martes, 24 de mayo de 2011

NUEVE AUTORES (11 de agosto de 2000)



Daniel Torres(Valencia, 1958) es uno de nuestros autores más internacionales, gracias a títulos como Roco Vargas o El octavo día. En la actualidad, está trabajando en la adaptación a los dibujos animados de su personaje infantil, el dinosaurio Tom. Tentaciones. ¿Cómo se traslada un personaje como Tom de la historieta a la animación? Daniel Torres. Lo primero que hay que hacer es olvidar que lo que vas a ver en pantalla es tu personaje, porque ha pasado por muchas manos y está en un medio distinto. Si no tienes en cuenta eso, te puedes llevar muchas sorpresas. Teniéndolo en cuenta, de momento el aspecto que tiene Tom está muy bien. Puede que lo que acabemos consiguiendo sea un retrato inmenso de un personaje que tiene muchas caras. De momento, ya existen tres caras de Tom. Una, la que aparece en los cuentos ilustrados que protagoniza; otra, la que aparecía en las historietas de El Pequeño País, y la tercera, la de las historietas que están apareciendo ahora mismo en la revista Dibus. La de la animación va a ser la cuarta, y todas son diferentes pero a la vez complementarias. 



Juan Giménez(Mendoza, Argentina, 1943) se ha labrado un reputación como uno de los más brillantes dibujantes mundiales de la ciencia-ficción, género que sigue explorando en la actualidad con La casta de los Metabarones, escrita por el guionista chileno Alejandro Jodorowsky. Tentaciones. ¿Cómo ha cambiado el cómic en España desde que tú llegaste? Juan Giménez. Yo llegué a España en 1978, cuando se vivía el resurgimiento del cómic, con la aparición de las primeras revistas contemporáneas. Era una época fantástica, que coincidía con la agitación cultural de la movida. Duró poco, para mi gusto, ya que empezó a languidecer a finales de los años 80. En la actualidad, para las editoriales no es rentable producir cómics sólo para España. Hay que vender el producto en Italia, Francia, Estados Unidos..., de manera que se desvirtúa la imagen del cómic nacional. Esto es porque ha desaparecido el público local, y esto es consecuencia de la evolución natural. Los jóvenes tienen otro tipo de tentaciones, especialmente a través del ordenador. Podríamos decir que el cómic ha quedado un poco obsoleto, pero no desaparecerá.





Horacio Altuna (Córdoba, Argentina, 1941) ha dibujado todo tipo de cómics, y siempre de categoría excepcional, tanto en su Argentina natal como en España, donde llegó hace 20 años. Lo último que acaba de presentar es Hot L.A., una aproximación casi documental a los conflictos raciales de Los Ángeles provocados por el apaleamiento de Rodney King. Tentaciones. ¿El cómic se presta a tratar cuestiones periodísticas o de actualidad? Horacio Altuna. El cómic se presta para cualquier temática. Lo que pasa es que en la actualidad hay una preponderancia de lo infanto-juvenil y de la evasión. Lamentablemente, Hot L.A. corresponde más a lo que se hacía en los años setenta y ochenta. Es increíble que del franquismo, por ejemplo, no exista más que lo que ha hecho Carlos Giménez. Tendría que haber editores y autores que abordaran estas temáticas. En realidad, es un problema general. En todas partes se está bajando el listón: el cine, la música, las revistas... En España se vive un periodo de falsas vacas gordas, y la juventud no cuestiona absolutamente nada. En Latinoamérica, sin embargo, y obligada por las circunstancias, la juventud está mucho más politizada.


Carlos Giménez(Madrid, 1941) se ha convertido en uno de los autores más importantes del cómic español mediante álbumes que revisan desde la posguerra hasta la transición, a través de sus recuerdos personales y generacionales: Paracuellos, Barrio, Los profesionales... Actualmente su obra está siendo reeditada por Glénat. Tentaciones. ¿Tiene memoria el cómic español? Carlos Giménez. El cómic español tiene la misma memoria que cualquier otro medio. La industria del tebeo es reciente, no tiene más de cien años, y en ese tiempo se ha desarrollado lo suficiente como para ofrecer obras capaces de recordar a cualquiera que los tebeos son un gran medio de expresión. Además, se reeditan constantemente, de manera que cualquiera puede comprobarlo. Mis propios tebeos siempre han estado ahí. Lo que sí es verdad es que cada cierto tiempo se produce un relevo generacional que hace que los nuevos lectores descubran autores que ya existían. En mi obra, la memoria tiene gran importancia. La memoria es un filón si tu concepción de las historias va por ahí. Detrás de la mayoría de las obras, casi siempre hay una vivencia propia del autor.


José Luis Ágreda(Sevilla, 1971) se ha consolidado como uno de los grandes valores jóvenes de la historieta española, y de los pocos capaces de llegar asiduamente al gran público, en especial a través de una serie infantil, Zoé, con guión de Bernardo Vergara, que aparece mensualmente en Dibus; de su serie Los Chapas (también escrita por Vergara), que aparece cada semana en El Jueves, y del álbum que ha ilustrado sobre guión de Gomaespuma, Raúl y Andrea, a la fuerza ahorcan. Tentaciones. ¿El humor es el último refugio del éxito para el cómic? José Luis Ágreda. Es posible que sea el último refugio del cómic español, como ha sido también el salvavidas del cine español. El humor es algo más general que otros géneros y admite un público más amplio. No creo que el cómic pueda tener nunca mucho éxito, pero es cierto que en este país, por la tradición de humoristas, y porque el humor entra en la idea que tiene la gente de lo que es un tebeo, es mucho más aceptado. Además, el humor tiene otra cosa, y es que es más dificil engañar a nadie. Si te lo lees y no te ríes, es un mal tebeo de humor. Y con los cómics en España tienes muchas posibilidades de reírte.



Ricard Castells(Barcelona, 1955) ha sido el más importante dibujante inédito en España durante varios años. Descubierto por los japoneses antes que por nuestro propios editores, la reciente publicación de los libros Lope de Aguirre. La expiación y Poco por fin le ha permitido llegar hasta su público. Tentaciones. ¿Cómo fue la experiencia de trabajar para los japoneses? Ricard Castells. Muy agradable. Lo más notable de mi relación con los japoneses es que allí la palabra dada tiene un valor sagrado, cosa que se ha perdido aquí. En realidad, resultaron más abiertos que los editores occidentales. Ellos buscaban proyectos, sin importarles el nombre; aquí nos guiamos más por el nombre. Mi trabajo es minoritario, pero allí tuvo su hueco porque en Japón hay todo tipo de manga, y aceptan muchísimas más cosas, además de que a los occidentales nos dieron más libertad que a los autores de allí. Últimamente nos han cerrado las puertas, coincidiendo en parte con su crisis económica. Al menos, después de aquello he conseguido publicar aquí, y ahora se observa una pequeña apertura a cosas que no son comerciales, sin ser tampoco un desastre económico. 


Paul Karasik es un caso extraño dentro del fenómeno del cómic. Es un experto, a la par que dotado, "mixer" de lenguajes: mezcla con soltura y de manera lúdica e inteligente imágenes, textos y un sinfín de recursos narrativos y comunicativos. Estrecho colaborador en labores editoriales de Art Spiegelman, el autor de "Maus", en la revista experimental "Raw", una de las publicaciones más importantes de los años ochenta y noventa. En "Raw" se publicaron trabajos de autores como Crumb, Mattoti, Tardi, Panter o Deitch. Ejerció también como editor en "Bad News Magazine". Premiado en el Salón de Barcelona ´99 por su adaptación gráfica de "La ciudad de cristal", novela homónima de Paul Auster, en colaboración con el ilustrador David Mazzuccheli. Es colaborador del "The New York Times", "New Yorker" y "Nickelodeon Magazine". Docente en la School of Visual Arts neoyorquina y en la International School of Comics de Florencia.



Don Rosa(Louisville, 1951) ha transcendido el clásico universo Disney y su parroquia de patos con un meticuloso trabajo de investigación y reajuste. Su pasión por los patos le condujo a afirmar que era el único americano capaz de dibujar y escribir la vida y milagros del Tío Gilito. Rosa llegó a propiciar incluso conatos de relación amorosa en el mundo prácticamente asexuado de Disney. Su primer trabajo, "El hijo del sol", para la Editorial Glasdstone(1986), proveedora de Disney, es una aventura sobre el imperio inca y el templo de Mango Capac y nominada incluso para el Premio Harvey, el Oscar del cómic. Sus últimos trabajos son "Attaaaaaack!" y "1902-in Panama". Ostenta el Premio Eisner a la mejor serie (1995), y el Premio Eisner al mejor escritor y artista de humor (1997). Alterna la producción de álbumes de historietas de ilustraciones con su pasión por el coleccionismo de cómics y figuras del Pato Donald: posee más de setecientas diferentes.




Extremadamente meticuloso en su trabajo, Jason Lutes (New Jersey, 1967) es quizá uno de los dibujantes más valorados del cómic alternativo norteamericano y el más europeo, cualidad que adquirió durante su infancia de la mano de Tintín en visitas a Francia. En Seattle, su lugar de residencia, ejerció como friegaplatos hasta su ingreso en Fantagraphics Books. Es autor de "Jar of fools", un libro autopublicado tras su paso como becario por la Fundación Xeric, institución creada por Peter Laird, cocreador de las Tortugas Ninja. Se consagra con la publicación de dos magnas novelas gráficas: "Juegos de manos", un universo de corazones rotos tras un atisbo de magia, y "Berlín", un extenso e inacabado relato de peripecias en el Berlín de entreguerras, ambos títulos publicados en España por Ediciones La Cúpula. "Berlín" es un trabajo de unas seiscientas páginas, que dan idea de su necesidad convulsa de hacer cómic. Aun así, volvería a fregar platos.

El Abecedario de Turpin de Max


Dibujos para el periódico El Pais. Portadas para su sección El Pequeño Pais.






































lunes, 23 de mayo de 2011

Mil dudas en conflicto

REPORTAJE

En la estela de 'Maus' y 'Persépolis', Sarah Glidden cuenta en la novela gráfica 'Una judía americana perdida en Israel' un viaje emocional a sus raíces

ISRAEL PUNZANO - Barcelona - 22/05/2011





Vivimos tiempos de cómics autobiográficos y de reportajes periodísticos en viñetas. Cada vez más, la realidad y los grandes acontecimientos históricos invaden el mundo del noveno arte. Como en toda moda, el exceso ha provocado que ya se acumulen en las librerías decenas de tomos plomizos que empobrecen el lenguaje del cómic al convertirlo en una aburridísima herramienta de divulgación. Por suerte, algunas obras escapan de esa trampa y seducen, entre otros méritos, por su honradez y por culminar con éxito un reto ambicioso. La excelente novela gráfica Una judía americana perdida en Israel(Norma), de Sarah Glidden (Boston, Estados Unidos, 1980), pertenece sin duda al bando de los aciertos. Su autora demuestra que tiene bien aprendida la lección de clásicos contemporáneos y pioneros como Maus, de Art Spiegelman; Persépolis, de Marjane Satrapi; los reportajes de Joe Sacco o los cuadernos viajeros de Guy Delisle.

En su aplaudido debut, que le valió el premio Ignatz al mejor nuevo talento, Glidden nos brinda unas memorias que relatan uno de los episodios que más le han marcado. Se trata de un viaje que realizó a Israel en 2007 acogiéndose al programa Derecho de Nacimiento, iniciativa de una fundación israelí que pagaba a jóvenes judíos de todo el mundo una visita al país. La autora, que pertenece a una familia secular, decidió apuntarse con la intención de indagar en su identidad y para intentar aclarar sus dudas sobre el conflicto entre Israel y Palestina. Su temor inicial era caer en una especie de lavado de cerebro a golpe de propaganda que le alejara de sus convicciones propalestinas.

Una vez en el terreno, Glidden no cambió de ideas, pero considera que la experiencia le permitió equilibrar sus opiniones. "Para ser sincera, lo único que se puede hacer es constatar la enorme complejidad del conflicto. Es algo mucho más complejo que la imagen que dan del mismo los grandes medios de comunicación, que lo han convertido en un espectáculo. No se trata de un juego en el que haya buenos y malos. Tras el viaje entendí que era imposible extraer una conclusión. Además, dar por concluido un punto de vista te cierra las puertas a seguir aprendiendo", defiende Glidden, que desdobla su relato en un doble viaje, uno por los paisajes de Israel y otro puramente introspectivo, pero de gran carga emocional.

Con un dibujo sencillo, la autora aprovecha las paradas de la visita turística para repasar la historia del Estado israelí y las raíces del pueblo judío, con episodios que van desde las arcanas disputas por la ciudad de Jaffa hasta los sueños sionistas de Ben Gurión (en el fondo, otro viaje más). Lógicamente, las páginas de Una judía americana perdida en Israel también están llenas de detalles de la vida cotidiana del país y de las dudas identitarias que asaltan continuamente a la autora. "No se trata de un ejercicio de periodismo. Son unas memorias, no me gustaría nada que el lector pensara que le estoy dando una lección de Historia. Para la divulgación ya están los expertos y los libros de texto. Éste es simplemente el relato de una persona curiosa, de alguien que utiliza el medio de los cómics para mostrar la subjetividad", señala la autora, que en sus nuevos trabajos sí se decantará más por el género periodístico.

No es la primera vez que Glidden, actualmente instalada en Brooklyn, visita España. De alma viajera, en 2004 pasó un tiempo en Barcelona al "autoexiliarse" de Estados Unidos por la Guerra de Irak (recaló aquí por una imagen idealizada y romántica de la "España socialista" de Zapatero, explica). Eso sí, cambiando de registro, si viviera en un cuento de hadas, le tocaría el papel de Cenicienta, porque no todos pueden debutar publicando en una de las grandes editoriales de Estados Unidos, DC Comics (la casa de Batman y Superman), que lanzó esta novela gráfica con el sello Vértigo, su línea dedicada al público adulto. Hasta entonces, Glidden se dedicaba a autoeditarse sus propios minicomics y decidió llevar una muestra de su trabajo a una convención en Nueva York. Fue allí donde un representante de DC vio algunos capítulos de la obra, suficientes para apostar por una novel. "No es algo muy habitual, porque en Estados Unidos hay muchos autores de cómics y es difícil que alguien sin experiencia cuente con ese apoyo. Tomó un gran riesgo al darme una oportunidad". Y eso es precisamente lo que más falta hace: nuevas voces para escapar de la marisma de tanta y tanta reedición lujosa de cosas muy sabidas.

domingo, 22 de mayo de 2011

Están locos estos romanos

REPORTAJE: Vida & Artes


JACINTO ANTÓN 22/05/2011

Les debemos mucho, casi todo, a los romanos, vale. Recuerden las palabras de Reg, el líder del Frente Popular de Judea, sector oficial, en La vida de Brian -el discurso más celebrado del cine de sandalias después de la arenga del general Maximus (Gladiator) a los frates jinetes de sus turmae y el "¡arre!" de Ben Hur-: "Aparte del acueducto, el alcantarillado, las carreteras, la irrigación, la sanidad, la enseñanza, el vino (eso sí lo vamos a echar de menos), la ley y el orden, ¿qué han hecho los romanos por nosotros?".Roma caput mundi, aeterna urbis, aurea Roma, civis Romanum sum, Romanus sedendo vincit... De acuerdo, de acuerdo. Pero tras la nueva invasión romana que vivimos, la enésima, manifestada en libros de toda clase, películas y series de televisión -hasta La Fura dels Baus se pone romana-, una sospecha empieza a aflorar en nuestros latinos corazones: ¿de verdad nos parecemos tanto?, ¿somos tan romanos realmente?, ¿ese mundo que aparece ante nuestros ojos en páginas, pantallas y escenarios es el nuestro?

Es difícil identificarse, aceptémoslo, con la hosca facilidad de Quintus Dias, el protagonista de la sangrienta película Centurión, para matar a punta de gladio pictos y brigantes; con el sexo morboso y cruel de las matronas de Spartacus -quien haya visto con su hija adolescente la escena de la serie en que las damas obligan a copular ante ellas a un gladiador y a una esclava tardará en olvidarlo ("pues vaya con la antigüedad, papi"), por no hablar de conseguir que la niña lea luego a Ovidio-. Cuesta, decía, sentir afinidad con la despiadada astucia del resucitado pretor Galba en la segunda temporada de Hispania o con platos como las vulvas de cerdo à la Lucio Vero (envenenadas). ¿Un espejo, Roma? Vae!, ¡ay!.

¿Qué es lo que más nos impactaría de la Roma clásica si pidieramos viajar hasta ella?, le pregunto a la gran y amena historiadora Mary Beard, autora de Pompeya o El triunfo romano (ambas en Crítica). "Oh, la suciedad y el olor pestilente, y la pobreza... detrás de la rutilante fachada de mármol".

Lindsey Davis es otra de las personas que más nos han acercado al mundo romano, ella desde las novelas del detective Falco, la XX de las cuales,Némesis, es novedad, como lo es la indispensableMarco Didio Falco, la guía oficial, una delicia enciclopédica para sus muchos seguidores (ambas en Edhasa). Al interrogar a la autora sobre esa extrañeza que nos provocan los romanos, contesta: "Yo he basado mis libros precisamente en la creencia de que los romanos eran como nosotros. Pero siempre digo que hay dos áreas en que su mundo difiere radicalmente del nuestro: la arena (los combates de gladiadores y con animales) y la esclavitud. Desde luego, hay también otra: la posición legal de la mujer, que tenía que ser representada en muchas ocasiones por el cabeza de familia. Muchas ocupaciones le estaban vetadas: ¡de haber vivido entonces yo no me podría ganar la vida como lo hago!",

Davis, noblesse oblige, aprovecha para criticar que en el filme La legión del águila -basada en la conmovedora novela de Rosemary Sutcliff-, el protagonista porta la espada en el lado izquierdo cuando lo preceptivo en el ejército romano era llevarla siempre en el derecho. Ahí queda el dato.

Aparte de que no existían en el mundo romano el café, el té, el chocolate, las patatas o los tomates, (¡un mundo sin todo eso no puede ser el nuestro!), nos choca mucho lo poco que valía la vida, sobre todo si eras un esclavo, "un animal con habla", como dice que los consideraban la arqueóloga Isabel Rodà, directora del Insituto catalán de Arqueología Clásica (ICAC): cuando uno de los suyos rompió sin querer una copa de cristal, Vedio Polión ordenó que lo echaran al estanque de las morenas, a las que había acostumbrado a comer carne humana (ya ven que la historia no se la inventó Robert Harris enPompeya).

El gran historiador Paul Veyne dice en Sexe et pouvoir a Rome (Tallandier, 2005) que lo que más nos sorprendería de vernos súbitamente trasladados a la antigüedad romana es la violencia, "una brutalidad que corta el aliento". Violencia no solo en el anfiteatro sino en todas las facetas de la vida. No en balde, señala, en las fasces el símbolo de Roma era un hacha de decapitar rodeada de varas para azotar. La mayoría de los grandes líderes políticos romanos tenían experiencia militar de combate cuerpo a cuerpo y habían matado con su propia mano.

No había nada en aquel mundo similar a nuestro humanitarismo. El infanticidio era habitual. Y el abandono de los niños tan corriente que suponía el principal suministro de los mercaderes de esclavos, por encima de los prisioneros de guerra.

No entenderían los romanos que nos parecieran mal los combates de gladiadores, la atroz hemorragia de la arena (Beard calcula que el número habitual de gladiadores en el imperio ascendía a 16.000, ¡el equivalente a tres legiones!). Así que de prohibir los toros, ya ni hablemos. No exisitía algo que nos parece tan esencial como los derechos humanos, una conquista muy reciente, conque los derechos de los animales... Augusto envió al circo para su escabechina a 420 leopardos y 36 cocodrilos, según Plinio. César 20 elefantes y 600 leones. Cómodo mató él mismo en un espectáculo cinco hipopótamos, dos elefantes, un rinoceronte y una jirafa. "Nos sorprende de los romanos su prepotente sentido de dominio de la naturaleza", apunta Rodà.

El espectáculo de la violencia y la crueldad resultaba casi anodino en Roma, trivial. Cuando de niño Caracalla prorrumpió en sollozos en el Coliseo asustado por los alaridos de un condenado a las fieras -damnatio ad bestias- que estaba siendo despedazado por un tigre, la muchedumbre se conmovió... del llanto del futuro emperador, no del pobre tipo supliciado. Nunca hubo cosa tal como una campaña para la abolición de los shows de la arena. Ni siquiera protestas. A Marco Aurelio no le gustaban las luchas de gladiadores, pero porque las encontraba aburridas. "Las fronteras éticas de los romanos estaban situadas en lugares diferentes de las nuestras", recalca Beard.

Entre la gran cosecha reciente de libros de romanos -que incluye títulos como La prisionera de Roma (Planeta), en la que José Luis Corral novela la vida de Zenobia, la reina de Palmira; el imprescindible Manual del soldado romano (por fin en castellano, en Akal), de Matyszak o La cosecha por la libertad (Edhasa), con la que Simon Scarrow, el autor de la feroz saga sobre las legiones centrada en los centuriones Macro y Cato, abre una nueva serie ¡juvenil! protagonizada por un gladiador adolescente-, destacaGabinete de curiosidades romanas (Crítica, 2011). Su autor, J. C. McKeown, profesor universitario de Clásicas en EE UU, ha recogido en un volumen fascinante "relatos extraños y hechos sorprendentes" del mundo romano. Su lectura resulta muy ilustrativa para ver hasta qué punto los romanos eran diferentes de nosotros.

¡Qué cosas creían! Que a las serpientes les gusta el vino, que las cabras respiran por las orejas... El propio Plinio, que se vanagloriaba de su espíritu científico, daba crédito a los prodigios más disparatados, como que cuando fue derrocado Nerón, un olivar del emperador cruzó la vía pública -también refiere la creencia de que si uno se pone una lengua de hiena entre la planta del pie y la suela del zapato no le ladran los perros-.

Hacían mucho caso los romanos, pueblo supersticioso donde los haya, a los presagios y sueños. "Era por falta de una religión intimista", señala Rodà, "la religión oficial era ceremonial y no podía satisfacer las necesidades más profundas, así que estaban pendientes de presagios y se cargaban de amuletos". Artemidoro de Daldis, autor de unaIntepretación de los sueños, apunta que soñar que uno es crucificado anuncia al soltero que va a casarse (!). Dión Casio da cuenta del infausto augurio que pareció a César el que cuando perseguía al ejército de Pompeyo sus estandartes aparecieran infestados de arañas. Marco Aurelio, un tipo que parece tan cabal hizo arrojar al Danubio dos leones vivos para propiciar su guerra contra los marcomanos. Para Mary Beard la historia más estrafalaria del mundo romano es la del banquete ofrecido por Heliogábalo en el que la lluvia de pétalos de rosa lanzada sobre los comensales fue tan copiosa que los asfixió. "Es una historia fuerte, pero ofrece una gran advertencia acerca del emperador: ¡su generosidad puede matarte!".

Los romanos a los que tenemos por tan limpios, no usaban jabón para lavarse sino aceite de oliva. Los retretes domésticos eran una excentricidad (y estaban junto a las cocinas, y no tenían puertas). Lo habitual era usar las letrinas públicas, sin ninguna privacidad. Curioso. Incluso los insultos romanos nos suenan extraños: Domicio Corbulón llamó a Cornelio Fido en el Senado "struthocamelus depilatus", "avestruz pelado", vamos, ni el capitán Haddock. ¿El sexo? "Somos más mojigatos que ellos en relación con el placer y el cuerpo", opina Rodà. "Había menos tabúes. No tenían el concepto de pecado y culpa que es nuestra herencia judeocristiana". A ver quién colgaría hoy en su casa untintinnabulum, una campanita, con forma de pene...

Hay muchas cosas que damos por sentado de los romanos, pero que no son ciertas. Por ejemplo, apunta Mary Beard, que usaran habitualmente togas. "La toga era una vestimenta formal, no algo para cada día". La historiadora detesta que le pregunten (como le ocurre siempre) qué llevaban debajo de la ropa los romanos. Ahí va la respuesta: subligaculum. Con lo fácil que es decir calzoncillos y bragas...

Eran, parece, los romanos, poco dados a la introspección o al análisis psicológico. La corrupción y la prevaricación reinaban a gran escala, eso nos sorprende menos, pero había un fenómeno que nos resulta estrambótico, el evergetismo: el mecenazgo sobre el dominio público. Los ricos ofrecían servicios a la comunidad -a cambio de clientelismo político-. Los anfiteatros, las termas, la mayoría de los monumentos públicos eran pagados y donados a la ciudad por los poderosos. Como si el metro o la red eléctrica los regalara un particular. No existía una verdadera policía (aunque siempre podías llamar a Falco) y la única manera de conseguir justicia era a menudo tener un buen patrón o una banda de amigos que te echaran una mano: sí, mafiosillo. La serie Roma, que ahora se repone, da una imagen ajustada de eso.

¿Qué decir de la forma en que hacían la guerra los romanos? Salvaje. La guerra total. Las legiones eran una verdadera picadora de carne. Se calcula que la conquista de la Galia por César costó un millón de vidas. El propio Julio anota que en una batalla "casi la totalidad de la tribu de los nervios fue exterminada y con ella su nombre". Como dice Tácito que dijo el cabecilla britano Calgatus, "crean un desierto y lo llaman paz".

"Odio et amo: nuestra visión de Roma puede ser muy ambivalente", resume Isabel Rodà. "Los romanos llevaron al mundo una modernidad y un confort, una calidad de vida, que no hemos recuperado luego hasta el siglo XX, por no hablar del derecho, pero no podemos idealizarlos. Estamos separados: nosotros somos producto de muchas fases intermedias, y del cristianismo". Acabamos con un testimonio de excepción: ¡el del mismísimo Galba! "Me siento bien con la coraza, da empaque", dice Lluís Homar que se ha metido con ganas una segunda temporada en la piel del pretor. Aunque eso no le hace perder la perspectiva: "Los romanos eran diferentes, no te quepa la menor duda; mientras nosotros debatimos sobre el boxeo o los toros, ellos no tenían ningún reparo en emplear la fuerza bruta, ni en convertir la violencia en espectáculo. Los devolvemos a la vida en la ficción, pero su tiempo ha pasado".

Sexus

- Se rumoreaba que la emperatriz Faustina había concebido a Cómodo de un gladiador. Y que Marco Aurelio, siguiendo el sabio consejo de los adivinos, lo había hecho matar, obligado a su mujer a bañarse en la sangre y luego la había tomado sexualmente. Eso no salía en Gladiator...

- Catón de Útica, modelo de virtud romana, prestó su mujer a un amigo (íntimo, este sí) y la volvió a desposar después.

- La homosexualidad pasiva era un delito en un ciudadano, pero en el esclavo era un deber si el amo lo exigía. Ostras y caracoles, ya se sabe.

- No se clasificaba a la gente por el género del partenaire sino en función de si al practicar el sexo se era la parte activa o pasiva. O se tomaba el placer virilmente o se daba servilmente.

- Hacer una felación era un acto vergonzoso. El cunnilingus aún más, infame. La homosexualidad femenina estaba categóricamente prohibida. Tampoco gustaba (socialmente) que la mujer cabalgara al hombre: le molestaba mucho a Séneca.

- El principal sistema anticonceptivo romano era el agua fría. hasta el punto de que una mujer que hacía el amor se denominaba una mujer lavada (puella lauta) y la que lo hacía mucho, una mujer húmeda (puella uda)

- Dión Casio explica el caso de una prostituta que hacía de leopardo para un senador.

jueves, 19 de mayo de 2011

Sir William Russell Flint (1880-1969)


Escocés, ilustrador, especialmente conocido por sus acuarelas de mujeres.

Nacido en Edinburgo, de 1894 a 1900 aprendió litografía mientras daba clases en la Real Academia de Arte en Edinburgo. De 1900 a 1902 trabajó como ilustrador medico en Londres mientras estudiaba en la Escuela de Arte Heatherley. Además de seguir formandose acudiendo al Museo Británico. Trabajó como ilustrador en el Illustrated London News de 1903 a 1907, e ilustró varios libros, incluyendo Los Cuentos de Canterbury de Chaucer (1912)

Flint fue presidente de la Royal Society of Painters in Watercolours (ahora Royal Watercolour Society) de 1936 a 1956, y nombrado caballero en 1947.

Durante sus visitas a España quedó impresionado por las bailarinas españolas, y abundan en su carrera pictórica. También se le acusaba de exagerar el tratamiento erótico de la figura femenina.

William Russell Flint permaneció activo como pintor hasta su muerte en Londres el 30 de diciembre de 1969.

via wikipedia













miércoles, 18 de mayo de 2011

Alfred Von Wierusz-Kowalski (1849-1915)


Pintor polaco de la Escuela de Munich, una de las más populares. Wierusz-Kowalski llegó a Munich en 1873 después de estudiar en Varsovia y Dresde. Estudió un año en la Academia de Bellas Artes de Munich con Josef Brandt. Sus pinturas recibieron premios en las numerosas exhibiciones, donde luego eran vendidas a los coleccionistas de arte alemanes. En 1890 fue nombrado profesor honorifico de la Academia de Munich.
El cuadro del lobo solitario fue uno de los más reproducidos del siglo XX.









El bosque en invierno


Puede parecer una postal bucolica y romanticona, pero si hay un problema eterno a la hora de dibujar es que lo mejor es tener algo real con lo que trabajar. Y aunque no lo parezca seguimos empeñados en realizar una Historieta (con mayúsculas ) de nuestro lejano pasado, y bueno, por aquel entonces había poca cosa construida, y además gran parte de la aventura transcurre por montes y sierras de Andalucía, lo curioso, como suele ocurrir también, es que hace de aquello unos 2200 años, año arriba, año abajo y continuo investigando lo que puedo para hacerme una idea fiable del escenario. Por lo pronto el blog me sirve de archivo para todo lo que pueda reunir.