lunes, 21 de enero de 2008

Las Aguilas de Roma




Con las manos a la espalda, Galba salió de entre las sombras y caminó lentamente hacia la luz del sol. Sin duda aquellos lusitanos no carecían de espíritu. Al igual que la mayoría de culturas guerreras, se aferraban a un código de honor el cual garantizaba que aceptaban la guerra con una imprudente arrogancia y una ferocidad terrible. Más preocupante aún era el hecho de que la relajada coalición de tribus estaba encabezada por un hombre que sabía utilizar bien las fuerzas. Galba sentía un respeto forzado por el líder de los lusitanos, Viriato. Ese hombre todavía tenía algo reservado y sería mejor que el ejército romano del general Aulo Plautio tratara al enemigo con más respeto de lo que hasta entonces había sido el caso. La muerte del mirmidón ilustraba a la perfección la despiadada naturaleza de aquella campaña.

1 comentario:

goloviarte dijo...

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