El escenógrafo José Hernández divide su taller del barrio madrileño de Las Letras en tres salas: pintura, grabado y dibujo
LA VARIEDAD DE INTERESES de José Hernández se descubre nada más echar un vistazo a esa suerte de útero materno en que el artista ha convertido su estudio, compuesto por una tríada de grandes salas dedicadas, cada una de ellas, a sus actividades fundamentales: el dibujo, la pintura y el grabado. Junto a ellas está su actividad como escenógrafo y figurinista, tanto en cine cómo en teatro, donde ha logrado un gran prestigio entre las gentes de la escena. Algo que se puso de manifiesto en la exposición José Hernández y el teatro. 1973-2007, y en el prólogo que hizo sobre su actividad teatral el escritor Francisco Nieva, rendido admirador de la obra de Hernández. No hay que olvidar sus numerosas ediciones de libros de bibliofilia, sus ilustraciones para libros y su actividad como académico, ya que pertenece a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid, y miembro titular de la Academia Europea de las Ciencias, las Letras y las Bellas Artes, de París.
Los espacios dedicados a su actividad creadora están en una de las alas de su domicilio privado, dentro de una gran casa de 1851 en el madrileño barrio de Las Letras, en la que vive desde los años setenta del siglo pasado. "Este lugar es como un refugio, una cálida burbuja en la que aislarse, un espacio con el que me he hecho y al que me he hecho", dice Hernández, que añade: "Me es muy agradable y además el barrio me encanta, aunque cuando llegamos era un barrio muy degradado, pero era donde queríamos vivir, en especial mi mujer, que es muy galdosista", dice en referencia a la escritora estadounidense Sharon E. Smith, con la que comparte su vida hace 49 años.
Tiene tan claro que esta casa, este barrio, estos paisajes urbanos han sido tan fundamentales para él que llega a afirmar que en otro sitio su obra hubiera sido distinta. Obra que aborda con mucha disciplina: "Madrugo mucho y empiezo a trabajar sobre las siete de la mañana. A partir de ahí pasan y pasan las horas... Cuando se va la luz natural me meto en el táller de grabado y ahí, hasta que el cuerpo aguante". Y así "sábados, domingos y fiestas de guardar", José Hernández siempre ha querido tener el estudio donde viviera: "La pintura es muy exigente, pero más aún el grabado, para el que hay que tener mucha atención y disciplina. La parte buena de tener el taller en casa es obvia: entro en el taller en pijama y con la taza de café; la mala es que no sabes cuándo cortar", señala este hombre que vive rodeado de objetos curiosos y al que le interesan especialmente los insectos, las piedras y los huesos: "De pequeño era muy curioso, me gustaban las vidas de animales raros. Ahora los humanizo en mi obra, o tal vez soy yo el que me animalizo".
Hernández nació en Tánger, y fue en la Librairie des Colonnes de esa ciudad donde expuso en 1962 por primera vez. Allí comenzó una trayectoria jalonada por premios, como el Nacional de Bellas Artes y el Nacional de Arte Gráfico, cuya estación más reciente es la exposición que acaba de inaugurar en la Fundación Cristino de Verá de San Cristóbal de La Laguna (Tenerife).
Rosana Torres
El Pais Babelia 20.04.13
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