sábado, 25 de marzo de 2023

La huella de la ciudad perdida de Alejandro Magno en Asia

 

Tropas británicas acampadas cerca de Kabul, durante la Primera Guerra Afgana, en una ilustración de la época.


La desmesurada existencia de Charles Masson, un aventurero del XIX y pionero de la arqueología, cobra vida en el libro "Alejandría", del historiador Edmund Richarson

Jacinto Antón, Barcelona

"De vez en cuando, Dios hace que nazcan hombres (y tú eres uno de ellos) que sienten una profunda pasión por las acciones en las que se expone la vida a cambio de averiguar cosas". Las palabras que dirige Lurgan Sahib a Kim en la famosa novela de Rudyard Kipling durante la formación del chico como espía del Raj sirven también para describir al aventurero Charles Masson, un personaje real que por sus andanzas parece salido también de otra de las obras famosas de Kipling, El hombre que quiso ser rey, pues hasta le ofrecieron un reino. Con la vida de Masson, explorador, soldado, espía, estamos en los predios de la aventura con mayúsculas en la época del Gran Juego, la denominación que se dio a la rivalidad política del siglo XIX entre Gran Bretaña y Rusia en Asia central y término que Kipling contribuyó a popularizar en su Kim. En el tablero del Gran Juego, Afganistán, vasto territorio en su mayor parte desconocido y hostil a los occidentales, ocupaba las casillas principales y era el no va más de la exploración, el espionaje y la diplomacia.

Charles Masson (1800-1853), de nombre verdadero James Lewis, era un inglés que desertó de las filas de la artillería montada de Bengala y vivió peripecias asombrosas en la frontera norte de la India y en Afganistán, jugándose la vida a menudo e involucrándose en las peligrosas intrigas de la época. Ahora, un libro que es una singular mezcla de ensayo académico y relato apasionado ("esta es la historia de alguien que persiguió sus sueños hasta los confines de la tierra y de lo que ocurrió cuando llegó allí") bucea en la extravagante figura de Masson para destacar otra de las facetas de su personalidad, la de pionero de la arqueología, y sobre todo su obsesión por encontrar en los polvorientos y salvajes predios afganos una de las ciudades perdidas de Alejandro Magno, la misteriosa Alejandría del Cáucaso o Alejandría Paropamisos. En Alejandría, en busca de la ciudad perdida (Shackleton Books, 2022), Edmund Richardson (Bristol 40 años), profesor del departamento de Clásicas e Historia Antigua de la Universidad de Durham, nos conduce tras el rastro de una de las legendarias urbes fundadas por el conquistador macedonio (una veintena, todas con su nombre, Alejandro no era precisamente modesto) en su ruta hacia los confines del mundo. Lo hace metiéndose en los zapatos de Masson y fascinado con él hasta el punto que llegamos casi a olvidarnos de que el objetivo era la ciudad perdida para rendirnos, como el autor, a la desmesura de la vida y las aventuras del intrépido británico.

El libro transpira una gran emoción y un deseo vehemente de viajes, de vivencias extremas y de confines. Un póthos, un anhelo, no distinto al que empujaba al propio Alejandro, y a Masson. Lo que le lleva a uno a preguntarse qué tienen la aventura afgana y el Gran Juego para desatar esas emociones. "La historia de Mason, como muchas otras del Gran Juego, es una aventura que cambia la manera en que vemos el mundo", señala Edmund Richardson al respecto en conversación con este diario. "Y ese es el atractivo perdurable de ese momento en esa parte del globo. Afganistán nos hace vernos a nosotros mismos, y el mundo en que hemos crecido, con ojos diferentes".

Junto a Masson -que llega a dejar un grafiti en los Budas de Bamiyán- aparece toda una galería de personajes históricos realmente curiosos. Richardson parece sentir simpatía por Alexander Bujará Burnes, que es quizá el más conocido del Gran Juego. "Burnes es uno de los mayores viajeros y aventureros del XIX. Y dondequiera que estuviera, siempre se sentía como si perteneciera al lugar, ya fuera un palacio en Gran Bretaña o una ladera en Afganistán. Pero para mí, son los personajes que nunca encajan del todo los más interesantes. Masson es el vagabundo que nunca está satisfecho, que nunca encuentra lo que está buscando".

La frustración

En última instancia, la búsqueda de la Alejandría del Cáucaso (para los antiguos griegos la cordillera se extendía hacia el Este y abarcaba el Hindu Kush) queda sin resolverse. ¿Es consciente Richardson de esa frustración esencial que está en el corazón de su libro? "Ser un historiador de la antigüedad es querer lo que no se puede tener. Casi toda nuestra evidencia del pasado se ha perdido, desde la literatura al arte y la arqueología. Pero las historias incompletas son las más fascinantes. La frustración es también una seducción. Masson sentía eso cuando estaba buscando Alejandría. Y yo lo siento al recomponer su historia, y la historia de su ciudad perdida". Richardson añade: "Las excavaciones alrededor de Bagram, a 60 kilómetros al noroeste de Kabul, donde Masson creyó excavar la Alejandría del Cáucaso y tradicionalmente se la sitúa, han quedado en suspenso en los últimos años debido a la inestabilidad en Afganistán. Es muy posible que los estadounidenses encontraran numerosos objetos durante el tiempo que estuvieron en la base aérea de la localidad. Estoy tratando de averiguar su se hicieron algunos descubrimientos. Pero obviamente el Gobierno de EEUU no está muy interesado en discutir esa parte de la historia en este momento".

De los rasgos de personalidad que más le han impresionado del que llegó a ser el principal agente de inteligencia británico en Kabul "para perseguir su sueño" destaca: "Masson era un contador de historias, un cuentista nato. Pasó al menos un década viajando por la India y Afganistán por su cuenta, con nada para protegerse excepto palabras. Nunca llevó una pistola, o una espada. Estuvieron a punto de asesinarlo muchas veces, pero siguió adelante".

Tras la implicación de Gran Bretaña en la guerra moderna de Afganistán, ¿cómo ve Richardson la larga relación entre los dos países? "Para cualquier historiador de Afganistán, los paralelos entre pasado y presente son imposibles de evitar. William Dalrymple lo ha explorado muy bien en Retorno del Rey (Desperta Ferro, 2017), en el que señala cómo las potencias occidentales no parecen aprender nunca de los errores del pasado. Hay un viejo proverbio afgano, que cito en Alejandría y que reza: "Primero llega un inglés, como viajero. Luego dos, y hacen un mapa. Después viene un ejército. Así que es mejor matar al primer inglés".


El Pais, Sábado 3 de diciembre de 2022

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