martes, 26 de febrero de 2013

VIRGIL FINLAY: Pin-ups y Quasimodos




 Tengo en las manos un buen diccionario inglés que da las siguientes definiciones de la palabra PULP:
- Parte blanda y pulposa de un cuerpo vegetal o animal, por ejemplo una fruta.
- Cualquier masa blanda o informe.
- Revista o libro impreso en papel barato que contiene historias espeluznantes de poco valor literario.
Normalmente, las definiciones de los diccionarios, en caso de haber varias para una misma palabra, son de aplicación limitada. Casi siempre de una sola de ellas. En el caso de Virgil Finlay y el pulp no es así. Valen las tres. Virgil dibujaba mujeres blandas y pulposas, atractivas pin-ups cuyos rostros oscilaban entre Hedy Lamarr y Betty Grable. También dibujaba masas blandas e informes: sus angustiosos monstruos espaciales, extraños Quasimodos, verdadero preludio de lo que en su día serían los horrores de la serie  de  películas  inglesas del  doctor,


 Quatermass. Y sus dibujos se imprimían en papel barato e ilustraban historias de más o menos valor literario (ahí está la única posible divergencia con respecto a las definiciones del diccionario, porque algunas veces los dibujos de Finlay sirvieron de apoyatura a excelentes historias).
A los 10 años de su muerte y a los 45 de la publicación de sus primeros dibujos profesionales en revistas como Weird Tales, el personaje y la obra de Virgil Finlay siguen siendo prácticamente desconocidos exceptuando a quienes siguen la ciencia ficción en todos sus derroteros y a través de todas sus manifestaciones posibles.
La verdad es que la obra de Finlay hubiera merecido un mejor destino. Si sus trabajos hubieran visto la luz pública diez o quince años antes, no hay duda de que hubiera sido un excelente ilustrador de libros. Pero Virgil Finlay fue un producto de la década de la gran depresión americana: sus primeros trabajos se publicaron en 1935 y eso le hizo caer en el mismo saco en el que convivió junto con todos los demás artistas conocidos como pulp-magazine illustrators.
Sus notables trabajos, verdaderas obras artesanales realizadas a punta de plumilla, merecían un trato mejor que el que se les dio en su época, y también una mejor reproducción. El papel de los pulp-magazines era lo que les confería su característica más destacada, pero era el peor enemigo de un artista minucioso como Virgil Finlay, que nunca utilizaba la plumilla para realizar manchas. Sólo dejaba que la punta tocara el papel y la secaba para mojarla de nuevo y dibujar un nuevo punto que formaba parte del inmenso entramado de tela de araña que era uno cualquiera de sus trabajos. Muchos ilustradores de nuestros días, aprovechándose de la semiclandestinidad que fue la constante compañera de los trabajos de Virgil Finlay, han imitado su estilo después de estudiar minuciosamente su técnica y la utilizan ahora adjudicándose la etiqueta de pioneros o vanguardistas de un estilo tan viejo como ellos mismos, o quizá más.



Virgil Finlay nació en Rochester, Nueva York, en 1914. Sus primeros intentos serios en el campo de la ilustración se remontan a 1930 y sus primeros trabajos a nivel profesional aparecieron en Weird Tales, en 1935. A consecuencia de estos dibujos iniciales atrajo la atención de gran número de fans y escritores del género, entre los que cabe citar a H. P. Lovecraft, que era uno de sus más entusiastas admiradores»
En aquella época, y en el terreno del pulp-magazine, no había nada ni nadie que se le pudiera comparar.
Sus primeros esfuerzos fueron totalmente experimentales, mientras probaba toda clase de técnicas diferentes. A través del,estudio de la técnica de varios dibujantes e ilustradores a los que admiraba, acabó adquiriendo su propio estilo y llegó a realizar obras muy notables, tanto en blanco y negro como en color, antes de la segunda guerra mundial. Cuando pudo recuperarse del paréntesis bélico, sus dibujos se hicieron cada vez más y más minuciosos y detallados, hasta que en 1950 llegaron a un grado de perfección e imaginación que hicieron que su nombre se convirtiera en leyenda dentro de su campo de trabajo.
La difusión de sus obras en esa época se limita a los Estados Unidos, donde se le confiere una importancia bastante notable. Las revistas Famous Fantastic Mysteries y Fantastic Novéis, para las que Virgil realizó algunas de sus más notables ilustraciones, publican tres pequeños portafolios de sus dibujos en los años 40, y Nova Press, de Filadelfia, saca al mercado otro, en esta ocasión excelente, en 1953. Un quinto portafolio, editado por Gerry De La Ree, se publica en 1971, poco después de la muerte de Finlay. Contiene 24 dibujos seleccionados entre los más primitivos y desconocidos del artista.
En la selección que héteos realizado de sus ilustraciones se puede seguir cronológicamente la obra de Finlay, para ofrecer una idea de su evolución artística.
En su obsesivo y constante deseo por alcanzar una perfección utópica, Virgil Finlay llegó a tales extremos de laboriosidad que a menudo olvidaba las fechas de entrega que le marcaban los editores. Sus métodos eran los menos indicados para un artista comercial, pero se vio obligado a mantenerse en constante equilibrio entre sus exigencias personales como ilustrador y las necesidades económicas que condicionan a todo ser humano, por más perfeccionista que desee ser.



Su trabajo como ilustrador de libros fue bastante limitado. Dos de los más conseguidos fueron Roads, de Seabury Quinn, y The ship of Ishtar, de A. Merritt, que influyeron notablemente para que, a finales de las décadas de los años 30 y 40, su nombre se colocara invariablemente en cabeza de los artistas e ilustradores más populares en el campo de la ciencia ficción.
A lo largo de su carrera, Finlay fue uno de los pioneros de la teoría de que el original debía ser siempre devuelto al dibujante, y esa era su primera exigencia cuando comenzaba una colaboración con un editor. Aunque casi todos ellos respetaron el acuerdo, también los hubo que hicieron oídos sordos y se quedaron, revendieron o enmarcaron para su comedor las obras de Virgil Finlay. A pesar, de todo, pudo conservar el grueso de su obra, lo cual le sería de gran ayuda en los años que precedieron a su muerte en enero de 1971.
El cáncer que pocas veces perdona, hizo presa en Virgil Finlay y provocó en él dolorosas crisis que motivaron que su ritmo de trabajo, ya lento y bajo de por sí, debido a su técnica minuciosa, decreciera aún más. Su obra de la década de los 60, si bien es la de más alta calidad, es también la menos abundante. Pero Finlay tenía una casa y una familia que mantener, y se vio entonces obligado a ir vendiendo poco a poco muchos de los originales devueltos por los editores después de su publicación. A pesar de ello, los precios de venta de los originales de Finaly fueron siempre modestos puesto que consideraba que ya habían sido amortizados por el editor.
El nombre de Virgil Finlay ocupa un lugar destacado en la iconografía personal de cualquier buen lector de revistas de fantasía y ciencia ficción, pero en el mundo del arte en general su firma fue prácticamente desconocida y su trabajo poco o nada apreciado, por esa generalizada prevención de los marchantes y artistas "cultos" hacia todo aquello que de alguna manera se relacione con el arte popular. Y los pulp-magazines nunca han entrado en las bibliotecas, de modo que no resulta extraño que las pin-ups y los Quasimodos de Virgil Finlay hayan permanecido siempre en un segundo plano, contemplados un poco por encima del hombro por determinados sectores del ambiente artístico. Si en vez de mirar la obra de Finlay por encima del hombro la hubieran contemplado con una lupa, quizá las miradas de esos sectores hubieran cambiado notablemente de expresión.
Manel Domínguez Navarro




Ilustración+COMIX Internacional nº 3, 1980






















No hay comentarios: