domingo, 25 de septiembre de 2011

Charles Dana Gibson


La disección de la sociedad entera a escala miniaturizada no es nada nuevo en América ni en ningún país que se encuen­tre invadido por los medios de comunicación. La influencia que actualmente ejercen el cine, el teatro y la televisión so­bre el hombre de la calle fue ejercida a principios de la dé­cada por los ilustradores de las grandes revistas que, sin du­da con mayor lentitud que hoy pero con la misma efectivi­dad, llevaban las corrientes de las modas y las costumbres
de un país a otro o de una parte a otra de la misma nación. Ese es el caso de Charles Dana Gibson, un hombre que, a través de su plumilla certera y aguda supo plasmar y retra­tar de modo imborrable toda la realidad social y estética de la América que le tocó vivir.
Gibson nació el 14 de septiembre de 1867, en el seno de una familia unida y feliz pero de medios modestos. Su padre era Charles DeWolf Gibson, un teniente de la guerra civil, y su madre una alegre ama de casa llamada Josephine Elizabeth Lovett.



 El muchacho mostró precozmente sus inclinaciones artísticas, pero curiosamente sus primeros instrumentos no fueron lápices ni, pinceles, sino tijeras. A partir de una li­gera enfermedad que le retuvo algún tiempo en cama, su padre se dedicó a distraerle mostrándole lo que podía obte­nerse tan sólo con unas tijeras y un papel, ayudados por mucha imaginación y una cierta destreza manual. El alum­no superó al maestro, y al poco tiempo el joven Charles era capaz de realizar sorprendentes finuras con esos senil‑
líos medios: hombres, mujeres, árboles, pájaros, peces, cua­drúpedos, dotados de toda la ingenuidad de sus manos in­fantiles pero también de un evidente sentido del humor al que se añadía una gran dosis de observación.
Años más tarde, ya en la escuela superior, el talento artísti­co de Charles se hizo tan evidente que su familia, que por aquel entonces vivía en Flushing, Long Island, le hizo in­gresar en la Liga de Estudiantes de Arte. Charles aprobó el examen de ingreso con altas calificaciones. En aquel tiem­po, la Liga de Estudiantes era una de las mejores escuelas de arte del país, fecuentada por excelentes profesores, y Charles Dana Gibson trabajó intensamente durante dos años en aquella estimulante atmósfera. Tratando de com­probar en la práctica el resultado de aquellos años de tra­bajo, Gibson se hizo a la idea de dedicarse profesionalmente al dibujo y al cabo de cierto tiempo, concretamente en el invierno de 1886, vendió su primer dibujo a la revista Life por cuatro dólares. Ese fue el modesto comienzo de lo que sería toda una vida dedicada al arte.
La aeumilla era el utensilio de dibujo que más le fascinaba. Diariamente observaba y estudiaba la obra de los dibujantes que habían hecho que la ilustración americana fuera. cono­cida en todo el mundo. De una edad aproximada a la suya
era un joven ilustrador, llamado Frederic Remington, que por aquel entonces comenzaba ya a atraer la atención del público y los entendidos. También Remington se había for­mado a su lado, en la Liga de Estudiantes de Arte.





Gibson amplió su campo de estudios y observación y, des­pués de haber analizado la ilustración americana, dedicó su atención a los grandes nombres que atraían la atención de Europa. Dos de los más destacados, y que ejercieron en Gibson una profunda influencia, fueron el español Daniel Vierge, radicado en Paris, y el alemán Adolf Menzel. Tam­bién se sintió atraído por la escuela británica y por nom­bres como George Cruikshank, John Leech y Charles Keene, pero sentía una admiración especial por George du Maurier, cuyas figuras tenían una elegancia y suavidad que bien pronto Gibson trató de trasladar a las suyas.
Poco a poco, Gibson se había hecho un nombre entre el público americano, que comenzaba a reclamar más y más producción del artista. Su popularidad llegó a tal extremo que pronto no hubo prácticamente en toda América ni un solo hogar en que el arte de Charles Dana Gibson no se en­contrara presente de una forma o de otra. Sus dibujos fue­ron trasladados a souvenirs, almohadones, fundas de almohada, manteles, cajas de cerillas, objetos de porcelana,
abanicos, paraguas, sombrillas, cortinas papales para pare­des, ceniceros, platos, vasos, copas...
Un pasatiempo muy en boga en aquell aépoca, la aerografía, animó a muchos de sus admiradores, que se dedicaron a im­primir al fuego reproducciones de los dibujos de Gibson so­bre cueto y madera. Las cabezas de sus famosas muchachas llegaron a ser convertidas en patrones para las jovencitas que comenzaban a bordar sus primeros pañuelos de ado­lescentes...
Muchos de esos objetos se han convertido ahora en joya de coleccionistas y forman parte de la historia del arte y la decoración en varios museos americanos.

Como ilustrador, Gibson fue durante muchos años uno de los más firmes soportes de la revista Life. Sus dibujos fue­ron recoaelados y publicados en una serie de álbumes alar­gados que tuvieron una enorme difusión en todos los esta­dos de la Unión, puesto que los tipos y las escenas que re­presentaban eran comunes a todos y cada uno de ellos. Mendigos, muchachas, ricos opulentos: viejas borrachas, escenas callejeras, todo un mundo que podía verse con sólo abrir la puerta de la proaea casa. En eso residió el éxito a escala nacional de Charles Danta Gibson.

Pero ¿cómo era Gibson en su vida íntima, privada y fami­liar? La respuesta casi es obvia. Basta con echar una ojeada
a su obra para advertir que le interesaba todo aquello que estaba a su alrededor, lo que formaba su vida. América, la sociedad, las anécdotas que esa misma sociedad producía en su .ráaeda y constante evolución...
Charles Dana Gibson hizo honor a esa sociedad y vivió dentro de ella como un miembro más de la comunidad. Su vida fue perfectamente vulgar y gris. Se casó, tuvo hijos, mantuvo a su familia, nunca fue ni demasiado rico ni co­noció necesidades acuciantes... Fue, en definitiva, un arte­sano honesto, consciente y responsable que con su plumilla ágil y acertada supo trazar un retrato directo y fiel de la sociedad de aquella América de principios de siglo.
Manel Domínguez Navarro








galeria de grandes ilustradores aparecido en la revista Ilustración COMIX Internacional numero 5

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