medio, es el protagonizado por el conejo Usagi Yijimbo, un ronin (samurái sin amo) que deambula a lo largo y ancho del Japón feudal, protagonizando docenas de aventuras y, sobre todo, transmitiendo una filosofía y valores que lo convierten en una obra única.



Como único es su creador, el japonés pero criado en Hawai, Stan Sakai, que desde el año 1984 viene narrando la saga de este peculiar animal antropomórfico, la relación con los amigos que va encontrando a lo largo del sendero, sus amores, algún que otro secreto (como su paternidad) y, eso sí, muchos, muchos enemigos…

Injusticias cometidas por señores feudales, misteriosos crímenes, violentos ninjas cuyo ataque proviene del cielo, ladronas mañosas, encrucijadas morales, monstruos que provienen de la mitología nipona y demonios. Todo esto y mucho más es con los que se ha ido encontrando el protagonista de esta ya larga historia que ojalá no culmine en mucho tiempo.¿Y qué podemos encontrar en esta nueva entrega, la treinta y uno, que acaba de llegar a las librerías españolas bajo el título El mural infernal?

Pues varias historias cortas, algunas meramente anecdóticas, pero que dan buena cuenta del carácter de su protagonista, al que no le importa remangarse, como en el caso del primer relato, Río creciente, en el que, en plena época de tormentas y lluvia, Usagi se pone hombro con hombro, junto a los habitantes de un pueblo que puede ser engullido por la crecida de un río. Allí se enfrentarán a las fuerzas de la naturaleza más bravía y a un hecho, en principio delictivo, que vendrá a demostrar que nada es lo que parece…

El compromiso y la pasión que pone en todo lo que hace pondrán a Usagi en un gravísimo aprieto cuando tenga que rescatar a uno de los habitantes del pueblo y, de golpe y porrazo, se encuentre con un peligroso ser, un yokai, que se oculta bajo las aguas y en las cuevas cercanas y que se convierte en un oponente letal que se las hará pasar canutas al ronin.

En la siguiente historia, Kazehime, una vez que las torrenciales lluvias parecen dar una tregua, Usagi se encontrará salvándole la vida a nada más y menos que a una mujer ninja miembro del letal clan Neko. Se separaran con una promesa y sin pensar que los caminos pueden volver a reunirlos de una manera totalmente inesperada…

Y así, caminando junto a su protagonista, llegaremos al relato principal de este volumen, titulado El secreto del mural infernal, en el que, como en otras ocasiones, el eterno caminante se encuentra en medio de una torrencial lluvia y pide asilo en un templo budista, cosa que, sorprendentemente, le es negada.Y es que un ominoso suceso ha sucedido en el lugar, un horrible asesinato que conecta a la víctima con la leyenda referente a un enorme y horripilante mural, sito en el interior del templo, y que ofrece una muestra del Infierno.

¿Y cómo no? Usagi se unirá, y ayudará, a un viejo conocido, el inspector de policía Asano, un tipo que pese a su aparente tranquilidad, es un auténtico as a la hora de resolver los más intrincados misterios, como éste en particular, en el que parecen estar implicados varios de sus protagonistas…

Y cerrando el tomo, otra de esos relatos que nos deja un sabor agridulce tras su lectura, pero a la vez una enseñanza y la imagen de una filosofía muy diferente a la occidental. En él vamos a conocer de primera mano en qué consiste un ritual, el ubasute, y su relación con los otros protagonistas de esta última historia, una anciana y su hijo, que carga con su madre sobre las espaldas, trasladándola a un lejano paraje.

La mayoría de los tomos publicados en esta colección son autoconclusivos, así que podéis iniciar su lectura desde cualquier punto, y así avanzar o retroceder en el largo camino recorrido por este entrañable personaje, Usagi Yojimbo.


Malaga Hoy