miércoles, 26 de abril de 2017

El beso del Ayuntamiento ROBERT DOISNEAU / 1950





  "Esta foto me recuerda lo que yo llamo el universo visceral: un hombre, una mujer, dos bocas, dos cuerpos, el deseo del otro y de amarse para siempre... Sucedió en otra vida", afirma sonriendo Jacques Carteaud desde el sur de Francia. "Resulta difícil creer que sea yo, ¿verdad?".

Desde luego. Retratos de la época confirman que es él el joven que abraza apasionadamente a una joven con una chaqueta de punto delante del Ayuntamiento de París. Pero éste de ahora es otro, alguien que cuenta los años con serenidad: "48 años ya. ¿Quién iba a pensar que ese beso pasaría a la posteridad?". Nadie. Ni Robert Doisneau ni la agencia Rapho, a la que, en la primavera de 1950, la revista Life encarga un reportaje sobre los enamorados en París. Minada por la escasez, Francia está en plena reconstrucción y no hay nada que se libre de la cartilla de racionamiento. Sólo una cosa. "París y el amor forman un tema eterno", subraya Anette Doisneau, hija mayor de Robert. Se da la consigna de recurrir a figurantes, porque la agencia Rapho acaba de perder un juicio. Así es como Robert Doisneau acude a la Academia Simón en busca de una pareja que pueda posar. Entre los 350 estudiantes de arte dramático destacan "dos enamorados auténticos": Francoise Bornet y Jacques Carteaud. Éste ha ido a París para dedicarse al teatro. Es un joven atractivo que, para (sobre)vivir, posa para fotonovelas, publicidad o fotografías de moda: "Y me encontré con que me pagaban ¡por besar a la mujer que amaba! ¡Un sueño en estado puro!". En la placa de contactos se ve a la pareja que pasea en torno al Ayuntamiento, un "lugar simbólico de París". Solamente cinco fotos. "En aquella época todo era escaso y caro, y mi padre se preocupaba por ahorrar", explica Annette Doisneau. En cuanto a la foto, se impuso con claridad cuando la publicaron en Life, pese a que a Robert Doisneau no le agradaba especialmente: "La encontraba un poco facilona. Él, que se comparaba a un pescador de imágenes más que un cazador, prefería esperar que las fotos fuesen a él, más que forzarlas". Robert Doisneau nace en 1912, en Gentilly (Francia), en una familia de artesanos. Después de formarse como grabador-litógrafo, trabaja en un taller especializado en publicidad. Allí es donde descubre la fotografía. Durante sus horas libres hace fotos de los alrededores para "inscribir los decorados", con su Rolleiflex 6"6. "En ese medio vulgar que me rodeaba", deja escrito, "a veces percibía fragmentos de tiempo en los que el universo cotidiano parecía liberarse de la seriedad. Mostrar esos momentos podía ocupar toda una vida". Así fue.

Después de pasar por el departamento de publicidad de Renault, entra en la agencia Rapho tras la guerra. Acaba de nacer la revista Paris-Match, que encarna una "loca sed de imágenes". Robert Doisneau se traslada a Montrouge, en las afueras del sur de París, de donde no se mudará nunca más. Allí instala su estudio, en el que hoy se conservan los 350.000 clichés de su colección. Un fresco formidable de su época en el que este humanista cuenta la vida de la gente importante y la gente corriente de la región parisiense. Pasea por las calles, se sumerge en un café o en una fábrica de gas, en busca de "la imaginación social": "París es un teatro en el que pagamos la butaca con el tiempo perdido", escribe él, que maneja la cámara reivindicando la subjetividad. Es un director nato, y no duda en reconstruir una escena que le ha gustado con un figurante. Cuando, en 1986, Éditions du Desastre inician la publicación de carteles, Doisneau es un fotógrafo de renombre. Después de que su foto del beso haya dormido más de 40 años en sus archivos, el editor la selecciona y sella así el nacimiento de un símbolo. "El cartel se vendió inmediatamente en el mundo entero", cuenta Annette Doisneau, "y mi padre empezó a recibir enseguida cartas de personas que aseguraban reconocerse en la foto". El primero, el hombre con la boina a la izquierda de la pareja, un abogado de Montreal que descubrió la imagen gracias a un vecino. Envía a Doisneau una foto en la que posa con el célebre cliché en la mano. La misma boina, las mismas gafas, el mismo traje: es él. Y después hay decenas de enamorados que "decían amablemente que se reconocían en la pareja". Robert Doisneau les responde con la misma amabilidad hasta que "la historia se convierte en pesadilla". Una pareja exige conocerle. Se organiza una cena. "Por desgracia", suspira Annette, "mi padre no les dijo que eran ellos, pero tampoco les dijo que no eran. No quería, según me explicó, derribar su sueño". La pareja lleva al fotógrafo a los tribunales y reclama daños e intereses. Desestiman la querella, pero recurren. "Fue indigno", recuerda Jacques Carteaud, al que Robert Doisneau localizó para que le ayudara en su defensa. "Lo único positivo fue que me permitió conocer de verdad a ese hombre tan delicioso". En cuanto a la antigua novia del guapo actor, también ella corre al ataque para obtener derechos de autor. Pierde, pero Doisneau queda profundamente afectado: "Esos asuntos arruinaron el último año de su vida", cuenta Annette. "Decía con frecuencia: es triste pensar que lo único que voy a dejar es esta foto". Texto: Mane-Monique Robín / Capa



Annette, hija, del famoso fotógrafo Robert Doisneau, con la histórica y polémica imagen del beso ante el mismo escenario de la fotografía: el Ayuntamiento de París,
 
El Pais Semanal 100 fotos del siglo.

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