Sergio Toppi
Ponent Mon
Italia
Cartoné
216 págs.
Blanco y negro, color
Traducción: José Emilio Martínez Tur
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La primera vez que leí «Los tesoros de Cíbola» fue en un volumen que llevaba por título Las ciudades de Arizona, publicado en 1992 en la co- lección Relatos del Nuevo Mundo. Era esta una serie de libros que combinaban el cómic y el ensayo, y que aparecieron en el contexto de los fastos que rodearon al V Centenario
Crepax, Serpieri, Giardino o Matotti, el de Toppi debería brillar con luz propia. Su trabajo bebe de dos fuentes principales: la fluidez narrativa de la historieta de aventuras de las hojas de periódico y la contundencia plástica de la ilustración donde la capacidad de observación, la del descubrimiento de América.
La efeméride (junto a los Juegos Olímpicos que ese mismo año se celebrarían en Barcelona) fue usada por el entonces Gobierno socialista de Felipe González como catapulta definitiva que lanzaría la «nueva España» al escaparate de las naciones más desarrolladas.
Mi yo adolescente no dedicó ni un minuto a pensar en lo problemático de aquella operación desde el punto de vista histórico y cultural —España sigue hoy sin encarar de manera seria su pasado colonial y su legado de luces y sombras—, pero recuerdo el impacto que en mí tuvo otro descubrimiento: el de Sergio Toppi (1992-2012), uno de los auto- res icónicos del fumetto italiano y cuyo trabajo, variado y disperso a partes iguales, me lancé a buscar de forma compulsiva por revistas y publicaciones como Linus, Alter Alter, Corto Maltese, o Cimoc, entre otras, y casi siempre con poco éxito.
Cuando pensamos en cómic europeo solemos mirar hacia Francia y, en ocasiones, olvida- mos el peso y la influencia de los artistas que llegaron de Italia. Entre nombres como Pratt, libertad expresiva y la imaginación desbordante mantienen un delicado y preciso equilibrio. Por esa razón me alegra tanto que Ponent Mon se haya lanzado a recuperar y recopilar en preciosos volúmenes la fascinante obra del italiano bajo el nombre común de Americania. Si hace un par de años apareció en las librerías Historias de la frontera, libro que contenía las historietas que Toppi había dedicado a Norteamérica y su mitología, ahora le ha llegado el turno a la conquista del subcontinente americano a cargo de los exploradores españoles. Nuevo mundo, este segundo volumen de la colección, contiene un total de ocho relatos que, bien blanco y negro o en color, nuevamente, muestran ese rico universo creativo que hace de Toppi uno de los autores más importantes (y quizá no reconocido como debiera) del noveno arte. Se trata de piezas ambientadas inmediatamente antes o después de la conquista que destacan por su pulsión narrativa. En ellas, historia, mito y fantasía se dan la mano. El lápiz de Toppi es un prodigioso creador de relatos y dibujos contundentes, que nos llenan los ojos y nos gritan que no estamos ante cómics del montón. Cada página cobra vida propia y no son simples plantillas que pretenden seguir una secuencia cinematográfica, algo demasiado presente en muchos cómics actuales. Se trata de un quehacer artístico que convierte la página en una experiencia sensorial única, casi onírica, y que remite al barroquismo sinfónico de una canción de Cream, una pieza Stravinski o un cuadro de Klimt. Tal es la exuberancia creativa de Toppi, cuya lectura de la aventura colonial, su violencia y fascinación, perfectamente se refleja en un trazo grueso pero certero y de tenebrosa belleza, ya en su preciso control sobre el blanco y negro o en su apabullante despliegue del color.
El lector se encontrará ante historias densas, no tanto por el volumen textual —no malgastan los personajes de Toppi las palabras; tampoco lo necesitan—, sino por la amplia gama de significados y connotaciones en las que la frontera entre civilización y barbarie cede al paso de aventureros europeos, buscavidas hijos de perra e indígenas americanos, en una suerte de apocalipsis
lisérgico hacia la autodestrucción del hombre. En las historietas de Nuevo mundo como la mencionada al principio de esta reseña, u otras como «San Isidro Maxtlacingo 1850», «Chapungo», o «La leyenda de Potosí», no hay héroes, simplemente hombres empujados por obsesiones malsanas abriéndose paso a machetazos en un contexto asfixiante y alucinante. El universo creativo de Toppi es suficientemente amplio para poder imaginar mundos alternativos que rompen barreras espacio-temporales. Así podemos leer otras de las historias que componen el volumen: el caso de «Tzoacotlan 1521», donde ni siquiera la intercesión divina en forma de ametralladora Browning puede detener la inexorable caída del imperio azteca; o «Hipótesis 1492», en la que se aventura un naufragio de las carabelas con un único superviviente. Sea como fuere, se me ocurren pocos lugares alternativos en los que invertir el dinero, no poco, que cuesta, todo hay que decirlo, este Americania. Nuevo Mundo, del inmenso Sergio Toppi.
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