jueves, 30 de octubre de 2014

Cuando Sorolla huía del óleo

 Dos exposiciones rescatan los dibujos del artista valenciano con lápiz o carboncillo
Pintaba en cartas, en reversos de menús o en cuadernos



Joaquín Sorolla (Valencia 1863 – Cercedilla 1923) dibujaba a cada momento. Su espíritu creador y observador le hace plasmar todo cuanto le rodea, en cualquier situación. El Museo Sorolla conserva casi 5.000 de estos dibujos, y ahora se muestran en 'Trazos en la arena' un centenar de ellos sobre el mar, uno de los temas predilectos del pintor valenciano. Pero la temática de sus bosquejos, notas, dibujos y apuntes preparatorios es amplísima. Con un cuaderno y un carboncillo documentaba cada instante de su vida y de la de los que le rodean. Como en esta imagen en la que retrata a su esposa y a su hija mientras cosían. Hay multitud de escenas domésticas tanto en pintura como un dibujo. La importancia que para Sorolla tenía la familia queda reflejada en toda su obra y en sus escritos.




A Clotilde García, su esposa, la retrata en cualquier situación, en este caso con vestido elegante. Está posando para una de sus obras más conocidas 'Clotilde con traje negro'. El uso del color en sus dibujos es excepcional. El trazo rojo de esta imagen es óleo que acompaña al clarión (blanco) y al carboncillo.





RUT DE LAS HERAS BRETÍN 
Una libreta, un lápiz y una irrefrenable necesidad de plasmar lo que le rodeaba son los tres ingredientes que conforman la personalidad de dibujante de Joaquín Sorolla y Bastida (Valencia, 1863-Cercedilla, 1923). El artista valenciano, conocido por su faceta de pintor, de gran captador de la luz y de los ambientes al aire libre, tiene un vastísimo número de obras fruto del "dibujar, dibujar, dibujar y dibujar. Eso es todo". Ese era su principio artístico y el que aconsejaba a sus discípulos para "entrenar la mano", como se observa en la correspondencia que les dirigía. A sus más de 4.000 óleos hay que sumarle casi 9.000 dibujos, de los cuales la mayoría están repartidos entre el Museo Sorolla —que fue la casa familiar del pintor— y colecciones particulares —sobre todo de sus descendientes—.

En esta fotografía se ve cómo el pintor está dibujando sobre el lienzo el retrato de Clotilde con traje negro. En este caso es un dibujo preparatorio para realizar posteriormente el óleo.



Otro de sus temas característicos son los jardines. El pintor valenciano se inspiró en los de los Reales Alcázares de Sevilla y de la Alhambra de Granada para diseñar los jardines de su casa. Los dibujos están plagados de anotaciones en las que señala las plantas o flores que quiere plantar en cada lugar. Las fuentes, el agua y las acequias como en los jardines andaluces tienen un papel importante en los dibujos de Sorolla.


Al dibujo como manifestación artística no se le ha dado relevancia hasta las últimas décadas. En el caso de los realizados por Sorolla, quedaron relegados por la obra pictórica. Toda su producción en óleo y en carboncillo se construyen en paralelo, evolucionan juntas tanto en técnica como en temática. Sus dibujos no son preparatorios, salvo excepciones, son obras de arte en sí mismas. Obras que realiza a cada momento y en cualquier lugar. No requieren de más logística que llevar un pequeño cuaderno y un lápiz o carboncillo; rara vez usaba el color. El trazo es ágil y rápido, como lo es la pincelada en los lienzos, perfecto para captar las escenas de playa: los niños en la orilla, los bueyes tirando de las barcas, las pescadoras a la espera. Escenas naturalistas, repletas de la misma luminosidad que llena sus óleos. Los tonos blancos aplicados con el clarión son los reflejos. Las sombras las representa con rayas paralelas, lo demás lo rellena la pupila del espectador. Su dominio de la técnica es tal que plasma algo tan inapresable como es la luz.



La representación de escenas al aire libre son un continuo en la carrera de Joaquín Sorolla. Tiene la misma rapidez y soltura con el pincel que con el lápiz y con ambas técnicas plasma la luz y la brisa marina. Esta barca tiene la vela hinchada por el viento, la zona que queda en sombra está marcada con líneas horizontales.

Es fácil imaginarse a Sorolla en mitad de una de esas escenas playeras cotidianas, ya sea en Valencia, con un ambiente distendido, informal y costumbrista, o en las playas del Norte, más elegantes. No importa el lugar, dibujaba de forma compulsiva, en sus cuadernos —de los que se conservan bastantes— o sobre cualquier soporte. Son abundantes las cartas que llevan dibujos y llamativos los que realizaba en los reversos de los menús (hay 24 expuestos en Madrid en la muestra Sorolla y Estados Unidos). El dibujo urbano es un tema recurrente desde sus viajes a París —el primero fue en 1885—. Cuando no está en casa pasa mucho tiempo en cafeterías y allí dibuja lo que ve. Dibuja todo el tiempo. Analiza constantemente lo que le rodea desde un punto de vista estético y formal. Datar estas imágenes es tan sencillo como mirar el anverso del menú en el que ponía la fecha y se puede saber incluso lo que comía durante sus estancias en los hoteles Blackstone de Chicago y Savoy de Nueva York.



Prueba de que era un dibujante compulsivo es la cantidad de menús de restaurantes que hay dibujados por el reverso. Cuando viajaba solo, Sorolla dibujaba lo que veía en las cafeterías donde comía. Aquí se fija en un camarero del hotel Blackstone de Chicago donde estuvo alojado entre el 2 de febrero y el 20 de abril de 1911.

Le interesa y se fija en la moda femenina, es amplísimo el catálogo de sombreros que se puede encontrar entre su obra. Las cartas en las que comenta este tema con su esposa, Clotilde García, son innumerables, así como en las que le cuenta las compras que ha hecho para ella o para sus hijas. La importancia que le da Sorolla a su familia aparece en cada uno de sus actos: si no está en casa la correspondencia es constante, y cuando está les representa en cualquier formato. Es un gran retratista, pintó hasta a William Howard Taft, presidente de Estados Unidos de 1909 a 1913, o a Alfonso XIII (retrato del que se conservan los dibujos preparatorios en papel de estraza, de gran tamaño, similares al formato final del cuadro). Pero a los que retrató más veces tanto en pintura como en dibujo fue a su esposa y a sus tres hijos. Los dibujos familiares son los más cuidados, muchos dedicados a Clotilde, a la que representa de gala o en situaciones cotidianas, cosiendo o dando de comer a los niños —lo que llama los dibujos de papilla, han servido para fechar algunos de los cuadernos ya que coincide con los años de nacimiento de sus hijos—. La catalogación de los 4.985 dibujos de la colección del Museo Sorolla finalizada el pasado julio ha servido para confirmar, por ejemplo, un viaje del pintor a Berlín, del que se tenían noticias, pero no estaba comprobado. Los dibujos y las anotaciones en el tren sirvieron para corroborarlo.


Sorolla dibujaba casi sin mirar el papel. En esta escena de playa en la que se puede observar una mujer vemos como hay trazos sin cortes en los que no parece levantar el lápiz. Dibujaba mientras miraba a su modelo, su ágil mano seguía lo que veían sus ojos.

En su ámbito familiar también se encuadran los dibujos de su casa, del diseño de su jardín. En ellos, como en todos, hace anotaciones de las flores que quiere plantar, o de los colores, o de la hora, lo que le indica la luz de la escena. En los preparatorios de los murales sobre la visión de España encargados para la Hispanic Society apuntaba los colores de los trajes. Es un animal visual.

Dibuja todo lo que ve, hasta a él mismo reflejado en una cafetera, en la mano: un lápiz; al pie del dibujo, un texto: "Dentro de la cafetera".

La sensación de que Sorolla dibujaba sin cesar se plasma en su respuesta a Thomas R. Ybarra, periodista de la revista The World's Work: “¿Que cuándo pinto? Siempre. Estoy pintando ahora, mientras lo miro y hablo con usted”.

Trazos en la arena, exposición de dibujos de Sorolla en su casa-museo. General Martínez Campos, 37. Madrid. Hasta febrero de 2015.





Las fechas de los dibujos son totalmente identificables ya que vienen impresas en los menús, en este caso 27 de marzo de 1911. La estancia de Sorolla en Chicago se debía a la preparación de una exposición del pintor en el Art Institute. 



Los retratos hechos en cafeterías son un verdadero catálogo dedicado a la moda femenina, especialmente a los sombreros. A Sorolla le gustaba comentar con Clotilde la vestimenta de los comensales, ha quedado muchas pruebas de esto en su correspondencia. 




La representación de escenas urbanas es otro de los temas recurrentes del valenciano. Van desde las notas de color de la calle de París que veía desde uno de los hoteles donde se alojaba, hasta este dibujo a tinta de la catedral de Colonia, acompañada de anotaciones. Gracias a los dibujos que realizó en el tren y a las imágenes de las ciudades alemanas se ha podido documentar un viaje de Sorolla a Berlín. 



El Pais Babelia 25.10.14

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