domingo, 27 de julio de 2014

KENT WILLIAMS. Sangre, sudor y garras.

Stacey Wearing foul
weather Mask.
Óleo sobre tela 1997. 

NORMAN FERNÁNDEZ
Hace ya algún tiempo comencé la realizáción de un artículo sobre la obra Meltdown, articulo que por una serie de circunstancias nunca llegó a terminarse.
En realidad, la verdadera razón que me había impulsado a la realización de aquel texto era la fascinación que me había producido el trabajo de Kent Williams.
Posteriormente, tras la aparición en nuestro mercado de otras dos obras de este dibujante, Lobezno: Killing y Dime, Oscuro, volví a retomar la idea y reescribí el texto, sin que tampoco en aquella ocasión llegara a ver la luz. Finalmente, me encuentro ante la tercera versión del texto. Parece ser que se trata de la definitiva. Veremos.

Portada del
n° 1 de la reedición de
Blood en Vertigo/DC,
1996.

 Es innegable que, como acabo de decir, la principal razón de la existencia de este texto es la atracción por el trabajo de Kent Williams, pero igualmente lo es que Blood, Meltdown, Dime, Oscuro, Killing o Destino ofrecen mucho más que un dibujo poco común. Antes de comenzar, quisiera hacer una pequeña reflexión general acerca de ellas. Este conjunto de obras nos sirve para constatar un hecho significativo: si nos fijamos, Blood es, en realidad, un claro predecesor de los posteriores trabajos de Williams en la línea Vértigo -y también de los de otros autores incluido, como es lógico, Jim DeMatteis-. La reedición, tanto de esta obra, como de la serie Moonshadow en esa misma línea editorial, nos indica que ya existían claros antecedentes de lo que luego sería Vértigo en Epic, la línea editorial que Archie Goodwin desarrolló para Marvel en los años ochenta.

BLOOD

Kent Williams nació en 1963 en New Bern, Carolina del Norte, trasladándose a Nueva York en 1980 para realizar estudios en una Escuela de arte. Alternándolas con sus estudios, consiguió publicar ya algunas historias cortas en Epic o Heavy Metal. Su colega John Jay Muth, le pidió entonces que le echase una mano con el trabajo que estaba realizando, y así fue como dibujó el sexto episodio y parte del décimo de Moonshadow -adaptando su estilo al de su compañero, en realidad-.

Sin embargo sería Blood, a Tale -1988- su primer trabajo de notoriedad en el mundo del cómic. Se trata de un producto que resulta difícil juzgar; personalmente lo considero más un experimento, un ensayo, que otra cosa. Su valía reside más es su cualidad como base para posteriores obras tanto de Jim DeMatteis como de Williams, que en su calidad como obra en sí misma. Con esto no quiero dar a entender que se trata de un producto exento de interés, incluso el balance entre logros y desaciertos se inclina claramente a favor de los primeros, pero lo que resulta indudable es que no está al mismo nivel de posteriores trabajos de ambos autores. Tampoco resulta fácil intentar explicar de qué va, así que no lo intentaré. Lo que sí esta claro es que presenta un guión con muchos altibajos y, por poner un ejemplo, tras un primer episodio prácticamente incomprensible, nos encontramos con otro realmente interesante -aquel en el que el protagonista toma consciencia de su naturaleza vampirica, tras huir de la tribu que lo ha convertido-.

Pasando al dibujo, si utilizáramos cada una de las obras de Kent Williams como ejemplificación de sus cualidades como historietista, Blood representaría sin duda la originalidad. Su estilo, por más que utilice similares técnicas a las de otros autores, tiene un sello personal y poco habitual. Bien es cierto que en este caso le sucede algo similar a lo acontecido a DeMatteis en el guión, y así nos encontramos con un dibujante que busca nuevas soluciones, que unas veces funcionan y otras no. De todos modos, conviene destacar algunos elementos como la manera en la que plasma la huida del protagonista y su compañera a través de la tribu de vampiros o el baile ritual de éstos, ambos en el segundo episodio.

MELTDOWN

Globalmente se puede considerar a Kaos y Lobezno: Meltdown -1989- como un curioso collage tanto por su metodología de realización, como por el resultado final obtenido. Se trata de un tebeo poco común, pero no solo por su extraña realización gráfica, con dos dibujantes, cada uno dibujando a uno de los personajes, si no incluso por su guión. No nos encontramos ante una típica historia cíe mutantes, ni siquiera con un tebeo de superhéroes en sentido estricto; estamos más bien frente a una mezcolanza de elementos de diverso origen: género policiaco, de superhéroes, de espías, ciencia ficción... etc. El resultado es el de una narración no del todo redonda, pero sí globalmente interesante, en la que destacan sobremanera las partes más basadas en el denominado genero negro -toda la parte en la que Lobezno sigue la pista dejada por Kaos tras su desaparición-. Tal vez debido a todo esto la obra se editó bajo el sello de Epic, a diferencia de los restantes títulos mutantes. Como anécdota, cabe reseñar que entre este sello y la línea Vértigo de DC acaparan la casi totalidad de la obra, en formato de cómic, de este dibujante.

Portada del n° 3 de Meltdown, en la edición española de Forum.


En lo que respecta al apartado gráfico, y centrándonos en la parte referida a Kent Williams, éste realiza en Meltdown un trabajo más similar al proceso habitual, dibujo-entintado-coloreado, que el llevado a cabo en Blood u obras posteriores. Utiliza preferentemente acuarela líquida y tintas -frente a un mayor uso de acrílicos, óleos o ceras en las otras-. Se puede decir que dibuja más que pinta o, más exactamente, que dibuja y luego pinta. Meltdown pone de manifiesto, sobre todo, la faceta de narrador de Williams. Por poner algún ejemplo podemos destacar la pelea entre Kaos y Lobezno en el tercer tomo, la secuencia en la que lobezno destripa a un matón en el segundo o el enfrentamiento final de Logan y el general Meltdown. Eso sin olvidar aquella que es, sin duda, la mejor conseguida de la miniserie y que, a mi modo de ver, constituye una de las mejores narradas, si no la mejor, de las aparecidas en las obras de similar estilo: la de lobezno en el cementerio al final de tomo primero. Hay que decir que John Jay Muth también realiza un buen trabajo, pero se ve ineludiblemente eclipsado por el de su compañero.

DIME, OSCURO

A mi entender, las principales cualidades de Dime, Oscuro -1992- derivarían de su atractivo y calidad. Evidentemente, el apartado del atractivo está sujeto a los gustos del receptor del producto, mientras que el segundo es más fácilmente contrastable. Nos encontramos con una obra de difícil clasificación, poco común, en la que se entremezclan Ángeles, Demonios, sacrificios rituales y escopetas de cañones recortados; pero además esa sucesión de elementos de fantasía, terror o género negro se realiza a través de una curiosa y funcional narración. El comienzo de la obra nos presenta un protagonista del que sólo sabemos que fue pescado flotando en el Támesis hace una temporada, arranque que también consigue pescar al lector, a su vez. Poco a poco, iremos conociendo los antecedentes de la historia que nos son narrados de forma también poco común: mediante una conversación con un taxista, una especie de flashback-delirio y la charla durante el encuentro del protagonista y su amigo Ricky. A partir de ahí, se va avanzando en una serie de acontecimientos en los que se ven implicados agentes sobrenaturales hasta el meritorio, y abierto, desenlace.

Pero Dime, Oscuro puede presentar otro nivel de lectura aparte del meramente realista, del que deriva buena parte del atractivo para mí, consistente en considerar la obra como una especie de delirio febril en el que se entremezclan fantasía y realidad de modo que ni el protagonista ni el lector pueden estar nunca seguros de nada -algo similar a lo que Jerome Charyn intentó hacer en La mujer del mago-; o más bien se podría decir que la obra transcurre en un estado que sería una siniestra combinación de lo que nosotros conocemos como real y lo que entendemos por fantástico. A todo ello contribuye sobremanera la atmósfera malsana, obsesiva y opresiva con la que se consigue envolver al lector.


fragmento de historieta de dos páginas, sin título. Aparecida en el catálogo Works exhibitions, 1996. 

fragmento de página de Tell me Dark. DC Comics, 1992 

Portada de Aliens: Havoc. Dark Horse, 1997. Portada Hellblazer nº 30. DC Comics, 1990. Portada The Crow n° 2. Image, 1999

En lo que se refiere a la labor de Kent Williams, Dime, Oscuro no destaca tanto el apartado narrativo de este dibujante como otros aspectos referidos a la capacidad de crear una atmósfera o de trasmitir sensaciones, dejando aparte los elementos puramente estéticos: no hay que olvidar que Williams es un ilustrador excepcional. Utiliza para la obra generalmente tonos apagados, marrones, sepias o grises, excepto en las secuencias ocurridas en el centro de reuniones de la secta, en donde se desarrolla el climax, que presentan tonos algo más luminosos. El único defecto que le pondría a la obra aparece en la secuencia que tiene lugar en un Club -comienzo del capitulo cuatro-, que está resuelta con un estilo demasiado difuso e inacabado que, si bien consigue trasmitir el estado de irrealidad del protagonista en ese momento, no consigue trasmitir esa intensidad en las miradas que le inquietan.

LOBEZNO: KILLING

"¿El hogar, Logan? No está donde está el corazón.
Es a donde vas cuando no tienes otro sitio al que ir."

El texto que antecede pertenece a la última viñeta de Lobezno: Killing -1993- y representa una buena muestra del talento literario de John Ney Rieber. Talento que también se puede apreciar en Dime, Oscuro a pesar de que allí trabajase sobre un argumento urdido por Williams y el escritor Karl Edward Wagner. Aunque en ambos casos encontremos un trabajo meritorio, existe una sutil diferencia entre las dos obras debido a la distinta naturaleza de ambas. Dime, Oscuro presenta unos textos mucho más peculiares, menos usuales, que muchas veces no parecen tener con el dibujo más que una relación tangencial pero que a la vez le complementan perfectamente.

Posiblemente esto, dicho así, suene casi demencial pero acudiendo a la obra, veremos que en el fondo tiene una retorcida lógica. Lastima que debido a los problemas que plantea la traducción nos hayamos perdido los juegos de palabras que Rieber establece entre el nombre del personaje/entidad Dark, aquí traducido por Oscuro, y el sustantivo dark, oscuridad.

Killing es una obra mucho más asequible que Dime, Oscuro o Bloody, en algunos apartados, incluso que Meltdown, a pesar de ser productos aparentemente similares. El punto de partida es la obsesión claustrofóbica que la ciudad produce al protagonista, ello motivará el viaje de éste al Himalaya. Lo que éste desconoce es que ese viaje está orquestado por una pintoresca secta interesada en sus servicios como portador de material genético de interés para futuras generaciones. Todo ello terminará en una especie de viaje interno del protagonista que al enfrentarse al cabecilla de la secta, lo hará también consigo mismo. Puede que todo esto suene un poco pretencioso, pero Rieber y Williams consiguen llevarlo a cabo con eficacia y sencillez, dentro de su dificultad; mucho mejor, en realidad, de como aquí está explicado. Existe un elemento, casi anecdótico, que me parece destacable por su originalidad y que acontece durante el enfrentamiento final, se trata del método que el enemigo del protagonista utiliza para intentar eliminarle mediante la propia esencia de éste.

Portada de Woverine Killing. En la edición española de Forum. 1993 

Portada Destiny n° 2 Vertigo/DC, 1998

Desde el punto de vista gráfico, Killing nos serviría para destacar el aspecto expresivo del trabajo de Kent Williams. Se trata de la obra en la que utiliza una técnica más convencional, y en la que ni siquiera se encarga del coloreado -que, por cierto, realiza su mujer-. Ese dominio de la expresividad ya era un factor destacable, por ejemplo, en Meltdown, verificable allí acudiendo, entre otras, a la composición que realiza de Lobezno enloquecido al final del tomo tres y comparándola con la de Lobezno en estado normal en la página 26 de ese mismo episodio. Sin embargo, Meltdown presentaba algún punto negro en ese mismo apartado, pues al igual que el propio protagonista, el dibujante parecía de pronto enloquecer y su dibujo se mostraba demasiado agresivo, forzando la expresión más de lo necesario. No sucede lo mismo en Killing, donde la plasmación del protagonista es más constante y consistente, aunque aquí se parte ya de mano de una composición menos realista con una ligera -y atractiva-esperpentización del personaje. De hecho me atrevería a decir que esta versión de Lobezno es, junto a la de Frank Miller, la más brillante y enloquecida que conozco.


DESTINO

La aparición de Destino: Crónica de unas muertes anunciadas -1997- terminó con el mayor paréntesis en la producción de Kent Williams. Paréntesis durante el cual su nombre se barajó para diversos proyectos, como Sandman Midnight Theatre o Witchcraft. Curiosamente, casi siempre fue el danés Teddy Kristiansen quien finalmente realizó el trabajo; tal vez porque se trata de un historietista que esta teniendo una evolución cercana a la del protagonista de este texto. Volviendo a Destino, podemos decir que estamos ante uno de las mejores obras de la producción reciente de Vértigo. Williams ha caracterizado su carrera por trabajar con grandes guionistas, DeMatteis y Ney Rieber los son, y Alisa Kwitney lleva camino de serlo; de hecho, si todavía no lo es, se debe a que ocupa la mayor parte de su tiempo en la labor de editora, en la que representa uno de los pilares de la línea Vértigo. Destino nos descubre a una guionista que realiza un trabajo inteligente y elegante, que sabe impregnar de una fuerte carga intelectual la obra sin resultar pedante y que además es una notable escritora de textos.

El trabajo de Kent Williams en Destino, que desgraciadamente se restringe a poco más de una docena de páginas por número, no presenta demasiadas variaciones frente a sus anteriores obras. Si acaso, aplica unos colores un poco más vivos de lo habitual y disminuye el grosor del trazo, haciendo que éste prevalezca sobre los sombreados, que realiza directamente con el color. Destino nos sirve, sobre todo, como muestrario de su estilo como historietista; sus páginas representan el expresionismo aplicado a la historieta. Soy consciente que uno debe ser cuidadoso cuando aplica palabras terminadas en -ismo a un tebeo, pero no por ello deja de ser un hecho que Williams comparte con esa tendencia artística la forma de entender su trabajo. Con esto no me refiero solamente a que se apliquen determinadas técnicas, de determinada manera, si no a lo que se hace con ellas; al sentimiento con que se aplica el trazo y al que ese mismo trazo consigue trasmitir al lector. Por decirlo de forma breve, Kent Williams sería algo así como el George Grosz de los cómics.
Página de Where is it? Publicada en Al n° 3. Epic y Atomeka press, 1992

Viñeta de Dead
Boys Eyes. En Batman
B&Wn°2.
Vertigo/DC, 1996

RUEGOS Y PREGUNTAS

Restan todavía algunos trabajos puntuales que podríamos reseñar, un pequeño número de historias cortas como la que realizó para la edición americana de la revista A1 -1992-: una historia escrita con John Ney Rieber, muy en la línea de los productos de Vértigo, y que cuenta el retorno a los fantasmas de una casa abandonada a través de las estampas de ésta. Mención especial merecen dos trabajos, el primero sería el de la serie Sandman que realizó con Neil Gaiman. Miedo a caer-1993-, se trata de una historia que tiene un especial significado para el que suscribe estas líneas: su docena escasa de paginas me sirvieron, aparte de como ratificación de la calidad de Williams como dibujante -algo que en realidad no era necesario-, para despejar cualquier tipo de duda que pudiera tener sobre la calidad de Neil Gaiman como guionista. El breve encuentro de un escritor en crisis y el Señor del Sueño ejemplifica lo que significa el término poético -si es que tiene algún significado aparte del definitorio de un genero literario- referido a una historieta.


Boceto en
Drawings&Monotypes.
Tundra. 1991


El otro trabajo a destacar sería su aportación al Batman: Black & White -1996-. Su excepcionalidad deriva del hecho de que el guión venga firmado en solitario por Williams, algo muy poco habitual a pesar de ser éste un dibujante que suele colaborar, en mayor o menor medida, en la parte escrita de todas sus obras. No debe resultar por tanto demasiado sorprendente que lleve a cabo un trabajo cercano al de sus colaboradores habituales, en especial al de su vecino John Ney Rieber. Otro aspecto a destacar es el que se trate de uno de sus escasos trabajos que no realiza en color, y precisamente ese blanco y negro del título de la obra es lo que nos permite vislumbrar con mayor nitidez ese talante expresionista del trazo del que hablábamos.

Además de todo esto, tendríamos una facetaa esporádica como entintador, en la que podemos encontrarnos desde episodios de la Patrulla X, a un tebeo sobre Prince, pasando por la historia de The Minx del segundo Winter Edge, en la que suele dejar su sello personal. Actualmente, y en formato de historieta, está preparando una Novela Gráfica para Vértigo, de la que solo se sabe que se llamará Kokoro. Kent Williams es un autor ciertamente atípico, capaz de ser laureado con un premio Yellow Kid en el Salón de LUCCA de 1990 y, por otro lado, realizar un tebeo de Lobezno sin que los fans de los Mutantes quieran crucificarlo por ello. En la actualidad, reside en Chapel Hill, North Carolina, y está casado con una de las más importantes coloristas del cómic norteamericano, Sherilyn Van Valkenburgh.


 Ilustración para un relato de Lawrence Block. Aparecido en la revista PlayBoy.

Existe además otra faceta de Kent Williams, aparte del cómic, en la que destaca su trabajo; la de ilustrador y pintor en las que goza de tanto o más prestigio que en el mundo de la historieta -posee tres medallas de La Sociedad Norteamericana de Ilustradores-. Ha realizado numerosas exposiciones, tanto en solitario como acompañado de otros artistas, y sus cuadros gozan de una alta cotización. Fruto de esta labor publicó, aparte de diversos catálogos, el libro Drawings & Monotypes -1991-que recoge bocetos, lápices y estudios previos de varios de sus trabajos. Lo cierto es que, si bien hemos tenido bastante suerte en lo que se refiere a la edición en castellano de sus trabajos en formato de cómic, todavía no hemos podido disfrutar de una exposición de su trabajo pictórico en este trozo de la península ibérica. Ojalá alguien se anime y consiga acercarnos algo del talento de este artista, ineludible punto de referencia del arte de este fin de siglo.



 Fotografía de Kent Williams

Publicado en Dentro de la Viñeta nº2 Junio de 1999

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