jueves, 3 de febrero de 2011

La pasión según Caravaggio por Francisco Calvo Serraller







"Salomé con la cabeza del Bautista" Caravaggio trató este tema en varios cuadros. En éste de 1607 (National Gallery), el rostro del verdugo es el mismo que el de uno de los soldados de "Flagelación".

La exposición Caravaggio: los últimos años muestra en la Natio­nal Gallery de Londres algunas de las me­jores obras de Michelangelo Merisi da Ca­ravaggio (1571-1610), la de sus últimos e intensos cuatro años de su corta vida, pues falleció sin tan siquiera cumplir los 40 de edad. Organizada por la Soprainten­denza per Gil Polo Museale de Nápoles, en colaboración con la National Gallery de Londres, esta exposición ha logrado jun­tar unas sobrecogedoras obras maestras del fugitivo y errático Caravaggio en el fi­nal de su vida, un Caravaggio que escapó de Roma acusado de homicidio y estuvo deambulando durante cuatro años por Ná­poles, Malta, Sicilia, para volver de nuevo a Nápoles, en Porto Ercole, donde murió cuando, indultado por fin, intentaba re­gresar a Roma.
Si toda la vida de Caravaggio es pura agitación y aventura -cuyos extraños ava­tares fascinan aún no sólo a eruditos. sino también a escritores y cineastas-, este pe­riodo final se caracterizó por los oscuros sucesos, las pasiones desatadas, los lances más diversos y, sobre todo, por haber lo­grado una estremecedora calidad artísti­ca en medio de la más absoluta adversi­dad. En este sentido, si es dificil encontrar un artista que triunfara con mayor efecto y polémica que el Caravaggio de la etapa romana, también lo es encontrar otro que, como a él, la inestabilidad le produjese un rendimiento pictórico de semejante hon­dura. Prácticamente no hay un solo trata­do de pintura europeo del siglo XVII que no le mencione con admiración o escán­dalo, pues había que estar ciego para no percibir que su actitud y su estilo estaban cambiando el destino del arte moderno. Veintitrés años después de su trágica muerte, en 1633, en los Diálogos de la pin­tura publicados en Madrid por el pintor y tratadista español, de origen italiano, Vi­cente Carducho, se refería a él llamándo­le "Anticristo" porque le siguieron "glotó­nicamente el mayor golpe de los pinto­res", preguntándose, espantado, que "¿quién pintó jamás y llegó a hacer tan bien como este monstruo de ingenio y natural casi hizo sin preceptos, sin doctrina, sin estudio, mas sólo con la fuerza de su genio, y con el natural delante, a quien simplemente imitaba con tanta admira­ción?".


Aunque el arte occidental se rigió des­de su origen clásico antiguo por el precep­to de imitar la realidad o la naturaleza, la indiscriminación en el tratamiento de los temas, el violento sentido melodramático de su claroscuro, su áspero verismo y la insolente audacia en la composición y en el uso del color hicieron de Caravaggio piedra de escándalo y de fascinación. Por si fuera poco, todos estos rasgos estilísti­cos estuvieron adobados por un talante personal inquieto, descarado y pendencie­ro, que lo situaron siempre en los límites extremos de la legalidad y la decencia. Ca­ravaggio acumuló pleitos, rivalidades y odios sin cuento, hasta lo que constituyó el paso final en el camino de su perdición. cuando mató, en un duelo a espada, a un tal Ranuccio Tomasoni por una discusión tras un partido de pelota.
Lo sorprendente de este trágico peri­plo personal de Caravaggio es la crecien­te ansiedad psicológica y artística que de­muestra el porqué, incomprensiblemente. va desechando las diversas oportunidades de salvación que se le presentan, como si se supiera arrastrado por un hado que le lleva fatalmente a la muerte física y a una "destrucción" de la pintura, a la que que­ría despojar de todo lo que había sido has­ta forzar el advenimiento de su moderni­zación.
Y exactamente eso es lo que ocurre en sus últimos cuatro años de prófugo, en los que, mientras huye de un sitio a otro, parece que ahonda en el vértigo de esa destrucción artística que. como siglos des­pués afirmó Picasso. está en los funda­mentos de la creación. En este sentido, los dos grandes cuadros que pinta Caravaggio en Nápoles -Las obras de la misericordia y La flagelación de Cristo-. ambas presentes en la exposición de Londres, son obras di­námicas, teatrales y vibrantes que alum­braron la Nueva Escuela Napolitana del XVII, tan determinante, a su vez, para la creación de la escuela española de esta misma época: pero los posteriores y no menos conflictivos pasos del Caravaggio por Malta y Sicilia le llevan a una indaga­ción sobre el tenebroso, que se transfor­ma en una suerte de carcoma pictórico, y a una extraña ingravidez figurativa, que nubla la profundidad del campo visual y estremece el corazón más impávido. Tales son los casos de la Resurrección de Lázaro y de La adoración de los pastores (también en la exposición londinense).

Muy poco sabemos de los primeros años de Caravaggio antes e inmediata­mente después de su instalación en Roma, hacia 1592, salvo su errática vida bohemia y su difícil supervivencia realizando cuadros de género. bodegones y composicio­nes vagamente mitológicas, de fuerte acento naturalista y una decidida voluntad experimental. Entre 1599 y 1606 alcanzó ya la suficiente notoriedad como para recibir encargos importantes, que realiza con de­senfado y con notoria voluntad rompedo­ra, que provoca y exaspera a su sorprendi­da clientela, que le hace rehacer algunos de sus cuadros. Es durante estos últimos años de constante huida cuando Caravag­gio se lanza estrepitosamente por esa re­volucionaria vía de alumbradora disolu­ción artística, como poseído por una fiebre que no admite freno, la misma que enlo­quecidamente le lleva a perseguir, co­rriendo por el litoral, al barco perdido en Porto Ercole, donde van sus pertenencias, hasta el desfallecimiento final..
Tras su muerte, la obra de Caravaggio fue sepultada hasta llegar a nuestra época, donde sólo pudo recobrar su crédito tras depurarse al máximo el catálogo de sus verdaderos cuadros, separándolos de los del confuso tropel de sus iniciales segui­dores contemporáneos, que absurdamente le fueron atribuidos a Caravaggio. Sólo tras esta difícil labor de investigación, y que todavía continúa, hemos podido en­frentarnos con la auténtica verdad de su escalofriante genio.
En la actualidad, nadie duda en con­siderar a Caravaggio como uno de los pin­tores más importantes de toda la historia del arte, pero sobre todo como el iniciador de la revolucionaria senda de nuestra épo­ca. Por otra parte, los muchos incidentes que acompañaron a su inestable e irregu­lar existencia, responsables de su legen­daria mitificación negativa, si bien han complicado por una parte el reconoci­miento ponderado de su personalidad, también anuncian su talante moderno, ese que ha hecho de él el heraldo de una bús­queda constantemente insatisfecha y un
indeclinable espíritu libertario. Sobre Ca­ravaggio se ha escrito y se sigue escri­biendo de todo, desde las más peregrinas insinuaciones sobre su identidad psicoló­gica y sexual hasta especulaciones sobre el misterio que pudo haber en sus posibles inclinaciones ideológicas. Este personaje decididamente novelesco, sea cual sea la verdad de su escurridizo perfil humano y biográfico, llega hasta nosotros con la des­lumbrante faz de su obra pintada, que nos conmueve y trastoca hasta la médula. ¿Y qué mejor legado testimonial nos puede dejar un pintor que su pintura, cuya fuer­za nos obliga, una y otra vez, a mirar su obra, que parece haber sido realizada pre­cisamente para nosotros, sus contemporá­neos de cuatro siglos después? •
*
`Caravaggio: los últimos años' podrá verse en la National Gallery de Londres desde el próximo día 23 hasta el 22 de mayo. Para entradas y más información, www.nationalgallery.org.uk/ exhibitions/ caravaggio.



El Pais Semanal nº1482 Domingo 20 de Febrero de 2005

No hay comentarios: