domingo, 31 de agosto de 2014

Viaje al centro del cómic




Fulgencio Pimentel publica tres cuidados volúmenes que demuestran que la edición es de por sí un arte y hacen crecer el exquisito catálogo.

JAVIER FERNÁNDEZ | ACTUALIZADO 27.08.2014
Junto al cómic se incluyen unas gafas 3D para sus ilustraciones.



Curiosón. Viaje al centro del océano. Matthias Picard. Fulgencio Pimentel. 52 páginas. 19 euros.

El catálogo de Fulgencio Pimentel crece y crece, gracias a Dios, siempre en nuevas e inesperadas direcciones. Por si alguien duda de que la edición sea un arte, aquí les dejo noticia de las tres últimas incorporaciones a la atrayente propuesta de la editorial riojana.

Curiosón. Viaje al centro del océano es un divertido álbum de gran tamaño y encuadernación en cartoné, realizado por el francés Matthias Picard (Reims, 1982). A medio camino entre el cómic y el libro ilustrado, Picard propone al lector un espectacular viaje en tres dimensiones al fondo oceánico, aprovechando al máximo la vieja técnica de impresión en 3-D (aquella de los dos colores, rojo y azul), que aquí alcanza el mayor nivel de nitidez y sorpresa que el que suscribe haya visto en su vida. Como corresponde a la fenomenal zambullida, el autor renuncia a la palabra, y el viaje del buzo protagonista de tan singular volumen carece por completo de sonidos, lo que deja al lector solo con las hermosísimas ilustraciones de corales, tiburones, ballenas, misterios y civilizaciones sumergidas. Claro está que para disfrutar de la experiencia harán falta un par de gafas anaglíficas como las que regala (por partida doble) Curiosón, convenientemente embolsadas y pegadas a la guarda posterior. Parafraseando la publicidad de la propia editorial, el álbum es un verdadero libro objeto y sus páginas son un conjunto de decorados de fantasía, que resultan prácticamente tangibles.

Culto Charles, de José Ja Ja Ja (José Quintanar, Campo de Criptana, 1984), es otra rara joya, también de gran tamaño (para los estándares actuales), aunque está vez encuadernada en rústica. Una particularidad de la edición es que los pliegos se presentan parcialmente sin guillotinar, de modo que el lector se reserva el placer de ir cortándolos a su gusto; otra, más sustanciosa, es que los 500 ejemplares de que consta la tirada contienen un bello exlibris firmado y numerado por el artista. A Ja Ja Ja ya lo habíamos visto en la imprescindible antología Terry (Fulgencio Pimentel, 2014), y aquí se desata en una larga y fragmentada aventura onírica de hermosísimos dibujos. Son los supuestos sueños de algunos miembros de la hipotética secta fundada por A. S. Brandon en la década de 1960, sueños finales que preceden a la muerte. El resultado es tan extravagante como parece, y entiéndase que aplico extravagante en la acepción de lo "que se hace fuera del común modo de obrar". En otras palabras, es una pasada.




Por último, Errata Stigmata, del genial Beto Hernandez, continúa la senda de rescate de personajes secundarios de la cabecera Love & Rockets iniciada con Rocky (Fulgencio Pimentel, 2013), del no menos renombrado Jaime Hernandez. Son 48 páginas finamente editadas con todos los cómics de la carismática Errata, más unas cuantas ilustraciones sacadas de aquí y de allá y una estupenda entrevista al célebre creador de Palomar. Si es verdad que el catálogo refleja el gusto del editor, no puede negarse que el de los responsables de Fulgencio Pimentel es realmente exquisito.


Diario de Cadiz


A través del espacio-tiempo



JAVIER FERNÁNDEZ 27.08.2014



Orlando y el juego 1. La sociedad de la niebla. Luis Durán. Diábolo. 224 páginas. 22,95 euros.

Doce años han pasado desde que Luis Durán (Oñate, Guipúzcoa, 1967) ganó el premio Josep Toutain al Autor Revelación en el Salón del Cómic de Barcelona y cada una de sus obras sigue teniendo la frescura de un descubrimiento. Su trabajo se resiste a ser encasillado y quizá la mayor constante a lo largo de los años sea precisamente esa, la voluntad de rehuir los caminos transitados, de parecerse solo a sí mismo. Durán es un raro, sí, pero un raro genial que seduce invariablemente al lector, libro tras libro. Posee un universo particular, lírico y sofisticado, y una manera singular de narrar, llena de pausas y elipsis, formas exóticas y textos refinados, capaz de transformar en imágenes lo inasible.

Su fascinante bibliografía vive dispersa en numerosas editoriales, dentro y fuera del territorio nacional, de Astiberri a Planeta, pasando por Dargaud. Y a la lista se une ahora la estupenda Diábolo Ediciones, que nos regala el primer volumen de la nueva serie Orlando y el juego, titulado La sociedad de la niebla. La cosa comienza cuando Orlando, habitante del espacio onírico conocido como Entorno Seis recibe la visita de tres representantes de Comité Seis. Los susodichos informan a Orlando de que Marcel, otro sujeto de Entorno Seis, ha incumplido las reglas y está interfiriendo en diferentes frecuencias de Entorno Tres, ayudado por nativos de ese mismo universo cuántico. En cristiano, un tipo de otra dimensión se ha colado en la Tierra y está manipulando furtivamente la realidad en numerosas épocas. Así que Orlando es enviado de modo simultáneo a ciento cuarenta mil frecuencias de onda, para encontrar y detener a los distintos Marcel que se irá encontrando en cada periodo histórico, comenzando por la Edad Media. ¿Cuáles son los motivos de Marcel? ¿Por qué recibe la ayuda de los individuos de la llamada Sociedad de la Niebla? ¿Y qué consecuencias tendrá la propia intervención de Orlando sobre el tejido de la realidad? Estas y otras cuestiones son las que aguardan al lector de Orlando y el juego, el nuevo reto del siempre sorprendente Luis Durán.

Diario de Cadiz

Superman y compañía


JAVIER FERNÁNDEZ  27.08.2014

Superman. Reedición, trimestral, 5. Varios autores ECC. 112 páginas. 11,50 €

El quinto tomito de la reedición trimestral de Superman vuelve a reunir episodios de las dos principales cabeceras del superhéroe: van aquí recopilados los números 11 y 12 del volumen 2 de Action Comics y los 7 y 8 del volumen 3 de Superman, todos de 2012. Los primeros los escribió Grant Morrison y los dibujaron principalmente Rags Morales y Brad Walker, y los otros dos son obra de Keith Giffen y Dan Jurgens, con Jesús Merino a las tintas. Entre los alicientes, el cómic presenta un par de cameos de Batman y una peligrosa operación quirúrgica, realizada por el propio Superman, para salvar la vida de la reportera Lois Lane. Además de las páginas de historieta, se incluyen artículos, algunos lápices y portadas alternativas.


Diario de Cadiz 

Un superhéroe esencial


JAVIER FERNÁNDEZ  27.08.2014



La leyenda de Hakwman. Ben Raab, Michael Lark ECC. 160 páginas. 14'95 €

Para los amantes del cómic de superhéroes, ECC recupera en su colección Essentials una hermosa miniserie publicada originalmente en el año 2000. Se trata de Legend of the Hawkman, tres tebeos en formato prestigio (compilados aquí en un solo volumen) obra del editor y guionista Ben Raab y el dibujante Michael Lark. Como afirmó Raab en una entrevista: "El objetivo es contar una buena historia, sólida, de Hawkman y Hawkgirl en la Edad de Plata… los que vinieron de Thanagar y convirtieron la Tierra en su hogar en los cómics clásicos de The Brave and the Bold, de Gardner Fox y Joe Kubert". Alejada de modas y continuidades, La leyenda de Hawkman es una lectura de las de toda la vida, en la que destaca el arte limpio y elegante de Lark. Arqueología, extraños cultos religiosos y extraterrestres (Superman incluido) se dan cita en este tebeo delicioso.

Diario de Cadiz 

jueves, 28 de agosto de 2014

La guerra de Anna Politkóvskaya


En 'Cuadernos rusos' el dibujante Igort se deja guiar por el espíritu de la periodista asesinada

LUCIA MAGI 27 AGO 2014 

Igort, fotografiado en la sede de la editorial Coconino Press. / ITALO RONDINELLA

Igor Tuveri (Cagliari, 1958), más conocido como Igort, tiene nombre de pila ruso, una niñez empapada de música y literatura soviéticas, y una juventud comunista. “Cuando yo era pequeño y todavía no sabía leer, mi abuela me leía novelas de Chéjov y Dostoievski”. La casa en la que se crió en Cagliari (Cerdeña) rezumaba fascinación por todo lo proveniente de las estepas —su padre es compositor—. Con 19 años se matriculó en la universidad de la ciudad más roja de Italia, aquella Bolonia eternamente gobernada por el Partido Comunista Italiano, por entonces un hervidero de movimientos estudiantiles. En 2009 Igort era ya un dibujante famoso, con más de treinta historietas publicadas entre Italia y Japón —en España se habían editado 5 el número perfecto, Fats Waller y Baobab—,que, ilusionado, ponía rumbo a Rusia con un encargo de la editorial francesa Gallimard.

Inevitables e impetuosos como una predestinación, pronto brotaron dos reportajes sobre la antigua Unión Soviética: Cuadernos ucranianos. Memorias de los tiempos de la URSS, publicado en España por Sins Entido, y Cuadernos rusos. La guerra olvidada del Cáucaso, que ahora edita Salamandra. Ambos hurgan con obstinación documental y trazo elegante en la guerra y violencia que tanto castigaron a esos territorios. Estos libros que prestan toda su atención al pasado próximo son valiosas lecturas para entender lo que está ocurriendo en la actualidad.

Yo no soy un profesional ni soy sovietólogo: solo tengo ojos y un buen par de zapatos. Y sé escuchar
El destino se cumple de forma inesperada, sin planificación. “Tenía pensado hacer un libro literario sobre Chéjov, contar su universo a través de las distintas casas en las que había vivido, todas ellas esparcidas por la antigua URSS”, explica Igort en la espartana sede boloñesa de Coconino Press, la editorial de novela gráfica que fundó en el año 2000 y que sobrevive a los sobresaltos del sector gracias a una cuidada selección y a una férrea contención del gasto. Con los codos clavados en la mesa, rodeado por altos montones de libros, Igort parece un soldado en posición defensiva. Alto, de bigote negro perfectamente recortado, su aspecto tiene algo majestuoso, casi severo, características que engrandece la pequeñez del pupitre que ha elegido para sentarse a hablar de Cuadernos rusos. El dibujante tiene una voz dulce y una mirada brillante, curiosa. “Alquilé un piso en Dnipropetrovsk, en Ucrania, y luego otro en Moscú. Era la primera vez que iba con intención de quedarme para escuchar. No quise ir a hoteles, no me gusta. Quiero vivir un lugar, no recorrerlo como un turista. Para entender necesito comprar en las tiendas, pagar las facturas”. Recuerda aquellos momentos del otoño de 2009, en los que, confiesa con palabras reposadas, “cambió el curso” de su vida. “Quería hundirme en la atmósfera de sus historias. Con esa misión, empecé a mirar a mi alrededor, a parar a las personas para entrevistarlas. Preguntarles sobre su día a día, sobre las guerras pasadas, sobre la época de Stalin. Enseguida entendí que la realidad me empujaba hacia otro lado”. El dibujante buscaba inspiración literaria, el hombre encontró la vida. El artista imaginaba sinfonías de la infancia, la voz de la abuela que le leía novelas como cuentos de hadas, pero en el lugar destinado a la ficción irrumpió “la verdad de unos países desesperados, donde se violan los derechos humanos y la gente tiene terror hasta a contestar a preguntas por la calle. Pensé que quizás por primera vez en mi trayectoria de narrador podía ser útil. Podía dar voz a quienes se les ha hurtado el derecho a expresarse”. A quienes sufrieron tantas humillaciones que eligieron el silencio y la supervivencia.





Igort salió a la calle con una cámara, un cuaderno y un intérprete. Durante dos años vivió entre Ucrania, Moscú y Siberia. “Escogía a las personas a las que luego me acercaba como un cartógrafo, por las arrugas que la existencia les había dejado en el rostro. Dejaba que el intérprete hiciera las preguntas, muy abiertas, que había preparado. Yo me quedaba dos pasos más atrás, grabando, tratando de hacerme el mosquito, de desaparecer —como me había sugerido Fabrizio Gatti, un periodista al que tengo una gran estima—, de ser tan invisible como un insecto que no interfiere en la escena, que no la contamina, que no la modifica”. Las caras, las expresiones, los vestidos y las historias de decenas de personas sencillas con las que se cruzaba acababan en un cuaderno de notas: textos, fotos, recortes de periódicos y retratos esbozados a carboncillo, atisbos de viñetas dibujadas con acuarela. “Llamé a Gallimard y le dije que el libro no iba a ser sobre las mansiones de Chéjov, sino sobre Rusia y la guerra del Cáucaso, que quería narrar esa historia a través de las voces de personas anónimas. No busco a héroes, no busco a protagonistas. Para mí la historia no se escribe con letras mayúsculas, sino que es la suma de todas las miles que se escriben con hache minúscula”.



Cuando ya tenía el libro sobre Ucrania publicado y el de Chechenia bastante avanzado, otro encuentro inesperado le hizo modificar sus planes. “Durante una presentación de los Cuadernos ucranianos en París me ocurrió algo digno de una película de espionaje: se me acercó una mujer, me pasó un papelito y antes de desaparecer me dijo: llama a este número”. En su apartamento de la capital francesa, donde reside la mayor parte del tiempo, Igort ejecutó esa extraña orden: al otro lado del teléfono encontró a Galia Ackerman, la traductora y amiga íntima de Anna Politkóvskaya, la periodista del diario ruso Novaya Gazeta asesinada el 7 de octubre de 2006. “En Moscú fui a su barrio, entré en su edificio, me subí al ascensor donde fue acribillada. Quería abrir mis Cuadernos rusos con esa tarde tan fría, con un homenaje discreto, pero el hecho de haber entrado en su círculo más íntimo me llevó a darle más presencia en el libro”.



Cuadernos rusos es una espeluznante novela gráfica sobre la guerra de Chechenia y, en ella, Anna Politkóvskaya hace las veces de ángel de la guarda, de estrella que guía y protege el trabajo del dibujante con su rigor y amor por la verdad: con la consulta de documentos, informes y partes médicos, muy similares a los que ella manejaba, Igort continuó la tarea de la reportera rusa. Fue a Chechenia, habló con madres sin hijos y mujeres sin maridos. Vio fotos y grabó la destrucción de Grozni y de numerosas aldeas. En Moscú encontró a jóvenes soldados rusos, “mandados a la masacre, presas de un machismo simplón, sin formación alguna para mantener el control”.
A Igort le intrigaba la resistencia de la periodista. “Me interesaba su lado humano: ¿por qué razón una madre de dos hijos, que se había librado por los pelos de varios atentados, no se echaba para atrás? Pero mi experiencia allí me hizo entenderlo: cuando ves aquellos documentos, hablas con gente que te cuenta torturas y silencios impuestos, la indignación te hace olvidar la prudencia. Ella decía: ‘Seguí justo porque tenía hijos: para poder mirarlos a los ojos”. Así, la periodista se convirtió en una “suerte de militar”. Su vida privada había desaparecido al servicio de las historias. “Tras sufrir un envenenamiento, solo podía comer té y panecillos con queso. Gaia me enseñó la tienda donde se compró un vestido elegante durante un viaje a París”. Uno de los rarísimos mimos de una existencia que se había convertido en misión. “Yo no soy un profesional ni soy sovietólogo: solo tengo ojos y un buen par de zapatos. Y sé escuchar. Lo que busqué, y encontré con sufrimiento, es la vulnerabilidad y la potencia de las personas anónimas. Esa es la belleza del hombre, no le encuentro otro sentido al breve paseo que damos por la tierra”, concluye el dibujante.


Testigo comprometido

Cuadernos rusos

Igort

Traducción de Regina López Muñoz
Salamandra Graphic. Barcelona, 2014
176 páginas. 25 euros

Por Valentín Vanó

COMO MILITANTE VETERANO de la vanguardia en ilustración e historieta, se había distinguido por su trazo elegante y su gusto por los ambientes sofisticados, por lo que nada permitía presuponer la evolución de Igor Tuveri hacia el cómic periodístico. Quizás para entender la singularidad del díptico dolorido y solemne que conforman Cuadernos ucranianos —publicado hace tres años por Ediciones Sin-sentido— y este reciente Cuadernos rusos conviene subrayar que su autor no tiene la formación ni la vocación de otros periodistas que han apostado por el cómic de forma premeditada, como Joe Sacco. En estos últimos años, Igort ha creado dos tebeos de no ficción monumentales, pero sus motivaciones eran íntimas, urgentes.

 Fue durante un viaje a Ucrania cuando este dibujante italiano de ascendencia eslava sintió abrir en su interior una nueva necesidad narrativa. Cuadernos ucranianos narraba diversas historias personales de ciudadanos de ese país pero, sobre todo, se articulaba en torno a la descripción del Holodomor, el devastador proyecto genocida de Stalin que provocó varios millones de muertos y redujo drásticamente la población ucrania entre 1928 y 1934. En Cuadernos rusos, Igort traslada el foco de interés del pasado al presente; de la represión totalitaria estalinistá a la actual democradura de Putin. A partir del asesinato de la periodista Arma Politkóvskaya en 2006, Igort desenreda la madeja del conflicto interminable entre Rusia y Chechenia en un libro que también podría haberse titulado, en cierta forma, Cuadernos chechenos.

Los dos siglos largos de tensión entre ambos países, los delirios de grandeza de la gran Rusia y su política imperialista, la identidad religiosa islámica como hecho diferencial checheno o la importancia estratégica de Chechenia como enclave rico en petróleo e hidrocarburos son argumentos expuestos por Igort en los impactantes y breves capítulos de Cuadernos rusos. Resulta evidente, al leer el libro, que su autor ha refinado la técnica narrativa que desarrolló en Cuadernos ucranianos en favor de una mayor claridad expositiva, dosificación efectiva de la información y búsqueda de respuesta emocional en el lector. Gracias a ese despojamiento de las convenciones artificiosas del cómic, Igort ha generado una recreación veraz de hechos reales y ha podido aportar la visión de un testigo comprometido.

La invocación del espíritu moral de Anna Polifkóvskaya que vehicula el libro está imbuida de los dos referentes literarios y éticos de la propia periodista, León Tolstói y Fiódor Dostoievski. Igort se vale también de una leyenda local muy expresiva para reflexionar sobre la capacidad del alma rusa de soportar padecimientos y privaciones. A pesar del capítulo dedicado al purgatorio de los kulaks, las historias que realmente encogen el corazón del lector son recientes, de ayer mismo. La mayoría de las torturas, asesinatos, incursiones militares y violaciones de los derechos humanos de los que esta novela gráfica da testimonio —incluido el célebre episodio del teatro Dubrovna— se han desarrollado durante la pasada década de los dos mil. La técnica fragmentaria del relato transmite la noción de una realidad inabarcable, que se explica mejor a través de las pinceladas rápidas sobre sus protagonistas efímeros. •


El Pais. Babelia 23.08.14

miércoles, 27 de agosto de 2014

Richard Avedon 1944-1994: medio siglo dirigiendo imágenes





           El 23 de agosto de 1993, Irving Penn fotografió a Richard Avedon para "Vogue"



Para celebrar los 20 años del programa cultural Kodak en Photokina —más de 100 exposiciones fotográficas—, la compañía de Rochester eligió como muestras de referencia las exposiciones «Richard Avedon Retrospective 1944-1994» en el museo Ludwig de Colonia y «Richard Avedon Fashion Work» en la sala de arte Josef Haubrich.

Avedon es el fotógrafo contemporáneo más famoso en el mundo entero. Nacido en la ciudad de Nueva York en 1923, se inició en la fotografía a la edad de doce años. La suya ha sido una carrera precoz, sin dejar nunca su línea ascendente, que ha venido marcando parámetros. A finales de los años cuarenta ya era jefe de fotografía en «Harper's Bazaar», bajo la dirección del legendario Alexey Brodovitch. En 1959 publicó su primer libro, «Observations», con un texto de Truman Capote y diseño de Brodovitch.

En 1963, fotografió el movimiento por los derechos civiles en el sur de los Estados  Unidos.  Al  año  siguiente, colaboró con James Baldwin en el libro «Nothing Personal». A finales de los sesenta y comienzos de los setenta, fotografió a los manifestantes contra la guerra y a los jefes militares, así como a las víctimas de la guerra del Vietnam. En 1966 dejó «Harper's Bazaar» por «Vogue».

Durante estas dos últimas décadas mostró su obra en numerosas exposiciones que fueron otros tantos acontecimientos culturales: «Avedon: Photographs 1947-1977», «In the American West»,... para bordar su prodigiosa trayectoria profesional con «An Autobiography».

En 1992 se convirtió en el primer fotógrafo de plantilla de la revista «New Yorker». A los 71 años, continúa trabajando. Uno de sus más recientes obras fue la esplendorosa imagen de Stephanie Seymour y el toro, por encargo de Osborne (FOTO, marzo'94).

Medio siglo más que como fotógrafo, como creador y director de imágenes, le avalan.

Trastevere, Roma, 24 de julio de 1946 


    

 Stephanie Seymour, modelo. Nueva York, 22 de abril de 1994

A la edad de doce años, Avedon ingresó en el IMHA Camera Club. Aparece a la derecha con su cámara cajón Kodak Brownie. Central Park, Nueva York, 1935.

Dowina con elefantes, Cirque d´Hiver. París, agosto de 1955

Suzy Parker y Mike Nichols, modelo y director. Maxim´s, París, septiembre de 1962

Sunny Harnett. Casino. Le Touquet, agosto de 1994

Bailando con Twiggy. Estudio de París, 1967

Natassia Kinski con serpiente. Poster, 1981



Robin Tattersall y Suzy Parker, modelo. Plaza de la Concordia, París, 1 de agosto de 1964

Audrey Hepburn. 20 de enero de 1967, Collage preliminar
  

Copia final, realizada con los negativos ampliados a escala 

Helio Guerrero, Nati Abascal y Ana María Abascal, modelos. Parque Gaudí, Barcelona, 21 de septiembre de 1964 

Avedon fotografió a Marilyn en su estudio de Nueva York durante el rodaje de «The Seven Itch». 14 de septiembre de 1954


Richard Avedon, de rodillas dentro de la maqueta a escala de su exposición en la galería Marlborough Fotografiado por Jack Mitchell para «The New York Times». 
Nueva York, 27 de agosto de 1975



Publicado en Revista Foto nº143, noviembre 1994

lunes, 25 de agosto de 2014

El Siglo de Oro Español ilustrado por Joan Mundet































En el año 2002, El Pais-Aguilar publicó por fascículos junto al diario El Pais en su edición dominical "El Capitán Alatriste de Arturo Pérez-Reverte y la España del Siglo de Oro". Este libro contenía una versión en comic del libro de Pérez-Reverte "El Capitán Alatriste", del que no haremos comentarios, junto con una selección de textos e ilustraciones que pretendían hacer entender y ver esa época en la que el capitán Alatriste vivía.

Las ilustraciones son obra de Joan Mundet, y que ha sido el ilustrador de la mayoría de los libros del Capitán Alatriste y de otra versión en historieta. Y son realmente estas ilustraciones las que vale la pena ver del libro. Escenas cotidianas, postales de los lugares claves de las ciudades y sus gentes, anecdotas, y en definiva, un inmenso trabajo de investigación y de arte.



Entre diversos genios de la época (de izquierda a derecha: Velazquez, Lope de Vega, Quevedo, Calderón de la Barca y Góngora) en el centro tenemos a Juan Eslava Galán y Arturo Perez-Reverte leyendo El Quijote.