miércoles, 6 de mayo de 2015

La capacidad de horrorizar

JAVIER FERNÁNDEZ



Fragmentos del mal. Junji Ito. ECC. 224 páginas. 9,95 euros.

Fragmentos del mal es el nuevo título del mangaka Junji Ito (Gifu, 1963) publicado por ECC, y se suma a la bilogía Gyo y al volumen unitario Black Paradox. En esta ocasión, nos hallamos ante un conjunto de historietas cortas de terror, el género favorito de Ito, tan desasosegantes y enfermizas como corresponde al autor de Uzumaki. En palabras del propio dibujante, fechadas en 2014, Fragmentos del mal es su primera colección de cuentos en ocho años, y deja a las claras que estamos ante un virtuoso del género que no ha perdido su capacidad de horrorizar al lector con su habitual ración de vísceras y monstruosidades y su estilo pausado, preciosista y detallado. Quizá sea precisamente el contraste entre lo feo y lo hermoso, la belleza plástica de estas oscuras pesadillas, lo que convierte la lectura de Ito en una experiencia única, realmente inolvidable.


Malaga Hoy

Viñetas del exilio eterno


Pablo Auladell publica 'El paraíso perdido' (Sexto Piso), lectura del poema de Milton en clave de novela gráfica que presenta el viernes en la Feria del Libro

PABLO BUJALANCE MÁLAGA


Cuando John Milton publicó su largo poema épico El paraíso perdido, en 1667, se adjudicó una de las cumbres de la literatura inglesa de todos los tiempos; pero no sospechaba el autor hasta qué punto su obra iba a ser objeto de mutaciones quiméricas y lecturas ejecutadas como metamorfosis todavía tres siglos y medio después. Recientemente, la editorial Sexto Piso ha lanzado el último envite al respecto: una versión en clave de novela gráfica que firma Pablo Auladell (Alicante, 1972), uno de los autores más destacados del género en España, con una trayectoria surcada de premios nacionales desde una posición rabiosamente singular (tal y como demuestran títulos anteriores como Soy mi sueño, con guión de Felipe Hernández Cava; y La torre blanca, con la que Auladell ganó el premio al autor revelación en el Salón del Cómic de Barcelona en 2006). Con sus más de trescientas páginas, El paraíso perdido es una aproximación brutal a los cimientos de la civilización occidental desde una estética contemporánea y libre. El próximo viernes 8, su creador presentará el volumen en el Palmeral de las Sorpresas, dentro de los actos de la Feria del Libro de Málaga.


Si bien la gestación de El paraíso perdido no exigió a Auladell "un esfuerzo mayor del que requirieron antes otras obras", el volumen que ahora lanza Sexto Piso tuvo un desarrollo cuanto menos sui generis: "En 2012 me llegó un encargo de una pequeña editorial especializada en poesía que quería iniciar una colección de novela gráfica. Me ofrecieron hacer una adaptación de El paraíso perdido, y acepté. Todo iba sobre ruedas, hasta que llegó el momento de imprimir. El resultado de las pruebas fue un desastre, la editorial no tenía ninguna experiencia en este ámbito y hubo que pararlo todo. Después salió una oportunidad a través de otra editorial, pero únicamente para ipad. Total, que ya me veía comiéndome las trescientas páginas una a una cuando llegó Sexto Piso al rescate. Y el resultado de la edición es francamente bueno". De tan proceloso itinerario, Auladell extrae dos conclusiones: "La primera es de índole técnica; he mejorado procedimientos que había aplicado a libros anteriores, como Soy mi sueño. Y la segunda es de carácter narrativo: he aprendido que al cómic se le dan mejor los recorridos más cortos. Me ha costado mucho mantener la coherencia y el interés a lo largo de trescientas páginas, sencillamente porque no es el medio más apropiado para un discurso de esa envergadura. No creo que vuelva a emprender un proyecto tan voluminoso".







Arriba y sobre estas líneas, tres páginas de 'El paraíso perdido', adaptación del poema épico de John Milton (1608-1674) en clave de novela gráfica a cargo de Pablo Auladell (Alicante, 1972) y recientemente publicada por la editorial Sexto Piso: una aproximación portentosa y libre a un texto fundacional de la literatura inglesa.

Como fruto titánico de la poesía épica, El paraíso perdido de Milton resulta, a ojos del lector, tan descriptivo como evocador, y esto implica peajes necesarios para la novela gráfica. En su aproximación libre a la caída de Adán y Eva, con Dios, el Diablo, el Hijo de Dios y los Arcángeles como protagonistas, el poema exigía a Auladell "que la poesía estuviera contenida en las imágenes. Resulta inútil incluir los textos descriptivos en las viñetas, así que los reduje a su mínima expresión". Y añade el autor: "Textos tan detallados como El paraíso perdido ya vienen dibujados, y esto constituye un problema. De entrada, es innecesario dibujar las descripciones, porque son muy claras. Así que, mi versión es, ante todo, una lectura. Y por eso, porque se trataba de mi propia lectura, decidí en no pocas ocasiones desentenderme de las descripciones de Milton precisamente por una cuestión de legibilidad, de facilitar al lector la entrada en el juego de la novela gráfica". Del mismo modo, Auladell ha evitado tirar de referencias clásicas de la ilustración que también habían traducido a imágenes El paraíso perdido, como Gustave Doré y William Blake: "Es una iconografía tan potente que, ante ellas, lo único que puedes hacer es quedarte paralizado. Hay que ser más soberbio e intentar ir más allá porque, si no, no haces nada".

Prefiere Auladell "la apariencia sencilla, el gesto mural, la luz mineral" en un Infierno "wagneriano y barroco", un Cielo "hecho de silencio, como un muro de Piero della Francesca" y un Edén "para el que quería evitar a toda costa similitudes con El lago azul", con Dios y sus ángeles a modo de grandes pájaros. ¿Caerá El paraíso recobrado? "No de mi mano. Si es un encargo, ya se verá". En tinta viva.


Malaga Hoy



lunes, 4 de mayo de 2015

El fin de los Cuatro Fantásticos


El cómic que lanzó a los superhéroes Marvel llega a su fin tras casi 54 años de publicación

ENEKO RUIZ JIMÉNEZ Madrid 4 MAY 2015
Portada de Fantastic Four #645, de Leonard Kirk.

645 números después. 54 años desde su primera aparición. En mayo, por primera vez desde 1961 (salvo por retrasos puntuales), no llegará a las estanterías estadounidenses un nuevo número de Los 4 Fantásticos, el cómic sin el que los superhéroes —como se conocen hoy— no existirían. El miércoles 29 el cuarteto se despidió sin fanfarria con un melancólico "para siempre" que reunía en una batalla a la mayoría de sus personajes. Un hito del mundo de la historieta que llega en un momento impredecible: a dos meses del estreno de la película del clan de superhéroes, con la que la editorial Marvel no tiene nada que ver.

La historia empezó la misma semana que se colocaron los primeros ladrillos en el muro de Berlín. El 8 de agosto de 1961 los quiosqueros de Nueva York ponían en sus rejillas un curioso número uno. La editorial Marvel Comics (cuyo logo leía en portada MC) lanzaba su primer cómic de superhéroes. Entre su concepción y publicación, el cosmonauta ruso Yuri Gagarin se había convertido en el primero en llegar al espacio. El mundo había cambiado. Los héroes eran diferentes de Batman, Superman y Linterna Verde de la competencia. No había capas, ni máscaras. Vivían en una ciudad real como Nueva York. Uno de sus miembros tenía un Chevy. El cuarteto de poderosos astronautas irradiados con rayos cósmicos era básicamente una familia mundana, con todos sus amores y desavenencias.

La historia de Stan y Jack


Los 4 Fantásticos, según John Byrne.

"La etapa de Stan Lee y Jack Kirby [107 números] es una vorágine y un vórtice de creatividad que difícilmente será superado. El mundo de la historieta debe rendirles homenaje", subraya Carlos Pacheco. Los Cuatro Fantásticos eran aventureros de lo desconocido que cada mes se encontraban con un nuevo concepto más alocado que el anterior: Galactus el devorador de mundos y su heraldo Estela Plateada; el místico rey africano Pantera Negra (que en 2017 tendrá su propio film); la estirpe milenaria de Inhumanos; el Vigilante que desde la Luna observaba a los humanos... Cuenta la leyenda que Lee llegó a suplicar a Kirby —los rivales más famosos de la historia de la industria— que aminoraran la velocidad y dejaran de introducir personajes en cada número.

Aquella primera etapa, sin embargo, acabó pesando como una losa a los guionistas que vinieron después, que no perdieron tanto tiempo en crear nuevos conceptos como en reutilizar los antiguos. "Incluso Stan y Jack se dieron cuenta de que no daban para más", recuerda Marín, que corre a destacar otra etapa, la del guionista John Byrne en los ochenta que reedita Panini para celebrar el nuevo film: "Actualizó los mismos conceptos y los hizo más contemporáneos y adultos, pero sin olvidarse del concepto fundacional de familia. Ahora ese es precisamernte el lastre".

"Es el fin definitivo a una manera de entender los superhéroes —la que a mí me gustaba— que hace tiempo acabó. La familia nuclear de los sesenta que representaban está desarticulada. El público no quiere leer esas historias", lamenta Carlos Pacheco (Cádiz, 1952), que de 2000 a 2002 fue coguionista y dibujante de la serie. Su amigo y compañero en el título, Rafael Marín, que en 1996 dedicó su tesis a la historia de Marvel, va más allá: "Ya no es una empresa de cómics, sino un rinconcito de un estudio cinematográfico. Los Cuatro Fantásticos pertenecen a Fox y eso no da beneficios". Algo similar a lo que ocurre con Spiderman, cuyos derechos pertenecen Sony. En esa ocasión, sin embargo, la vía fue la de la paz al alcanzar un acuerdo para integrarlo en la franquicia Los Vengadores.

Pero las ventas tampoco acompañaban: "Ha sido una montaña rusa creativa, imaginativa y comercial. Su popularidad ha sido inversamente proporcional a la de la Patrulla X primero y a Los Vengadores ahora. Tan solo la nostalgia sostiene una colección que hace tiempo pivota sobre sí misma", recuerda Pedro Monje, experto en Marvel de la web de cómics de referencia en España, Zona Negativa (que toma su nombre precisamente de un universo paralelo de la serie): "La baja forma en ventas es la coartada perfecta para que los mandamases la cancelen con intereses velados de perjudicar a Fox".

La familia volverá a probar suerte en la industria cinematográfica este verano de la mano de Josh Trank. Pero será una versión remozada. El concepto de familia se diluye, y el cuarteto es todavía joven. Si la película despierta la curiosidad en los nuevos espectadores, tendrán que tirar esta vez de clásicos y reediciones para conocer al cuarteto en su versión original. "No sé por qué gastan tanto dinero en mantener la franquicia para hacer algo completamente opuesto", critica Marín, que reconoce no haber visto las películas anteriores: "Carlos me mandó un mensaje mientras la veía diciéndome lo mala que era. Me duele ver que no lo han entendido".


Portada de Fantastic Four 1, de Jack Kirby.

"Los superhéroes ya existían, pero vinculados a la guerra. Cuando se acabó quedaron huérfanos", explica Pacheco. Marvel, que tenía en su catálogo tebeos femeninos y de monstruos, sentaba los mimbres entonces de lo que sería el futuro. Mr. Fantástico era el patriarca, hombre elástico y una de las mentes científicas más brillantes del planeta; su prometida, Sue Storm, era la Chica invisible; el hermano de esta, Johnny Storm, la Antorcha humana, y el amigo de toda la vida, la Cosa, un Jekyll y Mr. Hyde en un personaje, hecho de piedra y con un gran corazón. No tenían identidad secreta. Eran ricas celebridades.

En seis meses, a rebufo de este incipiente universo, apareció Hulk, que trasladaba la metáfora espacial a las bases de pruebas nucleares. Le siguieron Thor, el Hombre Hormiga, la Patrulla X, Daredevil, Spider-Man... La firma del guionista Stan Lee aparecía en todas las portadas. Se forjaba una mitología moderna. "Estamos intentando llegar a una audiencia un poco más adulta, y un grupo más sofisticado", escribía Lee, cocreador junto a Jack Kirby, en una de las primeras cartas al lector.



La Antorcha Humana se une a Los Inhumanos.

“Es un ERE en el mundo del cómic. Los personajes serán reubicados”, pronostica Pacheco. De momento, la Mujer invisible es la flamante Agente de SHIELD, y la Antorcha Humana se asoma en las portadas de Los Inhumanos, concepto creado originalmente para la colección de los 4F que Marvel adaptará al cine en 2019.

Pese a contar con cuatro series animadas, nunca tuvieron suerte en el audiovisual. En 1994, el icono de culto del cine de bajo presupuesto de serie B Roger Corman produjo su primer filme. No llegó a la gran pantalla. Con Marvel a las puertas de su mayor bancarrota, decidió vender los derechos de su ingente archivo de personajes a las productoras de cine. Los cómics pasarían de suponer el 90% de sus ingresos a ser cada vez menores. Los Cuatro Fantásticos recayeron en Fox, que produjo dos filmes en 2005 y 2007. Pese al éxito, no llegaban al nivel de la competencia. Junto a X-men, Cuatro Fantásticos es hoy una de las pocas franquicias cuyos derechos todavía no han revertido a Marvel. Y entonces se hizo la guerra... El consejero delegado de Marvel, el excéntrico Isaac Perlmutter, incluso ordenó que se quitaran los carteles del equipo de las oficinas neoyorquinas. En la compañía, al ser preguntados por EL PAÍS, se niegan a responder sobre la adaptación. La versión oficial es que es una cuestión editorial, nada relacionado con la sinergia de marca. "Es paradójico que la versión que mejor ha capturado a la familia superheroica sea su parodia, Los Increíbles", lamenta Pacheco.

"Todavía hay creatividad por aprovechar. Aunque el concepto esté pasado de moda y el lector prefiera hoy a los marginados, todos tenemos una familia con la que identificarnos", sostiene Marín: "Hace falta cambio, el relevo generacional que el conservadurismo del cómic no ha dejado".

En la última viñeta, como en la primera de 1961, una llama encendía un cuatro gigante sobre el cielo neoyorquino. De momento no hay un "continuará", pero los aficionados están tranquilos. Según Monje, "volverán. Hace falta saber dónde y cuándo".





FOTOGALERÍA Los personajes de la historia de 'Los Cuatro Fantásticos'


El distintivo de Los Cuatro Fantásticos fue desde el comienzo el ser una familia, sin máscaras y sin esconder su identidad. Pero ese concepto ha acabado anquilosando la colección en el pasado. "Necesitaban una nueva generación", recuerda Rafael Marín, único escritor español en trabajar en la cabecera, que recuperó a la joven Valeria Richards, hija pequeña de la pareja principal. Los pequeños Franklin y Valeria se han convertido con el tiempo en personajes importantes de la serie, aunque su crecimiento nunca acaba de llegar. El mayor ha crecido desde los sesenta apenas diez años.
TERRY DODSON

Todos los grandes héroes necesitan a sus perfectos 'alter egos'. En el caso de Reed Richards, ese es Dr. Muerte, antiguo compañero de universidad con la cara desfigurada —y tan inteligente como Mr. Fantástico— que acaba reconvertido en dictador de su propio país en Europa del Este, Latveria.


Los Inhumanos fueron una de las creaciones más estrafalarias de Stan Lee y Jack Kirby durante su primera etapa (1965). Toda una estirpe de seres poderosos que, tras recibir sus poderes de la raza alienígena Kree, se autoexcluyó del resto de la humanidad. Una monarquía liderada por el rey Rayo Negro, eternamente mudo por culpa de su grito. Pese a que Los Cuatro Fantásticos no pertenezcan en lo audiovisual a Marvel, Los Inhumanos está a punto de convertirse en su nueva franquicia cinematográfica. Algunas de sus tramas aparecen en la serie 'Agents of SHIELD' y en 2019 se estrenará su primera película.
JACK KIRBY


 
Entre tanto villano extravagante, había hasta un español: El Diablo (Esteban Corazón de Ablo), un alquimista sacado de toda una opereta mágica.


El primer enemigo de Los Cuatro Fantásticos, sin embargo, fue El Topo, un marginado que acabó dirigiendo en el núcleo terráqueo a toda una raza de monstruos del subsuelo.
FRANK CHO



Pero Los Cuatro Fantásticos no siempre fueron los originales. Hubo momentos en los que tuvieron que ser sustituidos por otros personajes de lo más dispar. Cuando recientemente desaparecieron en un viaje interdimensional, se unieron el Hombre Hormiga (Scott Lang), la Reina Inhumana Medusa, Hulka y Miss Cosa, una novia de Johnny Storm que llegó al traje por casualidad. Eran los tutores de la Fundación Futura, una escuela fundada en el hogar de los Cuatro Fantásticos: el Edificio Baxter.


Todo cambió con la llegada de Galactus y su heraldo Estela Plateada (o Silver Surfer). La trilogía de presentación del devorador de mundos, de Fantastic Four 48 a 50, todavía es considerada hoy como una de las mejores historias de cómic jamás contadas. El plateado se convirtió en uno de los antihéroes icónicos de Marvel. Estaba llamado a servir al gigante para llevarlo por mundos que no estuvieran demasiado habitados.

ARTHUR ADAMS




Otro de los más extravagantes aliados/enemigos de Los Cuatro Fantásticos se llama Uatu y era un Vigilante, miembro de una raza alienígena que desde la Luna observaba todo lo que hacían en la Tierra. Su único mandato era no interferir. Un objetivo que se saltó, sin embargo, una y otra vez a lo largo de la historia en Marvel —desde que avisó a los 4F de la llegada de Galactus—, hasta que en 2014 fue brutalmente asesinado.





En los últimos años, y gracias a la etapa del guionista Jonathan Hickman, Los Cuatro Fantásticos han pasado a ser mucho más. La escuela de la Fundación Futuro ha reunido a todo tipo de infantes de Marvel, así como al desaparecido padre de Reed Richards o incluso a Spiderman, habitual compañero de aventuras del equipo.



El Pais


domingo, 3 de mayo de 2015

La mujer que amaba a Truffaut


El nuevo libro de la ilustradora Paula Bonet se sumerge en la obra del director francés

MÓNICA LUENGO MONTERO Madrid 6 MAR 2015


El nuevo libro de Paula Bonet, ‘813’, es un homenaje de la ilustradora valencia a François Truffaut. En la imagen, una de las imágenes del libro muestra al director francés junto a su alter ego, el actor Jean-Pierre Leaud, que interpretó el papel de Antoine Doinel en cuatro películas y un cortometraje del director. / PAULA BONET

François Truffaut solía decir que siempre había preferido el reflejo de la vida a la vida misma. Quizás siguiendo esa idea, lo que la ilustradora Paula Bonet refleja en su nuevo libro, 813, es la vida y las películas del director francés. Cuenta la diseñadora valenciana que conoció el cine de Truffaut, referente de la Nouvelle Vague, cuando rondaba la veintena y que se obsesionó con su manera de contar historias hasta el punto de que, años después, dice reconocer claramente la influencia del autor de Los 400 golpes en su propio trabajo. El primer filme que vio de él fue la futurista Fahrenheit 451, que regalaban con la edición dominical de un periódico. “Pensé que alguien que se había atrevido a rodar aquella película debía de ser muy valiente”, comenta por mail Bonet.

El trabajo de esta ilustradora creció en popularidad en 2013 cuando los carteles que había diseñado para un festival de cine gustaron tanto a los valencianos que la gran mayoría de ellos desaparecieron de las calles de la ciudad. 813 es la segunda obra, tras Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End, en la que la artista es autora tanto de las imágenes como de los textos. Bonet explica que el éxito de su anterior proyecto editorial la pilló por sorpresa y que, a pesar de que los dos libros los ha vivido “intensamente y desde el estómago”, en este caso el proceso ha sido más tranquilo y ha intentado disfrutarlo al máximo.

Reconoce que 813 es una propuesta más arriesgada, empezando por su título que hace referencia a un número recurrente en la filmografía del realizador francés con el que el director homenajeaba una novela homónima de Maurice Leblanc. “Es un título-guiño con aquellos que conocen con profundidad y aman la obra de Truffaut”, confiesa Bonet. La ilustradora se empapó del universo del director: revisionó su filmografía, viajó a París (en un principio había pensado incluir un mapa con localizaciones, idea que acabó descartando) y devoró toda la bibliografía que encontró sobre el creador francés, así como lo que dejó escrito el propio Truffaut que, antes de comenzar a rodar películas, ya era un reconocido crítico de cine. Solo cuando tuvo claros los textos comenzó a dibujar. “En 2014 hizo 30 años de su muerte y pensé que un libro sobre él y sobre su obra sería un buen homenaje y que, además, me apetecía muchísimo volver a bucear en sus películas y dedicarle todo el tiempo que implica la concepción y realización de un libro”, explica la artista.


La artista Paula Bonet. / NOEMÍ ELÍAS


Bonet recorre las dos partes en que se divide 813, la primera una biografía del director y la segunda un paseo por su obra, a través de los tríos de personas y personajes que marcaron la vida del realizador. Uno de esos tríos fundamentales en la vida de Truffaut es el que formaba él mismo con el actor Jean-Pierre Leaud y Antoine Doinel, el personaje que este interpretó desde su infancia a su madurez a lo largo de cuatro películas y un cortometraje (la primera de ellas Los 400 golpes, quizás la obra más conocida del autor). La historia de Doinel estaba inspirada en la del director pero pronto el personaje se convirtió en la síntesis de Truffaut y de su álter ego, Leaud. “Se volvieron inseparables. Había gente que incluso pensaba que eran la misma persona”, escribe Bonet en 813. En cuanto a los tríos de ficción, la ilustradora destaca los de La piel suave, Jules y Jim y el doble trío de La mujer de al lado, la película preferida de la autora.


La primera parte del libro repasa la biografía de Truffaut. Desde su difícil infancia y adolescencia, su descubrimiento de la literatura y el cine, sus comienzos como crítico de cine y, finalmente, su carrera cinematográfica. Para documentarse Bonet revisionó la filmografía del director, visitó París y devoró todo lo escrito sobre el director y los propios textos del realizador.

PAULA BONET



El libro también repasa los temas recurrentes que reaparecen a lo largo de la obra del director. El profundo amor que este sintió desde joven por la literatura y el cine, sus refugios. La infancia, que retrató en varios filmes (“Cuando oigo a un adulto añorar su infancia, tiendo a pensar que tiene mala memoria”, dijo en una ocasión el realizador). Y las mujeres, su gran fuente de inspiración, de Jeanne Moreau a Fanny Ardant, pasando por Claude Jade o Catherine Deneuve, que recorrieron la filmografía y la vida de Truffaut.












‘813’ gira en torno a los tríos de personas y personajes que fueron importantes en la vida del director. Uno de ellos es el de la película ‘Jules y Jim’. En la imagen, una escena de esta película con la actriz Jeanne Moreau a la derecha.

PAULA BONET

Tras semejante inmersión en la vida del director francés, la ilustradora reconoce que necesita tomarse un respiro. “Después de la intensidad con la que he vivido estos dos últimos años los procesos y la repercusión de Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End y de 813 necesito parar. Coger aire e intentar reinventarme”. De momento, el pasado jueves cinco de marzo y hasta el 17 de mayo, el centro cultural valenciano Las Naves ha inaugurado la exposición 813, Truffaut por Paula Bonet que recoge las ilustraciones originales del libro, recuerdos del viaje que la autora realizó a París y parte del material que Bonet utilizó para documentarse.





Otra ilustración de la película ‘Jules y Jim’ en la que aparecen Jules (Oskar Werner) y Catherine (Jeanne Moreau). El filme está basado en un libro del escritor Henri-Pierre Roché de la que Truffaut dijo: “Muestra cómo a lo largo de toda una vida dos amigos y su compañera común se quieren con ternura y sin tropiezos”.

PAULA BONET

Otros de los tríos de ficción que Bonet ilustra en su libro es el de la película ‘La piel suave’ en la que el director trató de atacar un cliché: “La esposa resultaba más sensual que la amante, cosa que se opone a lo que se ve en todos los filmes de este tipo”.

PAULA BONET

En esta otra ilustración de ‘La piel suave’ aparece la actriz Françoise Dorléac de quien Truffaut decía que era “una persona de las que no se encuentran en la vida, una joven inigualable”. Dorléac fue la actriz que más fácil le resultó dibujar a Bonet, la más difícil, Fanny Ardant.

PAULA BONET



El Pais 




Viaje por la piel de Cuba


Un ensayo con la ‘miliciana’ de Korda recorre la historia del cuerpo en la fotografía de la isla

MANUEL MORALES Madrid 2 ABR 2015

Desnudo (1920), de Joaquín Blez (1866-1974). /Rafael Acosta

Bailarinas que posan con pañuelos transparentes, musculosos torsos masculinos, pechos voluptuosos, jóvenes pieles tatuadas, pubis, penes, culos; desde composiciones surrealistas a provocadoras; la belleza, lo erótico... Todo cabe en el volumen La seducción de la mirada (editorial Polymita), un recorrido por el cuerpo de la fotografía de Cuba desde mediados del siglo XIX hasta 2013. El ensayista y poeta Rafael Acosta de Arriba (La Habana, 1953) es el autor de un estudio que agrupa más de 400 imágenes de 93 artistas.

"Este proyecto surgió hace cinco años, como estudio del erotismo del cuerpo", dice Acosta, "pero no es un libro de desnudos", aclara. Las primeras imágenes que recoge esta monografía son de inicios del siglo XX. "Eran de empresas comercializadoras de puros y las incluían como postalitas en las cajas de los cigarros para incentivar las ventas; al principio eran de prostitutas".

Acosta cuenta que la fotografía llegó a Cuba en 1840, muy poco después de su invención, y que en seguida se instalaron varios retratistas en La Habana que ejercían su oficio con una clara influencia española; más adelante, en paralelo a la vida política, los aires fotográficos vendrán de Estados Unidos. Los desnudos aparecen en 1880, con las llamadas tarjetas fotográficas, que circulaban en manos de la alta sociedad habanera. A comienzos del siglo XX se desarrolla el fotorreportaje, aunque no es hasta 1927 cuando las revistas Carteles y Capitolio publican por fin una colección de desnudos femeninos de autores de varias nacionalidades.

"El primer nombre relevante de la fotografía del cuerpo en Cuba es Joaquín Blez" (1886-1974), del que se exhibió en 1927 una colección de desnudos que le dio fama. Retratista de la familia del presidente Mario García Menocal, fue uno de los fundadores en 1939 del famoso Club Fotográfico de La Habana, que reunía a la clase media y alta, "la burguesía que tenía la fotografía como hobby". Para Acosta, el más destacado miembro de ese club fue Roberto Rodríguez Decall (1915-1995), "por sus imágenes de sutil erotismo, de una delicadeza que supera el hieratismo de sus antecesores".

Acosta explica que antes de la revolución comunista de 1959, la difusión de imágenes de los bellos cuerpos cubanos era escasa. "Solo en unas pocas revistas y siempre para consumo propio; que se vieran en exposiciones era raro".


'La miliciana', de Alberto Korda, autor del icónico retrato del Che Guevara. / R. ACOSTA

Con la llegada de Fidel Castro al poder "hay una pausa en esta clase de fotografía; no hay espacio para ella porque la imagen tiene otros fines, políticos". Tendrán que pasar años para que el cuerpo vuelva a ser un motivo del discurso fotográfico cubano. Sin embargo, de aquel periodo es la celebérrima foto La vida y la muerte, también conocida como La miliciana de Korda. "Una imagen muy atrevida" de una mestiza desnuda de cintura para arriba, a la que no se le ve la cara y que posa "con un pantalón de miliciano y una metralleta checa apoyada entre sus pechos espléndidos", dice este crítico de arte. El original de aquella foto está perdido pero Guillermo Cabrera Infante aseguró que a él le regaló una copia su autor, Alberto Díaz, Korda (1928-2001) al que el retrato le acarreó problemas con el régimen. "Korda metió la mala pata al regalarle una copia al poeta soviético Yevtushenko", escribió en EL PAÍS el ganador del Premio Cervantes. Aquella imagen de la metralleta entre unos senos, "con pezones de colección", como los describe, no gustó a la Embajada de la URSS en La Habana y, según Cabrera Infante, provocó seis años después que Korda se encontrara una mañana su estudio sellado por las autoridades. Fotos, contactos y negativos fueron confiscados, escribió el autor de Tres tristes tigres. Para incluir la desaparecida foto de la miliciana en el libro, Acosta tuvo que "ampliar el fotograma de una grabación en la que se mostraba el estudio de Korda".


El boxeador Kid Chocolate, de 1931, de Alberto Korda.

En este ensayo sobre la estética del cuerpo en la fotografía cubana merece un capítulo propio Herman Puig (1929), que se marchó del país en 1957 y desarrolló gran parte de su carrera en París y Barcelona. "Hizo desnudos de gran calidad, con imágenes que recuerdan a Mapplethorpe, solo que Puig es anterior al neoyorquino". Para el escritor Vicente Molina Foix, los desnudos masculinos de Puig son "tan estilizados de luz y pose como rotundamente carnales". Sin embargo, esas fotos no se conocieron en Cuba hasta comienzos de este siglo.

En los años ochenta del siglo XX, los nuevos retratistas de la isla "asumen los códigos de la modernidad". Esos jóvenes "comienzan a utilizar el cuerpo para lanzar discursos contestatarios sobre religión, feminismo o los gays, por ejemplo". También se rompe el racismo con los retratados. Hasta entonces eran casi siempre de raza blanca. A partir de ese momento, negros y mestizos son considerados como modelos. De las dos últimas décadas, el autor nombra como fotógrafos  importantes, entre otros, a Marta María Pérez Bravo, Abigail González, René Peña, Cirenaica Moreira, Juan Carlos Alom, Jorge Otero…

El reciente inicio del deshielo diplomático entre La Habana y Washington "puede ser estimulante" para los artistas cubanos de la cámara, opina Acosta. "Su principal mercado, el de los coleccionistas y galerías, está en Estados Unidos".


El Pais 2 abril 2015

sábado, 2 de mayo de 2015

EN LA OSCURIDAD DE LA NOCHE por SONIA PULIDO







Letra pequeña, Dos Veces Breve, nº3, segunda época, año 2004

Pictogramas secuenciales


El cómic rompe cualquier barrera de la no ficción y aborda desde las ciencias puras hasta biografías

ÁLVARO PONS



Una de las ilustraciones de Pajak para la obra.

En el año 2009, la prestigiosa revista de estudios humanísticos Sociétés abría su número especial dedicado al cómic con un apasionado alegato de Serge Tisseron animando a doctorandos y teóricos a dejar los recursos clásicos literarios para realizar sus análisis y tesis doctorales en forma de historieta. Una llamada que reconocía la obvia potencia pedagógica y didáctica del medio, a la par que daba ya por consumado un proceso de legitimación cultural que debía ser necesariamente asumido: desde que en 1845 Rodolphe Töpffer estableciera en su Essai de Physiognomie las posibilidades narrativas de lo que definía como “literatura en estampas” (aprovechando, precisamente, los recursos de la expresión gráfica), el cómic ha recorrido un largo y doloroso proceso de reconocimiento, en recurrente exigencia de la demostración de sus capacidades, que recoge hoy frutos al quebrantar toda frontera impuesta (o autoimpuesta). Una de esas transgresiones sigue el camino de Töpffer para entrar de lleno en la aplicación de las potencialidades de la historieta en el terreno de la no ficción.

En el pasado, el uso del cómic como medio didáctico se había orientado en exclusiva al ámbito infantil: tebeos biográficos o históricos que pensaban que el uso de la imagen favorecía el acercamiento al niño, sin entender que esas virtudes fueran trasladables al lector adulto. Sin embargo, poco a poco, el cómic ha encontrado grietas en los diques de contención de la cultura oficial, primero a través de la autobiografía, que a partir de los años setenta toma en las viñetas un espacio propio con las obras de Robert Crumb o Justin Green, generando un relato particular dentro de la autoficción, en tanto la narrativa dibujada permite un nivel de introspección simbólica imposible de representar en la expresión escrita. Una afirmación que confirmaría sin concesiones Art Spiegelman con Maus en 1980, abriendo camino a autores como Edmond Baudoin, David B., Alison Bechdel, Lynda Barry, Marjane Satrapi o Riad Sattouf, por citar solo algunos casos. La segunda fisura se pude atribuir casi en solitario a Scott McCloud, que en 1993 rompería todo prejuicio con Entender el cómic, un meta-ensayo en el que reflexionaba y analizaba el medio, exponiendo de forma práctica las posibilidades de la metáfora visual y de la secuencialización del pictograma más allá de la ficción y, a la vez, certificaba el uso de la historieta como medio de expresión universal. Desde ese momento, el ensayo ha entrado en el cómic y se ha desbordado buscando la permeabilidad con todas sus formas limítrofes, como el periodismo, donde Joe Sacco marcó el camino para un nuevo periodismo gráfico que exprima el poder comunicador de la imagen. Su obra ha sido la inspiración clara para otros autores que han practicado aproximaciones que van del análisis político (en muchos casos provenientes de la combativa posición del humorismo gráfico, como Ted Rall) a la investigación de actualidad (con el ejemplo más claro de la reciente Barcelona. Los vagabundos de la chatarra, de Jordi Carrión y Sagar Forniés), sin olvidar el reportaje documental que se practica en El fotógrafo, los cómics de Guy Delisle, donde el círculo se cierra al conectar el periodismo y la memoria, o incluso iniciativas de periodismo en papel completamente gráfico como La Revue Dessinée.

La progresión no se ha detenido, contagiando áreas antaño impermeables como las ciencias puras (donde se pueden citar ensayos gráficos tan diversos como Logicomix, de Apostolos Doxiadis y Christos Papadimitriou; Neurocomic, de Matteo Farinella y Hana Roš, o Pseudociencia, de Darryl Cunningham) o ya directamente el desarrollo de discursos propios, ya estudiando las relaciones entre Nietsche y Pavese en La inmensa soledad, de Frederic Pajak, ya analizando el debate sobre las relaciones de género de Les sentiments du prince Charles, de Liv Strömquist. O, simplemente, buscando una nueva forma de pensar a través de la historieta como el reciente Unflattening, de Nick Sousanis.

El camino es casi virgen: el lenguaje de la historieta es una expresión que se hace adulta en el siglo XX, en el siglo de los mass-media y del pictograma —en una relación también estudiada visualmente en 100 pictogramas para un siglo (XX), de Pere Joan—, para proyectarse en la actualidad como un medio que ya no conoce límites a sus posibilidades.


El Pais Babelia 02.05.15